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Juan Ramón Jiménez y El Puerto #5.623

JUAN RAMÓN JIMENEZ MANTECON 

| Texto: Manolo Morillo.

Cuando nos remitimos a las profusas biografías del poeta y escritor onubense Juan Ramón Jiménez, suele haber un salto en el tiempo desde sus orígenes moguereños a sus inicios como escritor en la capital del reino. Tan sólo de pasada se tiene en cuenta su estancia en nuestra ciudad, más concretamente en el Colegio de los Jesuitas en donde germinó la semilla literaria del futuro Nobel de Literatura.

De su tiempo en El Puerto se ha ocupado entre otros estudios Rocío Fernández Berrocal, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y especialista en la figura y en la obra de Juan Ramón.

A través de su labor investigadora sabemos que aquél niño que nació en Moguer entre las comodidades de una familia de clase alta, se incorporó al Colegio San Luis Gonzaga el 20 de septiembre de 1893 cuando aún no había cumplido los 12 años. Su hermano Eustaquio, mayor que él y alumno del Centro desde 1889, le sirvió de fiel escudero en sus primeros pasos entre las aulas del colegio que la Compañía de Jesús regenta desde 1867.

El colegio ofrecía la posibilidad de ser, también, una residencia y Juan Ramón Jiménez ingresó, como su hermano, en régimen de alumno interno, posición que gozaba de ciertos privilegios. No hay que olvidar que los jesuitas se ocupaban en la época de la educación de los hijos de las mejores familias. En ese primer año cursa tercero de Bachillerato, siendo su número de utillaje escolar el 75.

Juan Ramón Jiménez en los Jesuitas de El Puerto

| Juan Ramón Jiménez Mantecón, en un grupo de alumnos durante su etapa de estudios en el Colegio San Luis Gonzaga (1893-1896)

Compartió clases con el poeta Fernando Villalón y ratos comunes de recreo con el dramaturgo portuense Pedro Muñoz Seca. Mantuvo también una relación muy cordial con Rafael Alberti que estudió igualmente en los jesuitas, aunque por edad lo hiciera años más tarde. La primera vez que se encontraron fue en 1922 y, la segunda, cuando al poeta portuense le otorgaron el Premio Nacional de Poesía en 1925. No es de extrañar por ello que a San Luis se le ha dado en llamar el “Colegio de los poetas”.

Así lo recuerda Juan Ramón en su Autorretrato: “El colegio estaba sobre el mar rodeado de grandes parques; cerca de mi dormitorio había una ventana que daba a la playa y por donde, las noches de primavera, se veía el cielo profundo y dormido sobre el agua, y Cádiz, a lo lejos, con la luz triste de su faro.”

A Juan Ramón Jiménez le gustaba la Gramática elemental de la lengua latina del doctor don José de los Ríos y Rivera, catedrático numerario por oposición de latín y castellano. La clase de francés era la que más le agradaba y, sobre todo, el libro Morceaux Choissies de Literature Française, que le hizo aficionarse a la literatura. Las notas de “Deberes Religiosos”, “Estudio”, “Urbanidad” y “Conducta general” fueron muy buenas y obtuvo Sobresaliente y Notable en la mayoría de las asignaturas.

Consiguió tener mejor expediente que su hermano y que Rafael Alberti, aunque no superó a su amigo Fernando Villalón. En el primer año consiguió un premio de Conducta y en el último curso ganó un primer premio en Dibujo. El poeta tenía una salud débil y fue así desde pequeño, decía: “yo nací enfermo con bloqueo cardíaco”, y se tiene constancia que visitó la enfermería porque en sus testimonios comentó que le había agradado “la sopa de pan y hierbabuena del buen hermano enfermero”.

Cuando Juan Ramón llegó al colegio, éste vivía una etapa de esplendor y tenía una buena plantilla de profesores. De los superiores le impresionó el Rector, el Padre Castelló, a quien definió como “excelente, fino, bondadoso y caballero”. Reparó en el Padre José María de la Torre, Prefecto durante dieciséis años, y también en el Padre Juan N. Oliver-Copons porque era el director de la Congregación Mariana y de San Luis a la que perteneció.

| Dormitorio del internado de San Luis Gonzaga.

Urdía pocas travesuras, pero un día hizo un dibujo de una mujer en clase de religión y se lo pasó a su compañero Fernando Villalón para que lo completara. El padre encargado de la clase cogió el dibujo y, viendo que medio se burlaban de él jugando sobre la autoría de la obra, los castigó a la hora de cenar. La disciplina de los jesuitas era bastante severa. A pesar de todo, siempre recordó “bien y con cariño” su etapa escolar en El Puerto. No en balde, cuando recién casado con Zenobia Camprubí desembarcó en el puerto de Cádiz allá por 1916, lo primero que hizo fue tomar rumbo para El Puerto y reencontrarse con sus lugares favoritos del colegio: la glorieta del jardín con los bancos que había frente a la escalera, la montaña rusa, el patio central, la clase de pintura, la iglesia, el comedor, la escalinata que salía de la enfermería, el salón de actos y fiestas y el jardincito de la puerta de la iglesia que daba frente a la sala de visitas.

El 19 y 25 de junio de 1896 Juan Ramón Jiménez Mantecón superó en Jerez de la Frontera los ejercicios para obtener el Grado de Bachiller en Artes y consiguió un Aprobado de nota, tanto en el primer como en el segundo ejercicio. En el colegio se conserva aún el expediente académico así como la solicitud que firmó el 14 de abril con sus dos apellidos para que le expidieran el título de Bachiller. El 27 de julio de ese mismo año abandonó el colegio para iniciar su periplo literario que poco antes de su muerte le llevó al Nobel de Literatura.

Una pequeñita parte del mismo se engendró en las aulas de un colegio de nuestra ciudad. Bueno es recordarlo para la historia.

 

1 comentario en “Juan Ramón Jiménez y El Puerto #5.623

  1. ÁNGEL MENDOZA

    Excelente entrada que nos devuelve al Juan Ramón más portuense. En su volumen de traducciones Música de otros recuerda con emoción el autor de Platero y yo que fue en sus años de estudiante en El Puerto cuando, a raíz de traducir a un poeta francés, esbozó sus primeros versos propios. La vocación del más grande poeta de su siglo empezó en nuestra ciudad.

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