La historiadora sanluqueña Ana María Gómez Díaz-Franzón tiene publicado un interesante trabajo: ‘Guerra y libertad en los vinos del Marco del Jerez’, del que extraemos los pasajes dedicados a las bodegas de El Puerto de Santa María y su relación con los hechos históricos a los que hace referencia, que ilustra a través de las etiquetas de las casas vinateras portuenses.
Desde finales del siglo XIX, la publicidad comercial de los vinos, aguardientes y licores del actual Marco de Jerez, especialmente las etiquetas que acompañan a las botellas, ha plasmado en sus ilustraciones diversos asuntos sobre algunos hechos históricos y personalidades vinculadas a la Guerra de la Independencia, la Constitución de Cádiz y las posteriores revoluciones liberales en Latinoamérica.
Estas marcas comerciales se inscriben en un conjunto iconográfico más amplio referido tanto a la historia de España como a la de otros países, donde se exaltan sus hechos y personajes más destacados. En general, las etiquetas de tema histórico se encuentran asociadas a caldos de alta graduación, tales como amontillados, olorosos y coñacs o brandies. Cabría aclarar que a estos últimos tipos de aguardientes se denominarán “coñac” o “cognac” en el actual Marco de Jerez hasta que la región francesa de Cognac hizo valer judicialmente el uso exclusivo de esta denominación genérica (1928), pasando desde entonces a llamarse “brandy” en la comarca jerezana, por lo que en el material publicitario de las primeras décadas del siglo XX aparecerán los términos “coñac” o “cognac” indistintamente.
Respecto a los modelos iconográficos utilizados en estas composiciones vinateras, una de sus principales fuentes de alimentación fue la pintura de historia, la “pintura oficial” imperante en España durante la segunda mitad del siglo XIX. Los litógrafos y dibujantes, encargados de elaborar estas etiquetas, usaron habitualmente las revistas ilustradas de la época, donde aparecían reproducidos los más célebres retratos y pinturas de historia de la época, que sirvieron de inspiración o fueron copiados fidedignamente en las etiquetas. A veces, aquellos modelos que aparecían en las publicaciones periódicas, en blanco y negro, fueron enriquecidos con el color aportado por la técnica cromolitográfica, utilizada para imprimir las etiquetas hasta mediados del siglo XX y cuya riqueza cromática viene a compensar la evidente pérdida de calidad respecto al modelo pictórico original.
Por ejemplo, en una etiqueta de brandy Independencia (Osborne y Cía) se reproduce un retrato de Fernando VII (Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid) realizado por el conocido pintor Vicente López, obra que se convirtió en retrato oficial del monarca durante bastantes años.
Y en otra etiqueta de oloroso Bailen 1808 (Osborne y Cía.) se traslada la pintura de historia La rendición de Bailen, de José Casado del Alisal, si bien aquí el referente pictórico se ha simplificado en parte y ha perdido el color original al reproducirse sólo la escena central de la pintura.
Estas etiquetas basadas en el retrato y la pintura de historia ponen de manifiesto la destacada función divulgativa que, además de la puramente informativa, cumplieron las etiquetas vinateras de entresiglos, al constituirse en singulares medios de difusión de las artes plásticas propias de su época.
No faltan algunas composiciones originales encargadas a ilustradores coetáneos. Por ejemplo, una de las etiquetas de oloroso Bailén (Osborne y Cía.), protagonizada por los objetos más emblemáticos de aquella batalla, parece obra original del ilustrador José Luis Torres.
Torres también firma la contraetiqueta de otra estampa para brandy Independencia de la misma bodega, con formas muy academicistas y centrada por el escudo de El Puerto de Santa María, cuya etiqueta principal está protagonizada por un retrato de Fernando VII. De igual modo, Torres es autor de la estampa que compaña al coñac Carta Magna.
En estas imagen se reproduce otra escena de la guerra, que es copia de la pintura Defensa del Parque de Artillería de Monteleón (Museo-Biblioteca Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú), obra de Joaquín Sorolla (1884), donde se muestran los últimos momentos del laureado capitán Pedro Velarde.
Esta misma obra pictórica reaparecerá en una “etiqueta-pergamino” de brandy Independencia (Osborne), si bien el modelo pictórico original queda aquí reducido a una composición dibujística en tonalidad sepia, que sirve de fondo a los componentes textuales.
La ilustración de cognac Dos de Mayo (Luis Caballero) está presidida por un tondo-marco ovalado donde se inserta una escena, de intenso sabor academicista, que está protagonizada por una clásica figura femenina, como alegoría de España acompañada de su fiel león, en acción de ofrecer una corona de laurel a un monumento erigido en memoria de los españoles fusilados el 2 de Mayo de 1808 en Madrid, a manos del batallón francés dirigido por el general Murat, cuyo hecho desencadenaría el alzamiento del pueblo español y el inicio de la contienda.
Osborne y Cía. registra en 1929 dos marcas para distinguir vinos y coñac, denominadas Independencia 1810 y Bailén 1808, que aún siguen en vigor. Para presentar estos caldos, la casa Osborne usará diversas etiquetas ilustradas con escenas referidas a la guerra de la Independencia. Así, en la etiqueta de amontillado Independencia aparece una composición dibujística de la famosa escena protagonizada por la heroína Agustina de Aragón, en su destacada participación de la defensa de Zaragoza.
Se trata de una reproducción de la pintura de historia La heroína Agustina de Zaragoza (Diputación de Zaragoza), del sevillano Marcos Hiraldez de Acosta, que fue presentada en 1871 en la Exposición Nacional de Madrid. Aquí, Agustina Saragossa y Domenech es captada junto a una de las puertas de la ciudad y rodeada de heridos, en el momento de continuar disparando contra los asaltantes, a pesar de haberse quedado indefensa la batería del Portillo. La figura femenina centra la estampa, situándose junto al obús y en posición de alzar el brazo en señal de tenacidad y triunfo. Esta imagen ha sido utilizada con frecuencia como símbolo de la espontánea resistencia que presentó el pueblo español ante los invasores.
La figura de Agustina de Aragón no era ajena a la provincia gaditana. En Cádiz, la heroína de Zaragoza, recién nombrada oficialmente Alférez del ejército español, conoció al general Wellington, quien ofreció una comida en su honor. El duque de Wellington obsequió a Agustina con un par de pistolas, adornadas con incrustaciones de oro, plata, nácar y marfil. Y cuando embarcó en Cádiz, rumbo a su Cataluña natal para encontrarse con su marido, el barco hizo escala en Gibraltar, donde también se agasajó a la heroína de los Sitios y se le rindieron honores militares.
Para presentar el brandy Independencia, la casa Osborne ha usado diversas etiquetas de composición textual, así como otra estampa donde se reproduce un fragmento de un bajorrelieve conmemorativo, que se halla situado en el pedestal de la estatua del capitán sevillano Luis Daoíz y Torres, cuyo monumento fue erigido en Sevilla en 1889, siendo los relieves obra de Antonio Susillo. Se rinde así un particular homenaje vinatero a este héroe andaluz de la guerra de la Independencia, quien el 2 de mayo de 1808 se encontraba al mando, junto al capitán Juan Velarde, de la guarnición del Parque de Artillería Monteleón, decidiendo armar a los ciudadanos y sacar los cañones a la calle para enfrentarse al general Murat, en cuya confrontación perdieron la vida ambos capitanes.
Para la marca oloroso Bailén 1808, Osborne utilizará también diferentes ilustraciones, como la ya citada representación de la rendición de Bailén, que tuvo lugar tras la batalla del mismo nombre (1808), donde el ejército francés, al mando del general Pierre Dupont, sufrió la primera gran derrota ante las tropas españolas de Andalucía comandadas por el general Castaños, cuya victoria provocó que José Bonaparte abandonara Madrid. En esta composición se usa, como modelo directo, la pintura La rendición de Bailén, de
José Casado del Alisal, realizada en 1864 (Museo del Prado), si bien para componer la etiqueta el modelo pictórico ha sido simplificado en parte, concentrándose en la escena central, y ha perdido el color original al reproducirse mediante un dibujo en tonalidad sepia, posiblemente ejecutado por José Luis Torres.
Una etiqueta actual del Oloroso Bailen.
Estas célebres pinturas de historia, reproducidas en las composiciones vinateras, forman parte de un conjunto de obras pictóricas que se constituyeron en verdaderos hitos de aquella mitología nacional configurada por el movimiento romántico y que fue fomentada por el poder estatal y la burguesía decimonónica, a través de las Exposiciones Nacionales desde 1856 y mediante los encargos que se hicieron a ciertos pintores para decorar los edificios públicos, como medio para construir la denominada “nación española”. Esta iconografía sería más tarde reavivada y reutilizada por el franquismo hasta la saciedad. Así, desde mediados del siglo XIX, aquellos asuntos historicistas, configuradores de la “esencia nacional”, desde las gestas épicas medievales a la guerra de la Independencia o el triunfo del liberalismo, serían empleados como eficaz vehículo para propagar una serie de arquetípicos valores atribuidos al “carácter español” (García de Cortázar y González Vesga, 1995, 512), cuyas fórmulas se popularizaron de tal modo que inundaron el terreno de la ilustración comercial, tal como se constata en este grupo de etiquetas vinateras
Por otro lado, existen varias etiquetas dedicadas a Fernando VII. El nombre y la figura de “El Deseado” distinguirán varios caldos de la comarca jerezana. La imagen del soberano actúa aquí como símbolo del triunfo español y de la restitución monárquica tras la guerra contra los franceses. Así, se localizan algunas etiquetas de articulación textual, como las de paxarete Fernando VII (Osborne y Cía.); pale dry Fernando VII (R.J.P. Pitman) [en la imagen superior]; y oloroso viejísimo Fernando VII (Pedro Domecq) cuya primitiva etiqueta fue registrada en 1907, estando este vino “dedicado a S. M. Dn. Fernando VII en 1823”, en cuya fecha el monarca, en cuya fecha el monarca visitó las bodegas Domecq.
La Constitución de 1812. “Viva la pepa”.
El grito popular “¡Viva la Pepa!”, originado en el momento de la proclamación de la Constitución de Cádiz por los liberales, denominada desde entonces “La Pepa”, por coincidir por coincidir con el día de San José (19 de marzo de 1812), obtuvo una enorme difusión, como lema político y como popularizada expresión de alegría. Esta locución semántica, derivada de las Cortes de Cádiz y de la primera Constitución española, se ha aplicado al pasar el tiempo a otros significados más peyorativos vinculados a ciertas actitudes de irresponsabilidad o despreocupación, aunque en Andalucía ha prevalecido su sentido de júbilo, asociado en numerosas ocasiones a los ambientes festivos del arte flamenco. Es precisamente esta última acepción de la expresión popular, vinculada al flamenco, la que comparece en el Marco de Jerez para distinguir algunas marcas vinateras.
La etiqueta de sherry Viva “La Pepa”, de la bodega portuense Fernando A. de Terry, que está ilustrada por una escena flamenca de tocaor y bailaora de corte folklorista, con miras a su exportación fuera de nuestras fronteras donde el flamenco se identifica habitualmente con todo lo español.