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Luis Suárez Ávila. Manejaba los libros con sabiduría, pero también acumulaba la vivencia más recóndita #5.501

En la despedida del maestro, del experto, del amigo (II)

| Texto: José María Castaño

Hace apenas unos días conversé con él por última vez. Fue sobre un artículo sobre la saeta y, de inmediato, me envió a mi correo electrónico una semblanza de su puño y letra para que me documentara ‘porque falta me hacía’, comentaba con su habitual flema. Qué verdad, nunca se sabe el momento de la postrera conversación. | Foto: J.M. Morillo.

Solía pelear dialécticamente mucho con Luis, la mayor parte de las veces en broma, por aquello de las relaciones de Jerez y El Puerto de Santa María. Ese hermoso ventanal al Atlántico donde vio sus primeras y también sus últimas luces. Siempre culminábamos con aquello de que eras ciudades más que hermanas y todo se quedaba en la anécdota, pero el pique siempre estaba ahí.

| “Nunca olvidaré aquella mañana de octubre de 2021 que estuvimos en su casa el cantaor David Carpio y yo hablando del presente, pasado y futuro del flamenco. Gracias por tanto Luis. Descansa en paz y ya puedes disfrutar con Juan Talega, con Camarón y con Paco que estaban arriba esperándote” Javier Díaz-Terán.

Conocí muy bien a Luis Suárez Ávila a través de mi padre, quien siempre fue un cercano amigo suyo. Tenían la costumbre de reunirse de vez en cuando con el torero Pepín Vega de Sanlúcar de Barrameda para comer, curiosamente, huevos fritos con chorizo. Tal cual. Luego, cuando ya comencé mi afición al flamenco, mi padre me lo presentó y descubrí en él una persona exageradamente culta. Manejaba un archivo familiar impresionante, de donde ha salido aquella foto de Enrique el Mellizo, entre otras muchas riquezas.

| Luis Suárez con la fotografía inédita de Enrique 'el Mellizo', que dio a conocer en marzo de 2021 | Foto: Andrés Mora Perles.

Su labor para dar a conocer el romancero de corte épico no tiene comparación. Cuando Luis llegó a la Fundación Menéndez Pidal con aquellas cintas de El Negro de El Puerto, Alonso del Cepillo, El Bengala y tantos otros, la institución académica no se lo podía creer. Un puñado de gitanos portuenses (y algunos de otras zonas vecinas) conservaba un corpus literario oral sin parangón. Algo muy parecido a encontrar pinturas rupestres, pero con una arcaica resonancia. Y todo eso se lo debemos a Luis Suárez.

| Luis Suárez, José de los Reyes 'el Negro' y Tío Alonso 'el del Cepillo', durante una conferencia en el Instituto Santo Domingo.

Siempre elegante y exquisito, compartimos carrera de Derecho y afición, aunque él siempre fue un referente y un maestro para mí, que no un compañero más. Tenía un humor muy británico a mi entender; parecía un hombre seco, pero era sólo la apariencia. Pese a sus reservas de estar ante el público, pude llevarlo en varias ocasiones a la Universidad de Cádiz. En cada charla siempre nos sorprendió con algo excepcional: manejaba los libros con sabiduría, pero también acumulaba la vivencia más recóndita. Ahí están esos impagables artículos en Expoflamenco con el título ‘Fe debida’ que son una auténtica joya y que aquí podéis encontrar

Podría seguir mucho más, pero no es el momento. Me decía, siempre en tono jocoso, que yo como todos los jóvenes flamencólogos era un indocumentado. Pero, al final, acababa siempre ayudando y ofreciendo sus conferencias y escritos. Su rigor en la investigación, su excelente escritura y su amor por el flamenco quedarán siempre cosidos a su recuerdo.

¡Descansa en paz, amigo Luis, gracias por todas tus impagables aportaciones!

| Fuente: Caminos del Cante

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