La arquitecta portuense María Murillo-Romero nos ofrece en esta nótula los aspectos mas singulares del paisaje bodeguero de Campo de Guía.
A través de este texto pretendemos acercar algunas nociones sobre paisaje e imagen urbana tomando como ejemplo la ciudad de El Puerto de Santa María y uno de los elementos más singulares de su paisaje bodeguero: el ensanche de Campo de Guía. En este sentido debemos aclarar que este texto forma parte de una investigación mayor, todavía en desarrollo, cuyo principal objeto es la caracterización de nuestro paisaje del vino, de manera que lo que aquí se expone es solo un pedacito de una realidad urbana muy compleja y heterogénea.
| Imagen antigua de Campo de Guía, cuando la zona de expansión del casco urbano eran unas huertas. | Foto: Colección Vicente Gonzalez Lechuga.
Tomando como base teórica para este análisis las nociones establecidas por Kevin Lynch en su estudio sobre “La imagen de la ciudad”, en este caso se ha recurrido al uso de cuatro tipos de elementos para su concreción: las sendas (o caminos), los bordes (que, en resumidas cuentas, son sendas que no pueden cruzarse), los barrios (zonas de la ciudad con características reconocibles por su uso o forma) y los nodos (puntos emblemáticos y estratégicos de la ciudad a los que puede accederse). En definitiva, lo que se pretende con este texto es mostrar, a través del uso de estos elementos, la imagen urbana de la ciudad a lo largo del tiempo y la relación que mantiene con la expansión bodeguera de Guía.
Para empezar este análisis hemos tomado como referencia la primera planimetría que existe de la ciudad en el siglo XIX, el plano levantado por el ejército francés tras asediar la villa en 1812, Figura 1. En esta imagen observamos la ciudad antes de la construcción del ensanche y, por lo tanto, previa al momento de mayor expansión del sector vitivinícola, tanto a nivel económico como edilicio. Igualmente, cabe recordar que se trata de una planimetría que refleja una ciudad asediada, por lo que el tejido urbano que se representa en ella es el resultado de la destrucción y el saqueo.
| Figura 1. Análisis de la imagen de la ciudad a través del “Plan de la ville del Puerto de Santa María, por Andrés Rodolphe de 1812, nº 943”, realizado por María Murillo-Romero. Fuente planimétrica: Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María. Centro Geográfico del Ejército. Arm. G TBLA. 9ª Carp. 4ª núm. 943.
La Figura 1, al igual que el resto de figuras que acompañan a este texto, presenta en su lado izquierdo la planimetría original y en el derecho el esquema sobre el que se resaltan los elementos que antes mencionábamos y que aparecen descritos en la leyenda en la zona inferior de la misma. En lo que respecta a la Figura 1 hemos destacado como sendas principales el puente de barcas, los caminos hacia Jerez, Rota, Sanlúcar y a la Fortaleza de Santa Catalina, ya que todos ellos conforman los ejes principales de conexión de la ciudad con dichas zonas. Mientras que a la hora de definir el río Guadalete lo hemos identificado como un borde, ya que, pese a ser un elemento de comunicación entre dos puntos, también es un elemento de separación, un límite que impide el crecimiento urbano en esa dirección.
En cuanto a los barrios, en la figura hemos diferenciado entre la zona ocupada por el centro histórico y la de huertas, ya que presentan características reconocibles que las identifican entre ellas, como el grado de edificación y la zonificación de los usos de cada una. Finalmente, hemos representado los nodos con los principales edificios religiosos de la ciudad siguiendo la idiosincrasia de la época.
Una vez que hemos presentado la imagen de la ciudad y sus elementos previo a la construcción del ensanche es preciso comentar, como ya se ha hecho con anterioridad en esta misma web, que la expansión bodeguera de Campo de Guía se planifica en 1835 por Torcuato Benjumeda y Juan Daura. La realización de dicho plan, considerado el primer ensanche industrial de la España contemporánea, supuso la regularización de los terrenos de Guía y la consolidación de este espacio urbano como eje de crecimiento dedicado íntegramente, durante gran parte del siglo XIX, a la actividad productiva del envejecimiento del vino.
No obstante, no es hasta 1865, con el plano geométrico de Miguel de Palacios y Guillén, Figura 2, que podemos observar el alcance real del citado ensanche y la repercusión del auge económico vitivinícola en las principales infraestructuras urbanas. Este es el caso del ferrocarril, construido en 1854, primera línea de Andalucía, que une las ciudades vinícolas de El Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera, y que actúa como borde, al igual que el río Guadalete, ya que conecta sus puntos de destino, pero divide el territorio a su paso.
| Figura 2. Análisis de la imagen de la ciudad a través del “Plano geométrico de la M. Noble y M. Leal ciudad y Gran Puerto de Santa María, levantado por D. Miguel Palacios y Guillén de 1865”, realizado por María Murillo-Romero. Fuente planimétrica: Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María.
En la Figura 2 observamos como el barrio de Guía empieza a tomar forma en torno a las principales sendas de comunicación con la ciudad de Rota, enmarcando de esta forma los límites del ensanche en los caminos principales hacia esta ciudad, límites que, como comentamos en párrafos posteriores son de gran relevancia a la hora de entender el urbanismo actual y el aislamiento de la zona de Guía con respecto al resto del tejido histórico. En cuanto a los nodos, al igual que en la figura anterior, se mantiene el carácter religioso de los mismos.
Para finalizar el análisis de la imagen urbana portuense en el siglo XIX hemos recurrido al Plano Anunciador de 1889, figura 3. Este plano, al margen de la escasa evolución urbana que presenta con respecto al plano de 1865 debido a las diversas crisis que sufre la industria que derivaron en la disminución de la inversión inmobiliaria, se constituye como una de las pruebas gráficas más significativas de la influencia de la actividad vitivinícola en la sociedad portuense. El plano anunciador es un reflejo de la percepción que se tiene del negocio vinatero en la conceptualización de la ciudad y de cómo influye su fachada urbana en la definición de marca de las principales empresas bodegueras. En este sentido es preciso aclarar que durante el último cuarto del siglo XIX se realizaron una serie de planos industriales de las principales ciudades europeas y norteamericanas que ponían en relieve el peso de la industria, el progreso y la modernidad del momento en la ciudad. Transformando de este modo la percepción de los edificios industriales y situándolos al nivel de los monumentos tradicionales, como iglesias o edificios administrativos. Estos planos no eran más que un reflejo del cambio que se estaba produciendo en la sociedad decimonónica como consecuencia de los avances tecnológicos desarrollados y de la influencia de la burguesía emprendedora y promotora de los mismos.
Por lo tanto, la existencia de un plano de estas características de la ciudad de El Puerto y que en él se resalten las principales casas bodegueras supone entender que el municipio portuense era de gran relevancia en Andalucía y que la actividad bodeguera, que no había experimentado modificaciones derivadas de la Revolución Industrial, tenía una importancia tal en la economía y cultura de la zona como para reconocerse como símbolo del progreso.
| Figura 3. Análisis de la imagen de la ciudad a través del “Nuevo plano anunciador del Puerto de Santa María, perteneciente a la Guía geográfica de T. Almanza y Cª, de 1889”, realizado por María Murillo-Romero. Fuente: Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María.
De modo que, además de lo anteriormente mencionado, de la Figura 3 destacamos el hecho de que se encuentra rodeada por la publicidad de las empresas vinateras que patrocinaron la realización de dicho plano, utilizando los alzados de las construcciones bodegueras como emblema de las principales empresas. Por otro lado, se observa cómo ha disminuido el número de nodos presente con respecto a los anteriores planos debido a los procesos desamortizadores que acontecen en el primer y segundo tercio del siglo, cuyo resultado no es visible en planimetrías generales anteriores. Del mismo modo, a través de esta planimetría es posible contemplar como los límites de desarrollo urbano de la ciudad a finales del siglo XIX son los que, un siglo más tarde, se declaran como Centro Histórico-Artístico. Por lo que, aunque parezca que este plano aporta poca información sobre la imagen urbana, en sí mismo es un documento que nos habla de muchos aspectos de esta realidad urbana, de la percepción de la actividad vitivinícola, de las consecuencias de los procesos desamortizadores, y de las crisis de la políticas y económicas que provocaron que la ciudad mantuviera prácticamente los mismos límites a finales de siglo que a mediados.
El siglo XX empieza rodeado de varias crisis sociales, económicas y políticas que tienen su reflejo en la imagen urbana y así se representa en la figura 4, el plano de Félix Peñasco de 1921. A través de esta figura advertimos el avance hacia el suroeste que presenta el ensanche casi un siglo más tarde de su planeamiento, así como la expansión del barrio Ciudad-CH hacia el norte ocupando parte del espacio dedicado a huertas.
| Figura 4. Análisis de la imagen de la ciudad a través del “Plano del Puerto de Santa María, por Félix Peñasco de 1921”, realizado por María Murillo-Romero. Fuente planimétrica: Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María, Policía Urbana, Legajo 1482, expediente 14.
En esta figura aparecen nuevas sendas ligadas al borde río Guadalete, y se configura el límite del Centro Histórico hacia el norte mediante una senda que lo rodea y que, pese a no constituirse específicamente como un borde, sí que condiciona el desarrollo futuro hacia esa parte de la ciudad de manera diferenciada, influenciado también por la orografía del lugar.
El siglo avanza y en 1936 estalla la Guerra Civil que finaliza en 1939 con la victoria del bando sublevado y la proclamación de la Dictadura Franquista, lo que derivó, además de en la evidente represión dictatorial, en el ataque del régimen hacia los trabajadores del vino por su vinculación a los movimientos obreros socialistas.
No es hasta 1950 con la recuperación en la postguerra y la migración del campo a la ciudad que crece la población española y se impulsan los sectores productivos, hecho que tiene un claro reflejo en el desarrollo de tejido residencial producido en las décadas de los 60 y 70 en la ciudad, ocupándose los terrenos colindantes al ensanche. Hasta este momento, el ensanche se configura como una zona limítrofe de la ciudad, en la que la escala del parcelario se corresponde con la escala de la industria, de lo productivo, nada tiene que ver con las manzanas y la densidad del tejido residencial histórico. Sin embargo, a partir de este momento, con el aumento demográfico de los 60s, deja de ser límite para convertirse en parte de centro urbano, con las consecuencias que eso tiene para la morfología urbana de su entorno y para la zonificación de usos.
Las décadas finales del siglo están marcadas por las diversas crisis de sobreexplotación del viñedo, el estancamiento del consumo extranjero de caldos jerezanos y las campañas contra el alcoholismo, a lo que se sumó la entrada de España en la Comunidad Económica Europea y la decepción económica que supuso la Expo sevillana del 1992.
En la actualidad el paisaje bodeguero del Campo de Guía permanece en estado de abandono y desconexión con respecto al resto del tejido residencial, motivado en parte por las sendas del XIX que, sumadas a la inactividad de la zona, funcionan como bordes en el siglo XXI, ya que, a pesar de que pueden cruzarse, la velocidad de las mismas, hace que el paso a través de ellas sea menos atractivo.
| Figura 5. Análisis de la imagen de la ciudad a través orto fotografía de Google Earth, realizad por María Murillo-Romero. Imagen obtenida del programa Google Earth y accesada en junio de 2016.
En la Figura 5 se pueden observar los nuevos crecimientos urbanos producidos a partir de la segunda mitad del siglo XX y como el Centro Histórico está envuelto por las principales sendas de la ciudad.
En cuanto al ensanche de Campo de Guía, a pesar de la singularidad morfológica que presenta en sus distintas escalas, desde el edificio bodeguero como unidad arquitectónica, pasando por la conformación de la manzana y su relación con la ciudad heredada y con la del siglo XX, pasa a estar dentro del barrio Centro Histórico formando un bloque de inactividad de usos con edificios en deterioro que son paso obligado en la comunicación de distintos barrios con el Centro Histórico.
A modo de conclusión nos gustaría comentar que, en el caso del paisaje bodeguero, y concretamente del ensanche de Campo de Guía, es posible, a través del uso de las herramientas que Lynch indica, entender los procesos de transformación de un mismo espacio en el tiempo, su paso de límite urbano a formar parte del núcleo del centro histórico.
Y, a su vez, reivindicar que el entendimiento de la memoria de la ciudad, sus procesos y valores, es un proceso imprescindible para poder comprender la realidad urbana actual y afrontar un planeamiento futuro sostenible y sensible que tenga en cuenta todas las capas que conforman la realidad urbana portuense y que sea capaz de poner en valor el carácter patrimonial tan singular que existe en El Puerto de Santa María. | Texto e ilustraciones: María Murillo-Romero | Arquitecta.
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