La colección de pintura. Murillos a orilla del Guadalete

| Texto: Enrique Pérez Fernández
Juan Tirry, el II marqués de la Cañada, comenzó a formar su colección pictórica a fines de la década de 1720, a la vez que las de objetos arqueológicos, científicos y etnográficos, el monetario y la biblioteca. Los testimonios de los ilustres visitantes que la conocieron no refieren el número de obras que la formaban, se limitaron a destacar las que consideraron más notables, que en suma fueron quince: ocho Murillos y siete de tres artistas de los Países Bajos (Cornelis Cort, Van Ostade y Van Mieris).
En la investigación que realizo sobre los marqueses aún queda mucho por averiguar de la pinacoteca, dudas por resolver, ampliar en lo posible el número de lienzos hoy conocidos y localizar los que aún puedan existir en manos privadas y en museos. Por tanto, lo que aquí y ahora expongo tiene un carácter parcial y provisional.
Sospecho que la de los Tirry no fue una colección muy numerosa y que la pintura no fue la mayor de sus aficiones, como lo fueron las antigüedades, las monedas y los libros. Probablemente sus adquisiciones pictóricas debieron ser puntuales al paso de las décadas y aún menores en cuanto la crisis fue haciendo mella en la economía familiar desde la década de 1760. Y por motivos de espacio disponible, la pequeña pero interesante pinacoteca iría creciendo pausadamente en una de las salas nobles de la segunda planta, dispuestos los cuadros de forma abigarrada, al modo que lo serían los museos decimonónicos.

La venta a Sebastián Martínez
Tras fallecer Guillermo en febrero de 1779 y al igual que su biblioteca fue vendida al jerezano marqués de Villapanés, algunos cuadros -desconocemos cuántos- fueron comprados por el comerciante gaditano Sebastián Martínez, a quien ya nos hemos referido en otras entregas.
De origen riojano, Sebastián Martínez se asentó en Cádiz hacia 1765. Marcado con un talante emprendedor y dotado de un talento natural para el comercio y los negocios, en 1771 ya se había establecido como cargador a Indias, actividad que pronto le proporcionó pingües beneficios que acrecentó con el préstamo de capitales y la exportación de vinos a Inglaterra como propietario de bodegas en Jerez y Sanlúcar. Bien conocido en Madrid por sus negocios y sus conocimientos en las finanzas, en 1799, un año antes de morir, fue nombrado Tesorero Mayor del Reino.

Pero Martínez ha pasado a la posteridad por atesorar en su casa de la gaditana calle de la Aduana la mejor pinacoteca privada de su época en España, que comenzó a formar en 1778, un año antes de fallecer Guillermo. Antonio Ponz, de quien era buen amigo, en 1794 decía que tenía “obras muy singulares de Tiziano, de Leonardo da Vinci, de Velázquez, de Murillo, de Alonso Cano, y de otros muchos hasta el número de trescientos cuadros, y acaso más.” Y a esa lista puede añadirse, según mencionaron otros autores, lienzos de Rubens, Zurbarán, José de Ribera ‘El Españoleto’, Luca Giordano, su amigo Goya… Colección de la que en 1800 escribió el crítico de arte y pintor Ceán Bermúdez: “Serán muy pocos los pintores afamados que hubo en Italia, Flandes, España y aun en Francia, de quienes deje de tener alguna obra; y se distingue esta preciosa colección de las demás del reino por el costoso aumento de diseños, estampas raras, modelos y libros de las bellas artes.”
Tras fallecer Sebastián a fines de 1800, su espléndida colección pictórica y todo su patrimonio lo heredaron a partes iguales sus dos hijas: Josefa, esposa del capitán e ingeniero militar Fernando Casado de Torres, y Catalina, casada con el comerciante y consignatario de buques Francisco Viola.

Viola vendió los cuadros a ingleses, según apuntó en 1813 el gaditano conde de Maule, Nicolás de la Cruz Bahamone: “…y la otra mitad ha tocado a Don Francisco Viola que la ha vendido a los ingleses.” Y añadía que otros cuadros de Martínez (seguramente los heredados por su hija Josefa) los adquirió otro gran coleccionista gaditano, Manuel Llera, que también fueron a parar a Inglaterra: “la colección la vendió a un inglés.”
Que Gran Bretaña fuera el destino de los cuadros -y especialmente de los Murillos- no es de extrañar porque los coleccionistas y amantes del Arte británicos fueron destacados admiradores -mucho más que en España- del maestro sevillano en los siglos XVIII y XIX.
Así pues, para identificar algunos de los cuadros que fueron de los marqueses de la Cañada, la “pista inglesa” parecía clara. Y va dando resultados.
Los Murillos
Según muestran las fuentes documentales consultadas, los marqueses de la Cañada fueron propietarios -y llama la atención o incluso sorprende- al menos de seis lienzos de Murillo y cuatro bocetos preparatorios de cuadros. Aunque constan los nombres de todos, dado que mi investigación está en ciernes y queda mucho por rastrear, me limitaré a presentarles dos lienzos que están localizados y un boceto vinculado a Cádiz.
La Crucifixión
Desde 1971 el Museo Metropolitano de Arte (MET) de Nueva York acoge La Crucifixión del maestro sevillano que la propia institución identifica con el que tuvo en Cádiz Sebastián Martínez. El que en 1791 vio Antonio Ponz: “Del mismo Murillo posee el Señor Martínez un crucifijo en pequeño”. Y Edward Davies, el gran biógrafo de Murillo apuntó en 1819 que antes fue del marqués de la Cañada y que Manuel Llera lo vendió en Inglaterra.

El Crucifijo reapareció en la década de 1870 en el condado inglés de Norfolk. Era entonces del barón Hastings, Delaval Loftus Astley (1825-1872), que al fallecer pasó a manos de sus herederos. Al morir en 1963 su nieto Albert, el cuadro fue subastado en Londres y lo compró por 2.352 dólares sir Robert Henry Abdy. A los dos años lo vendió a una galería de arte, hasta que el último propietario de la galería lo legó al fallecer al Museo Metropolitano.

Los estudiosos de la obra de Murillo relacionan el Crucifijo del MET con el Cristo en la Cruz del Museo del Prado, pintado hacia 1675 y procedente de las colecciones reales. El que perteneció a los Tirry sería una obra preparatoria para el del Prado, que por su refinado terminado tomó vida propia y sería adquirido por alguna institución religiosa o un particular y andados los años terminaría, sin que conozcamos las circunstancias, en manos de los marqueses.

San Antonio de Padua con el Niño
Todo apunta a que este es el cuadro que contempló Ponz en 1791 en casa de Sebastián Martínez y describió como “de medio cuerpo, menor que el natural, con el Niño sentado sobre un libro”. Que antes fue de Guillermo Tirry y después de Manuel Llera, que lo vendió en Inglaterra. En 1863 estaba en Londres formando parte de la colección de Lord Cowley, Henry Wellesley (1804-1884). Luego, por sucesivas ventas y subastas, pasaron a manos de otros coleccionistas.
En el Museo de Bellas Artes de Sevilla se expone otro cuadro de Murillo de San Antonio de Padua con el Niño (1668-69), pintado para los capuchinos sevillanos (también con el Niño sentado sobre el libro y no de pie como en otros lienzos del pintor). Por ello, cabe sospechar que el lienzo del marqués de la Cañada pudo realizarlo Murillo para el convento de los capuchinos de Cádiz, como el boceto y cuadro que ahora tratamos.

Boceto de los Desposorios místicos de Santa Catalina
No tengo la seguridad de que el que reproducimos sea el boceto que se conoce tuvieron los marqueses de la Cañada, el dibujo preparatorio que realizó Murillo del cuadro Desposorios místicos de Santa Catalina para el retablo de la iglesia de los capuchinos de Cádiz. Existe algún otro boceto atribuido a Murillo o a otro autor con similar escena, pero éste es el único que la gran especialista en los dibujos de Murillo -Manuela Mena- identifica con la mano del genio sevillano. Se encuentra en una colección particular en Bruselas, desconociéndose las etapas de su largo viaje.

En cualquier caso, el de Guillermo Tirry lo vio en su casa el hispanista inglés Richard Twiss en 1773: “El pequeño boceto original, de Murillo, del cuadro que pintó en la iglesia de los Capuchinos de Cádiz.” Y ya en casa de Sebastián Martínez, Antonio Ponz: “…y últimamente el borrón de Murillo, que yo vi años pasados en el Puerto de Santa María en poder de otro dueño, y es la invención de dicho Artífice para el cuadro de los Desposorios de Santa Catarina con el Niño que le he celebrado a Usted hablando de la Iglesia de Capuchinos de esta Ciudad.”
Charles B. Curtis (autor en 1883 del primer catálogo riguroso de Velázquez y Murillo) apuntó que el boceto siguió el mismo derrotero que los cuadros ya referidos: G. Tirry > S. Mtnez. > M. Llera > Inglaterra (quizás a las manos de un tal Capitán Ball).

La escena del boceto y del cuadro recoge el momento en que el Niño Jesús, sentado en el regazo de la Virgen, impone el anillo místico a la santa de Alejandría como símbolo de su unión espiritual con Jesús.
Para pintar el cuadro, Murillo se alojó en el convento gaditano (levantado en el Campo del Sur en 1639 y derribado en 1970) entre septiembre de 1680 y marzo de 1682, cuando ocurrió un fatal accidente: Mientras inspeccionaba el espacio donde se iba a colocar el cuadro, cayó del andamio y las heridas, agravadas con la hernia que padecía, le causó la muerte al paso de unos días, el 3 de abril de 1682. Quedó el lienzo sin acabar, terminándolo su discípulo Francisco Meneses en base a los esbozos que dejó Murillo, y pintó los otros cuatro cuadros que completaban el retablo. Fue la última obra del gran pintor andaluz.
Y la última será también la entrega de mañana, en la que recordamos algunos aspectos de la vida de los marqueses de la Cañada y del rico patrimonio que coleccionaron a orilla del Guadalete. (Continuará)
Anteriormente:
En casa de los Marqueses de la Cañada (1) #6.236
Evocación de un rico patrimonio atesorado a orilla del Guadalete
En casa de los Marqueses de la Cañada (2) #6.250
Guillermo Tirry y Tirry, del esplendor a la quiebra
En casa de los Marqueses de la Cañada (3) #6.264
Las estatuillas de Hércules y Neptuno de Sancti Petri
En casa de los Marqueses de la Cañada (4) #6.276
El sarcófago romano de Medina Sidonia
En casa de los Marqueses de la Cañada (5) #6.290
La colección numismática y los objetos etnográficos y científicos.
En casa de los Marqueses de la Cañada (6) #6.303
La biblioteca, el inquisidor Pedro Sánchez y el naufragio (I)
En casa de los Marqueses de la Cañada (6) #6.304
La biblioteca, el inquisidor Pedro Sánchez y el naufragio (y II)