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4.759. El Museo de Ciencias de San Luis Gonzaga. Un tributo a la naturaleza, desconocido (I)

Suscita especial interés el «Descubrimiento» para muchos portuenses de su Museo de Ciencias Naturales, sobre cuya historia y fondos ha elaborado este trabajo el P. Luis Conde S.J. que por su extensión concluiremos el próximo domingo. Aquí, donde nadie puede imaginar, se dieron cita hace años las más exóticas especies de la fauna americana: el cernícalo yankee, la colombiana ardilla rojiza, la urraca azul del Brasil, el mapache del Norte y el coyote mejicano; todo un variopinto conjunto de animales en silenciosa y estática convivencia. Aquí están, tras los cristales de grandes armarios, en el Museo de Ciencias Naturales del colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María.

En tales vitrinas los contemplaron, cuando alumnos, Juan Ramón Jiménez, Fernando Villalón, Rafael Alberti... Tal vez, en sus líricas mentes pobladas de invisibles pájaros, recobraron vida y libertad el colibrí de las selvas amazónicas y el piquituerto norteamericano; el chorlito brasileño y la gachona mejicana. Durante el curso 1991-92, María Isabel López Guerrero, profesora de Ciencias de SAFA-San Luis y un grupo de alumnos de Electrónica de dicho centro, realizaron un excelente trabajo con motivo del V Centenario del Descubrimiento: un estudio sobre el museo, acompañado de un reportaje en vídeo de sus piezas. Fue galardonado con el Primer Premio en concurso convocado por el Ayuntamiento. Es la fuente científica de mi artículo al que incorporo nuevos datos.

El colegio de San Luis Gonzaga, después de tres años de instalación provisional en Puerto Real y en la calle de los Moros de El Puerto, estrenó edificio en la huerta del antiguo Convento de San Francisco el año 1867. La Revolución del 68 («La Gloriosa») interrumpió bruscamente la vida colegial. Los jesuitas fueron expulsados e incautados sus bienes. «Hacía unos días --escribe el historiador M. Revuelta-- que acababan de llegar de París grandes cajas con algunas máquinas e instrumentos para el Gabinete de Física del Colegio. Alguien, por ignorancia o por malicia, identificó tales aparatos nunca vistos con instrumentos de suplicio para la inquisición que, según se decía, los jesuitas habrían llegado a implantar si no hubiera estallado la Revolución». Esta anécdota, ocurrida en la primera quincena de septiembre de 1868, es claro indicio de la existencia del Museo de Ciencias Naturales (unido siempre al Gabinete de Física) desde la más temprana andadura del Colegio.

Con la Restauración, siete años después, regresaron los jesuitas del exilio. En el catálogo de la Compañía de Jesús de 1876 aparece el religioso Tomás Bergamín con el cargo de conservador del Museo de Ciencias Naturales y, como ayudante, Cándido Romeo. Las piezas de este museo y gabinete eran un exponente de la mejor tecnología de la época.

En fotografías de comienzos de siglo se pueden observar astrolabios, microscopios, telescopios, sextantes, una gramola y gran cantidad de aparatos de navegación y astronomía, adquiridos en Alemania, Francia e Inglaterra.

Hay constancia de la compra en 1902 de una partida de mil piezas entre conchas y fósiles al naturalista francés A. Eloffe en París. El manuscrito, con la clasificación que éste confeccionó de dichas piezas, se conserva en el Archivo histórico del Colegio.

También se adquirieron colecciones de animales disecados. Revisando los viejos libros de contabilidad del Colegio, descubrí la reseña de algunas compras: «varias conchas y caracolas para el gabinete: 3 Ptas.» (enero 1901); «Colección de arañas remitidas del colegio (S.J.) de la Guardia (Pontevedra), 20 Ptas.» (16 abril 1902); «Una ánfora antigua, Museo: 5» (abril 1907); «Una ave para el Museo: 2,50» (julio 1907); y la remuneración del «Ayudante del Museo: 50 Ptas.» (30 abril 1908).

Por lo que respecta al material adquirido para el Gabinete de Física, las partidas son más numerosas. En febrero de 1901, el Colegio adquiere una máquina de fotografía por 250 Ptas., y placas y papel fotográfico por 63. Ya antes, en 1896, le había llegado a un tal P. Martínez un «objeto de fotografía», sin otra especificación que la de su precio: 31,25. Desde 1900 a 1913 menudean las alusiones al Gabinete: «Un lebrillo grande para la física», «porte de aparato de física», «ocho cristales grandes para una máquina de física», «jornales a Pepito objetos física», «cremallera para cinematógrafo»... (Recordemos -a modo de anécdota orientadora sobre los precios - que entonces el kilo de pan y de lentejas valían 0,50; el de jamón 3,50; y el cocinero cobraba al mes 150 Ptas.).

El Museo desempeñaba una activa función pedagógica en la vida académica del Colegio. Repasando la colección de impresos sobre academias, conferencias, concertaciones tenidas por los alumnos, compruebo las reiteradas ocasiones que abordan temas científicos, especialmente durante los cursos 1894-1910: Física experimental, zoología, cosmografía, óptica... En dichos programas aparecen epígrafes evidentemente relacionados con instrumentos y piezas del Museo: el sextante, los microscopios, el anteojo de Galileo, ensayos fotográficos, el cernícalo gerifalte, el azor, los colibrís, las aves del Paraíso...

Vinculación con América

«Archivo de América» tituló la profesora López Guerrero el trabajo que me sirve de guía científica del museo. La gran colección de animales, tanto disecados (aves, mamíferos, peces, reptiles) como fosilizados, evidencian su procedencia del Nuevo Mundo. Es muy probable que las primeras piezas del Museo fueran traídas por los jesuítas misioneros que, a finales del siglo XIX, regresaban de América y desembarcaban en Cádiz. En El Puerto de Santa María abrió de nuevo la Compañía de Jesús una casa --Hospicio de Indias-- donde se alojaban los religiosos en espera de su partida y se coordinaban las relaciones intercontinentales de la Orden. Esta hospedería, junto al Noviciado, estuvo ubicada en el Monasterio de La Victoria desde 1857 a 1868.

Durante varios años coexistieron en nuestra Ciudad el Hospicio de misioneros y el naciente Colegio de San Luis. No es extraño, pues, la transferencia de algunas piezas de la fauna americana a nuestro Museo e incluso el acrecentamiento posterior a través de las relaciones misioneras del Colegio.

Muy importante es la colección de aves tropicales procedentes de Sudamérica. Un buen ejemplo son el tucán, en perfecto estado de conservación y original de las selvas brasileñas; los colibríes o pájaros mosca, el mitú colorado y el cardenal azul, también del Brasil. La colección total de plumíferas supera los doscientos ejemplares. La mayoría de ellos (dotados en 1901) proceden de Méjico; así, el verdín amarillo, el cerifino de Montensí, la columba parpusán, el gallito de roca... También está representada América del Norte con el alcatraz, el caracará, el azor...

Igual de importante es el conjunto de animales mamíferos entre los que destacan varias especies de primates procedentes de la selva amazónica, el coyote, el armadillo, el mapache (Méjico) y algunas especies de roedores.

Las conchas, joya del museo

En el capítulo de las especies de moluscos merecen especial atención dos colecciones de caracoles, los de tierra y los marinos. Inicialmente se compró --ya lo hemos reseñado-- una primera colección que comprendía mil especies de conchas; después se fue enriqueciendo la colección con numerosos caracoles de tierra, obtenidos, en su mayoría, por intercambios con algunos colegios de jesuitas en Cuba. Destacan entre las conchas -unas tres mil- el «Mautiulus pompilus» procedente del Océano Pacífico y cinco caracoles gigantes de gran belleza que presentan en su superficie nacarada dibujos semejantes a bordados, realizados por nativos filipinos (s. XIX).

Al jesuita Luis  Conradi, antiguo Rector del San Luis , se debe la meritísima labor de haber clasificado minuciosamente según el sistema A.P.H. Oliver (Schells of The World) 1.264 caracoles marinos, 552 de tierra y 686 bivalvos, sin contar 100 ejemplares grandes. Aunque la mayor parte de las plazas proceden de Cuba, casi toda la geografía americana tiene ejemplares que la representan: Chile, Perú, Ecuador, Venezuela, Colombia, Puerto Rico, California, Florida, Pensilvania, Ohio, New York, Michigan, Virginia, ... Esta colección «Archivo de América» también acogió con talante universal en sus vitrinas a conchas provenientes de las islas Madeira, Mauricio, Nueva Caledonia, Tahití, Hawai, Carolinas, ... y hasta de la mismísima Conchinchina. | Texto: Luis Conde, S.J. (continuará)

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