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En casa de los Marqueses de la Cañada (3) #6.264

Las estatuillas de Hércules y Neptuno de Sancti Petri

Islote y Castillo de Sancti Petri | Foto, Dolores Estrada.

| Texto: Enrique Pérez Fernández

En abril de 1764 Guillermo Tirry hizo dibujar 50 de los objetos más destacados de su colección arqueológica para enviárselos, en 13 láminas, al francés conde de Caylus, uno de los más reconocidos anticuarios de la época. Y también mandó una copia al coleccionista de antigüedades cordobés Pedro Leonardo de Villacevallos, con quien su padre y él mantuvieron de antiguo un estrecho contacto. De esta copia, en 1772 el también cordobés y numismático Manuel J. Díaz Ayora sacó otra que es la que en 1993 localicé en la Biblioteca Capitular y Colombina de la catedral de Sevilla cuando preparaba con José Ignacio Buhigas un artículo para la universidad hispalense sobre los marqueses de la Cañada y su gabinete de antigüedades.

Biblioteca Capitular de la catedral de Sevilla.

Ahí estaban las breves descripciones de las piezas que anotó el marqués, pero solo se conservaban tres de las trece láminas originales. A su vez, el conde Caylus grabó una plancha con los cuatro objetos que consideró más atractivos: una Venus con Cupido procedente de Madrid, una urna funeraria romana de Cádiz y las figuritas de Hércules y Neptuno de las que hoy haremos memoria.

Lámina con objetos arqueológicos de los marqueses de la Cañada en el Recuil d’antiquités del conde Caylus, 1767.

Caylus publicó la lámina en el último tomo de su monumental Recuil d’antiquités… publicado póstumamente en 1767 pues falleció un año después del envío de Guillermo, de quien decía que era dueño de un gabinete de antigüedades muy hermoso en el que ha seguido los pasos de su padre.”  

Unos meses antes de morir, en abril de 1765, sobre el marqués y su gabinete le decía Caylus en una carta a un amigo: “Se trata de un gentilhombre que me avanzó cortesía hace seis meses, hablándome de grandes fragmentos que su padre y él habían reunido. Seis meses después, me ha enviado los dibujos, y yo juzgo tanto como puedo, que tiene bellas cosas. He hecho grabar una plancha de los monumentos que me han parecido los más preciosos.

Anne Claude Philippe de Tubières-Grimoard, conde de Caylus (1692-1765) retratado por Alejandro Roslin hacia 1753. Museo Nacional de Varsovia. / Uno de los siete tomos del Recuil d’antiquités…, París, 1752-1767.

Dado que eran piezas y temáticas habituales en los hallazgos arqueológicos, pensó en no grabarlas, pero se decantó por publicarlas en razón a “el deseo de reconocer las cortesías del señor Marqués de la Cañada, el placer de mencionar un gabinete reunido en España y la satisfacción de citar varias ciudades de las cuales los anticuarios han hablado muy poco, son las razones que me han determinado a dar una idea del gabinete y los descubrimientos que se pueden hacer en España.

La resaca del mar en Sancti Petri

El 4 de febrero de 1731 se originó una gran resaca del mar en el litoral gaditano, probablemente a causa de un fuerte temporal y un huracán. El evento marino dejó al descubierto en el entorno del islote de Sancti Petri las supuestas ruinas del templo de Melkart/Hércules que fundaron los fenicios, uno de los santuarios más conocidos y venerados en la Antigüedad en todo el Occidente.

Caño de Sancti Petri y Punta del Boquerón frente al islote, espacio donde estuvo el santuario de Hércules. Foto tomada de ‘objetivoaereo.com’

De los hallazgos que el mar exhumó dejó un testimonio coetáneo el erudito y noble cordobés Lope Francisco Gutiérrez de los Ríos (1705-1742) que envió a su paisano el arriba citado Villacevallos. Entre otros pormenores, decía que “habiéndose llevado las aguas gran porción de arena, dejaron descubierto un patio y diferentes paredes como de palacio o templo, el patio todo enlosado de mármol y se vieron en él algunas mesas de piedra exquisita de colores, [...] y asimismo a distancia de un tiro de mosquete hay dos columnas grandes con sus dos figuras y pedestales, las cuales están tendidas en la arena tres varas [2’5m] del agua...”. Y asociadas a estas estructuras, entre otros objetos suntuosos, “una estatua de bronce de medio cuerpo de bajo y un brazo de otra estatua, y una peana de lo mismo, y otras diferentes piezas, como manos de león […] y otras diferentes figuras de idolitos de buena fábrica.” Como los dos idolitos --el Hércules y el Neptuno-- con los que se hizo entonces Juan Tirry.

El entorno de Sancti Petri en un plano levantado en 1870. Instituto Geográfico Nacional de España.

Tras la resaca del mar llegó el caos, no el de la naturaleza sino el de la codicia humana: seguramente la de no pocos paisanos y seguro que la de algunos soldados de la guarnición del castillo de Sancti Petri, que accedieron a las ruinas y arramplaron con los objetos exhumados y especialmente con una colosal escultura de Hércules en bronce que se llevaron al castillo, donde la fragmentaron para venderla al peso. Enteradas las autoridades de lo sucedido, el Cabildo de Cádiz (a quien pertenecía la jurisdicción de Sancti Petri) acordó reconocer con la ayuda de buzos el lugar y que los soldados implicados no se fueran de rositas: “en todo lo cual ha habido mucha maula [engaño] y ocultación por los soldados del Castillo, por lo que queda preso el capitán y algunos soldados.

En la circunstancia que fuese, Juan Tirry consiguió para su gabinete el Hércules --en posición de reposo, con la maza y cubierto con la cabeza del león de Nemea-- y el Neptuno --sin el tridente que portaría y pisando un caballo de mar--, de 20 y 24 cm de altura, que en su origen se ofrecerían como exvotos en el templo de Hércules durante el Alto Imperio. Su hijo Guillermo escribió de ellos en las líneas que acompañaban a las láminas: “Un Hércules de bronce, de muy buena mano, y lo más particular, hallada en el templo de otra divinidad, que se descubrió en Sancti Petri de Cádiz el año 1731, cuando se retiró el mar, y se dejaron ver las ruinas del antiguo Cádiz.” “Un hermoso Neptuno de una perfecta hechura, y valiente mano, hallado igualmente en el mismo paraje que el Hércules, siendo también de bronce.

Figuritas de Hércules y Neptuno en bronce halladas en 1731 en Sancti Petri, de la lámina del conde de Caylus, 1767.

Algunos destacados viajeros amantes de las antigüedades y la historia visitaron el gabinete de los marqueses y dejaron constancia de las figuras. Así, en 1753 el historiador malagueño Luis J. Velázquez Velasco, marqués de Valdeflores, que escribió: “Estaba el templo [de Hércules] a la falda de la isla por el lado que mira a Cádiz […] sacáronse de él diferentes estatuas, y entre ellas dos pequeñas de bronce de un palmo de alto, que están hoy en Cádiz, en el Gabinete del Marqués de la Cañada, que una es de Hércules y otra de Neptuno.” O el erudito y numismático Patricio Gutiérrez Bravo ‘el cura del Arahal’, que en 1771 apuntó: “...cuyas ruinas sumergidas [del templo de Hércules] se descubrieron en una baja del mar año 1731”, de donde “se sacaron unos idolillos que logró para su curioso Museo don Juan Tirry, Marqués de la Cañada, vecino entonces de Cádiz.

El gran pie de bronce

Tuvieron los marqueses otra pieza arqueológica procedente de la resaca de 1731 en Sancti Petri, que Guillermo no incluyó en las láminas: un gran pie de bronce que podría corresponder a la citada gran estatua herculina de bronce con todos sus atributos que soldados de Sancti Petri desguazaron para venderla al peso. Lo conocemos por el testimonio de un anticuario cuya identidad oculta en las siglas D.A.C.B., al parecer, visitante asiduo del gabinete de los marqueses, aun en tiempos del IV marqués José María Tirry. Se publicó en abril de 1808 en Diario de Madrid: “Vivía entonces en Cádiz el Marqués de la Cañada, quien además de una selecta librería y colección de pinturas, era afectísimo a las antigüedades: en cuanto lo supo acudió al castillo; pero llegó tan tarde que solo pudo rescatar un pie entero con el tobillo; lo compró inmediatamente y depositó en su museo de curiosidades; lo he visto muchas veces, y cuantos españoles y extranjeros han solicitado verlo: debe existir esta pieza en poder de los actuales Marqueses de la Cañada, o bien del de Ureña, casado con la hija mayor de aquella casa, que también es sujeto instruido y dedicado a la bella literatura.

En casa de Sebastián Martínez

Sebastián Martínez retratado por Goya en 1792, en Madrid. Metropolitan Museum de Nueva York.

Tras fallecer Guillermo Tirry en 1779, el Hércules y el Neptuno fueron a parar a la casa del comerciante y coleccionista de obras de arte Sebastián Martínez Pérez, un riojano que en Cádiz se asentó hacia 1765. Lo decía Antonio Ponz en 1794, que se declaraba buen amigo de Martínez: “También tiene algunas estatuitas antiguas de bronce, de Hércules, Neptuno, &c., que se dice fueron encontradas en la playa de Sancti Petri.” Lo confirmó al paso de unos años, en 1807, el conde de Maule, Nicolás de la Cruz y Bahamonde: “en el gabinete de D. Sebastián Martínez se encontraban dos estatuitas de bronce de una quarta de alto, la una de Hércules descansando sobre su maza, y la otra de Neptuno de excelente forma, ambas halladas entre las rocas de Santi Petri.”

En 1778, un año antes de fallecer Guillermo, Sebastián Martínez había comenzado a formar su colección de pinturas y estampas, que se convertiría en la pinacoteca privada más importante de España. Dado que el riojano no fue amante de coleccionar antigüedades, seguramente las estatuillas pasaron a su poder por encapricharse de ellas y entrar en el lote de la compra que entonces hizo de algunos cuadros y muchas estampas del difunto marqués de la Cañada; o   tal vez fue un detalle y regalo de la viuda del marqués, María Francisca Lacy.

Casa de Sebastián Martínez en Cádiz, frente a la Aduana (actual Diputación) y la muralla, hacia 1887. También en la imagen, la Puerta de Sevilla, donde el I marqués de la Cañada adquirió em 1718 una ‘casilla’ para el resguardo de sus mercancías embarcadas. Foto, colección de Rafael Garófano (detalle).

Martínez fue amigo cercano de Francisco de Goya, que lo retrató y a quien acogió en su casa de la calle de la Aduana durante el primer semestre de 1793 para que se repusiera de la enfermedad que le aquejaba (la que le provocó la sordera). Sabiéndose que el de Fuendetodos conoció a fondo el gabinete de su amigo gaditano, la escena de Goya contemplando el Hércules y el Neptuno e interesándose por su historia, sin duda, fue vivida.

Al morir Sebastián Martínez en noviembre de 1800, la colección pictórica y todo su patrimonio se repartió a partes iguales a sus dos hijas: Catalina, casada con Francisco Viola, y Josefa, esposa del capitán e ingeniero militar Fernando Casado de Torres. Si en la partición de los bienes del padre se incluyeron los dos exvotos de Sancti Petri, lo desconocemos.   

Catalina Martínez Errecarte, hija de Sebastián Mtnez., retratada por Goya hacia 1810. Museo del Louvre. / Fernando Casado de Torres (1757-1829), esposo de Josefa Mtnez. Errecarte. Museo Naval de Madrid.

Ambas estatuillas las dieron a conocer a la comunidad científica Antonio García y Bellido (1963) y Antonio Blanco Freijeiro (1985).

Ambos bronces fueron exvotos ofrendados en el templo de Hércules en tiempos del auge de Gades durante el Alto Imperio (siglos I-II d.C.), tal como fue costumbre que hicieran, antes y después, los devotos --particularmente navegantes y comerciantes-- de tan afamado santuario desde que lo fundaran los primeros nautas tirios que arribaron a Gadir.

Figura de Hércules Gaditano (22 cm) hallada en Sancti Petri en 1984. Museo Provincial de Cádiz.

El Hércules que fuera de los marqueses de la Cañada nos recuerda al exvoto de bronce incompleto que se halló en aguas de Sancti Petri en 1984. Probablemente es una figura griega del siglo V a.C. que fue reutilizada y reparada en época altoimperial, cuando se le grabó en el vientre la advocación gaditana del Herakles original: H G, Hércules Gaditanus.

Tal vez algún día reaparezcan las figurillas del Hércules y Neptuno. Tal como ocurrió el año 2000 con algunos fragmentos de otro de los objetos más importantes del gabinete arqueológico de los marqueses de la Cañada: el sarcófago romano de Medina Sidonia, del que escribiremos en la próxima entrega. (Continuará)


Anteriormente:
1. En casa de los Marqueses de la Cañada #6.236
Evocación de un rico patrimonio atesorado a orilla del Guadalete

2. En casa de los Marqueses de la Cañada (2) #6.250
Guillermo Tirry y Tirry, del esplendor a la quiebra

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