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4.864. Danielón Marín Gálvez visto por Juan Rincón

Corrían los años noventa y la heroína, que se coló por mi barrio —el Distrito 21—  unos diez  o doce años antes, seguía aniquilando a toda una generación de mis vecinos. Uno tras otro, una tras otra, los veías enflaquecer, enfermar y llevar una vida primero de matones que aterrorizaban al barrio y luego de zombis que más que miedo daban o pena o asco.  Unos años  antes  —el año 83, 84 quizás— había tropezado yo con Daniel por primera vez cuando coincidimos en enamorarnos de la misma chica y él,  ya enganchado, me deseaba lo peor.

Pues en esa década de los noventa en las que yo ya ejercía de maestro en el Centro de Adultos, un día vi entrar  en mi centro a Daniel preguntando por mí. Ya habíamos cruzado algunas palabras y yo había participado en movilizaciones que pedían su libertad cuando, ya desenganchado,  fue encarcelado para que “pagara” condenas pendientes de cuando era más que un matón, un zombi de los tantos que habitaban nuestras calles.  Al parecer, fue mi padre, su consejero político, cultural y social  en la casetita verde del Carrurra, el que le puso tras mi pista.

«—Juani, queremos montar una asociación de ex toxicómanos pero el secretario apenas sabe escribir, el tesorero no sabe ni dividir ni multiplicar y yo, que soy el presidente, no sé ni pronunciar la palabra “estatutos”».

A mí ya me había ganado cuando me llamo Juani, porque así sólo me llaman en mi casa. Pepe, mi eterno compañero de trabajo y de fatigas, y yo creíamos por entonces,  y creemos hoy,  que solo hay acto educativo si es colectivo y transforma no solo al individuo sino también a la colectividad donde está inserto. A eso lo llamábamos Desarrollo Comunitario y en ese sentido habían desarrollado una experiencia con los vecinos del Poblado de Doña Blanca. Y apostamos por Daniel, Juli y un tercero cuyo nombre he olvidado.

Desde entonces, durante 25 años,  he colaborado con Daniel Danielon Marin Galvez y la Asociación ‘La Muralla’ en decenas de proyectos alguna vez haciendo de “experto” en dinámicas de grupos, otras reuniéndome con ellos para enseñarles técnicas de animación y coordinación de reuniones y, las más de las veces, reflexionando con Daniel sobre sus proyectos, sus logros que han sido muchos, y sus fracasos, que también los ha habido.

Fruto de eso, he cultivado una sólida amistad con Daniel Marín que es uno de los tesoros que más me honra en la actualidad. Su gestión al frente de ‘La Muralla’ ha visto pasar muchas administraciones y tendrá luces y sombras como todos las tenemos  pero,  no me cabe duda que si Dani no estuviera ahí, mucha gente de El Puerto viviría peor y habría perdido la esperanza.  Yo soy su amigo. | Texto: Juan Rincón Ares.

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