| Texto: Luis Francisco Garrido Quijano (*)
Cuando le tenemos especial cariño a determinadas personas e incluso a animales o a objetos, perdemos totalmente nuestra objetividad para todo asunto relacionado con ellos.
…Nuestros hijos son los más guapos y más inteligentes que ninguno, nuestros padres fueron los mejores padres, nuestros nietos son una belleza e inteligentísimos, nuestro cuadro al que tenemos especial cariño… es que es precioso, hay que ver los matices que tiene… podría estar en cualquier exposición… y así con todo. Lo que digo: nuestro cariño por algo, sirve de eficaz disolvente contra nuestra objetividad a la hora de opinar o juzgar.
Todo esto viene a colación del magnífico concierto ofrecido por la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia el pasado 27 de agosto, y que fue el brillante final de nuestros “martes de la Academia” del presente año 2024.
En el concierto intervinieron: al piano D. Pedro Salvatierra Velázquez acompañando a la soprano Elena Salvatierra Sánchez, su hija, y al barítono Antonio Leyva Torán, su yerno.
Y el cariño especial que todos, (creo que no erraría al decir “absolutamente todos”) tenemos a los miembros de la familia Salvatierra ha provocado que se diluyera nuestra objetividad a la hora de expresar nuestra admiración por dicho concierto y casi olvidar, o mencionar de pasada, al excelente barítono Antonio Leyva Torán.
Si leemos los comentarios publicados tanto en prensa como en redes sociales, si bien es cierto que en todas se menciona el excelente trabajo de todos los que actuaron en el concierto, no es menos cierto que el barítono queda como en segundo plano, lo que posiblemente habrá causado en él cierto regusto amargo por la escasa mención específica a su concreta actuación.
Pero Antonio, eso no es consecuencia más que del amor que nos desborda con la familia de tu querida esposa. Porque la verdad, es que todo el mundo salió maravillado de la actuación y voz de ese magnífico barítono, que a la postre quedó a la sombra subjetiva de los que queremos tanto a los Salvatierra.
En su interpretación de “Malia” de P. Tosti, su primera intervención, ya nos mostró su claridad de voz, su control del tempo, y el color especial que Antonio tiene en su voz, pareciera que sin esfuerzo alguno nos deleitaba con su canto.
Posteriormente en “Or dove Fuggo io mai?” de Bellini encara con fuerza increíble el inicio de este canto, permitiendo al público incluso seguir el texto de lo que cantaba con esa increíble sonoridad y claridad de dicción a pesar de los momentos de profundidad que esa pieza tiene. Desde la profundidad de su voz eleva sus escalas de forma magnífica. Se podía apreciar la increíble técnica de respiración diafragmática que ha conseguido Antonio Leyva.
En la segunda parte del concierto, cuando se entra en la música netamente española es cuando el público puede apreciar con más claridad lo que decía de la dicción de Antonio Leyva. En “El Sampedrino” de C. Guastavino podíamos todos seguir el texto de lo cantado de forma totalmente nítida.
Antes me refería a la respiración diafragmática que es la que se inicia al inspirar el aire hacia el diafragma y este, presionando, impulsa a su vez la columna del aire hacia la garganta y lo más alto del paladar para desarrollar la resonancia de la vibración de las cuerdas vocales, todo ello sin esfuerzo ni forzamiento de la voz. Allí es donde, como todo instrumento, la voz tiene su caja de resonancia. Los italianos dicen: “chi sa respirare sa cantare”. Este comentario del barítono Manuel Ausensi ajusta perfectamente con la técnica utilizada por Antonio Leya que encandiló al público.
En la interpretación de “La canción de Manacor” de la zarzuela “El niño Judío” de P.Luna nos demuestra Antonio que, además de magnífico barítono, tiene un claro dominio de la interpretación y la escena, quizás consecuencia de su paso por escena haciendo el rol de Tony en el musical West Side Story.
El culmen de la actuación fue el tema del dúo del fantasma de la ópera con que nos regalaron los tres.
Como decía también Ausensi, un buen cantante, con una buena técnica que le permita ser el dueño de su voz y no que la voz domine al cantante, se demuestra por ejemplo en los dúos, que requieren una gran dulzura y flexibilidad para luego dar un gran dramatismo y generosidad de voz en los pasajes que así lo requieran. Aquí el cantante corre el riesgo de dejarse llevar por la situación y el temperamento, y es precisamente en estos momentos en los que más cuenta la técnica para que la voz no se desgarre, sin escatimar la intención y que el espectador perciba con toda intensidad el momento psicológico del personaje. Manteniendo la línea de canto y no dejando de colocar las notas en su sitio, se podrán sortear todas las dificultades.
Y eso es lo que Antonio Leyva Torán nos regaló en ese concierto del pasado 27 de agosto. Gracias Antonio por tu voz y tu generosidad.
(*) Presidente Academia de Bellas Artes Santa Cecilia