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3.072. Luisa Rendón y Antonio Ochoa. La comunista y el cura, en 1936

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Cuando quedan pocas semanas para que se estrene el documental que Jesús Graván ha dirigido sobre la vida de Luisa Rendón Martell, y cuando también estamos a la espera de que se finalice el expediente y se apruebe en el Pleno municipal el nombramiento de su marido Daniel Ortega Martínez como Hijo Adoptivo a título póstumo de El Puerto de Santa María, este episodio de la vida de Luisa tan desconocido, a la vez que curioso y desconcertante para algunos, debe ser conocido de primera mano. Y máxime cuando hace pocos meses se ha hecho público una parte del mismo, sin mencionar su nombre, en el pregón del Centenario de la coronación de la Virgen de los Milagros que tuvo lugar el pasado 3 de septiembre a cargo de Sergio Cíes.

Y digo de primera mano porque todo lo que escriba aquí procede de las declaraciones de ambos protagonistas en el sumario 210/37 del consejo de guerra de que fue objeto y de los recuerdos de su familia. Esta es la historia...

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Daniel Ortega y María Luisa Rendón en viaje de boda en Barcelona-julio de 1928. /Foto: Colección familiar de Juan y Daniel Ortega Rendón.

Tanto Luisa como su esposo Daniel Ortega, por ser comunistas, no eran partidarios de la violencia gratuita y sin sentido, y nunca se mostraron partidarios de incendiar o destrozar bienes o posesiones ajenas, fueran de caciques o eclesiásticos. Recordemos que ya en abril de 1931, Daniel acudió con un grupo de militantes a las oficinas de la Revista Portuense para aclarar que las acusaciones de que los comunistas estaban detrás de las roturas de lunas de escaparates, mobiliario urbano y ataques a los sentimientos religiosos de la noche del 14 de abril eran falsas y pedía una rectificación del periódico de marcada ideología monárquica y clerical. La misma Revista Portuense publicó las presuntas declaraciones de Daniel Ortega en su edición del 16 de abril, alegrándose de que se declarase claramente comunista, y resaltaban en negrita lo que éste había manifestado, que ellos nunca recomendarían a sus seguidores que rompiesen «ni cristales ni santos».

También Luisa Rendón había declarado en el Consejo de Guerra que la noche de la huelga general de abril de 1936, en que numerosos grupos de portuenses iban por las calles incendiando propiedades de bodegueros y personas monárquicas y falangistas, al pasar por delante de su casa-puerta, ella les criticó su actuación, recriminándoles y advirtiéndoles que así no se solucionaban las cosas. Motivo por el cual fue incluso insultada (en esos días Daniel estaba en Madrid en sus labores de Diputado).

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Por tanto, no es de extrañar que, cuando en jornadas anteriores había escuchado en su casa, a donde acudían jóvenes socialistas y comunistas, que pensaban incendiar la iglesia y la imagen de la virgen, tomara la decisión de advertir al párroco. Esto declaró María Gatica Arias, hermana mayor de Mercedes que trabajaba en su casa, el 16 de junio de 1937: «Que en efecto recuerdo que un día del pasado año al llegar la declarante a casa de María Luisa ésta le comunicó de manera reservada que fuera a avisar a la Parroquia de que iban a quemar la Virgen de los Milagros, cuyo recado lo tomó en la Iglesia un sacerdote cuyo nombre no recuerda...».

Y con más detalle lo contó así el cura Antonio Ochoa Manchado ese mismo día: «Que en efecto recuerda que un día (sobre el quince o dieciséis de abril) se presentó en la iglesia María Gatica comunicando al señor capellán que la enviaba María Luisa Rendón para que se pusiese en conocimiento del declarante el propósito que las turbas tenían de atentar contra la imagen de la Virgen de los Milagros, patrona de la ciudad. Que a continuación, y como el declarante se encontraba en el archivo, la hizo pasar a su despacho el Capellán, y entonces la María le repitió lo que antes había dicho la referida. Y ello fue la causa principal de que se salvara la imagen».

Antonio Ochoa quitó la imagen de la Virgen del altar donde se encontraba, y la ocultó en un lugar que desconocemos; en cualquier caso, no hay noticias de que nadie intentase atentar contra el edificio de la Prioral aquella noche, más allá de quitar y chamuscar una cruz de madera que se encontraba en la fachada de la calle San Juan (según el Sumario de Antonia Suano y Dolores Gallardo).

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Este hecho quedó desconocido por todos y yo creo que incluso para su marido, Daniel Ortega, y salió a relucir cuando, en su defensa, Luisa Rendón, el 9 de junio de 1937, en escrito dirigido al Director de la Prisión Provincial de Cádiz, autorizaba al cura Ochoa, párroco de la Iglesia Mayor Prioral del Puerto «para que descubra a las autoridades el secreto que le confié a mediados del mes de abril del pasado año, cuando el intento de quema a dicha Iglesia, mandando decir con María Gatica de lo que se proponían hacer los elementos izquierdistas con la sagrada imagen de Nuestra Señora de los Milagros», y autorizaba igualmente a Antonio Ochoa a que expusiera todo aquello que creyera conveniente para el esclarecimiento de los hechos.

La casualidad había hecho que el comandante militar de la plaza, Luis Martos Peña, en su intento de «domesticar» la voluntad de Luisa desde el día 25 de julio de 1936 en que fue detenida en la Cárcel de partido de El Puerto, buscase la colaboración del cura Antonio Ochoa para que la «evangelizara» y buscase su «arrepentimiento». No sabía ni se imaginaba el agradecimiento que Antonio Ochoa sentía en su corazón hacia Luisa Rendón. Estas fueron sus palabras en el sumario:

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Luisa Rendón con Mercedes Gatica que tiene en brazos a su hijo Juanito. Cádiz, 1933. Fuente: Familia Ortega Rendón

“Declaración ampliada de 24 de junio de 1937 de Antonio Ochoa Manchado, de 42 años de edad, natural de Sevilla y párroco de la Prioral:

«Que no tiene ni amistad ni enemistad con la encartada. 

Que es cierto que se personó en más de una ocasión en la Prisión del Puerto, donde la encartada estaba detenida. Que ello lo hizo a instancias del que entonces era Comandante militar de aquella plaza, Don Luís Martos Peña, el cual visitó al declarante para proponerle desplegase cerca de la María Luisa un plan de evangelización, aunque hechos posteriores evidenciaron al declarante que los propósitos del Sr. Martos eran bien distintos, y no obstante ello comenzó a actuar según el encargo del Comandante militar, no solo por el lógico deseo de rescatar su alma, sino por agradecimiento, por haber sido la encartada la que evitó fuera quemada la Patrona, como ya tiene dicho en otra declaración.

Que sus sospechas con respecto a los propósitos que inspiraban la conducta del Sr. Martos tuvieron plena confirmación, al escuchar de labios de la propia encartada el relato de dos escenas de indigna insinuación a que sometió el Sr. Martos a la María Luisa en su propio despacho y a partir de este momento toda la actuación del declarante se dirigió a apartar a la encartada de la órbita de acción del Comandante para impedir la realización de sus deseos, al propio tiempo que para conseguir mejor su regeneración espiritual, y cuyas gestiones fueron entorpecidas y al fin rechazadas por el propio Comandante militar».

En el tiempo que Luisa estuvo detenida sin acusación formal ni juicio de ningún tipo en la Cárcel de partido de El Puerto y en la prisión provincial de Cádiz desde el 24 de julio de 1936 hasta el 17 de mayo de 1937, fecha en que se inició el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia contra ella, sufrió un continuo acoso por parte del comandante Martos. Éste empleaba el método «del palo y la zanahoria». Unas veces le decía que no se preocupara, que él haría que la pusieran en libertad (como así hizo el 26 de agosto para volver a detenerla dos días más tarde), y accedió a que sus dos hijos no fueran a la casa-cuna sino que se quedaran con las Carmelitas de la calle Nevería. Y otras, al ver la actitud firme de Luisa, le enseñó una noche en su despacho una lista de presos que iban a ser fusilados donde se encontraba su nombre, perdiendo el conocimiento y despertándose de nuevo en la Cárcel, o en otra ocasión, de noche, la sacó en coche al Penal, en cuyo patio sufrió un desmayo al temerse lo peor. Luisa estaba enferma del corazón desde su infancia... Su traslado el 28 de agosto a la Prisión de Cádiz, alejándola de Mercedes Gatica y del cura Ochoa que le informaba diariamente de sus hijos, era otra muestra de que quien mandaba era él...

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Sumario 210/37 del Archivo del Tribunal Territorial Militar Segunda, ATTMS

Al poco tiempo de volver Luisa de la Prisión Provincial de Cádiz, como un favor personal del Comandante Martos para seguir intentando su proceso de «conquista», y continuando los hijos Danielín y Juanito, de 7 y 3 años de edad, recogidos en el Convento de las Carmelitas de la calle Nevería, el cura Ochoa, «ecónomo de la Iglesia Mayor Parroquial y Prioral de nuestra Señora de los Milagros» bautizó a ambos en la Prioral el 22 de octubre de 1936 siendo la madrina de ellos su propia madre Doña Servanda Manchado Reina. Fue una especie de logro del cura Ochoa en su «labor evangelizadora» y también se puede considerar como una imposición de las monjas por negarse a acoger por más tiempo a unos niños que no estaban «en la gracia de Dios».

 Fruto de las declaraciones de Luisa y Antonio Ochoa, en el Consejo de Guerra celebrado en Cádiz el 2 de julio, el Ministerio Público solicitaba que «por existir en la sumaria acusaciones concretas y determinadas de las que pudiera seguirse responsabilidad para alguna persona constituida en autoridad» (y con ello se refería al Comandante Martos), se investigara tales extremos «por ser así procedente en justicia».

Así ocurrió y el siete de agosto vuelve a declarar Luisa contra el Comandante. En ella se reafirma sobre las insinuaciones y acoso de Luis Martos en el tiempo que estuvo en la cárcel del Puerto. También narró algunas situaciones nuevas como una en la que el comandante le decía «que era una lástima que una mujer tan hermosa tuviera un marido como el que tenía, y que él tenía autorización para poderla fusilar, pero como la apreciaba tanto, por eso no lo hacía, y otras insinuaciones que la declarante por pudor se niega a declarar». A continuación afirmaba Luisa que nunca hubo testigos de tales hechos que se realizaban en su despacho cuando la sacaba de la cárcel, pero que en secreto de confesión se lo contó todo al sacerdote Antonio Ochoa Manchado, y que por eso autorizó al mismo a declarar a su favor relevándole del silencio que como sacerdote estaba obligado a mantener sobre sus denuncias.

Una vez que el comandante Martos vio que no conseguía su objetivo y que el cura Ochoa se había convertido en un aliado de Luisa, protegiéndola, decidió definitivamente que tanto la madre como sus dos hijos se fueran a Cádiz: ella a la Prisión Provincial y ellos a la Casa Matriz de Expósitos de la calle Rosario Cepeda (antigua calle de la Cuna). Fue el 6 de noviembre de 1936.

Pero esta sorprendente relación del párroco con Luisa, la «máxima dirigente marxista del Puerto» y sus hijos no terminó aquí.

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Los hijos de María Luisa y Daniel: Danielín y Juanito en El Puerto, 1936. /Fuente: Familia Ortega Rendón

Antonio Ochoa Manchado fue destinado a la Catedral de Cádiz en 1939, y allí ya se encontraban los hijos de Luisa, Danielín y Juanito, viviendo en casa de los primos (y tutores desde 1938) Pepe Gómez Rendón e Isabel Muñoz Tineo, en la calle de San Félix, en el popular barrio de La Viña.

A partir de entonces, las visitas del cura Ochoa a esta casa fueron frecuentes a interesarse por los hijos de Luisa. La prima Isabel le reservaba un butacón de mimbre que ponían en el patio de la casa de vecinos y allí se sentaba el cura con los tutores, y especialmente con Pepe, en largas charlas mientras fumaban. Esta relación duró muchos años y ya con Luisa en libertad y viviendo en la calle Silencio de Cádiz, se les veía a Antonio Ochoa y a Pepe Gómez Rendón paseando por la Caleta y el Campo del Sur, y en conversaciones que demostraban una gran intimidad.

La familia siempre ha pensado que el cura Ochoa fue una figura esencial protectora en los primeros meses de cárcel de Luisa Rendón, y que le deben, en parte, que Luisa no hubiera sido fusilada como su hermana Milagros o su padre Francisco. En cualquier caso, esta carta del 24 de octubre de 1936 escrita en la Prisión de Cádiz que aportó Antonio Ochoa al Sumario con ánimo de favorecerla, puede responder a este interrogante:

«Sr. Don Antonio Ochoa.

Mi estimado Don Antonio: a las cuatro de la tarde ha estado aquí a verme el Comandante. Me dijo que había recibido mis cartas, y venía a tranquilizarme, para que desaparecieran mis temores, pues me daba su palabra de honor que muy pronto sería puesta en libertad y que él tendría el gusto de ir a verme (¿...?).

Vendrán por mí el lunes por la mañana dos policías vestidos de paisano.

Así pues, Don Antonio, ¿querrá Dios que nos volvamos a ver? ¡Con qué angustia le hago esta pregunta! En fin, diré, ¡hasta que Dios quiera Don Antonio!

Mientras tanto, piense que nunca un corazón pudo sentir un agradecimiento tan puro y tan sincero como el de esta madre, a quien tanto consuelo ha dado Vd. con sus bondadosas palabras.

Y nada más Don Antonio. 

María Luisa R. Martell

Nota: No olvide recoger los recuerdos de mi querida hermana [ya fusilada] y téngalos en su poder hasta que pueda mandárselos a pedir. Y pida a Dios y a su Santa Madre por mis hijos y por mí».

Mientras Luisa estuvo en la prisión de Cádiz nunca firmó con su primer apellido, Rendón. No sabemos el por qué de esa «R.» de sus cartas. Pero no es necesario aclarar que en Cádiz intentaron exterminar a los Rendón. También quisieron detener en los primeros días a su primo Pepe Gómez Rendón y detuvieron y encarcelaron a su tía Carmen Rendón, de avanzada edad. El terror que pasó en esas primeras semanas fue alimentado por el chillido de José García Quintanilla, director de la sucursal del Banco Hispano, y sub-jefe de las milicias cívicas portuenses: «Confórmate con que no te hayamos fusilado, pero olvídate porque no serás puesta en libertad».

Luisa Rendón Martell y Antonio Ochoa Manchado. Una comunista y un cura. Una relación inusual que le ayudó a salvar la vida y a sobrellevar en mejores condiciones la cruel represión que sufrió por ser mujer, y por ser una mujer libre y comprometida socialmente. /Texto: Manuel Almisas Albendiz.

2 comentarios en “3.072. Luisa Rendón y Antonio Ochoa. La comunista y el cura, en 1936

  1. FRANCISCO GOMEZ MARTIN

    Fantastica la historia relatada por Manolo y fiel retrato de la historia de ambos. Como siempre agradecer su laboriosa y abnegada labor en la historia de esta familia que merece atencion y agradecimiento de estas generaciones. Gracias Lolo.

  2. ACL

    Mi madre me contaba que el comandante Luis Martos Peña, que daba miedo verlo sobre el lomo de su caballo, aconsejó a un familiar nuestro que se alistara en la columna del falangista Fernando Zamacola, de lo contrario no tendría más remedio que meterlo en el penal e insinuándole que su mujer sería pelada al rape y obligada a beber aceite de ricino.

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