Una de las dos cosas que Rafael Alberti pedía cuando venía a El Puerto era ver a su Virgen de los Milagros. Rafael nunca fue irreverente. Tuvo una militancia comunista muy atípica y, de hecho, había otro santo que yo no recuerdo quién era pero que tenía un monedero (Santo Tomás de Villanueva, ver nótula núm. 2.010 en GdP) y al que le rezaba una oración tremenda, de memoria.
Recuerdo un día que el arquitecto chileno Roberto Matta, Rafael y yo, conocido comunista, entramos a la iglesia mientras transcurría la misa de siete. Cuando el cura nos vio entrar a los tres, se hizo un silencio terrible como diciendo a dónde van esos tres sacrílegos. Últimamente, en su casa, siempre tenía una imagen de la Virgen de los Milagros, a la que siempre guardó mucho respeto. Pero, en su vivienda de Madrid, también tenía otra talla, así que su querencia por dicha advocación no era ni mucho menos reciente. /Texto: Carmelo Ciria Pino.