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Fermín Mateo Giraldo. Los carboneros de la Placilla #5.342

| En la imagen, Fermin Mateo, Pepa y Melchor Oncala.

|Texto: María Jesús Vela Durán.

Aunque han pasado muchos años, aún conservo en mi retina, aquel local de la calle Santa María, donde despachaban carbón. Al frente del negocio, Fermín Mateo Giraldo, un hombre simpático y agradable al que, con los años, me uniría una gran amistad. Pero empezando, por derecho como debe hacerse, Fermín junto con su esposa Pepa Oncala Lorente y sus tres hijos: María, Fermín y Pepi, recalaron en El Puerto de Santa María, después de muchas vicisitudes y la terrible pérdida de su hija mayor Paqui, de tan solo siete años en un lamentable accidente de coche, durante su estancia en La Línea de la Concepción.

No, no venían solos, los acompañaba sus cuñados Melchor Oncala Lorente y Nati Merino y su hijo: José. Todos naturales de Jimena de la Frontera, de donde prácticamente tuvieron que salir a causa de la posguerra.

Jimena de la Frontera

Según me cuenta María, su tío, José María Oncala Lorente, era una persona muy conocida en Jimena, dueño de mucho monte en el que se trabajaba preparando carbón. No puedo profundizar en los datos, porque los protagonistas han fallecido, y quien me cuenta la historia de su familia, era entonces una niña. Pues bien, María, recuerda, como ‘raptaron’ --ella me dice, ‘cogieron’-- a uno de sus tíos paternos y, de alguna manera, la hermana del secuestrado se veía obligada a subir al monte a preparar comida, para los que retenían a su hermano --reitero que María era una niña--. Ella misma acompaño a su tía alguna vez y la ayudó, en lo que pudo. Viendo José María la delicada situación, les pidió a sus hermanos: Melchor y Pepa, que salieran de Jimena por seguridad.

La Línea de la Concepción

Fermín y Pepa se instalaron en La Línea de la Concepción, pero Pepa, no terminaba de adaptarse, añoraba su tierra y a sus familiares, pero había algo más, que no sabía describir. En la Línea, la vida de la familia cambio drásticamente, acostumbrado como estaba el cabeza de familia a trabajar en el monte haciendo carbón, a verse al frente de un almacenen fue un cambio muy grande. ¿Se adaptó? No le quedo otra. Lo mejor fue el nacimiento del pequeño Fermín, un niño alegre y simpático que los llenó de alegría. Por aquel entonces, la vida en La Línea, era bastante tradicional y tranquila, nada que ver con lo de hoy.

El día fatídico

Pues bien, aquel día funesto, Pepa arregló a sus hijos: Paqui, María y al pequeño Fermín, dándoles toda la ternura y cariño, que una madre sabe dar. A las niñas, las peinó con unos lazos rojos que combinaban perfectamente con sus vestidos y las hacia aún más guapas.

| María y Paquita Mateo Oncala.

Mientras Pepa se afanaba en las tareas de la casa, una persona de su confianza, se encargaba, de darles a los niños su paseo habitual. Al pequeño Fermín, su padre, fiel a su promesa, lo llevo a pasear en el coche de caballos de la familia. El niño estaba muy contento, supongo que su padre le dejaría llevar las riendas como un niño grande y eso le hizo, no caber en si de alegría.

Ese día, nada hacía presagiar la desgracia, que se les venía encima. Estando ya la cuidadora con las dos niñas en la calle, observaron, que, a una señora, en la acera de enfrente, se le cayó al suelo un pañuelo, ¿fue el detonante para que la pequeña Paqui, cruzara la calle? No lo sabremos nunca, pero a los niños se les educaba para que, en ese tipo de situaciones, se ayudara a la señora y probablemente, fue su buena educación la que le hizo cruzar la calle.

Fue un militar del Peñón de Gibraltar quien la atropelló. Desgraciadamente, no pudo evitarlo, ¿quién iba a imaginar que la niña fuera a cruzar? La pequeña Paqui, no sobrevivió. María, tan pequeñita, salió corriendo a llamar a su madre e imagino, la conmoción de la pobre madre en esos terribles momentos. María, le decía: a mi hermana la ha cogido un coche, Pepa, no sabía si creerla, o pensar que se había vuelto loca.

Su padre, en esos momentos, pasaba por la calle de vuelta casa, sin saber que, la que estaba tendida en el suelo fuera su hija, recordó que las niñas llevaban lazos rojos, pero pensó que no podrían ser ellas, tampoco lo dejaron acercarse, fue al llegar a casa cuando se dio de bruces con la tragedia. De pronto el suelo se hundió bajo sus pies y todo fue negrura, abatimiento y mucho dolor.

El Puerto de Santa María

Pepa, ya no quería seguir en La Línea y por recomendación de su hermano José María, vinieron a El Puerto de Santa María, concretamente a la calle Santa María. Les compro una casa, la primera planta, para ellos y la segunda planta para Melchor y Nati. José María, no fue generoso solo con ellos, lo fue con todos sus hermanos.

| Las Siete Esquinas, en una imagen antigua, en frente estaría la carbonería de Melchor.

Ya en El Puerto, a Fermín le puso una carbonería en el bajo de la casa y a Melchor en un local de las Siete Esquinas. en la confluencia de las calles La Palma, Jesús Nazareno y Bolos, donde luego estaría el bodegón 'El Infierno'.

| Publicidad del bodegón en el que se convertiría la carbonería de las Siete Esquinas.

Está claro que pasaron años muy duros, viviendo su duelo en una ciudad extraña, pero, mi rinconcito del ama --La Placilla-- los acogió como a uno de sus hijos, haciéndoles sentirse en casa.

| En la imagen, de izquierda a derecha, Fermín, Nimo, Carmelo Ciria, desconocido y Fernando Cañas.

Un gran motivo de alegría, fue el nacimiento de Pepi y Milagros, la benjamina de la familia. Mi amiga del alma, siempre fue una niña muy dulce y cariñosa, algo reservada, pero con un corazón puro y noble, además de preciosa.

 

| En la imagen, Juan Salas, Francisco Tejada Torres 'Kiliki' y Fermín Mateos

Llega el progreso: la bombona de gas butano

Todo iba relativamente tranquilo, hasta que, llego el progreso. Y menudo progreso, con la aparición del gas butano. Sinceramente, fue una alegría, dejar esos sopladores redondos de esparto para avivar el fuego de la cocina y cambiar la tizne de las copas de metal o braseros, para las mesas camillas, por la limpieza de las catalíticas.

 

| Fermin Mateo Giraldo y Juan Salas. Al cerrar la carbonería se asociaron en la compra venta de caballos.

Saca de corcho

Fermín, a requerimiento de su cuñado José María volvió a su tierra, esta vez para la saca del corcho. Volvía a recorrer esos montes que tan bien conocía con una cuadrilla de trabajadores a sus órdenes. Tiempo después, se asoció con Juan Salas en alguna compraventa de caballos e inmuebles.

La enfermedad de Pepi

| Pepi Mateo Oncala.

Desgraciadamente, la mala suerte volvió a cebarse con la familia, a Pepi le diagnosticaron, una enfermedad terrible, de la que a pesar de su lucha no pudo salir airosa. Fue muy injusto --que muerte no lo es-- ver a una jovencita tan alegre y llena de vida, pasar ese calvario, sabiendo lo buena y encantadora persona que era. Nos dejó, con tan solo diecisiete años. La familia quedó devastada y no era para menos, pero al ser una familia tan querida, todos los amigos y convecinos tratamos de arroparlos pues lo sentimos de corazón. Los comerciantes de la Placilla, no entonaban sus pregones en señal de respeto, y es que de verdad teníamos todos mucho pesar.

| Mari Gutiérrez de la Rosa, María Mateo Oncala, Joaquina Gutiérrez de la Rosa y Pepi Mateo Oncala, murió con diecisiete años en 1966.

Pepa, intentaba ocultar su tristeza, sobre todo por Milagros, puesto que sabía que, durante la enfermedad de su hermana, de alguna manera se sintió como en tierra de nadie y debía sobreponerse y reconfortarla. Milagros, tuvo mucha entereza, al enfrentarse a algo tan duro, siento tan pequeña, y eso le honra.

A esta familia siempre le estaré agradecida por el cariño que me demostraron y porque muchos de mis momentos felices en la niñez y adolescencia, fue al calor de su hogar.

| Milagros Mateo Oncala junto a la autora de esta nótula, María Jesús Vela Duran, en una imagen tomada en La Placilla en los años sesenta del siglo pasado.

Como no recordar, esa mirada triste de Pepa, pero llena de cariño sincero, esas pastillas Juanola, que Fermín me ofrecía, esas nueces, que como si de un juguete se tratara convertía, en instrumento de música, para sacarme una sonrisa. Esa simpatía desbordante y esa calidez y respeto que nos conectó y envolvió siempre. imposible de olvidar. Gracias por ser parte importante de mi vida.

Ese mismo agradecimiento a la familia Mateo Oncala, especialmente, a Paqui, mi sabionda preferida, con la que porfié, saber contar hasta cien y, no llegué ni a fin de mes. Ella contó del uno, hasta el final, sin cometer ni un pecado. Yo si pequé, al escabullirme, diciendo que me llamaba mi madre. Gracias de corazón a todos. Sois entrañables.

1 comentario en “Fermín Mateo Giraldo. Los carboneros de la Placilla #5.342

  1. María Pineda Guardiola

    Mil gracias por este relato hecho con tanto amor, yo conocí a Fermín , acompañaba a mi abuela a comprar carbón, me he emocionado era inevitable , pero has logrado que volviera a revivir muchos recuerdos.
    Justo ayer pasé por esa calle, y aún con prisa me di cuenta que mis pasos se hacían lentos y mi cabeza se llenaba de recuerdo.Gracias

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