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1.530. COLEGIO NTRA. SEÑORA DE LA MERCED. (I).

Antonio García Flores, director durante muchos años del Colegio La Merced, entre dos alumnas.

Tras el fallecimiento de nuestra querida Directora --Doña Francisca González Sosa-- el Colegio La Divina Pastora, cerró  definitivamente sus puertas. Para las alumnas la noticia fue más que tremenda, pues en este centro, habíamos  aprendido, desde nuestras primeras letras, hasta las más  provechosas normas de urbanidad, amén del compañerismo  y las amistades sinceras. Nuestros padres, de repente, se vieron inmersos en la tarea de buscarnos realojo en otros colegios. Buscaban, a poder ser, cerca de nuestras  viviendas. Nada  fácil por cierto. El primer escollo, fue  como lograr que admitieran a todos los hermanos en el mismo centro. En nuestro caso no iba a ser una excepción así que, por la amistad de mi familia con doña María Jesús, directora del Colegio San Agustín, mis  dos hermanas mayores pasaron a dicho colegio, mientras que yo  pase a La Merced, en la calle Ganado.

MI PRIMER DÍA.
El primer  día, a pesar de la compañía  y los ánimos de mi Tato --Milagros Gálvez--,  era más que notable que temblab como una hoja. Lo primero que me impactó, fue su escalera,  pues era amplia y preciosa. Lo segundo, que era un colegio mixto, y por tanto eso haría que me sintiera insegura, dada mi timidez. Desde el primer día, mi profesor Don Fernando Vela Morillo --nada que ver con mi familia-- con su cordialidad, hizo  que me sintiera cada vez más cómoda. La mayoría de los alumnos,   me acogieron con agrado y pronto  dejé de ser ‘la nueva’, para pasar a ser una más de ellos.

Fachada del colegio en la calle Ganado.

Que no fue fácil, ya se los digo yo que no, acostumbrada como estaba a los hábitos de mi   anterior Colegio y a la reconfortante  compañía de mis amigas,  con las que desgraciadamente, no coincidí en esta nueva andadura. Creí  que no llegaría a adaptarme pero, ciertamente, lo hice, especialmente por una compañera: María. María era una niña dulce y cariñosa  a la par que  responsable que sin apenas elevar la voz, todo cuánto decía, y hacía era coherente y lleno de sensatez. Desde primera hora, nos caímos bien, entre nosotras no había celos ni malos entendidos, si no todo lo contrario.

DON FERNANDO.
El curso fue muy animado, Don Fernando  era un magnifico maestro, estricto cuándo tenia que serlo, pero a la vez, desparramaba alegría, optimismo y simpatía a raudales. En este centro, todo era diferente, empezando por ese gran patio, que albergaba, a la derecha la clase  de los párvulos, a cargo de la señorita Milagros Leveque. Una mujer encantadora, con la que solía hablar a menudo, y a la que recurrí en algún momento en busca de alguna chuchería, pues aunque poca cosa, algo vendía, al igual que su hermana Rafaela. Esta última, junto con Nena  se ocupaban del resto de los menores. Estas clases estaban en la azotea. Me cuentan que, al tener el reloj del Ayuntamiento tan cerca, los alumnos aprendían a descifrarlo asomándose a mirarlo. Nena, ha sido con la que más trato he tenido durante todos estos años. Era pequeñita de  tamaño, pero muy grande, en  simpatía, y calidez.

La autora de esta nótula, María Jesús Vela, en una imagen de su paso por el colegio La Merces.

También en el patio, estaban los servicios, pero lo que realmente me encantaba como ya he dicho, era esa impresionante escalera, acostumbrada a la alta y empinada de la Divina Pastora, esta me parecía muy señorial.

Tras traspasar el umbral de la puerta, a la derecha del recibidor, estaba un pasillo  que  nos llevaba directos a la cocina, y las habitaciones privadas de la familia de nuestro director, Antonio García Flores. Desgraciadamente no tuve el placer de conocer a su  primera esposa, pues había fallecido, pero no sé si mucho o poco tiempo antes de mi ingreso en el centro. Quién sí estaba era María, hermana de Don Antonio, ella era la encargada, de  la cocina y de paliar en lo que podía  las necesidades derivadas de esta como algún pequeño accidente  casero sin importancia que requiriera  de  una  simple tirita, o un  sorbo de agua. María era muy agradable, pero sabía ponerse en su sitio, para que no nos desmandáramos en sus dominios.

A la izquierda del recibidor, el despacho de nuestro director, al que rara vez entrábamos. No así a una habitación continua,  que si mi memoria no me falla, daba al pasillo de acceso a las clases. Para entrar a éstas, pasábamos por una amplia galería, a la que años posteriores,  convirtieron en clase. En esta zona, recuerdo especialmente a un  chiquillo muy guapo --hijo de unos conocidos comerciantes  n el arte de freír  como nadie,  el pescado--  frente a lo más castizo de nuestro Puerto ¡El Vaporcito! Debía ser un poco trasto, pues  a menudo estaba castigado. Lo malo era que su hermano pequeño, aguantaba estoicamente, la más que aburrida espera. Las primeras veces que le vi, le pregunte: «--¿Otra vez estas aquí. Criatura que has hecho ahora?  Se bueno hombre por Dios! Hazlo por tu hermano, pobre».

El director del colegio y algunos profesores: Antonio García Flores, María Pulido Vega y Milagros Barba Lloret. Curso 1987/88.

Tras la galería, la clase de Don Fernando, y a continuación la del director. Frente a ésta había una habitación, que más tarde seria la clase de doña Lola Castilla. Lola  era una mujer muy  alegre,  y de colorida sonrisa. Dotada con un buen torrente de voz, parecía que pudiera amedrentar, pero ¡que va! No era el león tan fiero, apenas un gruñido.

GIMNASIA.
Volviendo a mi primera aula, una novedad fue  la noticia de que debíamos hacer gimnasia --yo no la había hecho hasta entonces--. Para ello,  frente al colegio estaba Denia, un establecimiento de ropas,  en el que creo recordar compramos unos puchos azules --pantalón corto bombachos-- con los que estábamos como un “cuadro surrealista”. Muy feas, ¡la verdad sea dicha! O cuánto menos poco agraciadas. Nuestra profesora fue Fina Rosso, Sánchez,  una mujer simpática y dicharachera, con la que nos lo pasábamos genial, tanto que a veces charlábamos más que hacíamos ejercicio. No quiere decir que fuera descuidada, ¡eso no! Solo que la camelábamos, para que nos contara historias y no fuera muy dura.

Años después fue Fátima su hermana, quien tomo las riendas de nuestro entrenamiento, y ciertamente nos dio mucha caña. Las niñas, para  este menester ocupábamos el patio por separado de los niños, y en esos momentos, sin saber bien por qué,  a  muchos les entraba unas ganas repentinas y perentorias de visitar el servicio, claro que el profesor se las sabía todas, y no siempre colaba. No entendía el interés, pues estábamos hechas unos cromos. De esta primera etapa, la novedad que menos me gustaba, era una regla transparente --no sé si se trataba de  plástico o que-- pero que alguna vez probé, y me dejo las manos doloridas, y mi amor propio por los suelos. No hay que rasgarse las vestiduras, eran otros tiempos, y la disciplina en tan  pequeñas dosis no nos hizo ningún mal que hubiera que reparar.

Otros profesores: Antonio García Pozo, actual director, Manuel Álvarez Martín e Inés López Ayuso. Curso 1987/88.

PRIMERO DE BACHILLERATO.
Terminado el curso, pase a  primero de bachillerato con Don Antonio. Daba gusto oírlo explicarnos las lecciones. Se veía a leguas que disfrutaba, con la enseñanza; después de sus explicaciones, nos resultaba mucho más fácil memorizar los textos. Nos explicaba las batallas, como si hubiera participado en ellas, pues hablaba con tanta naturalidad y sapiencia, que hacia que realmente nos imagináramos la situación. Era un maestro ¡Sublime!

En este centro todo eran novedades, y una de éstas fue, que cuándo las niñas de mi fila, fallábamos una pregunta, nos ponían  la última, por el contrario, si  la acertábamos y las anteriores a ti habían fallado, nos colocábamos la primera. Todas variamos de puestos, pero definitivamente  a Antoñita y a Puri , pocas veces les arrebatamos la cabecera. María y yo nos sorteábamos el tercer y cuarto  lugar;  entre nosotras no había ninguna competición, así que nos alegrábamos sinceramente de poder seguir juntas, tuviéramos, el puesto que tuviéramos.

Promoción 1980-88. Aparecen en la fotografía: Lourdes, Fatima, Jesuli (+), Jose Manuel Pinero, Juan Diego Caraballo, Juan Jose, Anelo, José Antonio Alcázar Lobo, Merchi?, Mercedes Gutierrez, Ana Mª. Terriza, Carlos Millan Ortolá, Jose Antonio Tejero Lanzarote, Araceli, Helice?, Pablo, Joaquín Calvario?, Almudena Camacho Cailla, Mercedes Graván, Mercedes Ortiz, Luis Miguel Rivas Asensio, Pablo Salas, Fali Pérez, Raposo, Maria Luisa Galván, Elvira Arcilla, Milagros Cuevas Mulero, Mari Carmen Borrero, Daniel Vela Cairón, Oscar (+), Eva María Sebio Toyo, Mila Galera.

LAS PREPOSICIONES.
¿Se acuerdan de las preposiciones? Yo me acordare toda la vida. Don Antonio, me pregunto sobre ellas, y cuando, puesta en pie, empecé a decir: «--A, ante, bajo, cabe, con, contra…»,  no pude seguir, los mayores frente a mi y a espalda de Don Antonio, gesticulaban, vocalizaban y  hacían   aspavientos,  en un intento de ayudarme a que siguiera; pero al ver al auditorio, me entró miedo escénico y. me quería morir. Me ayudaron sí, pero a que me quedara hasta final de la tarde,  hasta que Don Antonio tuviera a bien  volver a preguntarme por ellas. ¡Un desastre!

BACHILLERATO.
En nuestra clase, no sólo estábamos los de primero de bachillerato, también segundo, tercero y cuarto. Desde luego era grande, y  realmente,  se llevaba bien. Lo único era que todos queríamos que Don Antonio nos tomara la lección al mismo tiempo, y naturalmente no podía ser. No sé que criterio seguía, pero intentaba en todo momento ser ecuánime, claro que cada curso creía que los otros se salían con la suya.  Era encomiable su dedicación,  sobre todo en época de exámenes. Nos examinábamos en  el Instituto  Muñoz Seca, junto a la estación de ferrocarril. A  las ocho de la mañana comenzábamos el primer examen y el último normalmente,   Gimnasia  al día siguiente pasado el medio día. ¿Os imagináis salir de uno, para entrar en otro sin un pequeño descanso? Pues así  fue, todo el Bachillerato. Es de agradecer que nos dedicara toda su energía y su tiempo, lo único malo era que se lo quitaba de su familia y de  su merecido descanso. Poco le importaba que fuera sábado o domingo, con tal que estuviéramos bien preparados.

Visitando el Congreso de los Diputados en la capital de España.

Ciertamente había noches que salíamos  pasadas la nueve, no por estar castigados, simplemente, surgía algún imprevisto, que se veía obligado a  subsanar. Para María era un calvario, y lo comprendo, pues vivía,  bastante lejos,  concretamente cerca de  la Barriada de los Marineros. Yo la acompañaba hasta la Plaza de Toros, pero a partir de ahí, cómo diría mi madre, estaba oscuro como “boca de  lobo”. Para una niña de doce o trece años, no era plato de gusto. El único establecimiento  que recuerdo por esa zona era el de Antonio Nicanor, la calle estaba sin asfaltar, era de fina y dorada arena de la Playa de la Puntilla. María, era una niña muy valiente,  y con la paciencia del Santo Job. Las tardes se hacían más pesadas, pero  a ambas nos gustaban  las matemáticas y el inglés, y eso las hacia más llevaderas.

DON ANTONIO ALGARRA.
Don Antonio Algarra, nuestro extraordinario profesor, se ocupaba de   estas materias, y a pesar de ser tímido y reservado, sabia captar la atención de sus alumnos, por su  destreza y buen hacer, --yo diría su brillantez--. No puedo por menos, recordarlo con ternura, pues  para mí  “sus rarezas” eran como las de  un niño grande, necesitado de afecto y comprensión. Claro que es solo mi apreciación. Una de estas tardes “raras” por lo inusual,  habíamos llevado  a petición suya, nuestra música preferida. Llevamos música de los Beatles, los Credence Clearwater Revival, Rolling Stones, que oyó sin inmutarse,  aunque claramente, no le gustó.  Él  llevó a María Dolores Pradera. Su cara era un poema al oírla cantar: la Flor de la Canela,  Fina Estampa etc. Era un hombre sensible y tremendamente  vulnerable, o eso aparentaba.


Visitando las instalaciones de Diario de Cádiz, acompañados por el director y los profesores Milagros Barba Lloret y Manuel Alvarado Martín.

Muchas han sido mis vivencias, en este centro y todas buenas. No habría sido así, de no haber tenido el privilegio, de contar con maestros tan  extraordinarios, como los que tuve ni  compañeros tan entrañables. Desde Álvaro, un chaval encantador que me decía algún que otro requiebro, pasando por  Paco, un alicantino  saleroso,  que hacía que los días fueran  mucho más agradables con su ingenio y simpatía; sin olvidarme del adorable Diego ---que ya dormita el sueño de los justos  entre nubes de algodón--, y mis más que queridas compañeras, especialmente María. Todos hicísteis que realmente me sintiera arropada, con vuestra generosa amistad y compañerismo y muy   orgullosa de haber sido y sentido ser alumna de Nuestra Señora de la Merced, el colegio de la calle Ganado /Texto María Jesús Vela Durán.

Próximamente publicaremos las vivencias de Susana Villarreal Wittch en el Colegio de la Merced

4 comentarios en “1.530. COLEGIO NTRA. SEÑORA DE LA MERCED. (I).

  1. ANTONIO GARCIA

    HOLA SOY ANTONIO TU COMPAÑERO Y ADMIRADOR SIEMPRE FUISTE GUAPA, AGRADABLE, ESTUDIOSA Y EJEMPLO POR TU BONDAD Y SER UNA PERSONA SINCERA. PUEDES VISITAR TU " ANTIGUO COLEGIO" CUANDO QUIERAS, ME LLAMAS Y CON MUCHISIMO GUSTO TE LO ENSEÑARÉ. ESTÁ TRANSFORMADO PERO MUCHAS COSAS NO SE OLVIDAN. A TU DISPOSICIÓN. MI TELF ES 639576901

  2. Mery

    Buenas, yo fui alumna de ese colegio y buscando la página web del colegio me he encontrado con esto.
    Me ha emocionado mucho ver tu publicación ya que yo también guardo grandes recuerdos de él. Sin embargo, mi experiencia no es tan agradable como la tuya ya que el ambiente era muy distinto. El nivel de las clases era bastante bajo debido a que la gran mayoría de los estudiantes no deseaban ni les interesaba aprender nada haciendo que la clase siguiera adelante gracias a los 5 o 6 que si que estudiaban.
    Era un colegio en el que todos los días había peleas y se acercaba bastante a una "lucha por la supervivencia". Sin embargo, al ser los cursos únicamente de una clase cada uno, todos nos conocíamos bastante y eramos muy piña, ya que ser solo una clase por curso tenía sus ventajas, aunque también desventajas ya que aquellos alumnos que eran diferentes no tenían amigos como ellos en los que refugiarse como pasaría en un colegio grande por lo que el bulling estaba asegurado.
    Sin embargo, como ya te digo, pase muy buenos momentos en ese colegio que todavía recuerdo con gran cariño y simpatía ya que cada vez que paso por esa calle me acuerdo de todos los momentos que pasabamos alli porque que otro estudiante puede decir que su recreo se hacía en una azotea o aquellos días de educación física que la pasabamos yendo al poli
    Como ya te digo, la situación cambio bastante en mi época que entré en ese colegio sobre el año 2000 y según me cuentan la cosa va a peor, es una lastima porque a mi al igual que a ti me encantaría volver a entrar en ese colegio y rememorar viejos tiempos.

  3. María Jesús

    Muchas gracias Susana.
    Hace pocos días volví al colegio, y me dio tristeza no reconocerlo. Al no estar, mi compañero Antonio-Actual Director- no me atreví a pedir que me dejaran visitar las clases. Me hubiera encantado hacerlo, pues seguro que hubieran aflorado todos los gratos momentos vividos en esas Aulas. Sigo pensando, que a pesar de haber pasado la friolera de 40 años, siempre formare parte de él, pues fueron cinco años, en los que no solo me forme como estudiante, también como persona, pues todos fuisteis un ejemplo en cuanto a compañerismo y honestidad.´
    Un abrazo a todos, y gracias por haberme dejado ser parte de vosotros.

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