| Texto: Antonio Muñoz Cuenca.
José Arena Pérez era apodado ‘el Saldiguera’. Era el personaje popular más conocido de El Puerto de Santa María de los entonces y por lo tanto tenía su apodo. Físicamente era el arquetipo, daba la talla. Delgado, seco como un palitroque, iluminado, ojos penetrantes, grandes, andar despacio… y en tocante a su personalidad, ‘el Saldiguera’ tenía un don. Caía bien a la gente, era educado, gracioso, ocurrente, se cantiñeaba bien por fandangos y mejor por saetas y además, sabía leer y escribir. Tener al Saldiguera como vecino, era un lujo para los vecinos de la calle Santa Clara.
¿Que es saldiguera?
Cuando yo era pequeño, mi madre me daba a mí muchos purgantes. Los chiquillos comíamos mucho forraje, es decir, lo que podíamos, ya que o le pedíamos permiso al estómago. Cuando estábamos mal de la tripa o teníamos un cólico, Don Servando, el médico del seguro de enfermedad, siempre nos mandaba un purgante de ‘aceite de ricino’ o de ‘saldiguera’. Los hacía en su farmacia de la calle Cielos Don José Castro el farmacéutico y siempre ocupaba el culo de un vaso, tapado con habilidad con un trozo de papel. Al destaparlo en casa, el olor era nauseabundo así que imaginen como sabría. Como teníamos el estómago sucio según el médico, aquella pócima nos limpiaba. Tres o más días jiñando. No nos moríamos de milagro. Estábamos en la posguerra: años cuarenta, cincuenta.
| En los Maeras Chicos, Eduardo Lojo detrás de la barra. De izquierda a derecha delante de la barra cuatro hermanos, los Pino Santana, conocidos como ‘Los Paqui’, hijos de un famoso capataz de pasos de Semana Santa; el alto a su derecha le llamaban ’El Furia’. Agachados, a la izquierda con boina, Roberto ‘el Regaera’ y a su lado, Garrucho, conocido como 'Carrurra' quien murió en Valdelagrana en un accidente con un Seat 600. Año 1972. | Foto: Colección María Lojo.
A Saldiguera, gustaba el alpiste y bebido, multiplicaba por diez estos dones y las tardes veraniegas y de tedio de estas calles portuense, se iluminaban con la presencia de Saldiguera, con sus ocurrencias con sus peleas sólo verbales con su mujer, Dolores Navarro ‘la Dolorísima’, cuando al regresar de su trabajo en las salinas y tomarse unos vasos en Los Maeras, enfilaba Cielos y Santa Clara apuntándose unos cantes que eran una fusión del flamenco de la época. Así anunciaba su presencia. Su teatro era el mundo.
| Malleras de Centenario Terry, en un patio de vecinos.
Imeginen ustedes aquellos tiempos, años cuarenta. Calles empedradas de chinos, en cuesta hacia el Hodie Mihi Cras Tibi de los cipreses… apenas coches… mujeres faenosas haciendo mallas para el Centenario Terry en los portales de las casas cantando a coro aquello de:
Tiene un pañuelo,
La novia de Reverte
Tiene un pañuelo
Con cuatro picaores
Reverte en medio
| Dolores Navarro, 'la Dolorísima', mujer de 'el Saldiguera'.
Y a la caída de la tarde aparecía el iluminado, el personaje, el místico de la calle Santa Clara. Y allí eran los chistes, las ocurrencias, los cantes del Saldiguera, los gritos de Dolores ‘la Dolorísima’ que no quería que su marido bebiera, ni que se metieran con él. Pero ‘el Saldiguera’ encajaba perfectamente en aquel paisaje y era casi una necesidad que apareciera. No había maldad, hacía reír, era un lenitivo, una salir de la rutina. Vecinas había que entablaban diálogos, ocurrencias graciosísimas de José ‘el Saldi’. Era querido… se palpaba.
‘El Saldiguera’ tuvo un perro al que le puso un nombre genial: ‘el Turco’. Cuando ‘el Saldi’ volvía de las salinas de echar la peoná, ‘el Turco’ sabía si venía o no borracho. En caso afirmativo se metía debajo de la cama y no salía. Era el termómetro que marcaba el grado de intensidad de las tajás de su dueño.
Guardia municipal y el borrico preso
Se cuentan de él muchas historias y aún hoy sus antiguos vecinos se acuerdan mucho de él. Por increíble que parezca y dados sus buenos modales, su saber leer y escribir siendo diestro con ambas manos, es decir un ilustrado. Hubo un tiempo en el que ‘Saldiguerísima’ tuvo el oficio de guardia municipal: policía local que se dice ahora.
| La plaza de la Cárcel en 1934.
El huesudo, bebedor de vino con solera, afable, cortés, educado Iluminado Saldiguerísima, fue guardia municipal. ¡Educadísimo mire usted! Pero claro: todo tenía su límite. Cuando se juntaba con sus amigos moyatosos como él, aquel trabajo no le podía durar mucho con el consiguiente disgusto para su mujer ‘la Dolorísima’. ¿Qué por que lo echaron de guardia municipal? Según me ha contado su simpatiquísima nieta Manoli Arenas, en una de sus célebres tajás cogió un burro y lo metió preso, ¿Qué haría el pobre animal? Poco le duró el oficio de municipal a Saldiguera.
Otro oficio que tuvo José Arena ‘el Saldi’ fue el de estraperlista. Pero esa… es otra historia. (continuará)
Olé mi bisabuelo El Saldiguera!!!