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La movida en la plaza Elías Ahuja. Año 1997 #5.594

La movida en la plaza Elías Ahuja. Año 1997

| Texto: Joaquín García de Romeu Ruiz.

La movida en la plaza Elías Ahuja. Año 1997. No habían dado ni las ocho y desde mi ventana podía ver cómo la plaza se comenzaba a llenar de coches, el mío hacia tiempo que lo había sacado de la Plaza Elías Ahuja, era mejor prevenir. Poco a poco el calor se fue disipando, la noche se adueñó del paisaje, y un murmullo ensordecedor, mezcla de mil músicas inundó todo el ambiente. Por suerte, como ocurría siempre, justo cuando comenzaba el principio de aquel final, me marché. Apenas sentí molestias y la fiesta duró, pero al regresar sobre las tres de la mañana aquello era el mismo infierno, pero con mucha mas gente. Eran finales de los noventa, pero la fiesta duró hasta bien entrado el siglo XXI.| Foto: Fito Carreto. La movida en la plaza Elías Ahuja. Año 1997

De nada sirvieron los miles de protestas de quienes no podían dormir, algunos con mas suerte tenían las casas dando a San Bartolomé, pero para una amplia mayoría, la impotencia de aquel ensordecedor revuelo parecía no tener fin. Eran los tiempos en que conducir con copas solo estaba mal visto; los tiempos de los almacenes licorerías, que vivieron momentos que nunca esperaron; los años de los bares vacíos; los años de los amaneceres de vertedero; los años del todo vale sin toque de queda, sin hora de cierre, sin limitación al ruido; los años, que, para algunos, nos aproximaban al fin del mundo.

Pero todo pasó, aquel botellódromo se diluyó, igual que la generación que con él, dando paso a personas responsables, maduró para cambiar la bolsa de hielo por la cerveza fresquita en la Skol, y algunas de las cuáles hoy no dan crédito a los momentos que se viven. Pero si volvemos la vista atrás, incluso más atrás, no ha existido generación desde la fundación del mundo, que no haya sido objeto de crítica, de escarnio, de rotura de vestiduras, los acontecimientos vividos.

Curiosamente, con cada moda, con cada momento, con cada nueva forma de disfrutar, se justifica la anterior, viendo que no era tan mala, porque lo último, lo último siempre es lo peor de lo peor. Quién sabe que nos deparará el destino, pero a veces, reviviendo aquellos momentos, pocas situaciones podrán superar el Botellodromo improvisado de la Plaza de Toros. 

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