Plano con la reconstrucción de la Bahía y desembocadura del Guadalquivir según Juan Gavala y ubicación de Pocito Chico.
El yacimiento de Pocito Chico se encuentra junto a la Laguna del Gallo que conduce sus aguas a la Bahía de Cádiz a través del arroyo Salado (ver nótula 2.231). Ocupa una posición centrada con respecto a las desembocaduras de los ríos Guadalquivir y Guadalete, así como a los asentamientos de Mesas de Asta, Doña Blanca y las poblaciones de Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Rota, Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, en el sentido de las agujas del reloj, con distancias intermedias entre los 8 y los 17 kilómetros.
Se trata de una pequeña depresión lagunar, rodeada de cerros de pequeña altura, donde ninguno sobrepasa los 100 m. Debido entre otras causas al modelo de arado utilizado actualmente para la siembra, hay un gran aporte de sedimentos que están colmatando velozmente la laguna. Pocito Chico es uno de los lugares habitados en torno a la paleolaguna del Gallo, actualmente inundada en época de lluvias. Otros yacimientos alrededor de la Laguna son Bulé, Venta Alta, Santos Reyes, Campín Bajo y Grañina, también siguiendo las agujas del reloj.
Cortijo de Pocito Chico una vez adaptado para ser habitado por los participantes en las excavaciones.
En Pocito Chico se han realizado dos excavaciones de urgencia, años 1997 y 1998, y una actividad puntual de prospección en 1999. Los motivos fueron causados por las fuertes lluvias de esos años que produjeron una gran cárcava en el terreno agrícola. Esta cárcava de más de 2 metros de anchura y 3 de profundidad, afectaron varias estructuras excavadas en el suelo de época antigua.
Las facilidades dadas por la propiedad del terreno, nos proporcionó el Cortijo de Pocito Chico como centro de actividades de las excavaciones durante esos años. El cortijo se acondicionó para poder vivir en él un grupo de especialistas y estudiantes compuesto de al menos 20 personas de forma continua durante más de dos meses cada año de actuación y al menos 6 obreros especializados los 3 años.
Así pues las actuaciones no fueron solo en el yacimiento con las excavaciones, se acondicionó el cortijo al comienzo de cada campaña, se retiraba la tierra arrastrada al cortijo, se plantaban árboles y flores, se pintaba, se arreglaban las habitaciones y la cocina ya que habitábamos estos meses allí. Se colocaron toneles de agua para duchas, se contrataba un cocinero, la luz la proporcionaba un generador, etc. Los estudiantes y especialistas participantes provenían de universidades de toda España.
En la imagen de la izquierda, perfilando la cárcava y rellenando las marmitas para el control del agua.
Al mismo tiempo que se realizaban las excavaciones, acondicionábamos la cárcava para que no destruyera más el yacimiento, las grandes marmitas producidas por la velocidad del agua se rellenaron con piedras que recogimos por todo el área, se recortaron los perfiles de la cárcava para eliminar el recorrido en zigzag que producía la velocidad y desmoronaba los estratos arqueológicos. El área excavada se protegió instalando una empalizada de grandes troncos, y los arroyuelos que conducían las aguas a la cárcava fueron encauzados.
Empalizada hacia la cárcava que protegía la Covacha de la Edad del Cobre y el Fondo de Cabaña del Bronce Final.
Aunque en Pocito Chico están representados todos los periodos de la Historia desde la Edad del Cobre hasta el siglo XVI, en esta nótula nos centraremos en los tres más destacados desde nuestro punto de vista, que son la covacha de la Edad del Cobre, el fondo de cabaña del Bronce Final y los restos Andalusíes de la Aldea de Grañina.
Vasos de cerámica de la Covacha de la Edad del Cobre.
El espacio ocupado por el hábitat de la Edad del Cobre, con fechas calibradas de la covacha con; carbón, 2281 años a. C. UGRA 552; conchas, 2178 años a. C. UGRA 553, supuso un importante cambio en la fisonomía del Cerro de Grañina bañada en su falda por la laguna. Sin entrar en detalles sobre la antigüedad del Campo de Silos, podemos confirmar que el lugar era conocido y frecuentado antes del asentamiento sedentario. La marga, que en abundancia está presente en todo el yacimiento, es perforada y manipulada por el hombre para su hábitat modificada hasta dar una forma similar a pequeñas cavidades naturales. La utilización de la marga está presente en todos los poblados conocidos tanto en la Bahía de Cádiz como en casi todos los yacimientos que desde el Neolítico se asientan sobre estos terrenos. Pero no será hasta ahora cuando se nos ha presentado un poblado con estas características. En este caso, el sustrato de marga no es utilizado únicamente como base para excavar silos, basureros, o las pequeñas o grandes cubetas para la instalación de una cabaña, sino que también se planifica sobre ella, se excava parte o toda la casa, además de accesos, canalizaciones etc. En definitiva, se planifica para vivir bajo el suelo, con las implicaciones sociales que esto conlleva.
Pesas del telar y trenzadores de cerámica para la fabricación de cuerdas de la Covacha de la Edad del Cobre.
La covacha que excavamos en el año 1997 y los restos arqueológicos recuperados, nos cuentan según nuestras interpretaciones, que se trataba de una vivienda dedicada a la fabricación de tejidos, al menos así lo vemos en los vasos globulares, los cuencos, agujas de hueso, paleta de hueso con restos de almagra, etc.; también la presencia de un telar con los contrapesos de cerámica para los hilos del tejido y los tirantes del telar, y elementos para la fabricación de cuerdas.
En la ilustración de la izquierda, reconstrucción del telar de la Covacha, expuesto en el Museo Municipal.
Los análisis polínicos y carpológicos para este periodo, nos exponen un alto porcentaje de nitrófilos que indicaría un paisaje sumamente abierto de pastizales de origen antrópico, formados casi exclusivamente por especies nitrófilas. Hay un alto porcentaje de leguminosas, esto puede estar relacionado con el establecimiento de cultivos de regadío. De hecho, el porcentaje de polen de leguminosas alcanza el 10%.
Se detecta la presencia de formaciones cabezas de serie de la vegetación territorial, caso de los alcornocales, de los encinares o taxones riparios -como en los casos del aliso, fresno, chopo, sauce y, sobre todo, olmo-, zonas dunares -con sabinas, así como pinares de pino piñonero costeros-, alcornocales, encinares y coscojales. La vegetación arbustiva se encuentra representada por jarales, torviscos, brezales, etc., como parte de formaciones forestales dunares (pinares) o bien de los alcornocales y encinares.
Reconstrucción ideal de la Covacha de la Edad del Cobre y los silos junto a ella.
En la marisma dulce de la laguna la distribución de la vegetación se plasma en un mosaico de diferentes situaciones: pastizal ralo y diversas gramíneas, en otros casos con Senecio jacobea o rodales de juncos; pastizal con especies arbustivas; y helechal con Quercus suber. Otros taxones de ecología hidro-higrófita, exclusivos de aguas dulces, caso del cáñamo, lenteja de agua o nenúfares, no aparecen durante la expansión de la marisma salada. 9-
Reconstrucciones del poblado de la Edad del Cobre de Pocito Chico, vista desde el cerro de Grañina.
Reconstrucciones del poblado de la Edad del Cobre de Pocito Chico, vista desde la laguna.
Los restos de fauna de la Covacha de la Edad del Cobre no ofrecen dudas al respecto, se sigue utilizando la caza para el abastecimiento de carne, pero es el pastoreo para la producción de lana, y otros productos, de las principales actividades junto a la crianza porcina y la agricultura. Los restos óseos suman un total de 1.560 fragmentos, de los que 697 (44,68 %) han podido ser identificados, restos de oveja y de cabra, el porcino era la cabaña más representada, bovinos, caballo, conejos, gato montés y ciervo.
En resumen, pensamos en la existencia de un grupo humano fijado en el espacio, dedicado a la agricultura y al pastoreo. La sociedad sería de tipo igualitario, con existencia de grupos familiares autárquicos, donde existiría algún tipo de jerarquía. La existencia de un trabajo especializado tanto en el tejido de la lana como en la fabricación de objetos de cerámica ha de verse más en el autoconsumo e intercambio a pequeña escala.
Estela al pie del camino en Pocito iluminada por una Luna preciosa
También en el año 1997 excavamos un Fondo de Cabaña del Bronce Final, afectado y destruido al menos el 30% o más a causa de la cárcava. Esta cabaña o “fondo de cabaña” fue amortizado y rellenado de forma ritual. El lote principal de cerámicas está elaborado a mano. La cerámica a torno, en especial las copas, similares a las publicadas por vez primera en Campillo, y a mano, no muestran más diferencias que su propia elaboración. Los análisis de pastas cerámicas de Pocito y los de Campillo muestran algunas diferencias, aunque ambos yacimientos coinciden en utilizar materias primas locales. El yacimiento de Campillo fue incluido por Ruiz Mata en su modelo de contactos “precoloniales”, al menos una generación anterior al establecimiento de los navegantes orientales en estas costas.
Algunas de las cerámicas del Bronce Final halladas en el Fondo de Cabaña.
La choza de Pocito Chico estaría representando el acto de amortización de una cabaña singular, interpretable como santuario o incluso, como apuntó M. Torres, la habitación de un Bigman, donde al conjunto de material de residuos se añaden los elementos de prestigio relacionados con el ritual de abandono. La datación (Universidad de Granada, sobre carbón 773 y hueso calibraba en el 771 a. C.) del proceso del cierre ritual del fondo de cabaña nos relaciona con el Túmulo 1 de la necrópolis de Doña Blanca, de modo que esta circunstancia apoyaría el fenómeno de concentración poblacional que explicaría la erección de su impresionante muralla.
El análisis polínico en el Bronce Final de Pocito Chico supone, sobre todo, un mayor desarrollo del bosque ripario, principalmente de la aliseda, en contra de una importante deforestación de la olmeda, se detectándose las formaciones de los típicos pinares mediterráneos costeros sobre dunas fijas, a los que tanto estamos acostumbrados, los sabinares, alcornocales y encinares-coscojales, con lo que la vegetación forestal es sensiblemente parecida al periodo anterior, incluyendo además los elementos arbustivos que los acompañan.
Haba y bráctea de piña de la Cabaña del Bronce Final de Pocito Chico. /Fotografía de Guillem Pérez Jordá.
Durante el Bronce Final-Hierro, a diferencia que en la fase anterior, se produce una reducción significativa del porcentaje de Cerealia. Esta lleva aparejada entonces una recolonización del territorio por los taxones de ámbitos nitrófilos que alcanzan aquí nuevos máximos, documentándose entre los cereales la cebada y el trigo. Las leguminosas tienen una frecuencia destacada. La presencia del guisante y la haba está documentada, destacando su gran tamaño. Las leguminosas y los cereales son los cultivos que constituyen la base de la actividad agraria, además se ha documentado la presencia de frutales como las olivas, y brácteas de pino que podrían ser de piñonero En la realización de los análisis físico-químicos de la pasta de fabricación de la cerámica del Bronce Final de Pocito Chico, en un fragmento de cazuela bruñida, se observó la existencia de ácidos grasos saturados e insaturados, es decir, la presencia de aceite posiblemente cocinado con otras sustancias orgánicas.
Algunos estudiantes en la prospección del año 1999--hace 15 años-- en Pocito Chico.
La fauna del fondo de cabaña del Bronce Final está formada por la cabaña bovina que era relevante en el consumo alimentario de este periodo, junto a los ovicápridos, los cerdos domésticos parecen ya dominar en el conjunto de suidos. La caza está representada por ciervos adultos, escasos restos de conejo domésticos o silvestres, y encontramos como novedad al perro.
Fragua de época Andalusí excavada en 1998, con las partes que la componen.
En el año 1998 se excavaron varias estructuras de época Andalusí, afectadas por varias cárcavas que pusieron al descubierto en Pocito Chico, esta se fija en las estructuras 1 y 2 del Área 6 y en el Área 2, contrastables con los datos históricos referentes al reparto de tierra en Grañinilla, a mediados del siglo XIII, que mencionan la existencia de dos torres, con casas, corrales, pozo, fogón y salinas. Los restos arqueológicos correspondientes al período medieval en Pocito Chico comprenden estructuras edificadas, como una de ladrillo que el agua ha dejado vista en las proximidades del Castillo de las Ánimas; otras excavadas en el suelo, como los Silos, o semisubterráneas como la "Fragua" del Área 6.
A la izquierda, fragmento de cerámica, perteneciente al borde de una olla, hallada en la fragua con el nombre de Abdala. En la imagen de la derecha, dos dírhems de plata califales y un felús de bronce, que tuvimos la suerte de hallar en uno de los silos de época Andalusí.
Estas edificaciones, tan pobres desde un punto de vista arquitectónico, muestran la existencia de un mundo rural, muy tradicional, no valorado hasta la actualidad. En cualquier caso se sitúan oblicuamente en la loma de Grañina, desde la parte más baja de la ladera, ocupando las arcillas hidromorfas del borde de la Laguna, hasta las proximidades del Castillo de la Ánimas. Probablemente siga el trazado de un camino. La estructura 2 del Área 6 presenta dos momentos constructivos, visibles por el cambio de orientación del espacio que abriga las estructuras que forman la fragua. Nuestra idea es que esta fragua está citada en el Reparto de El Puerto de Santa María del siglo XIII, y se refiere a ella como una herrería.
Durante el periodo de excavaciones el yacimiento tuvo una gran atracción informativa, grabándose incluso en directo para un programa infantil de máxima audiencia nacional.
El periodo andalusí alberga los niveles de antropización mayores del diagrama polínico, alcanzando sus valores máximos las Cichorioideae, iniciándose también la elevación de Aster t. y desapareciendo en cambio las Cardueae. Estos hechos implican una antropización manifiesta sobre un entorno de pastizales nitrófilos, que generalmente sigue siendo explotado de diversas maneras pero sin llegar a su abandono. /Texto, fotografías y reconstrucciones, José Antonio Ruiz Gil y Juan José López Amador.
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