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Yo,  que presumo de mis orígenes montañeses, como que por un lado desciendo de Coó, y, por otro, de Barriopalacios y de Torrelavega,  fui invitado el día de la Virgen del Pilar a un Campeonato de Bolos Palma, en el Complejo Deportivo La Isleta, de Valdelagrana. Allí  se reunió lo más florido de los portuenses legítimos. Porque yo no me canso de repetir que para ser portuense es preciso haber nacido en El Puerto y llevar por las venas unas gotas de sangre montañesa. Eso desde que Alfonso X repobló la antigua Alcanate con caballeros de la cornisa cantábrica. El Norte de los montañeses está en el Sur.  Siglo tras siglo, los cántabros, como en aluvión, nos han venido y se han encastrado con nuestra tierra y nos han proporcionado los ingredientes que conforman la razón de ser bajoandaluz.. Es la revelación fascinadora del talante que acaso allí tengan encubierto y que aquí aflora, se abre y se homologa como andaluz. Estoy convencido de que el carácter bajoandaluz es inexplicable sin la presencia montañesa.

Son los inventores aquí de un vino pálido, aromático y punzante que llamamos Vino Fino; han contribuido con sus “Montañesas”, al forjado de algunas formas del cante flamenco... El día 12 fue memorable. El Campeonato de Andalucía, de Bolos Palma, Ciudad de El Puerto, al que asistieron un reguero de autoridades locales y numerosos montañeses de El Puerto, lo ganó cumplidamente José Manuel García Gómez, el de “Los Caballos”. Le siguió Eladio Gutiérrez Quevedo y, en tercer lugar, Alejandro García Pérez. Al día siguiente, todo estaba de manifiesto en el periódico “Alerta” de Santander y se habla de que el año que viene habrá un Trofeo “Juan de la Cosa”, otro cántabro, de Santoña, afincado en El Puerto, que prestó la nao “La Gallega” a Colón que se convirtió en la Santa María y que, en el 1500 hizo aquí el primer mapamundi con las costas americanas. Nuestros orígenes más recientes, los del siglo XIII, son montañeses. Y los sucesivos, también.  Así pues, no nos son los montañeses gente  extraña, sino bien próxima. Decir que los llevamos en nuestro corazón es poco. Es que por nuestro corazón corre su propia sangre./Fotos: Colección Antonio Gil de Reboleño: Bolera El Corribolo. (Texto: Luis Suárez Ávila).

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