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Martín de Garay. La reforma de Hacienda del ministro portuense #5.821

| Texto: J.M. Morillo-León.

El portuense Martín de Garay Perales (1771-1822) fue un prestigioso economista que, como ministro de Hacienda, propugnó una reforma de la Hacienda pública en 1817, que sirvió como base del moderno sistema tributario llevado a efecto ya dentro del estado liberal, avanzado el siglo XIX. Acaso por su nombramiento como ministro de Hacienda por el gobierno absolutista de Fernando VII, se puso en cuestión su valía profesional y actitudes políticas como liberal, a lo largo de la historia.

Era hijo del capitán del Regimiento de Caballería de Santiago, Martín de Garay Martínez de Villela y de Sebastiana Perales Franco, hija del barón de la Torre. Martín de Garay estaba en posesión de la Gran Cruz de Carlos III, era marqués de Echandía consorte y casó con María del Carmen de Ustáriz y Salcedo, camarista de la reina, con la que no tuvo hijos.

De 1808 a 1813 residió en Cádiz, integrándose como Secretario de Estado en la Junta Suprema, especializándose en las relaciones internacionales.

La reforma de Hacienda de 1817-18

La propuesta del portuense ministro de Hacienda fue la de implantar una contribución general que viniera a sustituir la variedad de impuestos existentes en nuestro país a principio del siglo XIX. Consistía en un sistema mixto que combinaba la contribución que dependía de la riqueza de cada ciudadano, con los ‘derechos de puertas’ de las ciudades. Los más pudientes intentaron boicotear la reforma, negándose a participar en la elaboración de evaluación de la riqueza que, posteriormente servirían como base para establecer la contribución. Era una reforma harto difícil de llevar a efecto sin modificar las estructuras sociales del Antiguo Régimen político de España.

Dos documentos destacan en su producción normativa: un primero sobre la Solución de los Problemas de la Hacienda y un segundo sobre el Sistema de Crédito Público. Llegaría a establecer los primeros Presupuestos Generales del Estado español, buscando la reducción del gasto público, así como el incremento de los ingresos mediante unos impuestos directos que gravarían a la nobleza y a los altos funcionarios, algo que no satisfizo a los notables de la época y por lo que acabaría dimitiendo, acaso presionado por el propio monarca absolutista.

En el Trienio Liberal, (1820) llegó a formar parte del Consejo de Estado. Moriría dos años más tarde en el municipio de sus antepasados, La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), a donde se desplazó para convalecer de la tuberculosis, a causa de la cual, falleció.

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