El 23 de febrero de 1996, no hace tanto aparecía este artículo en Diario de Cádiz, donde se mencionaba por primera vez la palabra ‘internet’ en un periódico en El Puerto. Hoy, 16 años después, las referencias a internet en los medios son obligadas e incluso están cambiando la forma de entender los medios. Con este artículo tan porteño, lo rescatamos del recuerdo.
Quince grados.
Es una pieza fundamental. Sin ella no existirían.
Va de arriba a abajo; de delante a atrás; de principio a fin.
Es una parte fuerte y delicada a la vez, que hay que preservar de los fondos y bajíos; que hay que tener limpia de escaramujos y suciedades; que hay que mantener robusta.
Es para nosotros -en El Puerto - de confianza, familiar; la llamamos quilla.
Va en la parte inferior del barco, de proa a popa, y sobre ella se asienta el armazón del mismo.
La quilla de este barco conoce las interioridades de la Bahía de Cádiz, y como ha sido viajera, entiende de flora, fauna marina y algo de plancton de otros lugares.
Es difícil que tenga una visión diferente del mundo, salvo cuando el barco estuvo en construcción por los carpinteros de ribera; o en reparación, en los varaderos portuenses.
El marinero avezado conoce los movimientos del barco y su quilla; en nuestra Bahía y en alta mar; con el mar en calma y con temporales.
Sabe de bruscas sacudidas y de suaves balanceos; de maniobras encubiertas y de rumbos por derecho.
Hasta la aparición de modernos instrumentos de navegación, basados en los satélites y las computadoras, y algo de InterNet , el marinero se auxiliaba durante el mar de leva y los temporales de un singular aparato: el clinómetro.
Este instrumento determina la inclinación longitudinal de la quilla de los buques, con relación al plano del nivel del agua.
Así, avisa de la diferencia de calado entre la proa y la popa, sólo hasta los quince grados.
La medida siguiente en la escala del clinómetro es fatídica: el barco se está hundiendo.
No puede enmendarse.
No hay posibilidad de recuperación.
Por eso, el marinero, en tensión, vigila el clinómetro durante los temporales al acercarse a esa temible medida.
Promete no volver a salir nunca más a navegar, para a continuación y una vez en tierra -olvidados los sinsabores-, embarcarse en el siguiente turno acuciado por la necesidad; o animado porque el mar es su medio.
El marinero recuerda al poeta, y reflexiona; «Nadie se conoce hasta que ha sufrido».
De tal modo sabe que «demasiado» es enemigo de «suficiente», y conmina al referido aparato a no alcanzar los mencionados quince grados.
Hasta vulnerando las leyes de la naturaleza de esta gigantesca pecera. (Texto: José María Morillo).
Precioso artículo, a fe mia.
Pregunto: ¿Llevaban otro clinómetro para medir el balanceo, o sea el movimiento de giro transversal, babor-estribor?
Bonito e interesante, no conocía este aparato.