Esta nótula de María Jesús Vela Durán, recoge alguna de sus vivencias y recuerdos de la Primera Comunión, así como alguna comparativa con las actuales. E igualmente imágenes de grupos, de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado, pertenecientes a su colección.
Grupo mixto en la fachada de la Iglesia Mayor Prioral. A la izquierda, Nati Oncala Merino, hija de Melchor, propietario de la desaparecida Carbonería Las 7 Esquinas./Foto: María Mateos.
Ya llegó mayo, y con él, aromas de azahar de los naranjos en flor, y el blancor de la pureza, en las caritas de los que por primera vez, van a recibir la sagrada forma consagrada.
Esta, clarísimo, que mucho han cambiado las cosas, desde aquel 10 de mayo del 63 hasta nuestros días. Yo no tuve ni castillo hinchable, ni viaje a Disney Paris, ni ágape en algún restaurante ni nada parecido, pero si viví con mucha intensidad mi comunión.
Fila superior, de izquierda a derecha, Juani García Caraballo, Ana Martínez, Merche Cañas Bejarano, Milagros, Ana, Antonia Yuste Quiñones, Fila segunda, Milagros González Gómez, Teresa Gallardo, Paqui Revuelta, Inmaculada Díaz, en el centro, María del Carmen Herrera, Requena. Primera fila. Concepción Yuste Quiñones, la autora de la nótula María Jesús Vela Durán, Nieves, Manuela, Carmen Gago Rodríguez. Los angelitos son Ángeles Gómez Galán y Marta Cárave Ruiz.En las escalinatas del altar mayor de la hoy Basílica Menor de Ntra. Sra. de los Milagros Coronada, vulgo Iglesia Mayor Prioral. 22 de mayo de 1963.
Por no tener, no tuve ni vestido nuevo, pero anda que... ¡ no estaba guapa ni na! Permítaseme, la licencia de echarme flores, no por vanidad, sino porque ¿que importancia tenia? Ninguna, el mío estaba impecable a mis ojos, a pesar de haberle servido a mis cuatro hermanas mayores y prestado a una amiga de la familia. Un buen lavado y almidonado además del can can, hizo el milagro de que casi pareciera que estaba estrenándolo. A mí me parecía precioso y de verdad me sentía como una princesita, con mis guantes, mi limosnera, mi muda nueva, mi rosario, mis recordatorias y mi cadenita al cuello, como primer regalo del día; ¿que más se podía pedir?
Delante de la puerta de la iglesia de Las Capuchinas. 30 de mayo de 1959.
Pues, un buen desayuno, y lo tuve, en el que no faltaba ni Gloria. Después, visita obligada a familiares y amigos y vuelta a casa eso sí, con la limosnera repleta. ¡Ay! que ilusión. Mis hermanos revoloteando a mi alrededor: “--¿Te han echado mucho dinero?” “--A mi me echaron, tal cantidad, y el otro…” “--Ah, pues a mi más que a ti”. Normal, lo propio.
El Colegio de la Merced, en el atrio del Convento de las Capuchinas, el 24 de mayo de 1956.
Tengo entendido, que el colegio de la Merced, que dirigía Antonio García Flores celebraba la misa y el desayuno de los niños, en el Convento de las Capuchinas --hoy Hotel Monasterio--, me imagino que con ayuda de los padres, pero... ¿imaginan lo que debieron sentir aquellas criaturas, ante tamaña belleza?
Otra de las cosas que han cambiado --a mi entender para bien-- son los peinados de las niñas. Aunque se siguen llevando las tiaras, hoy van más naturales, con su melenas bien peinadas, con adornos discretos y sin velo. Me imagino, que era costumbre o tradición peinar a las niñas con rodetes, trenzas, e incluso con un poquitín de cardado. No solo yo, más de una compañera, tuvimos que dormir la noche anterior con esos incómodos tubos. Lo peor, fue salir a la calle con ellos, desde casa de mis abuelos, me daba una vergüenza... pero ¿como iba a protestar? Además, para nada, porque al levantarme, la mayoría de los tubos estaban colgando. Anda que... la nochecita que había pasado, tratando de adivinar, como poner la cabeza sin pincharme, cosa harto difícil y al levantarme, ver aquel estropicio. Frustrante, muy frustrante.
El presbítero Carlos Román Ruiloba administrando la comunión a Kika Vela en 1959.
¿Que si hemos cambiado? Es evidente que mucho, tanto que por temas de separaciones, algunos padres se ven forzados a hacer doble celebración. Está claro que no es lo ideal, pero… ¿que se puede hacer, si la parte ‘doliente’ no suelta el lastre del rencor y el odio, hacia su ex pareja y hasta ese día, ‘los gatos en la barriga’ que cada uno pueda tener, los deja bien de manifiesto, para disgusto de estos críos, pues basta mirarles su caras, para verles la mirada huidiza, hacia quien les ha leído la cartilla. En fin, ya que en el amor hacia sus hijos sí están de acuerdo, al menos disfrutad ese día de su felicidad, sin tensiones, vuestros hijos os lo van a agradecer siempre.
Interior del Convento de las Capuchinas. 1958.
Desgraciadamente, la crisis, nos está llevando nuevamente a aquellas comuniones de antaño, con desayunos en casa en la estricta intimidad familiar pues hoy en día la falta de recursos es cosa seria, y desgraciadamente demasiados familias, carecen incluso de lo necesario, así es que pocos dispendios pueden hacer. Lo que nadie les va a quitar a esos niños, es la alegría, de ese su esperado día y seguro, todo les sale a pedir de boca. A las penurias hay que decirles que salgan por la ventana y bienvenida sea esa mano amiga y generosa --no tengo ninguna duda de que siempre las hay-- que les haga soñar un poquito más.
Otro grupo, delante de las puertas de la iglesia del Convento de las Capuchinas.
En definitiva, aunque hayan evolucionado los tiempos, y algunos niños, tengan claro que quieren hacerla, o no, la esencia es la misma. Ilusión en los niños, por recibir a Dios y... que sí, también por los regalos que van a recibir y nervios, muchos nervios en los padres. /Texto: María Jesús Vela Durán.