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2.981. La ‘calle larga’ del Guadalete, el río que hoy cumple años

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Tal día como hoy hace 294 años -el 14 de noviembre de 1722- nació el actual curso del Guadalete a su paso por el término portuense; porque algunos ríos también cumplen años, aunque parezca que sus cauces siempre han estado ahí o que sólo la naturaleza, en un lento y continuo proceso, los ha ido modelando. Pero a veces la mano del hombre -para bien o para mal- modifica y crea nuevos cursos fluviales, como ocurrió hace dos mil años, cuando se abrió, en un espacio donde no había más que arena, la actual desembocadura del Guadalete. /En la imagen el jerezano puente de Cartuja, donde nacieron los dos cursos del río Guadalete y donde está el intríngulis de su historia.

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Vista parcial de la estatua que el Ayuntamiento de Cádiz erigió en 1855 a Lucio Cornelio Balbo ‘el Menor’, fundador del Portus Gaditanus hacia el año 19 a.C.

Entonces, a fines del siglo I antes de nuestra era, el patricio gaditano Balbo el Menor, en trabajos previos a fundar el Puerto Gaditano -El Puerto de Santa María- mandó abrir un canal en la barra litoral del Coto de Valdelagrana, prolongado a su espalda hasta unirse al curso del Guadalete -el Lacca romano-, que desembocaba junto a Puerto Real. El ‘Canal de Balbo’ se excavó y el Puerto Gaditano se fundó para convertirse en el puerto comercial de Gades, donde se embarcaba la producción agrícola de la región -vino, aceite y trigo, principalmente- de cara a su exportación a los principales puertos del Mediterráneo; que no otro fue el origen de nuestra ciudad y de la desembocadura del río (ver en Gente del Puerto nótulas 2.000 y 2.515).

Ambas obras hidráulicas --el ‘Canal de Balbo’ y la ‘calle larga’-- fueron dos actuaciones magnas, realizadas en base a un enorme esfuerzo humano, logístico y económico. La que promovió Balbo es el acontecimiento más importante en la Historia de El Puerto de Santa María, el que determinó su origen y marcó las bases de su evolución. La intervención del siglo XVIII nos legó el curso del Guadalete que contemplamos hoy, un hermoso patrimonio natural, paisajístico e histórico digno de alabanza, porque sorprende la ingente tarea que debió ser abrir el largo y recto cauce de la ‘calle larga’ -casi 4 kilómetros- en el fango de las marismas. Pero antes de referir en qué consistió esta obra fluvial, es preciso perfilar el contexto histórico y el marco escénico en los que nació.

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El Guadalete a su paso por el puente de Cartuja, del siglo XVI.

Los dos cursos del Guadalete
Situémonos en el siglo XVII y en las inmediaciones del jerezano puente de Cartuja, donde en un tiempo impreciso se había formado en el Guadalete un bajo con sedimentos emergentes en forma de isleta, que derivó a que las aguas se dividieran a derecha e izquierda:

-A la derecha, camino del mar, era el curso del río que en Jerez llamaban Albadalejo, del que se alimentaban dos arroyos subsidiarios: el Guadajabaque, alcanzando el pie del cerro donde se levanta la ciudad –las ‘playas de San Telmo’ de la historiografía y la tradición oral jerezanas-, y el Mata Rosines (o del Carrillo), abriéndose paso entre los cerros de San Cristóbal y La Bola. En su tránsito por el término portuense, al Albadalejo lo llamaban Madre vieja y Caño de la Piedad, que discurría, por tortuosos meandros y tornos, en paralelo a la Sierra de San Cristóbal y al borde de las marismas del Guadalete hasta desembocar en El Puerto.

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Marcado con flechas, las huellas del curso de la Madre vieja en 1956. En rojo, de izquierda a derecha, El Puerto, el Caño del Molino, la vía del tren y Doña Blanca.

Este era el curso del Guadalete mencionado por Alfonso X en la carta-puebla fundacional (1281) de Santa María del Puerto, “por donde vienen grandes navíos”. El río al que el rey Sabio concedió, en 1283, algunos privilegios para el buen desarrollo de la población: “Por hacer bien y merced a los pobladores del Puerto de Santa María, y porque se pueble mejor el lugar, tengo por bien que todos los bajeles cargados que pasaren por el río de Guadalete para ir a Xerés que se descargue y el tercio, también de vianda como de madera o de otras cosas que ellos mester hubieren.

Con el tiempo, los sedimentos depositados durante las continuas crecidas y avenidas del río provocaron que el cauce del Albadalejo o Madre vieja se fuera cegando, creando bajos y meandros que dificultaron la navegación, tremendamente complicada a mediados del siglo XVII, especialmente para los barcos jerezanos que bajaban el río desde el puerto fluvial de El Portal. A mediados del XIX el curso jerezano del Albadalejo se había cegado completamente, quedando un brazo de mar sólo alimentado por las mareas y remontable desde El Puerto hasta los manantiales de La Piedad al pie de Doña Blanca, donde moría la Madre vieja, y donde los barcos, aunque con dificultad, continuaron haciendo las aguadas hasta comienzos del XX.

Y a la izquierda, el Guadalete dividido en el puente de Cartuja se abría paso en curso recto por sus marismas hasta desaguar en la bahía por el bajo de La Cabezuela, cerca de donde lo hacía en tiempos romanos. Este era el curso principal del Guadalete, el que corría con más caudal y rapidez, de antiguo nombrado Salado o Saladillo y, a partir de 1648, San Pedro, como lo bautizaron en Jerez a partir de la apertura del canal que entonces se excavó para unir ambos cursos del Guadalete; en las circunstancias que a continuación apunto.

El canal del Olivar de Cartagena (1648)
Decía que a mediados del siglo XVII la navegación por el curso del Albadalejo o Madre vieja era muy complicada, siendo que los barcos jerezanos fletados en el muelle de El Portal, hasta llegar a El Puerto, tenían que salvar nueve bajos y otros tantos tornos. Esta situación conllevó a que en 1648 el Cabildo jerezano -con la excusa de evitar la peste bubónica que entonces se había asentado en El Puerto- abriera un canal desde el Albadalejo próximo a El Portal -en el Olivar de Cartagena, frente al arroyo de Mata Rosines- hasta alcanzar (en 560 metros) el otro curso del Guadalete, el Salado. Éste, al contrario que la Madre vieja, no tenía ningún bajo y sólo tres tornos, por lo que se podía alcanzar su desembocadura en La Cabezuela en medio día; seis horas de navegación. El cauce del Olivar de Cartagena se abrió bajo el patrocinio de la cofradía de San Pedro, de la que tomó nuevo nombre el río, aunque desde El Puerto lo continuaron llamando por el antiguo de Salado.

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Marcado con flechas, las huellas del curso de la Madre vieja en 1956. En rojo, de izquierda a derecha, El Puerto, el Caño del Molino, la vía del tren y Doña Blanca. /Google Maps.

La peste fue la justificación que Jerez adujo para abrir el canal del Olivar, pero en verdad, además de la dificultad en bajar y remontar la Madre vieja, terciaron motivos económicos de gran calado e intereses encontrados entre una ciudad realenga -Jerez- y otra -El Puerto- de régimen señorial, propia del ducado de Medinaceli. Con la salida al mar por el término de Puerto Real, los barcos del comercio jerezano evitaban pagar los tributos fijados por el señorío portuense, motivo in illo tempore de repetidas disputas y desencuentros entre ambas localidades por el derecho o no que tenía la villa señorial de cobrar a las naves jerezanas los derechos de anclaje. Puerto Real, en cambio, era villa realenga desde su fundación por los Reyes Católicos en 1483, y dependiente del Concejo de Jerez desde 1488 y hasta 1543, por lo que los jerezanos tuvieron con el Puerto Real una estrecha y antigua vinculación. Desde El Puerto la apertura del canal se contempló con otros ojos: la pérdida de los tributos que pagaban los barcos jerezanos y la del caudal que la obra acarrearía a la Madre vieja, ya por entonces muy menguado.

Tras la apertura, El Puerto interpuso una querella contra Jerez ante el Consejo de Castilla, que terminaría resolviendo a favor del Cabildo portuense en 1654 tras un pleito que fue, en certeras palabras de Hipólito Sancho, “enojosísimo, violento, enmarañado, lleno de pasión.” Pese a que entonces se cerró el canal -trabajo que realizaron los galeotes moros de las galeras Reales surtas en El Puerto- y que fue abierto y vuelto a cerrar al paso de los años, el canal del Olivar de Cartagena es por donde hoy sigue fluyendo el Guadalete.

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La Madre vieja y el San Pedro en un plano de la bahía de Cádiz levantado en 1743 por José Barnola.

Para conocer el estado de la cuestión de ambos ríos -Madre vieja y San Pedro- a fines del s. XVII -desde la visión de El Puerto-, reproduciré fragmentos de un testimonio de 1698 de quien entonces era su ‘alcaide de la mar’, Juan de Soto, que en declaración jurada contó que “este testigo conoció y vio navegable este río [la Madre vieja antes de 1648] por arrimado a la casa del olivar de Cartagena, por donde iban y venían los barcos y gabarras hasta el Portal viejo cargados de frutos, y desde allí trajinaban por este río para los que iban a Cádiz y su bahía sin riesgo alguno, lo que ahora sucede y se pierden muchas embarcaciones cargadas de frutos por el otro río [el Salado o San Pedro] a la salida de él [en el Bajo de La Cabezuela], por la violencia y rápido de las aguas, y restituyendo las aguas usurpadas al Guadalete y atajando el curso que hoy tiene el Salado por el olivar de Cartagena, no sólo no se sigue perjuicio alguno a Jerez para la navegación que quieran hacer y transporte de sus frutos a Cádiz y bahía, que es para lo que hoy se sirven del Salado, sino es que antes bien, recibirán en ello gran utilidad, así porque viniendo las aguas congregadas por su antiguo y natural curso que tenía el Guadalete, será la navegación más breve y segura. […] Y entre otros pormenores, concluía el ‘alcaide de la mar’ afirmando que “solo pueden aspirar a la navegación por él [el Salado] los que intenten cometer fraudes en perjuicio de la Real Hacienda por lo dilatado que es y despoblado, sin el Regimiento de guardia y custodia que por la Real Aduana y demás rentas se pone en este río [Guadalete].”

Importante cuestión ésta de los fraudes que se cometían con la Hacienda para que finalmente se resolviera -en 1721- el largo litigio prolongado desde 1648. Entonces se cortó el curso del San Pedro, pero no por el Olivar de Cartagena, como pretendió El Puerto durante décadas -porque la Madre vieja con sus bajos, meandros y escaso caudal no daba más de sí-, sino más abajo del río, donde se abrió un nuevo curso -la ‘calle larga’- para unirlo con la desembocadura del Guadalete.

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Plano de 1750 en el que se marca el cauce abierto en 1721: la ‘calle larga’. A la derecha (parcialmente visible), el canal de 1648 del Olivar de Cartagena. /Servicio Geográfico del Ejército.

La ‘calle larga’ del Guadalete
En 1721, después de cuatro siglos y medio desde que El Puerto de Santa María se convirtiera en un señorío, su incorporación a la Corona (culminada en 1729) se sospechaba próxima. En 1712, con tal fin, el Estado había entablado negociaciones. Aunque no fructificaron, el campo estaba abonado: demasiadas deudas en las arcas del ducado de Medinaceli y muchos intereses económicos en la Corona para monopolizar en la bahía de Cádiz el tráfico de barcos comerciales con América; y en ello El Puerto estaba destinado a desempeñar un destacado papel.

Pero la desembocadura del Guadalete requería una ‘puesta a punto’. El tráfico del comercio con Jerez por el tortuoso y cegado curso de la Madre vieja hacía décadas que no era viable. De nada sirvió la apertura en 1701 del Caño del Molino (ver plano de 1750), que se excavó para atajar su curso y que las aguas -con la ayuda de una esclusa- irrumpieran con fuerza para limpiar la sempiterna barra del Guadalete. Con ambos propósitos -la comunicación fluvial con Jerez y la limpia de la barra, que tanto frenaba el desarrollo portuario de la ciudad-, nació, desde las más altas instancias del Estado, el proyecto de abrir el nuevo curso del Guadalete.

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José Patiño (1666-1736), quien promovió el nuevo curso del Guadalete. Óleo de Rafael Tejeo (1828) del original de Jean Ranc. /Museo Naval de Madrid.

A la gestión personal de don José Patiño se debió que se ejecutara la obra, ocupando entonces en Cádiz el cargo de Intendente General de Marina. Como tal desarrolló una fecunda labor, fomentando el desarrollo de la Armada, la construcción naval –fundó el arsenal de La Carraca– y el comercio marítimo. En su haber también está que en 1717 se trasladara a Cádiz, desde Sevilla, la Casa de la Contratación, de la que fue presidente, al tiempo que creaba un carenero en Puntales y la Real Compañía de Guardia Marinas. Ciertamente, a la labor de este eficaz y curtido político –llegaría a ser Primer Ministro en 1734–, se debió el cierre del San Pedro, una aspiración largamente anhelada por El Puerto.

Las obras, que sobre el terreno fueron dirigidas por Gabriel de Angulo, comenzaron a fines del verano o comienzos del otoño de 1721 y concluyeron en noviembre del año siguiente; unos 15 meses de duro y esforzado trabajo. Se cerró el cauce del San Pedro o Salado a base de un lecho de piedra y estacadas, en el lugar hasta hoy llamado La Tapa. Desde entonces, el San Pedro o Salado -no olvidemos, el antiguo curso principal del Guadalete- es un brazo de mar sólo alimentado por las mareas. Y a unos 120 metros río arriba se abrió a tajo una zanja recta de 3.800 metros -la ‘calle larga’ que llamaron en la época- atravesando la marisma para enlazarla con la Madre vieja del Guadalete, en sus últimos tramos abriéndose paso entre las salinas abandonadas tras la invasión angloholandesa de 1702. Las aguas del nuevo curso del Guadalete comenzaron a correr tal día como hoy -entonces martes- de 1722.

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Plano de la obra de la ‘calle larga’ y del cierre del San Pedro, en copia de 1742 realizada por Ignacio Sala. La flecha marca el lugar del cierre (La Tapa). /Archivo General de Simancas.

Al contrario que de la obra de cierre del canal del Olivar de Cartagena en 1654 -de la que se conserva en el Archivo Municipal una copiosa y detalladísima documentación- no ocurre igual con la ingente documentación que debió generar la colosal obra de la ‘calle larga’. Al tratarse de una actuación promovida por el Estado, probablemente se encuentre en Valladolid, en el Archivo General de Simancas (donde se conserva el plano adjunto). Sí se halla en el portuense, dispersa, información relacionada con la financiación de la obra. En principio –agosto de 1721– se acordó que Jerez costeara la mitad del gasto, y la otra mitad a tres partes: el Estado (Hacienda), El Puerto y Cádiz. Como era de esperar, se quejó Jerez, elevando al Rey una exposición para que se le disminuyera su parte, lo que consiguió en junio de 1722, reduciéndose a un tercio del total del gasto. Las otras tres administraciones pagarían cada una 5.000 pesos. En El Puerto, la mayor parte del dinero salió de los bolsillos de 44 comerciantes en forma de préstamo (3.717 pesos), a devolver por el Ayuntamiento con intereses al 6%. Devolvieron los munícipes el dinero, pero con dificultad y sin prisas -¿les suena?-, pues ¡en 1753! aún andaban reclamándolo algunos herederos de los confiados y difuntos prestamistas.

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En 1956, las huellas de la Madre vieja, la ‘calle larga’, el curso del San Pedro y su cierre en La Tapa.

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El mismo espacio que en la imagen anterior, en nuestros días. /Foto: Google Maps.

La apertura de la ‘calle larga’ del Guadalete ayudó a mejorar el estado de su barra, permitiendo el desarrollo socioeconómico y comercial que conoció El Puerto de Santa María -la bahía entera- durante el siglo XVIII -nuestro siglo de oro- con la eclosión de una activa clase mercantil nacional y extranjera que, junto a la burguesía agraria local enriquecida con la exportación de vino y aceite a América, conformaron el núcleo de una poderosa oligarquía agrario–mercantil, convirtiéndose el puerto del Guadalete -el que creó Balbo el Menor hace dos mil años- en uno de los más importantes de la Corona. Por donde al Puerto de Santa María le entró la riqueza. Y por donde dejó de entrarle.
Texto: Enrique Pérez Fernández.

3 comentarios en “2.981. La ‘calle larga’ del Guadalete, el río que hoy cumple años

  1. Enrique Pérez Fernández

    Antonio, las fuentes documentales y bibliografía empleadas son numerosas, no siendo éste el lugar para reproducirlas. Están en el libro que escribí con J. J. López Amador 'El Puerto Gaditano de Balbo', Ed. El Boletín, 2013, Apéndice 1. Si está interesado en adquirirlo, pásese por Librería Ferla; si no lo tienen, me lo dirán y acercaré algún ejemplar. Gracias por su interés.

  2. Antonio

    Hola me parece muy interesante el articulo, podrias aportar la bibliografia y fuente del Rio Salado -RIo San Pedro. Gracias.

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