En la galería imaginaria de portuenses ilustres de todos los tiempos debe figurar por méritos propios este insigne marino portuense del siglo XVIII: Luis María Coig Sansom. Fue el sexto hijo del matrimonio formado por Juan Pedro Coig y Margarita Sansom, cuarto y penúltimo varón de la familia y, de ellos, el que alcanzó una posición social pública mas notoria, realizando una dilatada y meritoria carrera militar en la marina de guerra. /En la ilustración, dibujo de un Capitán de Navío, por José María Bueno.
Nació en plena canícula, un martes, día 9 de Agosto de 1768 -un año antes de que Watt inventara la máquina de vapor- bautizándose al día siguiente en la iglesia Mayor Prioral de manos del ya varias veces mencionado cura de dicha iglesia, don Juan José Izquierdo. Su primer nombre de pila fue el de Luis de Tolosa, a los que seguían los de Domingo María de Belén, Justo y Pastor, Joseph y Rafael, siendo apadrinado por Domingo Fleming Geinan.
Vivió en su infancia el ajetreo incesante que se desarrollaba a escasos metros de su casa, en la ribera del río, en los preparativos para embarcar frutos y mercancías que se trasladaba a la flota que salía para Indias, anclada en la bahía, asomado al balcón principal de su casa, frente a la calle Luja. A veces, se acercaba por aquellos lugares, acompañado de su padrino y de sus hermanos mayores para ver de cerca el dinámico y colorista espectáculo de la carga y descarga.
Maqueta del Castillo de Santa Catalina.
En una ocasión, cuando contaba 8 años de edad, lo llevaron hasta el fuerte de Santa Catalina, a cuya playa acudían gran número de personas para ver zarpar la flota. La sucesión de velas, perfectamente alineadas, deslizándose sobre la línea del horizonte, apareciendo y desapareciendo ante su vista con el cabeceo del oleaje hasta convertirse en titilantes puntos blancos después de girar a la izquierda y alejarse mar adentro puede que influyeran en su temprana vocación marítima. Junto a él, sirvientes y empleados de los cosecheros y exportadores, familiares de los tripulantes, pasajeros y curiosos en general, realizaban una especie de nostálgica y lejana despedida. En ese año de 1776 la flota portaba mas de 20.000 barriles conteniendo mayoritariamente aguardiente, en menor medida vino y algunos con aceite.
Cuando tuvo la edad adecuada, formalizó asiento y ocupó plaza en la Compañía de Caballeros y Reales Guardias de la Marina, en San Fernando, iniciando una carrera militar prestigiosa que finalizaría con su muerte, aún en activo, a pesar de su avanzada edad. En los comienzos de su carrera militar, siendo comandante de la goleta “San Bruno” participó en grandes combates navales que le valieron el ascenso a teniente de fragata, en el año de 1794, siendo ascendido a teniente de navío en 1802 y destinado a las ordenes del virrey de Nueva España, donde permaneció hasta finales de 1803, regresando a La Habana y, posteriormente, a la península.
Fragata Esmeralda.
En 1804 se le confió el mando del bergantín “Prospero” con el que partió para América Septentrional. Cinco años después fue promovido a capitán de fragata, ejerciendo el mando en tres de ellas, las nombradas: “Sabina”, “Soledad” y “Esmeralda”, ascendiendo a capitán de navío con 50 años cumplidos, siendo condecorado en 1819 con la Cruz Laureada y Gran Cruz de Isabel la Católica. En 1829 fue promovido a brigadier, ocupando desde 1832 hasta 1836 el puesto de capitán del puerto de Cádiz, siendo trasladado -en 1837- a Málaga, donde ocupó el mismo cargo, ascendiendo en 1838 a jefe de escuadra, concediéndosele la Gran Cruz de San Hermenegildo. Finalmente, desde el mes de marzo de 1839 hasta su fallecimiento, ocurrido en Cádiz en Junio de 1840, ostentó la Comandancia General del Departamento Marítimo. Le faltaba algo más de un mes para cumplir 72 años, y de ellos casi medio siglo ejerciendo como mando de la armada española. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puerto Guía.