Balbina Sánchez Rosso, nació en 1912, el año en el que se hundía el buque de pasajeros ‘Titanic’ (nótula 1.350 en GdP). estuvo casada con Francisco Rodríguez Ceballos (nótula núm. 1.113 en Gente del Puerto), propietario que fue del Bar Casa Paco Ceballos, con quien tuvo cinco hijos: Milagros, Francisco, Baldomero, Robertito ya fallecido, e Ignacio. Su marido, nacido el 3 de diciembre de 1912, quien nos dejó con el fin de siglo, en el 2000 contando con 88 años de edad, hoy, como Balbina --que fallecía el pasado 7 de diciembre de 2013--, hubiera tenido 101 años.
En 1912 era alcalde de El Puerto, Luis Portillo de Pineda, padre, precisamente de quien lo fuera años mas tarde, --en la década de los sesenta-- Luis Portillo Ruiz (nótula núm. 966 en Gente del Puerto). La población rondaba los 18.000 habitantes circunscribiéndose prácticamente al casco antiguo. Rafael Alberti ingresaba en el colegio de San Luis Gonzaga. Pedro Muñoz Seca publica en Madrid, en colaboración con Pedro Pérez Fernández el sainete ‘Coba Fina. El que fuera ministro de Gobernación, Valentín Galarza Morante (nótula núm. 760 en Gente del Puerto), en 1912 Capitán de Estado Mayor, se casó en Madrid con Carmen Bemón. Y Juan Gavala Laborde (nótula núm. 442 en Gente del Puerto), muy vinculado con El Puerto, se casaba con Ana Ruiz Golluri.
En aquel 1912 Micaela Aramburu, Viuda de Moreno de Mora, la benefactora portuense que construyó un hospital para El Puerto, encabezó una colecta pública para los obreros sin trabajo. Nacían el autor del toro de Osborne, Manolo Prieto; el imaginero y escultor José Ovando Merino. El empresario José de la Rosa Coria, ‘El Venta’ (nótula 194 en Gente del Puerto).
Así se expresaba ayer una vecina, la colaboradora de Gente del Puerto, María Jesús Vela, al conocer su óbito: «Esta mañana recibí una mala noticia. Balbina, esposa de Paco Rodriguez Ceballos y una maravillosa vecina de la Placilla nos ha dejado. Esta valerosa mujer, siempre tuvo una palabra amable y una sonrisa sincera para con los míos. En esta preciosa Casa de los Leones, donde vivían pasé tardes deliciosas porque no había un solo vecino que no fuera encantador. Asi puedo recordar, la bondad de Maruja, Baldomero, Lolichi, Balbina, Adela. Esa misma calidez de Pilar, Maruja e Isabel su vecina de galería. La mayoría ya nos han dejado, pero estas personas tan entrañables, siempre las llevaremos en el corazón porque, definitivamente, eran buenísimas personas y parte de la gran familia de la Placilla. Mi más sentido pésame a la familia».
Cuando yo era pequeño, y de esto hace casi 40 años ya, acompañaba por las tardes a mi querida abuela Amparo (de Las Columnas), a sus visitas vespertinas. Entonces aún existía la costumbre de las visitas que hoy, lamentablemente, ha desaparecido. Junto a su inseparable amiga Carmelina (dueña de la papelería sita en su propia finca en la c/ Ricardo Alcon, que después heredaría su sobrina Maria Amalia), recorríamos el centro de El Puerto, para saludar a sus familiares o conocidos, o nos montábamos en el autobús simplemente para pasear. En varias de esas ocasiones íbamos hasta la Ribera, juntó a los primeros Portales, a casa de Doña Balbina, y creo recordar que con ella también vivía su hermana. Me llamaba la atención que en aquella casa siempre había mucha gente, mucha algarabia.
Mi abuela también nació en 1912, como la titular de la notula, y vivió siempre en la esquina de Luna y San Bartolomé y se crió prácticamente, por cercanía y parentesco, en la Placilla, junto a sus numerosisimos primos montañeses apodados "los nicanores".
Persona buena, humana y entregada a los suyos.
Desde aquí le doy las gracias por todo lo que ayudo e hizo por la familia de mi querido padre Bernardo, en especial con mi añorada tía Adela.
Recuerdo, con gran cariño en mi niñez cuando recorría esos corredores, de techos altos, hasta llegar a la cocina grande y respirando ese gran ambiente familiar que se vivía en esa casa de La Placilla.
Balbina, que Dios te tenga en su Gloria.
Yo también pasé tardes inolvidables en la Casa de Los Leones, con mi amigo entrañable y recordado siempre Robertito, bajo la atenta y protectora mirada de Balbina, ejemplo perfecto de entereza y humildad que diariamente ofrecía. Una vida dura, difícil, de sacrificio y de una resignación de calado extraordinario.
Excelente evocación. Mi sincera felicitación, María Jesús.