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mariacuenca_puertosantamariaNo puedo olvidar que siento admiración, respeto, cariño y simpatía por todo lo relacionado con la forma de ser, pensar y actuar de gran mayoría de mujeres de todas las épocas. Ante ellas y, sobre todo, ante la mujer luchadora, inteligente, fuerte y desenvuelta, me siento casi desarmado. He conocido a lo largo de toda mi vida a mujeres excepcionales.
Mi madre, María Cuenca, por ejemplo, natural de Paterna de la Rivera, se vino a El Puerto con 13 años porque se quedó sin padres, a trabajar de criada. Casi con 16 años se casó, y toda su vida la dedicó a trabajar por sus hijos, pues mi padre murió joven. En aquella época, a una viuda no le quedaba paga alguna, y mi madre fregó todos los suelos del mundo para dar de comer, o mal comer, a sus hijos, a costa de sus riñoñes, su espalda, sus reumas y sus dolores. Nunca se quejó, y su fortaleza interior era su fuerza, pues éramos su orgullo y su razón de ser. Murió cosida de dolores pero unificó, aconsejó, acunó a sus hijos y nietos, y su ejemplo permanecerá en nosotros par siempre. Mi madre era casi analfabeta, pero tenía muchos litros de cultura en la sangre. Y como ella, muchas, muchas vecinas antiguas de las calles empedradas de aquel difícil Puerto. (En la imagen, María Cuenca, en una imagen de su juventud-madurez, posando en la huerta de una casa).

mariacuenca_2_puertosantamariaEn estos momentos confieso mi admiración y respeto, por ejemplo, por las madres y mujeres de la asociación ANDAD, en lucha contra la droga, por su valor y coraje. Mujeres que dan la cara en asociaciones de barrios como presidentas, en las APAs de los colegiosm, en centros culturales de gitanos luchando hasta dignificarlos. Mujeres de 'Médicos sin Fronteras' que van a lejanos países para aliviar el dolor en medio de tanta miseria. Chavalas de trabajadores, que están en la Universidad, a la que han accedido no sin sacrificio, comiendo en todo el día un bocadillo para poder conseguir unos estudios y una carrerra que dignifiquen su vida, un un larguísimo etcétera que no cabe aquí. (En la imagen, María Cuenca ya de mayor).

padres_munozcuenca_puertosantamariaPero quizás lo que mas me llame la atención sea el caso de muchas mujeres, madres de alumnos y ex alumnos míos, cuya vida diaria -por la enorme cantidad de paro que hay para sus maridos- es un acto de entrega y sacrificio por su casa. Hay que tener coraje, porque ellas son el sostén de la escasa economía doméstica; trabajando fuera de casa en lo que salga, se preocupan por la educación de sus hijos, pues son las únicas que aparecen por los colegios, y encima llevan las faenas de la casa para sus hijos y sus maridos con un coraje y un equilibrio interior asombrosos. Sobre estas heroínas populares nadie escribirá su historia, pero como dice el castellano antiguo: héteme aquí cual un Antonio Gala, un Baudelaire o un Kipling, para poner en lo más alto del pedestal a todas estas mujeres. Yo, si quiero refrescar mis ideales y no desfallecer y caer en la rutina cómoda de la vida, no tengo más que mirar a mi alrededor y contemplar la vida de todas estas mujeres. (En la imagen, la familia paterna de Antonio Muñoz Cuenca: el abuelo, Antonio Muñoz Zambrano, natural de Lebrija, panadero, con despacho en la calle Santa Lucía, junto al almacén de Juanito Martín; la abuela, María Cortés, era pelirroja pero conocida como 'La Rubia'; el padre, Antonio Muñoz Cortés y sentado, su tío José.  Foto A. del Castillo. Larga, 77).

Solo me queda decir: Loli, Rosario, Luisa, Milagros, Mari, Pepi: Gracias por vuestra entrega. Sois un ejemplo de vida. Lo mismo que vosotras, miles, millones de mujeres, que en países o continentes como África y sur de Asia, aún luchais por subsistir cada día en condiciones infrahumanas, intentando sobfrevivir a la pobreza, la barbarie y el horror. Nadie os tiene en cuenta porque sois un cero a la izquierda, y lleváis pegados a vuestros escasos techos y carnes un hálito de vida y esperanza en forma de grandes ojos y mirada inocente de niños con enfermedad, hambre y tristeza. ¡Toda la admiración, el amor y la comprensión de este humilde escribidor, para vosotras! (Texto: Antonio Muñoz Cuenca).

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