Me hice coquinómano (ver más abajo Coquinero) en El Puerto de Santa María. Era abril, el mes de las flores… pero yo de flores poco, en todo caso un poquito de Flor de Esgueva antes de almorzar. Hacía calor y la combatí con Cruzcampo fresquita. Fue en la taberna La Galera, donde ahora está La Vendimia, muy cerca de donde "aparcaba" el Vaporcito de El Puerto. Me las trajeron calentitas, en un plato de barro, amontonás, como se ve a los japoneses en el metro de Osaka. Antes me había comido una tapita de ensaladilla para preparar el cuerpo. Mi madre dice que lo único que recuerdo bien son las comidas, que en el interior de la cabeza más que tener neuronas, tengo menudo.
Venían las coquinas con unos ajos grandes, salpicaitas con pimentón, salsa abundante. Mojé pan de una forma desmesurada, con frenesí.
Desde ese día a la hora de almorzar soy coquinómano, para ser más exactos en mi vicio, soy coquinómano de fango. porque las coquinas que me vuelven loco no son las de Huelva (qué también) sino las de San Fernando, unas coquinas de cáscara fina, frágiles, que se crian cerca de los esteros y llevan en su interior un bicho que ha comido pocos chicharrones, porque está delgadito, como sometidos al régimen de un médico cruel.
Las coquinas de fango son un poco alternativas porque tienen como dos bigotes que le salen del mismo bivalvo y que parecen como rastas de las que llevan los hippies…como si fueran un bivalvo alternativo. Pero las puñeteras están más jugosas que un higo breval de Conil a principios de agosto.
Me he encoquinado en San Fernando, en Casa Muriel, en la playa de La Casería, en El Puerto, en plena calle Misericordia, en De Gonzalo. En el bar de La Muralla o también en el bar Gonzalo de la calle Micaela Aramburu, el sitio del mundo donde mejor frien los tapaculos.
Pero el sábado pasado me volvió a ocurrir en Sanlúcar, me encoquiné hasta arriba cerca de la plaza del Cabildo. Me las ofrecieron jugositas, con una salsita ligeramente bañada con manzanilla y simplemente adornadas con unas mijitas de perejil…como sólo saben adornarse las coquinas de fango cuando se presentan ante ti en plato blanco nacarado. Les di tantos chupetones a las coquinas que yo creo que succione hasta el agua de los chorritos de los aspersores que ponen en los toldos para refrescar el ambiente. Fue en El Trasiego de la familia Torres Palomeque, en la plaza de La Victoria…donde me volvi a perder en un plato de coquinas. Me confieso coquinómano perdío. | Texto: Pepe Monforte.
Coquinero. Gentilicio costumbrista de los naturales o vecinos de El Puerto de Santa María