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Luis Suárez Ávila. ‘Fe Debida’ #5.862

| Texto: Juan Carlos Neva Delgado.

Hoy hará un año desde que nuestro querido Luis Suárez Ávila nos dejó. Quiero conmemorar a mi manera, y digo conmemorar y no recordar porque Luis siempre estará en nuestro recuerdo, esta extraña onomástica.

Anteayer en el bonito patio de la Academia de las Bellas Artes Santa Cecilia se dibujó una bella semblanza de su persona, de su vida y de su relevante figura en el profundo conocimiento del mundo del Romancero Gitano.

He titulado este artículo de la misma manera con la que Luis rotuló una serie de artículos de memorias flamencas en la revista Expo Flamenco y con el que mostraba una vez más esa habilidad para jugar con las palabras para con este homófono resaltar el valor del antónimo de pérfido, resaltar la lealtad y la nobleza, valores que a Luis le sobraban y por lo que era querido y aglutinador de gente tanto en las antípodas como en las tesis y las antítesis suyas.

En términos flamencos puedo decir que Luis tocaba todos los palos. Además de todo lo que se ha dicho de él, puede que, heredado de su abuelo materno, también era un gran aficionado a la tauromaquia y a los caballos. Por este motivo hizo hasta de “negro”, si, de “negro” literario. No recuerdo el año en el que el empresario portuense José Luis Nimo indignadísimo abordó a Luis por la calle…” Luís, el ca… del Pedro Pacheco no me ha dejado entrar con mis mulas en la feria de Jerez…el muy h…de pu…”. Y con esa flema casi británica tan característica de él le respondió… “José Luis, relájate y cuéntame que te ha pasado”.

En 1986 el ayuntamiento de Jerez había aprobado una Ordenanza Municipal [artículo 12, que sigue vigente] para darle el prestigio correspondiente al Real de la Feria del Caballo y no se permitía la entrada de pencos, ni de carros tirados por mulas, ni de charrés ni de pequeños coches tirados por ponis. José Luis, que también era un gran aficionado a las artes ecuestres, había ido a la Feria del Caballo con un coche tirado por un tronco de seis mulas pardas preciosas rigurosamente aparejado teniéndose que dar media vuelta por indicación de la policía municipal.

La prensa local se hizo eco de aquella anécdota… “Se puede referir la presencia de un carro de campo tirado por mulas al que se le prohibió la entrada al recinto Ferial. Estas mulas eran “preciosas”, y el comentario generalizado aquel año fue que “no se permiten la entrada de mulas en la Feria del caballo de Jerez”.

Luis lo tranquilizó diciéndole… “Anda relájate y vete para tu casa ya te llamaré…” A los dos días Diario de Jerez publicaba un artículo de opinión firmado por J.L. Nimo en el que, rigurosamente documentado y nunca mejor dicho, ponía “a caer de un burro”, era mejor recibir una pedrada en la cabeza que estar en el punto de la pluma de Luis, al máximo regidor jerezano exponiendo que antes que ilustres y aristocráticos Pura Raza Española, sus seis mulas pardas tenían más derechos a pasear por el real de la feria. El artículo lo había escrito Luis y firmado J.L. Nimo.

Anécdotas como estas por doquier. Hasta el rabo todo es toro, su sarcasmo y fina ironía lo acompañó hasta su tumba diciéndonos adiós un republicano 14 de abril.

Pero hasta en los buenos potajes hay un garbanzo negro. Estoy muy cabreado con Luis porque se marchó antes de acudir a una cita en la que me desvelaría el mayor de los secretos que esta ciudad tiene más celosamente guardado desde que Alfonso X El Sabio nos dio el título de El Gran Puerto de Santa María. Me iba a desvelar si el patronazgo de El Puerto le correspondía por derecho a Nuestra Señora de los Milagros o a Nuestra Señora de Sidueña. Pero se lo perdono porque seguro que cualquier día y en cualquier otro lugar nos volveremos a encontrar.  Imagino que si existe un cielo para las almas como las de Luis y un fuego eterno para la mía, habrá un espacio común de encuentro con alguna tasca en la que entre copas de fino y con los nudillos tocando en una mesa de madera a compás de martinete aclararemos este gran misterio mariano y el de porqué el romancero Panhispánico lo conservan los gitanos portuenses.

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