El presentador del cartel y su autor, Francisco Andrés Gallardo y José Fernández Villegas, respectivamente. /Foto: Col. Carlos Coronado Rosso.
En la dulzura de la mañana [de ayer 14 de Febrero, en el Convento de las Concepcionistas], cuando el día casi no ha comenzado y todo está por hacerse y planearse, El Puerto suena a silencio y a recogimiento. Sabe a ecos de mar, a bruma que envuelve a quienes van a trabajar. Sabe a frío escolar calmado por las abrigadas manos de una madre que te lleva protegida a su lado hasta el colegio. A esa hora en que todo está por aclararse y encuentras a pocos para desearle los buenos días, la mañana huele a aire limpio, a felicidad en los bolsillos y a esperanza en el corazón. Es la hora donde las horas todavía se desperezan y el reloj parece ancho, generoso, y el tiempo casi infinito. Es la primera hora donde se escuchan a fondo los pensamientos y donde Ella espera Divina y airosa, entre luminosos lirios y espumas de claridad, encuentra su mirada con aquellos que le murmuran una oración, que le piden y le agradecen. Es la intimidad de una madre con un hijo, el amparo y la certeza de quien te escucha y te quiere.
Desde su camarín, a esa hora temprana en la que los pájaros suenan muy al fondo, como algunas pisadas, se intuye el crujido de la madera y la quietud mastica la sordina. Es El Puerto de siempre. La intimidad de lo que siempre fue. El gesto de tantos antepasados reunidos en un afectuoso Ave María. Es tiempo para rezar y para hablar con Ella, con la Señora de todos nosotros, de la siempre protectora de los devotos, del trono donde se apretujan todos los cariños de El Puerto. Es Ella, siempre preciosa y maternal, y de su Hijo, vivaracho y sonriente, Rey bueno, rey celestial elevado por su Madre.
Señora de los Milagros, he aquí los portuenses
Que te añoran y desean
Cuando del pesar nos restableces
Señora Milagrosa y Coronada
Alfonsina matrona que los perdones concedes
Qué dicha tan inmensa
Confiarte mis dolores y promesas en los amaneceres
He ahí la Esclava del Señor
Siempre atenta y jubilosa
Dispuesta a reconfortar cariñosa
A este Puerto que rebosa en plegarias y quereres
Dignísimas autoridades, Comunidad de las hermanas concepcionistas, hermanos esclavos de Nuestra Señora de los Milagros, cofrades, señoras y señores, hermanos en Cristo todos.
Porque estaba escrito en el aire y así lo quería el destino y la propia Virgen María, nací en El Puerto, en la calle Alquiladores, una madrugada después de la Asunción de la Señora, a un palmo de esta iglesia conventual, del colegio de las hermanas Carmelitas y a unos pasos de la Iglesia Mayor, hoy basílica, y siempre santuario de la más grata de los devociones. A los tres días de nacer en el corazón de El Puerto, fui bautizado en la pila de la Prioral y pasado por el manto de la Patrona. Una medalla íntima que llevo siempre en mi pasión y querer, porque así lo expresaban siempre, mi madre y mi padre, ambos de Jerez, y ambos agradecidos a El Puerto. Y la mejor manera que tenían de agradecerlo era su devoción inmensa por la Virgen de los Milagros, reina morena de aquellos sentires infantiles del niño en pantalón corto que fui.
De ahí que me salga sin querer las oraciones, piropos y agradecimientos a la Señora de mi ciudad. A la más sentida y maternal devoción que sale de mi alma. El cariño a mi Madre, a esta Madre de El Puerto, madre que nos reprendería nuestras acciones y pecados, pero que en su camarín de inmediato siempre nos besa y perdona, nos anima y nos abriga.
En el pregón de la Semana Santa de 2010, que pronuncié con gratitud a todos vosotros por disfrutar de ese privilegio, proponía dos desafíos a vosotros, a los portuenses, dos retos para emprender con devoción que supusieran la unión de los empeños de los cofrades y la ilusión de la localidad. Por un lado la coronación de Nuestra Señora de la Soledad y por otro celebrar con honores este centenario de la coronación de la Señora de los Milagros, primera en la provincia de Cádiz, centenario que ya tocamos con las manos y que hoy contemplaremos confirmado en su cartel anunciador.
Muchas gracias a Daniel y a la junta de la Esclavitud por confiar en mi labor para estar a la altura de la brillante obra pictórica de José Fernández Villegas, donde se aprecia su amor por el amor de los amores de los porteños.
En unos tiempos en los que El Puerto necesita de revulsivos de todo tipo, de esperanzas y mejoras en tantos aspectos, en unos tiempos donde estamos en la encrucijada de promover una ciudad mejor y unos ciudadanos más comprometidos y respetuosos con lo que tenemos, el centenario de la Patrona es una oportunidad para unirnos en lo más sentimental de lo que somos y realzar la Historia, el glorioso pasado de esta ciudad de casi ocho siglos que levantó el rey más sabio que tuvo Castilla. Ciudad levantada en honor y protección de la Virgen, la misma que se apareció a aquel monarca poeta que le cantó las más bellas plegarias de nuestro idioma.
No buscad por los atlas un nombre más bello en los mapas de todo el mundo. Es el nuestro, sin duda. Somos de El Puerto de Santa María, y aunque a veces sintamos con desdén que no estamos en el mejor momento como localidad, su propio nombre es un impulso para saber que vivimos en uno de los lugares más bellos y predestinados. En lugar tan “boo”, tan bueno, que llevó con ansias al mismo rey castellano a fundar una ciudad, una ciudad muy moderna y emprendedora para su tiempo, llena de riqueza y posibilidades. Plena de futuro, sosiego y calidad de vida. De este puerto de las salinas, de los Pozos Dulces, del mejor vino y del mejor aceite zarparon portentosas aventuras hacia África y hacia América, marineros y pescadores protegidos por la Virgen morena que corona el castillo de San Marcos, el castillo en la ribera del río del Olvido, calmado espejo donde cada día se refleja la Señora, como dibuja un escudo que ya ha superado los cinco siglos.
Con un Papa nacido en El Puerto de Santa María de los Buenos Aires, otro porteño como nosotros, el mensaje de estos tiempos nos habla de entereza y de esfuerzo. Tiempos para ser cristianos comprometidos y para ser personas tolerantes, alegres y que contribuyan siempre a la unión, al afecto y a la convivencia. Valores para construir una ciudad mejor, un mundo mejor.
…
Cien años han pasado
Del más venerable homenaje que vio mi tierra
Coronación de su Patrona
Que con sus ojos perdona
Abraza y consuela.
Cien años de esa corona
De la más sentida de las admiraciones
Milagro de todos los Milagros
Intercesora de todos sus hijos
Y abrazo de las redenciones.
Cien años han pasado
De la más señera de las condecoraciones
A la Madre de Dios y a su Bendito Hijo
A la Santa Madre de El Puerto
Cobijo de sus bendiciones.
A la Señora de los Milagros los portuenses la llevamos en el corazón. Está prendida a nuestra alma como una medalla. Y Ella, alcaldesa honoraria, alma de este rincón de la Bahía, lleva en su corazón la fe y fervor de los portuenses. Su corazón es la más pulcra medalla que cobija a sus hijos. No hacen falta medallas materiales, lisonjas de políticos y de conflictos fabricados, para honrar a la Virgen de los Milagros. Su corazón es toda una medalla. La devoción verdadera no necesita de protocolos ni distinciones. La fe verdadera en la Virgen María, en nuestra Madre, suple a todas las condecoraciones. Ante un siglo de su coronación la Virgen de los Milagros nos pediría para lucir como una medalla que tengamos mucha más atención por su ciudad y por sus vecinos más desfavorecidos. Que la conmemoración centenaria a su corona sea la justificación de que la tenemos presente, de que la tenemos presente con autenticidad y ejemplo ante los demás, y junto a Ella el cariño hacia una ciudad que se nos muere entre las manos, entre la indiferencia de tantos años de despoblación y empobrecimiento por fatales decisiones y nefasta gestión.
La Patrona no es sólo un día festivo en el calendario, una tarde de septiembre. Es un compromiso de fe diaria con Ella y también por la ciudad que custodia. Ella es la perfecta representación de El Puerto y su veneración nos ha de servir para contribuir más y mejor por este pueblo que ha perdido muchas de sus esencias.
José Fernández Villegas es el autor de esta obra que vamos a conocer, protagonizada por la Virgen de los Milagros. José lleva toda su vida en nuestra ciudad, 68 años de portuensismo acompañado de una fe religiosa que conduce sus pinceles hacia representaciones de Cristo, de la Virgen y de los Santos. Este pintor se curtió durante años en el dibujo de artes gráficas, trabajando sobre todo para empresas de Sanlúcar y Jerez, cuando diseños e imágenes tenían la dificultad de la artesanía total, sin la ayuda de la informática y sin las facilidades de internet. Del ingenio de José, por ejemplo, surgieron el conocido logotipo de Romerijo o el escudo de la Asociación de Belenistas. Su don lo encauzó hacia la pintura sacra y tened por seguro que el centenario de la Coronación cuenta con una representación a la altura, digna de anunciarse y digna también de conservarse para la posteridad. La fe de José está representada en esta y en otras obras, en el San Francisco de Asís de los Afligidos, en la siempre buena Santa Ángela de la Cruz o en el Cristo del presbiterio de nuestra iglesia de la Palma.
En el cuadro de José Fernández Villegas que vamos a conocer está plasmado el origen de El Puerto y su devoción mariana… la Señora, refulgente, se aparece entre las nubes de un atardecer ceniciento. Unos angelillos la flanquean entre racimos de uvas que evocan la vendimia de septiembre, los días de la celebración, donde se recoge el fruto que además representa la sangre de Cristo. Tres nardos florecidos, a modo de Santísima Trinidad, están a los pies de la luna plateada que entroniza la Patrona. Los nardos, la evocación más primaria que nos lleva hasta las procesiones de la niñez, las varas donde se transporta esa piedad hacia la Madre, la consagración de los avemarías pronunciados durante años. Olorosos nardos de la esperanza y del fervor. No hay estampa con la que mejor nos reconozcamos entre los portuenses de bien que esas varas entregadas por nuestros hijos a los pies de la Patrona cada verano, brotes de nardos que blanquearán el garboso pasar de la Señora y de su Hijo por las calles.
José ha plasmado a ambos lados de la imagen los dos principales monumentos de la ciudad, los dos lugares que acogieron a la Patrona y que son origen y destino de Ella. A un lado la basílica, la Iglesia Mayor, lugar del Pozo Santo; y al otro el castillo, la fortaleza, la primera iglesia de la ciudad. Y en el centro, como manantial, la fuente de las Galeras, fuente del río de la Señora. Frontera que llevó a tantos de nuestros paisanos a buscarse la vida en el mar y por todos los mares. Esa ensenada que forma nuestro mapa queda dibujada a los pies de la Señora, con el escudo que ratifica su bastión. Y a su vera, el bastón de mando. Bastón de alcaldesa perpetua, honor sentimental de quienes sabemos siempre guardiana y vigilia de nuestra ciudad. Y para rematar el paisaje, un lienzo de la muralla que da nombre a la playa en lo que fue el castillo de Santa Catalina. La fortaleza que intentó resistir la invasión de ingleses y holandeses en 1702 y que fue en parte demolido ante la invasión napoleónica de un siglo después para obstaculizar el asedio francés a Cádiz.
En aquella invasión de 1702 volvamos a recordarlo hoy la Virgen de los Milagros vivió su único y efímero exilio de El Puerto. Los vecinos que huían del expolio de ingleses y holandeses, aliados del archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión, en la que se disputaba el trono a los Borbones; decía, todos los portuenses huyeron tierra adentro del asalto que sufriría la ciudad. La Patrona pasó dos meses en Jerez, puesta a salvo del saqueo del que por orden del comandante inglés se salvaron los templos portuenses salvo el de la Victoria y el del Espíritu Santo, los más próximos al río a donde llegó esta flota de rapiña. La escueta tropa que impedía el paso de Santa Catalina poco pudo hacer y todos aquellos defensores perecieron en el ataque. Las Murallas de aquella fortaleza siguen recordando aquel negro episodio, el más grande drama vivido por El Puerto, del que poco pudo hacer la providencia divina.
Todos los elementos contribuyen a realzar ese conjunto presidido por la Virgen de los Milagros y su bendito Hijo, cuadro que anunciará y proclamará por todas partes que se cumplen 100 años de su aclamada coronación, reconocimiento a la devoción de siglos por esta Reina de los Milagros a la que cantara el rey Alfonso X.
Es la estampa que vamos a descubrir y conocer. Que llegue ese momento al pronunciar que…
Acunada en su velero plateado
La Madre de El Puerto musita
Cien milagros que crepitan
En la mediación por sus hijos abnegados.
La tarde de septiembre le iluminará el rostro
Y la noche la hallará al recogerse
Quedará en la calle el fervor inerte
Derramado en rezos por todos nosotros.
Ese aclamado rumor de su estampa regia
ese caminar que nos llega
lleno de tanto fervor.
Ese dulzor de su manto esplendoroso
Ese garbo majestuoso
Que nos llega al alma
Esa bondad, esa calma, de su rostro milagroso.
Esa majestad infinita,
Ese Hijo piadoso que nos invita
a postrarnos ante Ella jubilosos.
Ese intenso escalofrío que recorre El Puerto entero
Cuando contempla a su reina bella
Ese volver a empezar postrero
A terminar el verano junto a Ella
Esa explosión de pasión
Que viste la afombra salinera
Esas evocaciones marineras
Que guarda Ella en su corazón.
Esa firmeza y tesón
Por velar por los porteños
Esa letanía, ese sueño
Que va desbordando su amor…
Matrona firme en su poderío
Madre de los portuenses
Señora del Carmen y del Rocío
Amargura del Dolor y del Silencio
Esperanza, Entrega y Alegría
Consolación, Piedad y Desconsuelo
Rosario, Dolores y Esperanza
Oraciones que hasta la gloria alcanzan
Bendita Reina de los Cielos
Todas ellas María de los Milagros
Milagros de los corazones abiertos
Cubierta toda de amor, Milagros,
María Santísima… Amor de los amores del Puerto.
Texto: Francisco Andrés Gallardo Alvarado.
Felicidades a D. José Fernández Villegas por la belleza y calidad de su obra. ¡¡ Magnífica!! Y por supuesto, al Sr. Gallardo, portuense de bandera. Que gusto a los sentidos proporciona la lectura de cualquiera de sus textos.