La definición más corta de religión es interrupción. Una gran palabra. El teólogo católico Metz la retomó hace décadas del filósofo Kierkegaard. Metz, padre de la nueva teología política, combinó la promesa, para los que sufren el dolor del mundo, con la advertencia, sobre una religión que era demasiado burguesa con su forma de vida.
El coronavirus también se ha convertido en una cuestión espiritual
Dolor, pena, duda, ira. Para los creyentes hay que soportar que algo así sea posible incluso como parte de la creación del Dios. Hay quien ve en el coronavirus un castigo divino, pero es solo una imagen confusa de Dios. El coronavirus se cobraba vida de curas en el norte de Italia. El Papa salía del Vaticano para rezar ante el crucifijo de la ‘Gran Peste’. El coronavirus llegaba a la residencia de Francisco, tocando a algún prelado cercano. (DW).
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Ritos y mascarillas
Pero, aunque las procesiones se pararon, han vuelto con mas fuerza. El ser humano necesita de ritos y tradiciones, incluso el ateo, contrimás el capillita. ¿Seguiremos los consejos de los expertos sanitarios que recomiendan llevar mascarilla “bien ajustada” en los desfiles procesionales y evitar aglomeraciones? Que pronto se olvidan los efectos de la pandemia, como también los de la mal llamada gripe española.