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159. LOBO. Tres generaciones de carpinteros.

carpinteria_lobo_01_puertosantamariaFrancisco Lobo Segura es un portuense nacido en la calle Santo Domingo en el año de 1960. Pertenece a una saga de carpinteros de la que él es la tercera generación en el mismo espacio físico: en la Calle Sierpes -ese pequeño callejón detrás del mercado, donde el tiempo parece haberse parado-. Paco es hijo y nieto de carpinteros o, por mejor decir, ebanistas y restauradores. Que de de eso se ha hecho y se hace en esta fábrica de oficio artesano, siendo especialistas en la restauración de muebles de caoba. Cruzando su umbral parece que entramos en otra época, otro siglo. Es nieto de Frasquito Lobo Montefalco e hijo de Francisco Lobo González, quienes, con sus tíos Rafael y Antonio fundaron una sociedad empresarial allá por 1950, año en el que la carpintería se trasladaba desde la calle Nevería, pegada al Freidor que había en la esquina con la calle Ganado, a su actual emplazamiento, justo donde estaba con anterioridad el Bar Canuto. La sociedad se llamaría luego Herederos de Francisco Lobo Montefalco y, desde 1984 en la que los distintos familiares se fueron desvinculando definitivamente de la misma, es gramofono_puertosantamariauna sociedad unipersonal a nombre de la tercera generación de Lobo en la calle Sierpes, de Francisco, orgulloso del  trabajo de restauración del mueble de un gramófono de la marca “La Voz de Su Amo”.

“Cuando se arreglan sillas, es que no hay faena” es un dicho de su abuelo Frasquito que venía a resumir la filosofía de la carga de trabajo o la falta del mismo en el taller. Recuerda Paco que, cuando era un chinorri (*) se formaban, como hoy, unas tertulias extraordinarias a la hora de la copa de vino fino, improvisadas pero esperadas. Y recuerda de su abuelo un dicho que hoy él también practica: “En una carpintería está prohibido barrer y sentarse encima de los bancos”, es decir que si se barría o se sentaba uno sobre los bancos de trabajo era una mala señal, de falta de trabajo en el primer caso y ofrecer una imagen negativa,  de improductividad, en el segundo. Paco nos confiesa que en la actualidad, cuando algún contertulio pretende sentarse sobre un banco de trabajo, el se resiste a no hacer cumplir con la tradición y le manda para abajo.

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La calle Sierpes, en la década de los sesenta del siglo pasado. Como se puede observar en primer término a la izquierda, los puesos de verduras se encontraban adosados y al aire libre, con el toldo de protección plegado. A la derecha, la ristra de bares de la calle en aquellos años.

revista_cruzados_puertosantamariaLA CALLE SIERPES
Manuel Sánchez -el padre del músico Manolo Sánchez Cerdá- colaborador habitual de la desaparecida revista Cruzados, escribía en junio de 1949, con el seudónimo de Zutanito: «En El Puerto como en Sevilla, y en un plausible afán de copiar lo bueno, tenemos también nuestra calle de las Sierpes. Más pequeña, menos amplia y decorada, pero movida y alegre como aquella de la antigua Híspalis, punto de reunión de tratantes, señoritos, toreros en desuso y disimulados vendedores de tabaco rubio. Una calle Sierpes del “géneroc chico”, pudiéramos decir. En ella encontramos de todo; desde los típicos churros, producto de la masa semigris, hasta las luminosas y decorativas ampliaciones fotográficas, pasando por las flores contrahechas, la hierbabuena, los panzudos cántaros lebrijanos, las sonrosadas arropías y ese “Cepu” de vía estrecha, que es el clásico baratillo. En tan poco espacio, no puede ni debe pedirse más. Si acaso un poquito de espacio para los transeúntes, que, entre los inevitables codazos, canastazos y pisotones, salen de ella bastante desmejorados. La Placilla, quizás sea un sitio muy a la mano y bastante a propósito, porque de esta forma, la calle Sierpes, con sus rifas, puestecillos y veladores de café, tendrá que unir a sus títulos de simpática, popular, serruchos_puertosantamariaalegre y bullidora, como su hermana mayor, la de Sevilla, el de intransitable”.

Como ya hemos señalado el taller de carpintería de Francisco Lobo se encuentra situado en el que fue el Bar Canuto; todavía se pueden ver en sus paredes los azulejos de aquel establecimiento e, incluso algunas piezas de hierro del antiguo bar. La actual propiedad del inmueble continúa en forma de letra “ele” hasta la calle Vicario, en lo que es el estanco situado frente a la panadería de Gómez de Requena. Quizás, debido a su estrechez, fuese en el S XVII el callejón de acceso al corral de las carnicerías, como entrada de mercancías y animales, dado que éstas se encontraban en el lugar que hoy ocupa La Casa de los Leones. Pero también se baraja la posibilidad de que en algún momento, el local de la carpintería fuera un callejón que conectara con la calle Santa María. Lo cierto es que al estar en la esquina de Sierpes con Vicario la garlopa_puertosantamariaPanadería Pública o Tahona, perteneciendo a la misma finca, posiblemente el callejón estuviera cerrado con rejas, desde las cuales se realizase el reparto del pan. Estas informaciones -a excepción de la continuidad de la calle Santa María- nos ha sido proporcionada por el historiador Miguel Ángel Caballero, del Centro de Patrimonio Histórico.

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Pero volvamos a Sierpes. En la esquina con Vicario, en la que fue la Tahona Pública, que luego sería -en el último cuarto del siglo XIX- la fábrica de Licores de Benigno González de Quevedo y que ya en el siglo XX se encontraba el almacén de Ultramarinos de Eloy Fernández Moro, existe hoy una tienda de electrónica regentada por su hijo Manuel Fernández Lobo, sin parentesco que sepamos, con los Lobo de la carpintería. A continuación se encontraba, en un reducidísimo local, el taller de relojería de Suano, allá por los setenta; la accesoria está vacía actualmente. Continuamos con la carpintería Lobo, que aparece en la fotografía anterior, en una visión desde dentro afuera: enfrente la pared recta del Mercado de Abastos.

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El Bar Milindri, en la década de 1950, contemporáneo en sus inicios de la Carpintería Lobo. Manuel e Ignacio Simón, los primeros a la izquierda. (Fotografía del libro 'Tabernas y Bares con Solera' de Enrique Pérez Fernández).

Luego viene la joyería, donde en tiempos había un taller de costuras regentado por una portuguesa. A continuación se encontraba, en lo que ha sido hasta hace escasas fechas la Ferretería “La Plaza” el Bar Milindri, famoso, peculiar y conocidísimo establecimiento en el que habían existido diferentes tiendas de bebidas desded el siglo XIX y que cerró a principio de los setenta del siglo pasado, cuando lo regentaba José Luis González Obregón. El actual bar “El Rocío” ha tenido varios propietarios y nombres, pero el que mas nos llama la atención es el de “La Tienda de en Medio” por encontrarse situado entre el Milindri y El Alba éste último, en la actualidad, reconvertido en una tienda de ropa. La escalera de acceso a la vivienda de D. Buenaventura, es el intermedio para la esquina Bar Vicente. Así, regentado por una misma familia y dedicado a la misma actividad, podemos decir que la Carpintería Ebanistería Lobo, es el establecimiento más antiguo dedicado a la misma actividad, puntillas_puertosantamariajunto con el Bar Vicente ya que su actual propietario, Vicente Sordo, se hizo cargo de Los Pepes, igualmente, en 1950, hace 59 años. Un buen mano a mano, casi de punta a punta, para esta pequeña, bulliciosa, concurrida y hostelera  calle Sierpes.

7 comentarios en “159. LOBO. Tres generaciones de carpinteros.

  1. Milagri

    Quien paso por nuestra vida y dejó Luz,
    ha de resplandecer en nuestra alma para toda la eternidad.
    Tq Paco Lobo

  2. Paco Camacho

    Nuestro amigo como bien dice Luis Bernal,

    Fue amigo de sus amigos y su taller ese sitio de encuentro en la plaza que nunca olvidare, Nunca me he reído tanto y pasado tan buenos momentos con el, desde aquí mi recuerdo para el y Miliagri, Pepe, Alfonso y todos esos amigos que tanto tiempo pasamos juntos en el colegio, el instituto en aquella plaza de Castillo, en el taquilla hoy Mercadona y mucho mas recuerdos que ahora no voy a enumerar porque son muchos, porque me sigo acordando de el, siempre que puedo me tomo una Hendrix en su nombre porque se lo merecía todo.

    Tus amigos que te echamos de menos todas la navidades cuando nos encontramos unos cuantos no te olvidamos

  3. Luis Bernal

    Nuestro amigo Lobo falleció el pasado mes de Marzo. Se nos fue una grandisima persona. Siempre estarás en nuestro recuerdo

  4. Eloy Fernández Lobo

    Hoy, he visitando por segunda vez las etiquetas de los vinos, sección que me maravilla porque muchas de esas etiquetas son recuerdos vivos de mi niñez y además, porque estuve vinculado a Terry doce años; me he parado precisamente en esa etiqueta y me he hecho la misma pregunta, ya que tenía entendido por lo que oí de mi madre, que los primeros Lobos en llegar al Puerto fueron su padre y hermanos. Tendré que tratar de averiguar si en verdad fue así o si hubo algún Lobo, de la misma familia, antes que ellos. Si consigo saber algo prometo que lo aportaré.

  5. Eloy Fernández Lobo

    "............ Manuel Fernández Lobo, sin parentesco que sepamos con los Lobos de la carpintería", pues sí señor lo hay, y próximo. Me voy a permitir una intromisión por cuestión de parentesco, de descendencia de “Lobo”. Todos los “lobos” del Puerto “son de la misma camada”

    Francisco Lobo Montefalco era tío abuelo de los hermanos Manuel y Eloy Fdez. Lobo.

    José Lobo Montefalco, hermano de Francisco, o "Frasquito" que así le llamaban, fue también carpintero, un ebanista de gran talla profesional; casado con María Moya Matas, tuvieron ocho hijos: Manolo, Pepe, Clara, Carmela, Pedro, Ramón, María, y Antonio, su casa, una gran finca, la tenían en la c/ Jesús de los Milagros con miradores al Parque Calderón (dónde Ramón Lobo Estrada, a finales de los ochentas abriría el bar restaurante “El Baratillo”).

    La carpintería de José estaba ubicada en la c/ Larga (en el bajo de la casa de la familia Merello) dónde últimamente ha estado el restaurante Albahaca. Los hijos Pepe y Pedro continuaron con la profesión y el taller de su padre. Pedro, hombre menudo y reservado, ebanista-restaurador, fue el profesional elegido por las familias de renombre del Puerto, Terry y Osborne principalmente, para el mantenimiento de sus muebles de caoba y otras maderas nobles, Pepe fue más bien un carpintero, en el más estricto significado del término.

    María Lobo Moya, hija de José Lobo Montefalco, contraería matrimonio con Eloy Fernández Moro, matrimonio del que nacerían Manuel y Eloy Fernández Lobo, por lo tanto primos segundos de Francisco Lobo Segura. Como curiosidad, el autor de este comentario o extensión del artículo, que tuvo que desarrollar conocimientos teóricos y prácticos de carpintería durante el Bachillerato Laboral, cuando tenía doce o trece años, durante sus vacaciones, le encantaba irse a la carpintería de sus tíos Pepe y Pedro, con lo qué evitaba que su padre le impusiera ir a la tienda de ultramarinos (el almacén) que no le gustaba; aún hoy recuerda con nostalgia el aroma de las virutas de las distintas maderas, el maravilloso y cuantioso herramental artesano dejado por su abuelo, y con orgullo, haberse hecho allí, con sus manos, su propio banco de carpintero, parte del herramental que utilizaba en aquella temprana afición, y hasta su propia mesa de estudio (posiblemente llevaba las virutas en la sangre, aunque no le llegara a cuajar como profesión).

    En cuanto a la calle "Sierpes", que en realidad se llamó siempre "Abastos", entre el "bar Milindri", cuyo verdadero nombre era "Las Delicias" y la vivienda y taller de costura de “Carolina la Portuguesa" (madre de "El Portugués", dueño del famoso baratillo de la c/ Cruces, en el bajo del Palacio de Marqués de Purullena), hubo un tallercito o tienda muy particular, lo conocíamos como “El Baratillo de Cristóbal”; Cristóbal fue un hombre extraño, de mal genio, que mataba las moscas con su paleta autoconstruida, con una maestría y precisión extraordinaria, que nos dejaba a todos los niños perplejos; allí Cristóbal, hombre de grandes habilidades, lo mismo arreglaba una máquina de coser que te hacía o reparaba una llave (cuando no había máquinas para ello), ,cerraduras, que lograba abrir como el mejor de los cacos con la ayuda de su ristra de ganzúas, gafas, mecheros o encendedores, absolutamente de todo arreglaba y de todo colgaba del techo, o había en los múltiples tenderetes que aquel cuchitril tenía. Con el advenimiento del progreso, cuando su actividad se hizo imposible de sostener, Cristóbal pasó a conducir la ambulancia de Cruz Roja, a la sazón una furgoneta D.K.W.

    REDACCION ha escrito: De acuerdo con lo que nos dices, la pertenencia a una rama común del apellido Lobo, ¿Nos podrías facilitar alguna información sobre Manuel P.F. Lobo, bodega establecida en nuestra Ciudad en 1826, de la que ponemos en la sección de VINOS dos etiquetas: Amontillado Fino Lobo y Sherry Delicado?

    N.B. Agradecemos los comentarios, aportaciones y rectificaciones de los lectores que hacen viva esta página y la enriquecen.

  6. Meli Rivas

    Conozco bien a este ebanista-restaurador, y puedo aportar, si se me permite, algunas peculiaridades de su personalidad, al margen de la bella historia contada sobre la calle Sierpes, donde se situa la singular carpinteria. Gran aficionado a los mercadillos, es poseedor de las más insólitas colecciones; entre sus preferidas, las cajas (o cajetas, como decía su madre) de lata y latón. Creativo e inventor, es capaz de fabricar en su taller los objetos de madera más bonitos y originales que se puedan contemplar. Y más que comer mucho, a este autentico "gourmet" le gusta comer bien. Como lo han definido recientemente en el seno de su familia, es todo un "personaje". Yo añado: sin duda, un gran tipo.

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