Celia Ángela Vivanco Falla, Chela, es una emigrante mestiza, natural de Lima (Perú) que lleva cerca de dos años viviendo con nosotros, en El Puerto. Su familia lo pasó mal, la necesidad y la miseria reinante en su país hizo que cada miembro de la unidad familiar buscara un sitio donde poder salir adelante. Una hermana se fue a Canadá, un hermano a Sevilla que ahora vive en Jerez, su madre a El Puerto y ella después de pasar por Brasil, desde hace dos años, se instaló a vivir con nosotros. La familia se está reuniendo de nuevo, después de 30 años, en nuestra Ciudad y ya solo falta la hermana canadiense. En Perú trabajaba en una fábrica de aceite de palmera, como ayudante de administración e informática.
Cecilia Ángela Vivanco Falla, Chela, is a mixed race emigrant, from Lima (Peru) who has been living in our town for almost two years. Her family had a bad time of it, and the poverty reigning in their country forced each member of their family to search for a place to make a better life for themselves. One sister went to Canada, one brother to Seville who now lives in Jerez, her mother to El Puerto and Cecilia herself settled here in El Puerto two years ago, going via Brazil. The family is together again, after 30 years, in our town and now the only person missing is the Canadian sister. In Peru Cecilia worked in a palm oil factory, as an administrative and I.T. assistant.
Cuando salió de Lima no sabía que iba a vivir tantos años en Brasil: veinte. Allí montó una empresita de artesanía de tarjetas: la costumbre -algo que añora aquí- es felicitar o dar mensajes con tarjetas personalizadas por cualquier acontecimiento. Como hemos dicho, Chela, buscando la agrupación familiar se vino a vivir a El Puerto. Aquí ha encontrado trabajo en el sector doméstico colaborando en la limpieza de casas y los fines de semana en algún restaurante ayudando en la trastienda. Es una trabajadora nata, pues lo mismo está por las mañanas y tardes, que fines de semanas y festivos. Trabaja duro y sueña con poner un pequeño negocio de alimentación, cuando los precios del mercado se estabilicen, tanto el sector inmobiliario, como el inevitable reajuste económico tras la crisis en la que nos encontramos inmersos: a lo mejor una pollería o preparados de cocina casera. No ha pasado de largo la falta de solidaridad, por Chela. En alguna ocasión, la empleadora, abusó de su condición de prevalencia, abusando o al menos intentándolo, de la condición de precariedad y necesidad de nuestra portuense limeña.
Esto escribíamos hace escasas fechas en Diario de Cádiz: «Lo que les voy a contar puede ser eso: un cuento o una realidad vivida en El Puerto hace una semana. Yo lo voy a contar a mocosuena. Si es un cuento, pude servir como argumento para mover las conciencias y denunciar desigualdades e injusticias que se dan en este Puerto democrático y civilizado. Si es verdad, puede producirle un sentimiento de rabia, el mismo que me produciría a mí si así fuera. Si es que es verdad que esto ha ocurrido en El Puerto hace una semana. Miren ustedes. Venir a trabajar a El Puerto, a trabajos que los españoles no queremos, es cosa de emigrantes y simpapeles. Eso crea situaciones, cuando menos extrañas, ya que en la frontera de la necesidad, de la situación irregular, y de dejarlo todo atrás para empezar de nuevo, se pueden dar circunstancias donde anide el abuso. Ese es el argumento de mi cuento, ¿o de lo sucedido? Una emigrante sudamericana, en proceso de arreglo de documentación para ser una residente legal en nuestro país, pide permiso en la casa donde presta servicios domésticos por las mañanas para arreglar la documentación. Como lo que cobra es tan poco, necesita además otros trabajos, y casi no descansa: Por la mañana en una casa, por la tarde cuidando niños, los sábados por la mañana en otra casa, y el resto del fin de semana de pinche en un restaurante fregando lo que se tercie. En la casa la autorizan a ir a arreglar la documentación, empero, el día que no vaya, o las horas que necesite, las ha de recuperar el sábado. --”El sábado no, señora» que tengo otros compromisos laborales; descuéntemelo del (exiguo) sueldo que me paga». --O vienes el sábado o pierdes el (precario) empleo». No era la primera amenaza que recibía: --»O haces esto, o estás en la calle, o haces aquello otro o te despido», y así... Y nuestra emigrante se quedó sin el trabajo de la mañana, porque no tendrá dinero, pero si palabra y dignidad. Lo triste es que quien la chantajeaba con el paro mañanero es o pudiera ser una docente de un colegio concertado, donde se supone que los principios religiosos -de generosidad, misericordia y hermandad- son los principios morales de tamaña empleadora. Casada con una apellido ilustre de aires bodegueros, que hoy ya no es garantía de nada: ¿No se acordará de que los antepasados de su marido también fueron emigrantes? A veces maldigo que seamos un país de «pobres hartos de pan» en una tierra de catetos.» José María Morillo.
Si señor, un lapsus lingaue por escrito. El caso es que la conocemos como Chela la peruana.
Hola.
Vuestro blog está bastante bien, y suelo leerlo a menudo, aunque debo deciros que Lima no es de Ecuador, sino de Perú.
Saludos.
Alejandro