El magistrado Luis Arenas, instructor del crimen de Cortadura, ordenaba el 1 de marzo de 1996, tras mas de dos años y cuatro meses de prisión la puesta en libertad del portuense Rafael Galán Zampaña. Encarcelado como presunto autor de la muerte de Milagros García Bello, desde octubre de 1993, a petición de la fiscal Ángeles Ayuso --hoy Fiscal Jefe de Cádiz-- y ante la aparición de pruebas concluyentes de ADN (ácido desoxirribonucleico) que hacían dudar sobre su entonces presunta participación en los hechos: el asesinato de una trabajadora de 24 años natural de Medina, perteneciente al servicio de Playas del Ayuntamiento de Cádiz, que fue brutalmente asesinada en la mañana del 2 de octubre de 1993 cuando se dirigía a su trabajo en los servicios de la playa de Cortadura. Rafael está en conversaciones con su abogado para pedir una indemnización por el tiempo que pasó en en Puerto 2. El 1 de marzo se han cumplido 16 años de su excarcelación.
Colegio Cristóbal Colón en 1967.
Rafael Galán Zampaña nació el 1 de enero de 1958, sexto hijo de los doce (seis varones y seis hembras) habidos en el matrimonio formado por Francisco Galán, empleado de la Calería de Gálvez en la calle Melero y María Regla Zampaña. Estudió en el Colegio Cristóbal Colón y mas tarde en Sagrado Corazón, en la barriada de la Playa. Entre sus aficiones se encuentra la música, habiendo tocado la corneta en la Banda que dirigía Jesús Rosso y el timbal en la Banda ‘Maestro Dueñas’.
EMPRESAS DE SEGURIDAD.
Empezó a trabajar muy pronto --con 17 años-- y casi siempre, en empresas de seguridad privada, --pese a su coeficiente intelectual-- como vigilante de seguridad, llegando a prestar sus servicios en cuatro de estas compañías. Además ha sido repartidor de Bimbo con Diego Simón Montes (ver nótula núm. 358 en GdP), repartidor de cervezas Estrella del Sur en San Fernando, repartidor de Danone, aparcador autónomo y los últimos 10 años trabaja en la cooperativa Servicios y Aparcamientos 2002, S.C.A. Actualmente lo podemos ver en una de las zonas de aparcamientos de la Plaza de Toros. «--Mi deseo es trabajar para las nuevas empresas de aparcamiento que se han creado en la Avda. de la Bajamar, pero hasta ahora no lo he conseguido», afirma.
EL CRIMEN DE CORTADURA.
Pedro Ingelmo escribe en Diario de Cádiz: «El 3 de octubre de 1993 Milagros sale de su casa en la plaza Madrid (Cádiz) a las siete y pico de la mañana. Sopla un levante de los que hace volar. Realiza la ruta de siempre camino del módulo de la playa. Y en algún momento desaparece. A las ocho sus compañeras esperan a Milagros en el módulo. Qué extraño. No viene. Empiezan a trabajar. A las nueve y media un hombre pasea con su perro por la playa. El perro se adelanta y se detiene entre unos matojos. Deja de husmear, le ordena el dueño, pero observa que allí hay algo, una pierna, quizá es un mendigo durmiendo. Según se acerca, aprecia el cuerpo inmóvil, una falda levantada, sin ropa interior, y el rostro tumefacto apenas reconocible. Es Milagros.
En el mismo lugar de los hechos el forense examina el cuerpo azotado por la arena que levanta el viento. Las primeras conclusiones son que Milagros recibió varios golpes con una piedra en la cabeza, posiblemente tres golpes, aunque no fue eso lo que le causó la muerte. El dictamen final será ahogamiento. Se ahogó tragando su propia sangre. La arena es la aliada del criminal. Allí no habrá ningún indicio, el viento se los ha llevado a una velocidad de 60 kilómetros hora. Apenas había actividad a la hora del crimen en la zona. No va a haber testigos. La Policía no sabe por dónde empezar. ¿Qué es lo que falta? El bolso, dicen sus compañeras, el bolso de paja que siempre llevaba. /En la imagen, levantamiento del cadáver.
Dos días después, una compañera de Milagros coge el teléfono de casa. Al otro lado, una voz suspira. Al rato, en otro domicilio, otra compañera contesta al teléfono. La voz vuelve a suspirar, pero ahora increpa, insulta, se recrea en obscenidades. Sus compañeras afirman en comisaría que Milagros llevaba en el bolso su listín telefónico con los números de varias de ellas. Para mayor desesperación policial, ese mismo día una joven de 19 años denuncia haber sido violada por dos hombres en la playa de Cortadura a la salida del instituto. Hay pánico. La Policía interroga a decenas de hombres centrándose en aquellos que cuentan con antecedentes por delitos sexuales».
El 3 de octubre de 1993 Rafael Galán Zampaña se encontraba trabajando para la empresa de seguridad en la que prestaba sus servicios en los muelles de la gaditana Zona Franca. La Policía se presentó en su casa y le detuvo por ser, presuntamente el autor material de un asesinato y violación no consumada: el Crimen de Cortadura. Algún antecedente policial volvía del pasado. Rafael estaba confuso y en esa confusión, asegura, «firmó lo que me pusieron por delante», si bien luego reconocería los hechos de forma inconexa en la reconstrucción del crimen, algo que se desmontaría cerca de dos años y medio después. Su madre llegaría «pidió un crédito a una entidad bancaria para pagar algunos gastos de defensa», afirma. /Una imagen de Rafael de hace 16 años.
RECONSTRUCCIÓN DE LOS HECHOS.
«El 22 de octubre de 1993» --continúa Pedro Ingelmo-- «dos semanas después del crimen, una comitiva se dirige al lugar de los hechos. Para sorpresa de los fotógrafos, Rafael Galán no les esquiva, no se oculta. Va de un sitio a otro, señala un punto con seguridad y, cuando está en ese punto, duda. Hace equilibrios sobre un muro. Charla con el juez y accede a ir al lugar donde se halló el cadáver. Tras muchas preguntas y respuestas, se derrumba, llora. A partir de ese momento, gesticula con determinación y, visto desde la lejanía, parece repetir lo sucedido aquella mañana. Le quitó las bragas, dice, pero no la mató. No sé, no sé... Y, al fin, confiesa. Tras la larga jornada de reconstrucción, un policía sentencia a los periodistas: el caso está cerrado... /En la imagen, reconstrucción de los hechos.
...si no fuera por Alec Jeffreys el especialista en genética que desarrolló los estudios de Crick y Watson, descubridores de la hélice del ADN. Rafael Galán había sido examinado por un psiquiatra en la cárcel. En su informe se leía: "imaginación sin límites". Su abogado había intentado cuadrar las horas entre el crimen y los pasos de su patrocinado. Le resultaba imposible que se encontrara en la playa a la misma hora que había realizado el relevo en la Zona Franca. Mientras, el Instituto de Toxicología de Sevilla recibe vellos púbicos en una bolsa. Se habían hallado enmarañados entre los de Milagros. Sería una prueba definitiva. Deberían pertenecer a Rafael o, en todo caso, al joven con el que ella mantenía relaciones. Los resultados no dejaban lugar a dudas. Seguro que el vello era del asesino, pero ese pelo no era de Rafael. Sin posibilidad de error. No era su código de barras. La fiscal se rindió a las evidencias. Pidió su puesta en libertad. En 1998 las diligencias fueron archivadas provisionalmente. El caso del crimen de Cortadura quedaba impune. Nunca se sabrá quién mato a Milagros García Bello». Y Rafael, se quedó sin salir, porque lo rechazó, según afirma, en el programa ‘Cuerda de Presos’ de Jesús Quintero. O al menos eso dice él.