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Los desayunos de los años cuarenta y cincuenta #5.424

 

| Texto: Antonio Cristo Ruiz.

Recuerdo una anécdota en la bodega de Hijos de Jiménez Varela, en torno a los años cincuenta del siglo pasado. Le compró mi padre Lino Cristo Charneco, chatarra y en la mayor cantidad eran aros de botas y algunos despojos de máquinas viejas, griferías, … No fuimos para la bodega, con un camión pequeños y dos empleados que tenía mi padre: Diego ‘el Alpiste’, Joselito de los Reyes, el hijo de José ‘el Negro’ y el que firma esta nótula, que en aquel tiempo tendría unos catorce años; estaba todavía en el Colegio de los Jesuitas. ‘

La Bota del Gasto

Cuando llegamos a la bodega de Hijos de Jiménez Varela nos enseñó un encargado lo que había que cargar en el camión. Y nos informó: hay una bota de vino de la que podéis tomar una copita cuando ustedes se le apetezca.

‘El Alpiste’ como era el mayor, nos dijo: “--Vamos a tomar una copita de vino para coger fuerzas”. Y nos fuimos a la Bota del Gasto, que era como le llamaban a la bota de la que bebían los empleados de la bodega. Que por cierto con el tiempo –y por razones obvias-- las bodegas quitaron este uso de beber en el tajo, compensándole el gasto no bebido, en la nómina.

Recuerdo que me dio ‘el Alpiste’, un poquito de vino dulce que estaba estupendo, y me dijo que con el vino dulce me iban a entrar muchas ganas de comer.

Empezamos a meter chatarra en el camión, y veía que todos estaban muy contentos, y cantaban y ‘el Alpiste’ más que ninguno, cuando nunca cantaba, y lo hacía que traía mal tiempo. Cuando cargamos el camión fuimos para la chatarrería para descargarlo. Le comunicó Diego a mi padre: “—Nino, lo que queda de chatarra en la bodega son cuatro o cinco carros y no se hace falta llevar el camión, con el carro nos aviamos”.

Al día siguiente nos fuimos los mismos que cargamos el día anterior el camión, y la misma operación: nos tomamos unos vasitos de vino para coger fuerzas, y así fue durante dos o tres días.

Y recuerdo cuando terminamos de sacar la chatarra de la bodega. Al día siguiente, mi padre notó que el carácter de nosotros había cambiado y me preguntó: “--¿Habéis tomado vino en la bodega?”. Le dije que me daban un poquito de vino dulce que estaba muy bueno. Le preguntó mi padre al ‘Alpiste’, y este le dijo: “—Nino, la mayoría de las veces que vengo aquí y voy a trabajar a la otra banda vengo sin desayunar y cuando te toma un vasito de vino dulce te quita el hambre y te da animo hasta para trabajar”. El Alpiste’, estuvo casado con la hija mayor del Viejo Agujeta, de nombre Tomasa, por cierto, una gran persona y me quería mucho y yo a ella.

| El baratillo de la calle La Rosa.

Mi padre conocía muy bien los problemas del barrio, en la calle de la Rosa había un bloque de viviendas de las bodegas de Fernando A. de Terry, S.A. y frente al baratillo y conocía a todas las familias. Pero la pura verdad es que en los años cuarenta y cincuenta pasaban mucha hambre, y con la bebida les daban al cuerpo muchas calorías.

El vino y sus calorías

Me contó mi amigo José Rivero, que fue encargado general de la Bodegas Álvaro Domecq, en Jerez que “--Yo entré en la bodega a trabajar muy joven y recuerdo que mi madre me daba para desayunar una sardina arenque y un trozo de pan y era lo que había y te acostumbrabas por las mañanas a tomar un vasito de vino dulce para matar un poco el hambre”.

Manolito Ruiz, empleado de las bodegas Terry, me contaba que por las mañanas le ponía su madre para desayunar, del potaje de arroz con habichuelas que sobraba del día anterior, “--Me lo metía en dos trozos de pan” Y le pregunté: “—¿Te gustaba, Manolo?”. A lo que respondió: “—Era peor no comérselo y, con la copita de vino, matabas el hambre”.

| Monodosis de pringá de los Hermanos Moreno 'Lengue', que ya quitaban el hambre en los años que se relatan, sacadas directamente de la olla y trituradas.

El potaje de Berza era una comida que se comía cada diez días, los que podían y los que no podían una vez al mes. Me decían muchos vecinos que con las sobras de la pringá las madres trituraban y hacían una especie de paté. Esto se hace hoy en día en Andalucía, y en el desayuno esta al día en muchos bares y ventas y lo venden hasta en monodosis envasadas, como los Hermanos Moreno 'Lengue'.

El laurel de la Cruz de la fachada de la Prioral

Recuerdo a un paisano nuestro que trabajaban en Dragados, que era camionero, que actualmente creo que vive en Alicante. Le pregunte: “--¿Rafael vas mucho por El Puerto?”, “--La verdad es que no, Antonio. Mira te voy a contar una historia de mi infancia en nuestro pueblo: éramos de familia cinco hermanos, yo era el mayor, y la difunta de mi madre, en los años cuarenta me daba una bolsa y me decía con la tarde ya oscureciendo, ‘Mira hijo, vete a la plaza de la España, y en la cruz de madera que hay sobre la fachada de la Iglesia, hay una corona de laurel, quítale hojitas a la corona y mete muchas en la bolsa, y te las trae para casa’.  Y yo, Antonio, dejaba la corona calva, pero no por culpa mía, si no que iban muchos niños y mayores a cogerlas”.

| Imagen coloreada de la Iglesia Mayor Prioral, en 1956.

Y continuaba: “Nos ponía mi madre de comer papas con hojas de laurel, para darle gusto al guiso, durante cuatro o cinco días. Pasé más hambre que el perro de un ciego. Voy a mi tierra, pero con miedo”. “--Rafael no seas cabrito, con una tierra como la que tenemos…”, Y se echaba a reír y me repetía: “—Si, sí, pero yo pasé mucha hambre Antonio”.

La verdad de todas estas historias que yo he conocido de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, muchas familias hacían dos comidas al día y algunas una, y algunos morían. Eso nos dejó la Guerra en la que siempre pagamos los pobres, porque los que podían se marchaban.

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