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Cristóbal Mosquera de Figueroa. Poeta y Corregidor de El Puerto #5.633

Juicio ejemplar contra quienes no respetaban a las mujeres

Cristobal Mosquera de Figueroa

| Texto: Santiago Montoto.

Cristóbal Mosquera de Figueroa, amigo del marqués de Santa Cruz, fue un poeta y Corregidor en El Puerto de Santa María entre 1580 y 1582. Hombre resolutivo, aplicaba la legislación existente sin temblarle el pulso. En El Puerto consiguió que fuera cesado el Vicario porteño por ‘entrometido en cuestiones civiles’. Con anterioridad, ordenó aplicar los preceptos de justicia contra sendos justiciables, abusadores de monjas, que se habían ido escaqueando del cumplimiento de la ley por la influencia de ambos acusados, lo que convertía en ineficaz la aplicación de este poder. | Cristóbal Mosquera Figueroa por Felipe de Liaño. Óleo sobre naipe pegado a la ejecutoria de hidalguía, 1587, Madrid, colección Eduardo Jiménez Carlé.

A principios del siglo XVI, tal vez en el año de 1553, nació en Sevilla Cristóbal Mosquera de Figueroa, insigne poeta, soldado valiente y sabio jurisconsulto. No obstante, esas cualidades, su nombre está casi olvidado, y no tiene un estudio especial donde se haya analizado su obra y dado a conocer su biografía en profundidad; y cuenta que fue muy elogiado por Cervantes. Baltasar Alcázar, Fernando de Herrera; que prologó el libro Juan de Malara “La galera real" y el del divino Herrera "Guerra de Chipre y Convate Naval de Lepanto", y que entre otras obras compuso "Comentario en breve compendio de Disciplina militar, en que escribe las Jornadas de las islas Azores", en las que estuvo muy mozo.

Fue muy amigo del marqués de Santa Cruz, a cuyas órdenes sirvió en las Terceras y lo tuvo en tanta estimo, que lo presentó al rey Felipe II quién se agradó de conocerlo, y descubriendo en el soldado sevillano méritos y servicios, lo eligió por uno de sus servidores y ministros. | Retrato de Felipe II por Sofonisba Anguissola, 1565 (Museo del Prado)

En el desempeño de uno de esos servicios, el poeta Mosquera de Figueroa se acreditó de justo y juez de hombre de extraordinaria energía, pues que encomendándole Felipe II que atendiese en el castigo de los sacrilegios que el doctor Aranda, médico, y Pedro de Arana, albañil, habían cometido con las monjas profesas, la una del monasterio de Villamayor del Monte y la otra del monasterio del lugar de las Cañas, consiguió el castigo de los culpables.

Este proceso que, por su índole delicada llegó al conocimiento personal de Felipe II, iba sufriendo dilaciones por la influencia de los acusados, que hacían ineficaz el cumplimiento de la justicia. Más Mosquera de Figueroa tomó su resolución digna de Pedro Crespo y después de ejecutarla dio cuenta de ella a Su Majestad en los siguientes términos: «Vistas y remiradas las probanzas, la gravedad de los delitos, las grandes ofensas de Nuestro Señor, el escándalo de las repúblicas, la desenvoltura de las monjas, la libertad de clérigos y frailes y seglares que por respeto dellos los defendían y amparaban, facilitando semejantes excesos, que no faltaba más que abonar este género de ofensa a Jesucristo e igualar estos pecados cometidos con sus esposas a los demás ordinarios de la humana flaqueza, y que todo esto pedía ejecución ejemplar, castigo con brevedad y demostración, habiendo bien mirado conforme a derecho encomendándolo a Dios, como cosa suya, los condené a muerte de horca, sin pasar adelante a poner cuartos ni sábanas por sitios ni caminos, porque para freno de los naturales bastó ver ejecutar a éstos la pena de muerte ».

Pues a hombre de este temple, juez tan severo y enérgico el duque de Medinaceli –señor de El Puerto de Santa María--, don Juan de la Cerda recurrió para poner orden y paz en ciertos asuntos delicados de su villa y gran Puerto de Santa María. Para ello le nombró juez para que abriese el juicio de residencia del doctor Espinosa, corregidor de El Puerto, y de sus tenientes y otros oficios. El mismo día que el duque hizo este nombramiento le dio el título de Corregidor de la Ciudad, fechado en Medinaceli el día 22 de noviembre de 1580, en el que hacía constar «la habilidad y suficiencia y calidades que concurren en vos el licenciado Mosquera de Figueroa».

A finales de noviembre se presentó el juez poeta en El Puerto de Santa María, y el último día del año ya actuaba en el desempeño de su cargo. Con todo celo desempeñó su oficio de Corregidor, que ejerció hasta 1582, siendo una de las cosas más notables que hizo la reforma de las Casas del Cabildo, en las que edificó varias piezas.

Álvaro de Bazán, marqués de Santa CruzMosquera, que en su juventud había sido marino, se hallaría a sus anchas en el Gran Puerto de Santa María, y tal vez recibiera aquí la visita de su antiguo general, el marqués de Santa Cruz, a quien años después, en 1586, le dedicó un extenso e inspirado elogio a su retrato. | Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, por Rafael Tegeo. 1828. (Museo Naval de Madrid). Copia de un original anónimo de la casa de los marqueses de Santa Cruz.

Un grave negocio tuvo que resolver Mosquera en El Puerto de Santa María, por la cualidad de las personas que en él intervinieron, ya que se trataba del licenciado Juan Rodríguez de Herrera, vicario de la villa. Este licenciado era hombre inquieto y muy aficionado a entrometerse en los asuntos de jurisdicción civil «por lo que traía alborotada a la villa, y no acudir a las cosas del servicio de la Iglesia y administración de los sacramentos como debía», así se lee en las actas capitulares.

El cabildo portuense acordó que «convenía mucho que no fuese vicario o que todos sus excesos fuesen castigados». De esto se encargó con su diligencia y pericia el Corregidor, y sin perder tiempo se trasladó a Sevilla, llevando para el Provisor una carta del Cabildo, en la que se pedía la remoción del Vicario. La gestión de Mosquera dio el resultado apetecido. El Provisor contestó al Cabildo que la villa ofreciendo hacer justicia, y Mosquera consiguió que el Vicario fuese removido. Al poco tiempo, el poeta dejaba el Corregimiento de El Puerto para desempeñar otros oficios que Felipe II le encomendara, entre ellos, «ciertas cosas del servicio de Dios y su Majestad», en la ciudad de Livona, por lo que pidió al Cabildo de El Puerto le hiciera merced de darle noventa días de ausencia para dichos asuntos. Acordó el Cabildo como lo pedía el Corregidor, «conforme a la ley del Reino y no más allende, con que cumplido el dicho término, asista a dar residencia».

Cristóbal Mosquera de Figueroa| Cristóbal Mosquera, dibujo de Francisco PachecoLibro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, Madrid, Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano.

Tengo para mí que Mosquera ya no volvió más a El Puerto de Santa María, y que el juicio de residencia le fue en un todo favorable, siendo el licenciado Pedro de Alarcón, el juez encargado de las actuaciones.

Que la prudencia y los dotes de gobierno de que Mosquera estaba poseído se acreditaron mientras fue Corregidor, lo demuetra que algún tiempo después desempeñó importantes oficios en Utreras y el puesto de Corregidor en Écija, donde pudo prestar a su amigo Miguel de Cervantes señalados favores.

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