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Guateques #5.381

| Texto: María Jesús Vela Durán.

Yo diría que, fue a mediados de los sesenta cuando, me colé en mi primer guateque. Y digo bien me colé, porque no tenía permiso para entrar, pero como la curiosidad mató al gato, en un despiste, me planté en el salón de mis vecinas: Lalo y Pepa Acosta. Lo habían preparado su sobrino, Juan Luis Moreno Acosta, y mi primo Manolo Morro Durán. Ambos dos, pertenecían a la tuna estudiantil y más de una vez fui a verlos actuar. Yo diría que en Safa San Luis y en algún otro Colegio.

| En la imagen, Mari Carmen Vela y Manuel García, en uno de los guateques que se organizaban en casa de los García Campos. La niña que lo mira es su hija. La cabeza de la izquierda es de Susy González Borrás, mujer de Prudencio López. Kika Vela y Milagros Moreno Acosta.

Pues bien, volviendo al guateque, y puesto que las puertas de las dos casas estaban abiertas, por aquello de si se necesitaba alguna cosa, aprovechaba para asomarme y tratar de mirar, sin ser vista. Pero he aquí, que empezó a sonar algunas canciones que me gustaban y, como el que no quiere la cosa, entré al salón pensando que no se fijarían en mí. Fue visto y no visto, la verdad, pero... que me quiten lo bailao.

Tenían como no, un Pick-Up y muchos discos con la música del momento, es decir: Desencadenando melodías, de los hermanos: Righteous Brothers, La Casa del Sol Naciente de: The Animals, Con su Blanca Palidez de: The Procol Harum, Sentado en el Muelle de la Bahía, de Otis Redding, Beatles, Noches de Blanco Satén de The Moody Blues y por supuesto, de los grupos españoles como Pekenikes, Brincos, Solos, Mustang, Los Relámpagos, Los Bravos, etc.

Uno de los invitados al verme, me sacó a bailar y se sorprendió, al ver que sabía bailar por lo fino --así, se decía antes-- y efectivamente sabía y muy bien. Mari, mi hermana mayor, que fue la maestra de las pequeñas, no solo nos enseñó a bailar, también a nadar y a tirarnos de cabeza en la playa, sin lastimarnos la cervicales, y a otras muchas cosas. En realidad, al trabajar mi madre, tantas horas, tuvo que hacer de madre de todos en muchas ocasiones.

Por supuesto, que no fue el primer guateque, hubo anteriores, sobre todo en Navidades, pero era más pequeña, y me mandaban a la cama, sin rechistar. Ya en los posteriores, era más mayorcita, pero como tenía claro, que no les gustaría, verme revolotear por el salón, ni lo intenté.

| En la imagen, de izquierda a derecha, en casa de los García Campos, Manolo García Campos, Mari Vela Durán, Milagros García Campos y el novio de ésta.

Me vienen a la memoria, otros guateques sonados. Los hermanos, García Campos, tenían un buen grupo de amigos, entre los que se encontraban mis hermanos, pues bien, hacían guateques en su casa de la calle Palacios. No sé, si fue solo una vez, pero en uno de esos guateques se eligió a Miss Salvaje --creo que así, se les conocía-- la elegida fue mi hermana Mari, y conociendo su timidez, seguro, que sus mejillas se pusieron como las de Heidi, harta de correr con Pedro, con el abuelito y con su perro Niebla. La verdad es que estaba muy guapa y en cuanto se le pasara el sofoco, se lo pasaría genial. Todos éstos jóvenes, eran hijos de familias muy conocidas en nuestra Ciudad, y en general, tenían educación y buen trato a la hora de divertirse.

| Francisco Ramírez Tallón bailando un Twist con Miss Pinic 1963, Milagros Vicente.

Mis hermanas, algo mayores que yo, tenían una buena pandilla de amigos. Todos eran estupendos. Los conocía a casi todos e incluso compartí con ellos, un agradable día de playa.

Supongo que, por mediación de Jesús Salas, su hermano Juan, nos llevó en una furgoneta al Cangrejo Rojo. Conocía bien, Valdelagrana y Fuenterrabía, pues de pequeñas, nos llevaban menudo a esa playa, pero del Cangrejo Rojo, no tenía ni idea.

Acostumbrada como estaba, a la calmade La Puntilla, ver esas olas tan bravías, me impuso respeto, pero... ¿quien dijo miedo?

Otra novedad, fue poder bañarme por primera vez en una piscina. Y doy fe que la disfrutamos todos, no solo yo. Realmente fue un día muy agradable y agradecí, que me permitieran acompañarlos.

| Rondalla del colegio La Salle, en la que vemos en la fila superior, de izquierda a derecha, el segundo es Manolo Morro Durán, hermano desconocido, Pepón Arjona. Abajo, de izquierda a derecha, Antonio Pérez Brea, Pepe Villar, Fernando Arjona, el último a la derecha, Vargas. | Foto: Col. Pérez Brea.

Volviendo al guateque, lo que sí recuerdo, es que, desgraciadamente hubo una nota discordante, es decir, un metepatas, con aspavientos chulescos, que se pavoneaba de haber echado a unos chavales jerezanos, de lo más educados y agradables. No sé quién invito al gallito, pero se lució.

Algún tiempo después, en un tranquilo día de playa, de pronto vimos a unos niños revoloteando a nuestro alrededor; si nos bañábamos, allá, que se iban al agua, si volvíamos a nuestras tumbonas, allá, que volvían. Realmente, yo no me había dado mucha cuenta, fue nuestra amiga Pepita de Ceuta, la que lo hizo y en plan jocoso dijo: “--Mira que graciosos, nos tienen rodeadas”. Pues bien, a partir de ahí, a esos niños, mis amigas y yo, nos los encontrábamos a menudo, bien, en la plaza, del Polvorista, a la que frecuentábamos, pues había pistas de coches de choque, e incluso una noria, en la que siempre ponían música de Los Brincos, o bien por las calles más céntricas, como era lo habitual.

| En la fotografía de estudio asiduos asistentes a guateques: Pepe Crespo, Miguel Roselló, Juan M. Murga, Juan Monge, Antonio Alemán, Pepe Alejo; debajo, Lolo Albert, Jaime Gutiérrez Perea, Juan A. Murga, y Polo Jiménez. Los guateques de este grupo de amigos se celebraban en Vicario 20, Vicario 1, Javier de Burgos 21, Caldevilla 8, Larga 8, Conejitos 5 y San Bartolomé (junto a los garajes de Lores) y en ocasiones, en los jardines del Cortijo (en el Paseo de la Victoria, donde hoy se ubica parte del Instituto Muñoz Seca), pues un amigo les dejaba la llave para entrar durante la semana.

El caso es, que, el que llevaba la voz cantante, un chaval rubio muy guapo, nos invitó a mis amigas y a mí, a un guateque, en una casa de los alrededores de las Siete Esquinas. Sin duda, fue nuestro primer guateque. Por supuesto aceptamos, pues ya los considerábamos amigos. Todo iba bien, hasta que, el anfitrión, me invitó a bailar y le dije que no.

¡Madre mía, la que se lió! No fue por antipatía, era muy tímida, y me daba mucha vergüenza bailar agarrado con alguien de mi edad. Yo le decía, que había más niñas, que por que no bailaba con ellas, pero al verlo tan enfadado, me bloqueé y me fui. Bueno más bien, nos invitó a marcharnos. Mi miedo era como enfrentaría a mi padre si llegaba a enterarse que había bailado agarrado con un niño. Jamás me pegó, pero le temía más que a una vara verde.

En honor a la verdad, también me fastidió, que el moreno de mi copla, no estuviera invitado. Realmente, no sé por qué creí que se conocían e incluso podían ser amigos. Anda, que no pregunte veces a mis amigas... ¿estará? La respuesta era siempre positiva, así, que estaba convencida que le vería. Pero no fue así. ¿Habría, bailado con él? Rotundamente sí, aunque, temblara como una hoja y me castigaran de por vida.

Por supuesto que, al ver al anfitrión tan enfadado me arrepentí al instante, pero no me gustó su actitud, y me empeciné en no volver a pedirle perdón, a pesar de los ruegos de mis amigas. ¿Cabezonería por mi parte? Sí mucha, y realmente lo sentí y aun lo siento. Pero... ¿por qué no vio lo acharada que estaba?

Desconozco, si sentía atracción por mí, pero nunca le hice creer, que me gustaba. A mi favor, decir: ¿acaso se puede ir contra los designios del corazón? El mío, desde hacía tiempo, tenía nombre y apellido. Bien digo apellido, porque el de su madre, lo desconocía. Precisamente, era una señora estupenda, que regalaba simpatía, por donde iba.

A partir de ese día, ese chico y sus amigos, desaparecieron de nuestras vidas como si el gran Houdini, los hubiera volatilizado. Normal, su enfado fue mayúsculo y debió pensar, con razón que era un caprichosa, y muchas cosas más. Solo espero que la vida haya sido generosa con él, y goce de salud y de mucha felicidad.

Los años pasaron hasta que nos volvieron a invitar a otro guateque. Esta vez, fue en un piso de la Barriada de los Milagros, creo recordar que fue un domingo de verano a finales de los sesenta. Eramos una pandilla, de amigos, y la verdad es que lo pasamos muy bien juntos, pero sin nada reseñable, al menos por mi parte. Solo cordialidad y ganas de pasarlo bien. A todos los recuerdo con cariño, pero con ninguno hubo siquiera un atisbo de chispa. De esta pandilla, salió una pareja y gracias a Dios, siguen juntos y muy felices.

| En los escalones de la Sala de Fiestas 'El Oasis', hoy restaurante 'El Faro de El Puerto'. En la imagen, Paqui Oncala Merino, Maribel y Carmen Ruiz Ramírez y María Jesús Vela.

Hubo algunos guateques más, pero ya ese término desapareció de nuestro lenguaje para pasar a la palabra: fiesta.

Se dio, la circunstancia, que, en esa época, quien es mi marido, Gregorio Cruz Vélez empezó a hacer fiestas, en la azotea de su casa, concretamente en un amplio lavadero que tenían, pues bien, allí se reunían los chavales del toro, entre ellos, nuestro matador, José Luis Galloso y las amistades y familiares de ellos. Hasta en dos ocasiones, me invitó Gregorio, pero las dos veces, le contesté de mala manera que no.Quien me iba a decir a mí, que aquel chaval, que me caía tan mal, años después, me llevaría del brazo a la vicaría. ¡Totalmente impensable!

| La autora de esta nótula, María Jesús Vela, en los años sesenta del siglo pasado.

Gregorio, tenía un amigo con un piquito de oro que cada vez que me veía, soltaba sapos y culebras, para regocijo de la camarilla, que le rodeaba. No entendía que no se lo recriminaran, pues era soez y de muy mal gusto, además era una cría y no me lo merecía. No estoy en contra de los piropos, cuando son agradables, pero desde luego estoy totalmente en contra de los obscenos y ofensivos.

Esos maleducados, deberían pensar, si les gustaría que se lo dijeran a sus madres, hermanas, hijas etc. Claro, que puede que lo vean normal. No, no se trata de la educación de la familia, son ellos los que, con el respaldo de los amigos, se envalentonan y consiguen su minuto de gloria.

En fin, el destino, debe ser caprichoso y seguro estábamos destinados a conocernos y estar juntos. Nuestros mayores decían que el casamiento, del cielo baja, así que debió ser eso.

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