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Aquellos vecinos de la Calle Lechería (I) #5.714

Lechería 27

| Texto: María Jesús Vela Durán

El nueve de enero de 1979, mi marido, mi hija y yo iniciamos nuestra vida familiar en la calle Lechería (hoy Cervantes), concretamente en el número veintisiete de dicha calle. Fue un poco duro, porque la casa estaba recién terminada y era una nevera. Así, literalmente. En el techo del dormitorio previsto para mi hija, había algo parecido a estalactitas, el arquitecto dijo que era normal por la condensación. Mi pobre hija, tenía más ropa de abrigo dentro de casa que fuera; al salir a la calle, tenía que desabrigarla y enseguida se le ponían sus manitas calentitas y los cachetes sonrosados.

Lógicamente, la mayoría de mis vecinos me eran desconocidos, pero la verdad es que todos eran muy agradables y me saludaban cortésmente. Con el paso del tiempo fui conociéndolos y cuando coincidíamos en alguna tienda el trato era muy cordial. De ellos vamos a hablar en estas nótulas.

Francisco Andrades Bueno era el dueño del almacén, a media calle, entre las de Rosa y Zarza. Era un hombre mayor --no podría precisar su edad-- te atendía con diligencia y amabilidad. Lógicamente, su clientela no era solo la de ésta calle, también las del entorno, es decir: Santa Clara, Zarza, Uva Pedro Ximénez, etc. En ésta tienda tampoco faltó la libreta, el socorrido ‘dejar fiado’. ¡Que habría sido de tantas familias sin ellas! Como la mayoría eran de confianza, entiendo que no le dejarían una losa muy grande a la hora del cierre, aunque como en todos los sitios, seguro que habría alguno/a que supiera hasta latín. En fin, gajes del oficio.

No sé, si se puso malo o se jubiló, pero, aunque se le echaba de menos, el reemplazo, no pudo ser más acertado. Nuestros vecinos Lola Aguilar y Rafael Pacheco abrieron la tienda, con la misma amabilidad y educación que su antecesor.

Lola es y lo será siempre, dueña de una franca sonrisa. Su agrado y su amabilidad no son fingidos es real y espontáneo y estoy segura que la mayoría de mis antiguos vecinos, tienen la misma opinión. Como no podía ser menos, su marido y sus tres hijos, han heredado esas sublimes cualidades.

No puedo olvidarme de Juan Antonio García de Quirós, nuestro simpático carnicero entre Lechería y Zarza. Un hombre amable y muy educado de trato que, por las circunstancias que fueran, buscó nueva ubicación en una de las barriadas recién estrenadas y, afortunadamente, le fue muy bien. De lo que me alegro. A ese local se mudaron, dos hermanos jerezanos, con mucha profesionalidad y agrado. Yo diría, que sus pollos asados, eran de los mejores de El Puerto, pero claro hay gustos para todo.

| En la imagen, José de los Reyes 'el Negro' y la bailaora Pepita Campos

Que Lechería es una calle, con mucho arte, es bien sabido. Frente a mi casa vivía José de los Reyes Santos ‘el Negro' (este año se cumplen 110 años de su nacimiento y 28 de su fallecimiento), el mejor cantaó por martinete, que ha dado El Puerto de Santa María. A José, ya lo conocía pues le veía a menudo por La Placilla con mi vecina, la bailaora Pepita Campos. En cierta ocasión, le vi un poco apurado, tiraba de un borrico, pero, aunque seguramente estaba domado y el era diestro en su manejo, el animal, se puso farruco, y no había manera de sujetarlo. Menos mal que, acudieron en su ayuda y no pasó a mayores.

Orillo y Rancapino

| Orillo y Rancapino.

Algo más abajo vivía Orillo de El Puerto, otro buen cantaó, si no me equivoco era hermano de Rancapino ¿se puede tener más arte?

Quienes me saludaban con simpatía, era su vecina, una señora guapetona, y su marido, algo más bajito que ella; siento no acordarme de sus nombres. Frente a ellos, vivía Inés, una señora gallega --creo recordar-- super cariñosa y amable. Su hija, de igual nombre, una chica morena guapísima, tenia, la misma calidez y bondad que su madre. Su prima no se quedaba atrás, era muy agradable. Por aquel entonces la hija de ésta última, una niña preciosa, aficionada a la copla, ensayaba para deleite de los que al pasar por su reja --simil coplero-- podíamos oírla. No puedo negar que era una calle peculiar, pues he visto cosas agradables y otras un poco preocupantes.

El Arropiero en El Caso

| El periódico 'El Caso' se hizo eco de los crímenes de 'el Arropiero'

Dos casas más abajo, vivía Manuel Delgado Villegas ‘el Arropiero’ y la familia de Antoñita. La mayoría sabemos el desgraciado destino de esta pobre joven. Era muy linda y sonriente, lástima que se cruzara con ese desalmado. Me daba mucha pena su pobre madre, debía tener problemas de movilidad, parecía que llegar al almacén era toda una odisea para ella. Su semblante era siempre serio y lleno de dolor. A su hijo Domingo, ‘el Betunero’, vive Dios, que lo buscaban mucho y lógicamente lo encontraban. Las veces que me lo crucé, nos saludábamos educadamente, pero cierto es que, alguna vez estuve a un tris de llevarme un porrazo con la caja del betún.

En esa casa vivía Carmen, madre de mi compañero Rafael Raposo Rosa, del Supermercado Meta, un encanto de mujer. También Chana, hermana de mi tío José Morro Jarque. Tenía una niña, Mami, con alguna deficiencia, que era un cascabel: siempre risueña y cariñosa. Espero que la vida la haya tratado bien, porque era muy especial.

¿Y Manuel? Que hombre más bueno y trabajador, su mujer no se queda atrás ni sus hijos. Ni por supuesto: Milagrin y Diego.

La familia Villar

Está claro, que en esa casa no faltaba ni la alegría, ni el agrado. Aunque tuvieran algún problema, me parecía que eran una piña, y lo solucionaban como lo que eran, una gran familia.

Charo Villar

| La abuela Charo Villar.

La matriarca era Sole. Al menos era la de mayor edad. Tengo entendido, que cantaba pa rabiar, lástima no haber podido oírla. Desgraciadamente, su nieto Pepín murió muy joven. Era muy alegre y simpático, y nos dejó a todos impactados. No fue el único, su prima Pepi y Miki Romero el marido de ésta fallecieron varios años después, dejando huérfanas a dos jovencitas preciosas y encantadoras. Pero ahí, estuvo su luchadora abuela Charo y el resto de la familia para apoyarlas y darles todo el cariño del mundo. Sus padres estarían muy orgullosos de ver las mujeres tan extraordinarias que son.

¡Dios mío! No sé qué pasó en nuestra calle, increíble que en un tramo tan pequeño murieran tantas buenas personas. Tanto Milagrín como Carmen, madre de Carmelo, perdieron a sus hijos. No, no me olvido de Tim hermano de Milagros Pérez y la mujer de éste. Era hija de Manolo Rodríguez Lores y nieta de Manuel Rodríguez Ceballos, dueño del restaurante de la Placilla. Era un hombre entrañable y bueno, por el que sentía mucho cariño. Al igual que por sus hermanos Paco, Ramoni y Loli Rodríguez.

(continuará)

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