
| Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini
La prestigiosa revista estadounidense Bonfort’s Wine and Spirit Circular (Nueva York), especializada en el comercio de vinos y licores, informó en su edición de 10 de diciembre de 1916 de que “Mr. Carlos J. Cuvillo”, perteneciente a la reputada casa exportadora portuense Gómez, Cuvillo y Cía., había partido tres días antes del puerto neoyorkino a bordo del vapor Montserrat con destino a Cádiz, tras haber permanecido ocho meses en los Estados Unidos, “con objeto de familiarizarse minuciosamente con el estado del negocio en varios sectores”.
Se refería la revista Bonfort’s al joven Carlos José del Cuvillo Sancho, segundogénito y primer varón de los diez hijos habidos del matrimonio entre el abogado Carlos del Cuvillo Sancho (1869-1948) y su prima María de los Dolores Sancho Vernacci (1872-1949), ambos portuenses. Nacido en El Puerto de Santa María —calle Larga, nº 81— el 9 de junio de 1896, Carlos José empezó a trabajar en 1912 —recién terminado el bachillerato en el colegio de los jesuitas de su ciudad natal— para Gómez, Cuvillo y Cía. Esta sociedad, continuadora de la extinguida casa Manuel Moreno de Mora, la habían constituido el 12 de mayo de 1908 en El Puerto, para la compraventa y exportación de vinos, el propio padre de Carlos José del Cuvillo y los hermanos Gómez de Aramburu (Luis José, Pedro Juan y Carlos Julián), sobrinos carnales de Micaela Aramburu Fernández (1831-1922), viuda de José Moreno de Mora Vitón (1828-1908).

El reportaje de Bonfort’s señalaba que, a pesar de su juventud (cumpliría los 20 años durante su estancia en Estados Unidos), Carlos José había viajado extensamente, y que era una persona de conversación interesante. A lo que añadía (la traducción es nuestra):
“Su agradable personalidad le permite entablar amistades con facilidad y gracias a su actividad y energía, el nombre de su compañía se va conociendo más y más en nuestro mercado. Sus amplios conocimientos sobre el vino de Jerez le permiten dar valiosos consejos a los compradores de los vinos de Gómez, Cuvillo y Cía.”.

Carlos José del Cuvillo se había embarcado el domingo 2 de abril de 1916, en Cádiz, en el vapor Antonio López, que empleó doce días en hacer la travesía hasta Nueva York. Emprendía este viaje siguiendo las instrucciones dadas por Gómez, Cuvillo y Cía., que consistían en visitar a sus agentes exclusivos en los Estados Unidos, la veterana firma importadora neoyorkina G. S. Nicholas & Co. (Beaver Street, 41-43, Manhattan), y, como explicaría el propio Carlos José años después, “también hacer visitas a los clientes de esa empresa, procurando conseguir pedidos del vino elaborado y exportado por nosotros, así como incrementar el negocio por todos los medios posibles”.

Cuando el joven Cuvillo llegó a Nueva York a mediados de abril de 1916, la empresa G. S. Nicholas & Co., que ya había desempeñado la agencia en Estados Unidos de la casa Manuel Moreno de Mora, la formaban George Stevenson Nicholas (1840-1922), de 75 años de edad y 40 de experiencia en el negocio, y su hijo Grosvenor Nicholas (1874-1955), abogado, de 41 años, socio desde el 1 de julio de 1907, con derecho al 20 % de los beneficios de la sociedad (a la que no aportó capital alguno). El 23 de mayo de 1916, Carlos José acompañó a Grosvenor Nicholas al Whitehall Club neoyorkino, donde se celebró un almuerzo de la entidad “Wine and Spirit Importers’ Society”, al que asistieron una treintena de socios, pertenecientes a las casas importadoras norteamericanas más importantes (Henry E. Gourd, E. LaMontagne’s Sons, Samuel Streit, Nicholas Rath, Julius Wile Sons, Alex. D. Shaw, Luyties Bros., Bätjer & Co., etc.). A finales del mes siguiente, encontramos al joven portuense alojado en el hotel The Watson House, de Babylon (Long Island), probablemente practicando deportes náuticos con Grosvenor Nicholas.

Pero la visita de Carlos José del Cuvillo a Estados Unidos no estuvo exenta de dificultades durante el tiempo que permaneció en Nueva York —hasta el mes de julio de 1916— como asiduo visitante de las oficinas de la firma importadora G. S. Nicholas & Co. Y es que la relación personal entre George S. Nicholas y su hijo Grosvenor, armoniosa al principio, se había deteriorado en los últimos cuatro años. Carlos José fue testigo en más de una ocasión de esta situación conflictiva existente entre padre e hijo, entonces en su punto álgido: así, durante un corto viaje en tren que hizo a finales de junio entre Babylon y Nueva York en compañía de George S. Nicholas, este se retorció las manos, y, encolerizado, dio un grito al oírle mentar el nombre de su hijo Grosvenor, recordaría más tarde el joven Cuvillo. En opinión de Carlos José, la actitud recelosa del Sr. Nicholas hacia su hijo era del todo injustificada e irracional: no creía que la pertenencia de Grosvenor Nicholas a la empresa fuese perjudicial para la misma.

Hasta tal extremo llegaron las hostilidades familiares que el Sr. Nicholas sénior hizo el 8 de junio de 1916 un primer testamento según el cual, “por su actitud hacia mí, indigna de un hijo”, desheredaba expresamente a Grosvenor, a quien consideraba desleal, mentiroso y empeñado en destruirle a él y a su negocio. Además, excluía de la herencia a los tres hijos de éste, sus nietos. La reacción inmediata de Grosvenor Nicholas al verse desheredado fue la de calificar a su padre como “enajenado” e incapaz de ocuparse del negocio, a lo cual este respondió el 21 de julio de 1916 disolviendo la sociedad G. S. Nicholas & Co., que entró en periodo de liquidación.
Lo cierto es que ya a finales de mayo de 1916, siendo aún socio de su padre, Grosvenor Nicholas había constituido con otros dos accionistas una nueva empresa, Grosvenor Nicholas & Co., con oficinas en Beaver Street, 26-28 y un capital social de 500 000 $, con objeto de continuar una actividad comercial similar.

El 1 de agosto de 1916, menos de dos semanas después de la disolución, Grosvenor Nicholas escribió a su padre notificándole que la sociedad que acababa de establecer era ahora la agencia autorizada en Estados Unidos de la mayoría de las casas exportadoras europeas representadas anteriormente por la antigua firma, entre ellas Martell & Co. (Cognac); Andrew Usher & Co. (Edimburgo); Krug & Co. (Reims); Nathaniel Johnston & Sons (Burdeos); Bouchard Père & Fils (Beaune); Freund, Ballor & Co. (Turín); Román Perpiñá (Reus); Gómez & Co. (Cádiz) y la propia Gómez, Cuvillo & Co. (El Puerto de Santa María). Sin duda, esta empresa exportadora portuense, aunque “deplorando los acontecimientos”, decidió nombrar a Grosvenor Nicholas & Co. como agentes para la venta de sus vinos de Jerez siguiendo el consejo de Carlos José del Cuvillo, quien desde Nueva York informaba por carta de la situación a su padre —gerente de la firma bodeguera— al menos dos veces a la semana.
También la firma Martínez, Gassiot & Co. (Londres y Oporto), asesorada por Carlos José, acabó por confiar sus intereses en Estados Unidos a la sociedad de Grosvenor Nicholas en ese mismo verano de 1916. Por su parte, el Sr. George S. Nicholas dirigió el 15 de septiembre de 1916 una extensa y amarga carta a doce casas europeas que le habían abandonado, en la que aseguraba estar “desconcertado” por su conducta hacia él, que les había ayudado a desarrollar la totalidad de su lucrativo comercio de exportación con Estados Unidos, en una relación satisfactoria que había durado décadas.

Teniendo ya como agencia en Estados Unidos a la firma Grosvenor Nicholas & Co., Carlos José del Cuvillo emprendió a finales de julio o principios de agosto de 1916 una gira comercial de varios meses que le llevó desde Nueva York a California, visitando las ciudades más importantes en ese largo recorrido de costa a costa. Durante 1915, el volumen de vino de Jerez importado por el puerto de Nueva York en barriles (378 209 galones) había disminuido considerablemente con respecto a los cinco años anteriores, y el número de botellas (9.742 cajas de una docena) también había caído sensiblemente en comparación con 1913 y 1914. La revista Bonfort’s Wine and Spirit Circular no achacaba esta disminución al número de casas exportadoras con agencia en el país (que permanecía estable), ni a la calidad del vino (que no había mermado), sino —argumentaba— al hecho de que los jereces importados estuviesen acusando la competencia activa de los sherries de elaboración nacional (como los procedentes de las viñas californianas). Según cálculos de Carlos José, la cantidad total de ventas de la sociedad Gómez, Cuvillo y Cía. a Estados Unidos ascendió en 1915 a una cifra de entre 15 000 y 20 000 $, en tanto que el volumen de negocio de su empresa con Gran Bretaña en ese mismo año lo fijó en 30 000-35 000 $.
Las fuentes de las que dispongo no me permiten reconstruir los pormenores del itinerario seguido y del trabajo realizado por Carlos José del Cuvillo Sancho desde agosto de 1916 hasta su partida de Nueva York a bordo del vapor Montserrat el 7 de diciembre de ese año. No obstante, es segura su localización a mediados de octubre de 1916 en el lujoso Hotel Alexandria de Los Ángeles (California), donde fue entrevistado para los periódicos Morning Tribune y Evening Express. Carlos José manifestó entonces su entusiasmo por las mujeres del sur de California: “He estado en muchos lugares donde las mujeres eran atractivas, pero nunca antes había sentido tanta admiración. […] Mi familia espera que me case pronto. Es apropiado que lo haga antes de suceder a mi padre en la dirección del negocio. Puede que me eche novia antes de irme de Los Ángeles”. Lo cierto es que el joven Cuvillo tardaría todavía más de un lustro en contraer matrimonio, haciéndolo a los 26 años de edad con Amalia Jiménez Guernica (1899-1967) en El Puerto de Santa María el 27 de abril de 1923.

El reportaje de la revista Bonfort’s de 10 de diciembre de 1916 concluía asegurando lo siguiente: “El Sr. Cuvillo volvió a casa con los mejores deseos de numerosos amigos, que esperan que lleve a cabo su actual idea de regresar a los Estados Unidos en el transcurso del próximo año”. No es probable que Carlos José pudiera cumplir su propósito, dado que Estados Unidos declaró la guerra a Alemania el 6 de abril de 1917, entrando en la contienda europea. Durante casi catorce años, entre el 16 de enero de 1920 y el 5 de diciembre de 1933, estuvo vigente la Ley de Prohibición Nacional (Ley Volstead), una enmienda a la Constitución estadounidense que prohibió la producción, venta, transporte, importación y exportación de bebidas alcohólicas. No obstante este duro revés, el mercado norteamericano no se cerró totalmente para el vino de Jerez, que se siguió importando para uso medicinal y religioso.

Tras la retirada de los hermanos Gómez de Aramburu de la sociedad Gómez, Cuvillo y Cía. el 31 de octubre de 1928, el activo y pasivo de dicha sociedad quedó a cargo de Carlos del Cuvillo Sancho y de su hijo Carlos José (este era socio desde el 12 de marzo de 1923), quienes continuaron los negocios de la casa bajo la razón social Cuvillo y Compañía, con derecho al uso exclusivo de las antiguas marcas, entre ellas “La Gineta” (manzanilla), “Basilio” (amontillado fino) o “Sangre y Trabajadero” (oloroso). El 13 de mayo de 1929 se concedió el registro del nombre comercial de este establecimiento (calle Valdés, nº 6), cuyo objeto era la crianza y exportación de vinos.

En la década de 1940, Cuvillo y Cía. exportaba a Estados Unidos —la agencia se denominaba ahora Nicholas & Co.— los jereces “Amontillado No. 1”, “Vino de Pasto”, “Solera del Rey” o “Las Seis”. El 23 de octubre de 1942, coincidiendo quizás con la asunción de la gerencia por parte de Carlos José del Cuvillo, se concedió de nuevo el registro del nombre comercial Cuvillo y Compañía. En enero de 1970, Carlos José estaba prácticamente retirado y dirigían la compañía dos de sus hermanos (José y Luis del Cuvillo Sancho) y cinco de sus hijos (Carlos, José Luis, Antonio, Rafael y Eduardo del Cuvillo Jiménez).
Nuestro protagonista falleció en El Puerto de Santa María el 7 de noviembre de 1977, a los 81 años de edad.