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María Teresa y Maribel de los Santos. En primer término Pepe Estévez.

Hay oficios que marcan el destino de una familia, si bien en nuestro tiempo esta fidelidad profesional no resulta tan frecuente como antaño. La persistencia familiar en un mismo oficio parece una cosa del pasado, algo que ya no se lleva. Incluso en lugares pequeños y en sociedades cerradas es difícil ya encontrar a más de dos generaciones dedicadas a un mismo trabajo heredado, despachando en un mismo comercio.

Las joyas siempre han estado muy presentes en la historia del ser humano. La joyería, como oficio tradicional, ha tenido un papel clave en la cultura de las civilizaciones, aportando piezas de gran valor emotivo y cultural a las personas. El ser humano ha utilizado la joyería desde su misma toma de conciencia como individuo diferenciado, sea como amuleto, signo de poder o recordatorio.

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La Joyería Santos, en el cruce de Luna con Nevería. (Ilustración: María Lizaso).

Merodeando entre el tiempo pasado y las cuatro esquinas de la calle Nevería en su cruce con Luna, no puede uno dejar de imaginar lo que El Puerto fue en el primer tercio del siglo XX, el siglo de la nueva edad de oro de las letras españolas.

Ajeno aún a las grandes superficies comerciales y rodeado por la tradición secular del trato a diario y cercano con los parroquianos del lugar y de allende las fronteras de la Sierra de San Cristóbal, el roteño de nacimiento y portuense de adopción Juan Luis de los Santos decide abrir negocio de joyería en la entonces calle Sagasta (hoy Ganado) allá por el año 1925. Había aprendido el oficio con un tío suyo residente en El Puerto a donde llegó nuestro protagonista procedente de la Villa de Rota para completar sus estudios en el colegio de los Jesuitas.

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La mesa de operaciones de la joyería

Mientras Juan Luis se afanaba en el oficio de la joyería y la compostura, ese mismo año nuestro paisano Rafael Alberti ganaba el Premio Nacional de Literatura con su obra Marinero en tierra y empezaba a colaborar en la Revista Occidente; el historiador Hipólito Sancho centraba sus investigaciones históricas en El Puerto de Santa María y ejercía como alcalde de la ciudad Alfonso Sancho y Mateos propietario de la Bodega A&A. Sancho fue el primer presidente de la Academia de Bellas Artes y precursor del dragado y encauzamiento del río Guadalete.

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Fachada de la Joyería Santos. A la izquierda Nevería, a la derecha Luna.

Pasados los años Juan Luis decide trasladar la actividad a su actual ubicación, lugar que ocupaba la Taberna de Juan de Dios, frente por frente del edificio de teléfonos que más tarde pasaría a ser la Cafetería Trevi. En la esquina contraria se encontraba la tienda de ultramarinos La Argentina fundada a principios de siglo por el cántabro Eugenio López Díaz-Terán, que arribó por El Puerto procedente del núcleo rural llamado Barriopalacios, cercano a Torrelavega, como chicuco de otra tienda de montañeses.

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María Teresa y Maribel de los Santos, las hijas del fundador.

La Joyería Santos, negocio tradicional y familiar, ve incrementada su plantilla cuando en el año 1957 entra a formar parte de la misma con 12 años el aprendiz Pepe Estévez, que de la mano del maestro joyero De los Santos y sus hijas, ha sido y sigue siendo un pilar fundamental en el devenir diario de tan prestigioso establecimiento.

joyerisasantos_rotulo_puertosantamariaEn el año 1979 se emprende la remodelación de la joyería con el aspecto que presenta en la actualidad. Desgraciadamente su mentor tuvo poco tiempo para disfrutar del nuevo aspecto que presentaba aquél proyecto de vida que lideró 54 años atrás, ya que falleció escasamente un año después de su reinauguración. Sus hijas María Teresa y Maribel junto con Pepe Estévez han mantenido durante todos estos años el glamour que sólo unos privilegiados pueden imprimir a la labor iniciada por su mentor y maestro.

El 31 de julio de 2010,  la Joyería Santos después de 85 años de vivencias acumuladas, de repartir su sello de identidad a todo aquél que quiso regalar una perla, un zafiro o un colgante de lapislázuli, dejó de existir para los portuenses por aquello de las generaciones perdidas. La calle Luna ya no será lo mismo. (Texto y Fotos: Manolo Morillo).

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