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La noticia oficial de la elección de El Puerto de Santa María como lugar en el que tomar baños de mar la Real Familia por recomendación terapéutica, la tuvo el gobernador Político y Militar, máxima autoridad local, cargo que en esta fecha ostentaba Don Manuel Muñoz Vaca, Brigadier de Caballería y Gentil Hombre de S.M. a través de un escrito a él dirigido fechado en Madrid el 29 de junio de 1832. En el mismo se indicaba el próximo desplazamiento de la distinguida pareja  que viajaba con seis  de sus hijos. Tres varones: Francisco de Asís, el mayor de todos, Enrique y Fernando María, de pocos meses y tres infantitas: Isabel Fernanda, Luisa Teresa y Josefina, a los que los médicos de la Corte  habían recomendado tomar baños de mar. Completaban la nutrida expedición de medio centenar de personas un séquito de 42 integrantes que comprendía la camarilla personal de ambos consortes, educadores y diverso personal de servicio, eligiendo la ciudad de El Puerto de Santa María, que ya conocían desde la liberación de Fernando VII y, dentro de ella, la excelente mansión de la que era propietaria la familia política del Caballerizo Mayor del Infante, el Marqués de Casa Madrid, conocida como la casa de Pavón , para su alojamiento los meses de verano.  /En la imagen, Francisco de Paula Antonio  de Borbón y Borbón-Parma (1794-1865).

La contestación del gobernador, dándose por enterado y agradeciendo la elección de esta ciudad por parte de SS. AA. para tomar baños de mar no se hizo esperar, contestándole con fecha 30 de junio, iniciando las gestiones necesarias para preparar el acontecimiento.

Litografgía de El Puerto de Santa María, visto desde la Otra Banda del río, en el siglo XIX.

BAÑOS DE MAR.
El motivo de la estancia de SS.AA. los Infantes era tomar sesiones de baños de mar. Para ello, el ayuntamiento, encargó  a los diputados de fiesta gestionasen la construcción de un baño flotante “lo más elegante posible que cabe en local de esta naturaleza”, comisionando a un señor de apellido Menacho para este menester. Ante la falta de descripción de este ingenio flotante en el expediente consultado, vamos a  intentar explicar en que consistían. Anclados en sus cuatro esquinas y al mismo tiempo en varios puntos, desde tierra, con amarras, se situaba un cercado de madera, de forma rectangular, similar al marco de un cuadro de ancha caña, colocado en posición horizontal sobre la superficie del agua, o mejor indicado tal vez, como un cajón  sin fondo ni tapadera, con unas dimensiones que oscilarían entre seis o diez metros de largo por la mitad de ancho. Tenía un aspecto similar al  pantalán de  un puerto deportivo, con  las paredes laterales elevadas para proporcionar intimidad y refugio del viento, levemente balanceado por el oleaje.

Baños en el río, similar al instalado en El Puerto para atender a SS.AA los infantes de España en 1832.

La comisión decidió inicialmente su instalación en la banda urbana del río, entre la fuente de las Galeras y su homónima, la del Sobrante, distante un centenar de metros rio arriba. El capitán del puerto, Sr. Vernacci asesoró profesionalmente sobre el emplazamiento más adecuado, desestimando el lugar elegido inicialmente para ello por los inconvenientes que presentaba para la correcta colocación del baño. A su vez, recomendaba “que este sea colocado a un tercio de cable de la parte de afuera del barco de la Aduana en la costa del Coto, pues en este lugar es claro recibirá muy pura el agua salada, así como el fondo, limpio y claro.”

CLUB NÁUTICO.
Interpretamos que la zona elegida por el capitán del puerto estaba situada frente al actual club Náutico, aproximadamente, a 60 o 65 metros de la borda de estribor del   barco Aduana, suponiendo que este tuviese la proa mirando a la desembocadura del río. Hoy en día, encauzado el río por ambas márgenes puede parecer excesiva esta distancia. En la época en que se produce este hecho, final del primer tercio del s. XIX, el río se expandía en marea alta por el Coto o Isleta de Valdelagrana hasta el pie del arrecife de Puerto Real, siendo su orilla similar a una playa.

Muelle de la Ciudad, frente al Resbaladero. Detrás el Castillo de San Marcos con una configuración arquitectónica diferente a la actual.

Después de dictar una serie de medidas para garantizar la seguridad el Sr. Vernacci ratificó el emplazamiento señalado, reconociendo que la distancia era mayor, aunque aseguraba asimismo que “la traslación de las personas al baño es fácil y cómodo por el arrecife de Puerto Real” y mucho más discreto, añadimos nosotros, aunque es de suponer que en las azoteas de los edificios que miraban al río, desde la Casa Aduana hasta la de Cumbre Hermosa no faltarían mirones ávidos de contemplar los chapuzones reales. /En la imagen, Casa de Gª de Valdeavellano, en la Ribera, desde cuyos miradores se podrían ver los paseos de SS.AA. los infantes, en dirección al Guadalete. Plumilla de M.A. Pantoja.

LA EXPEDICIÓN.
La expedición, compuesta por la familia, séquito, equipaje y escolta salió de Madrid el domingo 8 de julio, a las cinco de la tarde, viajando toda la noche para entrar en Manzanares, hacer noche al día siguiente en Andújar, llegar a Córdoba el miércoles, donde permanecieron tres días, y continuar hasta Sevilla, desde donde embarcarían tras una estancia extra, no prevista, de seis días para arribar a Bonanza y, desde allí, a El Puerto. Cuando atracó el vapor “Betis”, bien entrada la noche del viernes 20 de julio, la comisión municipal, presidida por el gobernador y los oficiales del escuadrón de Caballería que escoltarían a SS.AA. a la ciudad portuense subieron a cumplimentar a la real familia y sus acompañantes, iniciándose seguidamente, a la luz de la luna y el titilar de antorchas el desembarco de los equipajes.

Edificio donde se alojaron SS.AA. los infantes, en calle Larga, 27.

21 DE JULIO DE 1832.
Esa misma madrugada, cuando estuvo cargado  el amplio bagaje, junto con el mismo, salió para el lugar de residencia parte del personal de servicio que se ocupó de la preparación, acondicionamiento y distribución de las estancias y salones del inmueble. Los restantes integrantes de la expedición, con independencia de no existir medios suficientes para ser transportarlos todos a la vez, optaron por descansar las horas que restaban hasta el amanecer en las camaretas del navío, saliendo a primera hora de la mañana el grueso de la comitiva.  La encabezaban vistosos coraceros y un tambor al que seguían el coche con la familia real, escoltado por lanceros,  los principales componentes del séquito y la comisión de autoridades a caballo, luciendo una escarapela con las armas de la ciudad, cerrando la vistosa comitiva los restantes componentes del escuadrón de Caballería.

MEDIODÍA.
El 21 de julio de 1832, al mediodía, entró el cortejo en la Ciudad sonando al unísono las campanas de la Prioral y las de todos los conventos, anunciando el acontecimiento en un jubiloso repique. Las calles del recorrido –San Sebastián, Plaza de la Iglesia, Palacios y Larga- en las que se habían posicionado “un concurso numeroso” de personas, estaban engalanadas, luciendo colgaduras en sus balcones. En las principales esquinas se alzaban arcos entretejidos con ramas y flores y miembros de la Brigada de Marina y del batallón de Voluntarios Realistas cubrían la carrera desde la parte alta de la calle San Sebastián hasta la esquina de Larga y Espíritu Santo, agolpándose el gentío en los alrededores del Monasterio de San Miguel de las MM. Capuchinas para presenciar lo más cerca posible a tan insignes personajes en el momento en que descendieran de la calesa, vitoreándolos repetidamente, igual que sucediera durante todo el trayecto.

Inicio del puente colgante sobre el Guadalete a mediados del siglo XIX.

TRES DÍAS DE FIESTA.
El ayuntamiento dispuso tres días oficiales de fiesta, organizando otros tantos festejos taurinos en honor de los regios huéspedes. Un anónimo cronista municipal relata con gran precisión de detalles las actividades e incidencias de aquel evento:  “…Ha habido tres días de general iluminación y adorno de colgaduras en lo que se ha esmerado el buen gusto de estos habitantes, siendo digno de atención la iluminación del muelle y Paseo de la Victoria, compuesta de multitud de faroles de color, guardando la mayor simetría, la primera costeada por los mareantes y la segunda por los dueños de los almacenes de comestibles y refinos. La iglesia Mayor Prioral, las Casas Consistoriales y el puente de San Alejandro estaban iluminados con ostentación y la plaza de Verduras formaba preciosas vistas con arcos y luces. En los días 24, 25 y 26 hubo en el primero y último corridas de toros de muerte y el intermedio de novillos. La concurrencia fue numerosa. La plaza presentaba el más brillante aspecto, el adorno de ella con el mayor lujo y las corridas fueron sobresaliente, los toros bastante bravos y lidiados por los mejores operarios que en el día se conocen.”

En todos y cada uno de los festejos estuvieron presentes los Infantes, ocupando un balcón engalanado especialmente para la ocasión, presidiendo el espectáculo y ostentando “el mando de plaza el Serenísimo Sr. Infante”, asistiendo numerosos forasteros, especialmente de las vecinas ciudades de Cádiz y Jerez, atraídos por la presencia de los Infantes, a los que el público daba muestra de su simpatía con numerosos aplausos, tanto a la llegada como a la salida del coso taurino del Ejido de San Francisco.

EXCURSIONES
El día 27 de ese mismo mes de julio el matrimonio de Infantes borbónicos y un corto séquito de acompañantes realizaron una escapada  para visitar y conocer las ciudades de Málaga y Granada, dejando a los niños con sus tutores para que se iniciaran en los baños de mar. El viaje del Infante Don Francisco de Paula Antonio y su esposa por las provincias orientales andaluzas duró algo más de dos semanas. El sábado 11 de agosto iniciaron el camino de vuelta a El Puerto, desde Granada

EL SÉQUITO.
Reunida  de nuevo toda la familia y el séquito que les acompañaba, es hora de conocer  los  componentes que formaban parte del mismo. En la “Reseña Histórica” que realizó el archivero Juan Cárdenas para la Guía Oficial de El Puerto de Santa María en 1902 se indica un séquito de 72 personas, entre nobles y servidumbre, posiblemente por error tipográfico, al cambiar el 7 por el 4, ya que, como vamos a detallar a continuación, los acompañantes de los Infantes sumaban la cifra aquí expuesta. /S.A. la Infanta Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias y Borbón.

Iniciaremos el listado del séquito, por su popularidad y prestigio en la corte,  con la Marquesa de Alcañices, Dama de Honor de la Infanta Luisa Carlota. Formaban parte de su camarilla personal, además de la citada, tres damas de tocador, denominadas Señoras Azafatas y dos camaristas. La de su marido la integraban tres gentiles hombres, dos ayudantes y un oficial. Les acompañaba un ama de cría, encargada de alimentar a Fernando María que aún tomaba el pecho, la Baronesa de Ruinvillef, aya de las niñas y un tutor o ayo, asimismo, para los dos varones, así como un director de primera educación. Completaba el grupo más selecto del séquito un catedrático en medicina.

En el cuerpo de servicio, propiamente dicho, figuraban dos encargados de guardarropía y dos ayudantes que se ocupaban del voluminoso “atrezzo” de los huéspedes. Para atender a la mesa de la familia y camarilla, un jefe de cocina, dos ayudantes y otros dos ayudantes de los llamados de ramillete, denominándose así a los encargados de preparar artísticamente la mesa en las que se servía la comida, distribuyendo figuras, candelabros y otros adornos, amén de frutas, piezas de repostería y otros postres y dulces a los que eran tan aficionado en aquellos tiempos. Formando parte de la logística del grupo, figuraban también dos dependientes de caballería y dos correos, prestos para cualquier emergencia. Finalmente, cuatro mozos y mozas sin ocupación expresa y una decena de criados personales de los integrantes de mayor alcurnia de la camarilla de los Infantes, completaban el número antes indicado.

AGOSTO DE 1832.
Durante el mes de agosto compartieron los Infantes con sus hijos, (especialmente doña Luisa Carlota) los baños de mar en las instalaciones flotantes, expresamente realizadas para su disfrute, durante varias horas cada mañana, descansando por las tardes de tanto ajetreo como habían tenido en sus jornadas viajeras, sin dejar de participar con el pueblo en algunas de sus diversiones cotidianas. De este “fiel vecindario” recibían constantemente muestras de cariño y admiración, en los lugares públicos en los que se dejaban ver.

OFRECIMIENTO.
Mediado agosto el cabildo adoptó el acuerdo de ofrecer a SS. AA. las instalaciones construidas, dirigiéndole a doña Luisa Carlota escrito con fecha 25 de ese mismo mes en el que le rogaban aceptase en nombre del pueblo “el bañito flotante de que V.A. y sus augustos hijos se han servido este años, con los adornitos pequeños que contiene”, siendo entregado el mismo por una comisión presidida por el gobernador y Presidente del Cabildo. El obsequio fue aceptado por SS. AA. “con la lisonjera esperanza de volver a disfrutarlo en el próximo año” en palabras del secretario de cámara de los Infantes que podrían interpretarse como una promesa de repetir la estancia.

DISPUTAS.
Si tuvieron la intención de hacerlo, el momento tan delicado por el que pasaba la monarquía y, sobre todo, el estado de  salud del rey con funesto desenlace en septiembre del siguiente año, iniciándose una guerra dinástica entre los partidarios de otro de los hermanos de nuestro protagonista, el Infante Carlos María Isidro y los de su sobrina Isabel, a la que regentaba su cuñada María Cristina, hicieron inviable, prácticamente imposible, repetir la estancia familiar en los años que siguieron, aunque, décadas después, dos de sus hijos, Enrique y Francisco de Asís, este último como rey Consorte, volverían a visitar El Puerto.

A MADRID.
La inesperada enfermedad del monarca Fernando VII, rompió la plácida tranquilidad con que habían transcurridos los primeros días de septiembre. De forma precipitada, la familia real y algunos de los más allegados del séquito, iniciaron el viaje de regreso, saliendo para el real sitio de San Ildefonso, al pié de la Sierra de Guadarrama, en la provincia de Segovia, el 14 de septiembre. Viajaron en cuatro coches de camino, alquilados en Jerez. Llegaron, descansando lo imprescindible, en ocho jornadas. El resto del personal y el grueso del equipaje salieron ese mismo día en una expedición más sosegada, con destino a Madrid.

40 DÍAS EN EL PUERTO.
Resumiendo, la estancia física del Infante Francisco de Paula Antonio, hermano de Fernando VII y su esposa, María Luisa Carlota, hermana de la reina María Cristina, fue de 40 días y de casi dos meses sus hijos y el grueso del séquito que los acompañó, alojados casi todos en la casa número 23 actual de calle Larga. Es una página importante de la historia local poco conocida y escasamente divulgada.  El lado oscuro corresponde al gasto que supuso esta estancia al erario municipal, al pueblo en general, a la postre.  Según indica Enrique Pérez en su comentario final sobre la estancia del Infante Francisco de Paula y familia, apartado incluido dentro de su interesante obra “El Vergel del Conde y el Parque de Calderón”, el coste de la misma ascendió a 179.000 reales, suponiendo para las arcas municipales un déficit de 120.000 reales (30.000 Pesetas) en números redondos, cantidad que pretendieron recuperar en los siguientes ejercicios económicos con la imposición de arbitrios diversos, gravando en dos cuartos de real cada libra de carne, 16 maravedíes cada arroba de carbón y dos maravedíes las panillas de aceite.

Interior de la casa donde se hospedaron, en Larga, 27.

PROMOCIÓN TURÍSTICA.

La otra cara de la moneda, el aspecto positivo del evento fue la promoción que dicha estancia proporcionó a la Ciudad, compensándola de las pérdidas antes citadas pues ese año es señalado por diversos investigadores  como punto de arranque del renacimiento económico de la ciudad, merced a la llegada de inversores foráneos que, a partir de esa fecha, comienzan a establecerse aquí, labrando bodegas y trabajaderos, creando, en definitiva un emporio industrial, dedicado a la crianza y exportación de vinos que se mantendría en auge durante el medio siglo siguiente y, al mismo tiempo, sembrando la  semilla de un turismo de élite que, con el paso de los años y los cambios en usos y costumbres, se ha convertido en el robusto árbol  que es hoy día el sector de servicios turísticos. (Textos: Antonio Gutiérrez Ruiz. - A.C. Puertoguía).

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TERCER ANIVERSARIO DE GENTE DEL PUERTO.
Ayer se cumplían tres años del nacimiento de esta publicación web en la que, a diario, y desde el 21 de julio de 2008, contamos las pequeñas historias de las gentes y los habitantes de El Puerto y, con la suma de ellas ayudamos a formar el puzzle de la Historia de El Puerto. Muchas veces contada en primera persona, otras por referencias de quienes conocieron al personaje, otras más por colaboraciones y trabajos de investigación, ‘la savia del rey Sabio’, es decir las gentes de El Puerto, los temas y curiosidades de nuestra Ciudad, se asoman a diario a los numerosos lectores, más de 8.000 diarios, haciendo de esta publicación las más leída en internet de El Puerto de Santa Maria. A todos, muchas gracias.

José María Morillo
Director.

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