Texto: S.G. A los 24 años, Augusto Romero Haupold se encontró con el negocio familiar de vinos en las manos, como consecuencia del fallecimiento de su abuelo. Y tuvo el buen olfato de arriesgarse a imprimir un giro total a aquella bodega, que elaboraba los productos tradicionales de la zona: vinos y brandies. Puso proa a la fabricación de ‘gin’ –nuestro protagonista se resiste a denominarlo como ginebra—y hoy puede afirmar, sin reservas, que ha acertado dirigiéndose hacia este objetivo. En 1974 montó la primera destilería en El Puerto de Santa María y, en 1977 la segunda, el último grito en su clase por aquel entonces, con una capacidad de producción de 18 millones de litros al año.
Tito Haupold –así le llaman sus amigos—cursó estudios empresariales: es master del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) y supo encontrar el secreto de la elaboración de la ginebra, que durante años fue coto de los fabricantes londinenses. Tiene, pues, un historial empresarial atractivo y brillante por sus realizaciones, que al fin y al cabo son las que cuentan.
Fabricar ginebra en la cuna del Vino Fino es de valientes. Triunfar, lo es más.