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2.498. José Manuel Vargas Rosa. Intermareal

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El mar respira, y a dejarse humedecer por su aliento salvaje y milenario ha dedicado el fotógrafo José Manuel Vargas (El Puerto de Santa María, 1952) cuatro años de paciente dedicación artística. El resultado se puede disfrutar en Intermareal. Una mirada entre mareas, un foto-libro de flamante edición a cargo del sello Peripecias, y en una exposición del mismo nombre que hasta el próximo 12 de julio estará abierta en la Sala El Molino del Conjunto Monumental Alcázar de Jerez. Geología, arte y poesía en veintitantas imágenes que regalan una imagen inédita de nuestra costa.

--Intermareal es, según el diccionario, esa zona situada entre los límites de la bajamar y la pleamar. Algo que existe y que deja de existir periódicamente de acuerdo a su propio ritmo geológico.

--En efecto, me interesa la costa como frontera entre dos mundos, siempre distinta y siempre cambiante. Cómo la acción de las corrientes y de las olas, que las mareas se encargan de acelerar y alejar, modifican y transforman de manera incansable un paisaje de agua, algas, arenas, gravas, rocas, escollos, y acantilados.

--Toda una tentación para un observador ávido como usted.
--Pues sí, porque se trata de un escenario siempre distinto, siempre renovado, en el que las fuerzas que actúan unas veces erosionan o esculpen formas inimaginables, y otras destruyen, arrasan, encubren o transportan aquello que encuentran a su paso. Es, como dices, una invitación constante a ser observado y ser descubierto, una sugerencia, una llamada a dejarnos sorprender por sus contrastes, sus estallidos cromáticos o sus gamas tonales. También por las transparencias y reflejos, las texturas sedosas, aterciopeladas y abruptas, la contraposición de formas y volúmenes, las simetrías o repeticiones rítmicas, las diferencias…

--Lo cierto es que sus orígenes fotográficos fueron los de un docente que perseguía objetivos didácticos antes que estéticos. En uno de los dos magníficos prólogos de su libro –el otro lo firma la historiadora Mercedes García Pazos- Agustín Cuello recuerda aquellos ochenta del siglo pasado en los que usted participó en proyectos de innovación pedagógica donde las imágenes eran captadas para educar antes que para emocionar.
--En efecto, mis primeros trabajos están vinculados a la educación ambiental y al intento de llegar al alumnado a través de una herramienta tan poderosa como la fotografía. Participé en un proyecto que recorrió la Cuenca del Río Barbate y en otro sobre el puerto de Conil, aunque este último finalmente no vio la luz.

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--Y de las diapositivas pasó a indagar en las posibilidades artísticas de esas instantáneas. ¿Cuánto debe la mirada del fotógrafo de hoy a la mirada del maestro que ejerció durante décadas?
--Muchísimo. Es una mirada a la que no renuncio y que, como digo, está en mis principios como fotógrafo. Le debo también la paciencia y el rigor; el respeto al trabajo minucioso y a la planificación previa de cada disparo.

--Hay, pues, mucha labor científica para lograr resultados artísticos.
--Hay mucho trabajo, en definitiva. Cada zona de la costa en la que me adentro requiere un exigente estudio previo de campo con sus datos, documentación, fichas, apuntes… Y muchos paseos, muchos recorridos para leer lo que el mar me dice, imaginar ese momento con otras luces, descubrir nuevos encuadres.

--Creo que hay una fotografía que le ha costado dos años.
--Dos años transcurrieron entre una primera imagen que tomé de una determinado punto y mi retorno al mismo lugar para realizar un contraste en el que se apreciase el carácter cambiante de la costa; pero ese lugar concreto había cambiado tanto que fue casi imposible reproducir la similitud con la imagen inicial. De hecho es una de las cosas sorprendentes de mi proyecto: ninguna de las fotografías que se exhiben hoy podrían repetirse, son momentos únicos asociados a la propia dinámica transformadora de la costa.

--Lo artístico que hay en la naturaleza es una de sus obsesiones. Un tiempo lo dedicó a los quejigos, los musgos, los helechos y el corcho. Otro a las orquídeas, el agua del arroyo o a los ojaranzos. ¿Considera agotado con Intermareal el tema de la costa?
--Para nada, porque de hecho la naturaleza como motivo no se acaba nunca, y el mar, en concreto, menos aún. Intermareal es la primera fase de un proyecto más ambicioso con el que quiero recorrer toda la costa gaditana.

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--Es algo que llama la atención: el hecho de haber elegido Cádiz como escenario; no es, desde luego, uno de los lugares “sagrados” a los que recurren los fotógrafos al uso.
--Puede que no haya sitios ideales, sino buenas o malas fotografías. Nuestra costa me parece un espacio ideal y poco transitado por cierta fotografía paisajística, y quizá por eso lo elegí, para huir de estereotipos y para resaltar nuestro entorno más propio.

--El caso es que son lugares de aquí que no reconocemos hasta que no leemos el pie de las fotografías; nombres que ya adelantan mucha de la poesía que hay en esas obras: Punta Candor, Punta Paloma, Playa de Levante, Cala del Aceite, Fuente del Gallo, Playa Chica…
--Es que no hay que irse a la otra punta del mundo a buscar una belleza que tenemos a poco que nos movamos un poco. Me gusta que la gente se sorprenda al descubrir lo que quizá no sabe ver en sus recorridos por nuestras playas.

--Invitar a esa búsqueda constante que ha hecho posible Intermareal.
--Claro, porque este proyecto conlleva una búsqueda continua de nuevas formas de representación que permitan el tránsito de lo puramente figurativo a lo sugerente, de lo descriptivo a lo evocativo, en un intento por transcender la fotografía entendida como mera copia de la realidad a la impresión que ésta provoca en cada uno de nosotros. De hecho la fascinación que personalmente me lleva con frecuencia a pasear por la orilla del mar es la misma que me empujó a encarar este proyecto con la intención de descubrir momentos y luces únicos en lo corriente y en lo cotidiano.

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--El impacto de sus fotografías tiene que ver con ello.
--Claro, porque cuando captas la esencia de algo estás intensificando sus cualidades evocativas.

--¿Y hay algo, también, de reivindicación ecologista?
--Sí que lo hay: la fijación por la naturaleza como tema constante de mi obra tiene que ver con mi respeto profundo por esa naturaleza y por una llamada a saber cuidar de ella gracias al descubrimiento asombrado de la poesía que hay en ella. Nuestro futuro está inevitablemente unido al medio en el que vivimos.

--Editorial Peripecias ha hecho un trabajo magnífico con su proyecto. Parece que es un buen momento para los libros de fotografía.
--Pues sí, se están editando muchos y de mucha calidad. Estoy especialmente satisfecho con la edición en libro de Intermareal que ha hecho Peripecias.

--Y ahora a seguir.
--A seguir mirando, a seguir paseando y, sobre todo, a seguir buscando. /Texto: Ángel Mendoza.

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