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En un día de viento de Levante éste es el único rincón del litoral portuense a salvo del fuerte viento.  La playa de la Muralla está presidida por unas ídem, pertenecientes al antiguo fortín de Santa Catalina, que dota de un decorado especial a este rincón portuense. Los fenicios, además de ser buenos comerciantes, tenían muy mala idea. Uno de los métodos favoritos que tirios y sidonios tenían para defender sus costeras y playeras murallas de los asedios era lanzar arena al rojo vivo, en marmitas, a los asaltantes. Una forma cruel y efectiva de malherir a los enemigos. Los candentes granos se introducían por las rendijas de las corazas y telas de los soldados, quienes fallecían entre delirantes espasmos. De eso, en una dimensión más inofensiva y doméstica, saben de sobra los bañistas cuando se baten en retirada en plena canícula con levante. 
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