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Manuel Pérez Casaux cabalgó por todos los géneros literarios con soltura: se lo permitía su vasta cultura, su sensibilidad y su sentido de la responsabilidad social. Se formó inicialmente como Maestro y posteriormente como licenciado en Germánicas. Sabía lenguas clásicas y hablaba varios idiomas modernos. Le interesaba todo lo humano.

...continúa leyendo "2.468. Manuel Pérez Casaux. In memoriam."

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Tío Alonso ‘el del Cepillo’, José de los Reyes, ‘el Negro’ y Jeroma ‘la del Planchero’, su hija y familia en su domicilio de la calle Santa Clara, aparecen en este documental, recitando romanceros, cantando diversos palos, hablando de sus experiencias, la tradición oral, los romances transmitidos de padres a hijos durante generaciones.

...continúa leyendo "2.464. Cantes Primitivos sin guitarra. La familia del Cepillo: Tío Alonso, Jeroma, y José de los Reyes ‘el Negro."

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En agosto de 1919 se instaló en la plaza del Castillo un teatro de los de quita y pon, propio del industrial portuense Manuel García Rodríguez desde que lo construyó en 1909, cuando se estrenó en el paseo del Vergel con el nombre de ‘Salón-Teatro Variedades’.

...continúa leyendo "2.458. El Teatro Romea. Y de Remplus jamás se supo."

Futuros profesionales del mundo audiovisual de El Puerto de Santa María, estudiantes en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, han producido el corto ‘A patadas’, realizado integramente por la productora TTT, compuesta por Diego Caro, Jesús Sánchez, Luis Gómez Núñez y Candela Ojeda.

...continúa leyendo "2.457. A patadas . Falso documental sobre el fútbol profesional."

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El vídeo corresponde a la serie ‘Rito y Geografía del Cante’. Entre marzo de 1971 octubre de 1973, se programaron 100 capítulos y se visitaron 28 localidades, entre ellas El Puerto de Santa María. Luis Suárez Ávila colaboró con la serie y, de entre los flamencos locales, traemos este vídeo que muestra El Puerto de la década de los setenta del siglo pasado.

...continúa leyendo "2.453. Pansequito. El Puerto de los setenta."

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Mosaico con la representación de la batalla del Guadalete.

A comienzos del siglo VIII, la frágil estructura institucional y económica de la sociedad hispano-visigoda se iba a derrumbar ante el imparable avance del Islam desde el norte de África. Tras una primera incursión de reconocimiento, en junio de 711 un contingente militar de 10.000-12.000 beréberes al mando de Tariq cruzó el Estrecho y se dirigió al río Guadalete –el wadi Lakka de las fuentes árabes-, donde se produjo el primer y decisivo enfrentamiento entre las dos civilizaciones religiosas, que conllevó el fin de la decadente monarquía visigoda y el comienzo de una época que cambió de raíz la historia de la Península Ibérica.

...continúa leyendo "2.451. San Cristóbal, la Sierra Sagrada (3). Isla Cartare XI."

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El Puerto de Santa María, la Ciudad de la Música, que abrirá sus puertas este 2015 los próximos 9, 10 y 11 de octubre, estrena nueva imagen gráfica en colaboración con el artista Daniel Sueiras. La iniciativa de tres emprendedores, Tali Carreto (ver nótula núm. 1.814 en GdP) y los hermanos Jesús y Cesar Guisado (ver nótula núm. 898 en GdP), nos invitan a conocer la Ciudad de la Música, a descubrir hoy las bandas del mañana.

...continúa leyendo "2.450. Monkey Week 2015. Estrenando nueva imagen."

En 1966 la Feria de Primavera (entonces no llevaba aún el segundo apellido ‘Y del Vino Fino’) de nuestra Ciudad se traslada a las inmediaciones de la barriada de Crevillet cerca de la playa de La Puntilla. Durante 15 años el recinto ferial se hizo urbano y playero.

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A la una de la tarde del 7 de mayo de 1966 quedaba oficialmente inaugurada la Feria de Primavera portuense y el concurso de ganado según rezaba en los pasquines de la época y en el programa oficial de festejos que organizaba el Ayuntamiento. Durante 15 años hasta 1980, la Feria portuense pasó a ser por primera vez urbana, aunque nunca perdiera su carácter campestre y de concurso de ganado, que esta vez se celebrara a la sombra de los pinos y eucaliptos de las dunas de San Antón, en lo que su día fuera plaza de abastos y hoy sede de la Policía Local.

La prensa de entonces era elocuente en sus crónicas. La Voz de la Bahía titulaba: "Con extraordinaria animación y gran brillantez se desarrolla la Feria de Primavera en su nuevo emplazamiento de La Puntilla" y dedicaba un número extraordinario de 14 páginas casi completo a ensalzar los pormenores de la fiesta.

feria_1966_fernandezlizaso_puertosantamriaEl Ayuntamiento exponía a los ciudadanos portuenses, un tanto temeroso de que la ubicación elegida no fuese de su agrado ni resultase cómoda por encontrarse inserta entre la barriada de Crevillet y la Playa de La Puntilla, numerosas razones de toda índole. Se argumentaba en la prensa que "debido a las dificultades del tráfico, al tener que cortar la circulación por el Paseo de la Victoria y la situación de la Feria de Ganados en la Carretera General Madrid-Cádiz, que durante los días de feria originaba un embotellamiento de vehículos con gran peligro para el tráfico, el ayuntamiento, tras la prueba efectuada en el pasado año de 1965, con el montaje de una velada en el mes de agosto, ha fijado el emplazamiento de la feria en la zona de la Puntilla, la cual comprende como paseos la Avenida de División Azul (hoy Avenida de Andalucía), Eduardo Dato (hoy Avenida de Menesteo) y antigua Rotonda de La Puntilla". /Ilustración de María Fernández Lizaso.

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La calle del infierno en Crevillet. Todavía algún vecino de la zona recuerda que salía de su casa y se encontraba con la Feria o el Parque de Atracciones, durmiendo la melopea al arrullo del sonido de tómbolas o atracciones.

Las distintas áreas municipales se afanaban porque todo resultase a pedir de boca. Así desde la Policía Local se disponía que la circulación de coches de caballo discurriese por la Avenida Generalísimo Franco (hoy calle Aurora) y la de vehículos a motor por la Avenida de Enrique Martínez (Avda. de la Bajamar).

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La Feria de Ganado, en las colindantes dunas del Estado donde hoy se encuentra la Policía Local.

La Delegación de Festejos con Juan Melgarejo al frente organizaba el recinto ferial de manera que el parque de atracciones se situase entre la tapia del campo de fútbol Eduardo Dato (hoy pisos verdes frente a Comisaría) y el eucaliptal existente (hoy calle Crucero Baleares). A continuación se instalarían aparatos para infantiles y bares, a la derecha y colindante con las dunas del Estado y el recinto para el ganado (hoy sede de Policía Local). En la rotonda de La Puntilla irían casetas particulares y modernos bares.

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Los baños termales, en la fotografía a la izquierda, y delante la obra nueva que albergaba la Caseta Municipal.

LOS BAÑOS TERMALES, CASETA MUNICIPAL
Además se destacaba la ubicación de la Caseta Municipal: "En el edificio de los Baños Termales, por el ayuntamiento se ha construido una caseta de mampostería, con estructura metálica de 220 metros cuadrados" y se animaba al personal a que montasen las suyas: "siendo propósito de este ayuntamiento que, sin perder el tipismo propio de la feria de El Puerto, por empresas y particulares, en años próximos sean construidas también casetas, que para ello las autoridades municipales prestarían su máxima colaboración".

En cuanto al alumbrado extraordinario se doto de iluminación con motivos alegóricos al mar y al flamenco, siendo la misma de 30 mil lámparas, el doble que las del año anterior.

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Don Fabricio II, firmaba esta crónica apoteósica en ABC el 8 de mayo de 1966. /Ilustración Hemeroteca ABC

ENTONCES, UNA BUENA CORRIDA DE TOROS.
Si importante eran los actos celebrado en el recinto ferial, no menos suponían los festejos taurinos. Así el mismo 7 de mayo se lidiaron toros de herederos de Carlos Núñez para los diestros Paco Camino, El Viti y El Cordobés. Y al día siguiente era una novillada de Don Juan Gallardo para Pedrín Benjumea, Sebastián Palomo Linares y Rafael Poyato la que cerraba este importante acontecimiento taurino. Era el inicio de una temporada que mimaba los festejos de la Feria y apostaba por ella.

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Clausura de la Feria con el arriado de bandera.

LUNES FERIADO.
En esa primera Feria de Crevillet, el lunes que era fiesta local finalizaba. Las luces del real se apagaban definitivamente y se procedía a la clausura de una feria corta pero intensa. En esa ocasión el 9 de mayo quedaba clausurada. La prensa de la época recogía con detalle: "Presidía el acto el primer teniente de alcalde y delegado de Festejos, Juan Melgarejo Osborne al que acompañaban la Corporación en pleno, el almirante de la Armada, Pascual Cervera; Comandante de Marina de Cádiz, José Martínez Guzmán; Comandante de Infantería de Marina, José María Millán Sevilla; Ingeniero de Obras del Puerto, José Antonio Español; Jueces de Instrucción y Municipal, Rafael Caballero Bonald y Rafael de la Vargas; Ayudante Militar de Marina, Cayetano Román y los sacerdotes Luis Eguía y Anastasio Pérez de Andrés". Las fuerzas vivas de entonces.

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Caseta de la Hermandad del Rocío en 1966.

Durante 15 años, hasta 1981 en el que se trasladó al Recinto de Las Banderas, los portuenses acudían en masa a un recinto ferial cargado de familiaridad. Las casetas, el mar, los pinos y la barriada más populosa del momento ponían marco a unas jornadas inolvidables. La caseta de los americanos, Tierra Mar y Vino, M. González, Helo-Libo, El Rocío, El Sombrero Cordobés, El Huevo Duro, Empleados de Luis Caballero, Peña Los Cachondos, VIP, la Peña El Liba, el Club Taurino, Peña Los Trinca, Los Amigos del Fino C, Los Afligidos, Medusa, El Camborio y otras muchas se confundían con el teatro chino Manolita Chen, el látigo, los coches choques o el tren de los escobazos, mezclados con el olor de los pollos fritos, los churros o los pimientos fritos. Siempre aderezados con la cercana brisa marina de la Playa de la Puntilla. /Texto: Manolo Morillo. /Fotos: Rasero. Archivo Municipal. Ilustración de María Fernández Lizaso.

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La vida de Anzonini fue una fiesta: un cantaor y bailaor festero cuya biografía y legado reconstruye Andrés González Gómez a través de entrevistas con sus compañeros de juerga. Este singular personaje porteño, Manuel Bermudez Junquera (ver nótula núm. 524 en GdP) cantaor y bailaor, embustero profesional, viajero por medio mundo con su arte, ha sido presentado en diversas localidades sin que, en El Puerto, tengamos noticias de que vayamos a asistir a su puesta de largo, a la presentación del evento biográfico de unos de sus hijos. Ni ayuntamiento ni peñas flamencas parece que lo tengan entre sus planes.

Fue editado en 2013 por ‘El Flamenco Vive’, en Madrid, el año 2013. 384 páginas, incluye CD. Se puede encontrar pulsando aquí.

La estirpe de cantaores-bailaores festeros es un género dentro del mundo de lo jondo. Parece ser que los hubo desde que se inventó la fiesta, y hoy en día, esta faceta jonda goza de excelente salud en las voces y el baile de Luis Peña o Javier Heredia, por señalar dos ejemplos a vuela pluma. Fue un género algo secreto, porque se trata de una forma flamenca de intimidad, aunque en algunas ocasiones se asomó, y se sigue asomando, al tablao y a los festivales. Pero su espacio natural es la fiesta íntima. Fueron, son, maestros del compás y del quiebro bulearo, y sus nombres deben figurar con letras doradas en la historia de lo jondo. Fueron y son, sin ánimo de exhaustividad, Paco Valdepeñas, Ansonini del Puerto, Fernandillo de Morón, Pepito Vargas, El Mono de Jerez, El Funi, El Andorrano, El Marsellés, Enrique Pantoja, etc.

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Anzonini, junto a Fernanda de Utrera al día siguiente de algunas de sus innumerables fiestas.

Uno de ellos fue Manuel Bermúdez Junquera (Jerez de la Frontera, 1917 - Sevilla, 1983), conocido artísticamente por Ansonini o Anzonini del Puerto. Andrés González Gómez indaga en esta obra en el origen de este curioso apodo, sin ofrecer una respuesta definitiva. El propio Ansonini afirmaba que era un apellido que se perdió en su árbol genealógico que tenía antecedentes italianos. Por eso González se ha ido a Italia a recabar información pero, como digo, ésta no resulta conclusiva. Lo cierto es que, como uno de los entrevistados en esta obra afirma, Ansonini era un grandísimo embustero. Maestro de la burla y la burlería.

Anzonini del Puerto en la Universidad de Washington en 1982. Estos son algunos detalles de su baile y arte tan genuinos.

La obra se articula como un recorrido biográfico y cronológico. La investigación ha ido a los archivos, aunque se basa en su mayoría en declaraciones de testigos en primera persona de la vida de Ansonini. Son cientos las entrevistas que recoge esta obra, expuestas de forma cronológica: Alfonso Queipo de Llano, Pierre Lefranc, El Monga, Ángel Camacho, Paul Shalmy, Manuel Portela, Juan del Gastor, Paco del Gastor... El libro también incluye entrevistas o testimonios históricos que González ha recabado de publicaciones periódicas o de libros como los firmados Donn Pohren. Asimismo, ha seguido el autor la huella de Ansonini en internet, hasta el punto de ofrecer más de 40 referencias electrónicas, entre ellas, Gente del Puerto.

La fiesta más grande que recuerdo, Fiestas en Málaga, Las fiestas del Casinillo, Fiestas en Seatle o Fiestas en Sevilla son sólo algunos de los títulos de capítulos de esta obra alusivos al flamenco de intimidad que practicaba Ansonini. La vida fue una fiesta para este flamenco con alma lúdica que "nunca fue viejo" al decir del guitarrista Juan del Gastor, que lo acompañó en tantas de estas reuniones nocturnas. Es cierto. Los testimonios gráficos -abundantes- que nos ofrece esta obra lo presentan más estilizado y juvenil conforme pasan los años. Hasta el punto de que muchos se asombraron cuando descubrieron la edad real del personaje el día que murió.

Ansonini, aunque nacido en Jerez, vivió en El Puerto (donde tuvo muchos años una carnicería), en Morón, Madrid y Sevilla, y pasó largas temporadas en la costa californiana, por ese vínculo enorme que tuvo con el flamenco moronense. De hecho, circula un vídeo en iternet que lo presenta como "gitano y carnicero de carne de toro". En todos estos lugares dejó huella, y de todos ellos alimentó su estilo cantaor y bailaor. También pasó en los años 60 por los tablaos de Madrid y la Costa del Sol, así como por los festivales bajo-andaluces de los primeros 70. De hecho el cantaor y bailaor no se inició profesionalmente hasta los 60.

Un sentido lúdico de la vida basado en un compás exacto pero humano, alejado de la cualidad metronómica de muchos de los intérpretes actuales. Con todo, Ansonini tiene muchos seguidores hoy y su escuela no acabará hasta que el flamenco acabe, como demuestran jóvenes intérpretes como los citados más arriba. Eso es lo que menos me interesa del libro, ese carácter de fin de una época, de "cualquier tiempo pasado fue mejor", que es fruto, más que de la intención del autor, del espíritu de la mayor parte de los entrevistados, que ya no son jóvenes, aunque sí lo eran en la época que evocan.

Diego del Gastor y Anzonini del Puerto.

El libro se acompaña, como es norma en las publicaciones de El Flamenco Vive, de un CD con 13 pistas de audio y un vídeo. Los registros sonoros nos presentan a Ansonini acompañado por Diego el del Gastor en fiestas de Morón, Rota, Málaga y Seattle, en este último caso con la guitarra de Keni el Lebrijano, en los años 60, 70 y 80, así como una grabación de Carmen Amaya en la que Ansonini le acompaña a golpes de nudillos y palillos. El repertorio nos lo presenta como cantaor eminentemente festero, obviamente: siete bulerías, dos bulerías por soleá, dos alegrías y una seguiriya. Estas grabaciones, a parte de la voz del cantaor, nos ofrecen el regalo del toque intenso, ensolerado y seguro de Diego del Gastor. La voz de Ansonini era rozada y cálida, visceral, de pura entrega flamenca. Su baile era corto, muy elegante, directo y esencial. Aunque los bailaores y cantaores festeros habitualmente son cortos de repertorio, lo característico de su estilo es que cantan y bailan a un tiempo. Por eso, aunque su repertorio se repite de una fiesta a otra, en realidad es siempre distinto, porque hablamos de un arte de inspiración. Tanto es así que en este disco podemos apreciar la creatividad de Ansonini para improvisar letras sobre la marcha. Otra cosa es la rima, claro, pero ¿a quién le importa? Lo importante es el compás, de ahí que sus bulerías incluyan, de forma abundante, cuplés y canciones populares. Hasta tal punto es original el baile de Ansonini que Mario Maya reconocía haberle cogido su molinete de brazos. También su famoso brazo caído era único.

https://www.youtube.com/watch?v=CmPlQzHbd5w&spfreload=10

Este vídeo muestra la intervención de nuestro cantaor y bailaor en la película documental Garlic is as good as ten mothers (1980) de Les Blank sobre la incidencia del ajo en la cultura española y gitana. Allí Anzonini baila y canta al tiempo que aliña y embute un chorizo. /Texto: Juan Verguillos.

martinhidalgo_puertosantamariarMartín Hidalgo es profesor de filosofía en El Centro Inglés, en El Puerto de Santa María. Natural de Cádiz, tras su paso universitario en Madrid, reside durante algunos años en países como Inglaterra, Suecia o Suiza, además de realizar numerosos viajes que le llevarán por casi toda Europa, Marruecos, Tailandia o Brasil. Durante esos años desempeña oficios diversos aunque poco a poco orientados a la docencia. En 2011 gana el primer premio en el II Certamen de "Cuentos por la igualdad" convocado por Ayuntamiento del Puerto de Santa María con uno de los relatos contenido en este libro suyo, ’Ojalá nos trataran como animales’. En 2013 publica otro de sus relatos en la revista literaria ‘Cuadernos del Matemático’. En la actualidad imparte cursos de escritura creativa para jóvenes y se encuentra inmerso en diferentes proyectos literarios.

LA TORPEZA DEL HÉROE.
Esta tarde se presenta a las 20:00 horas en la Casa de Rafael Alberti, en la calle Santo Domingo, el libro del profesor Martín Hidalgo, ”La torpeza del héroe”, por el propio autor y la profesora de Lengua y Literatura y compañera en las tareas educativas, Yolanda Beláustegui.

latorpezadelheroe_puertosantamariaEl volumen consiste en una colección de relatos de ficción de muy variadas naturalezas, extensión, temática o cronología, aunque todos ellos cosidos con un mismo hilo, traspasados por una constante: el destino. Los personajes de estos relatos son héroes a la manera de las antiguas tragedias y narraciones griegas, hombres y mujeres atrapados en su propia Moira, singulares, únicos, presas de un destino inexorable del que es imposible zafarse; un sino por otra parte, casi siempre ridículo, triste o esperpéntico. Entre ellos un mimo inquieto, un contable enamorado, un autodidacta de su propia ignorancia o un trompetista caído de un balcón. Torpes héroes que se entregan a estúpidas o trágicas cruzadas, como el escritor mismo, individuo de oficio heroico enfrentado siempre a su propia torpeza, a sí mismo.

"Déjenme no más esos instantes de viaje sin salida, ese tránsito inútil, ese salto prescindible. Regálenme la incógnita de por qué se mueven mis manos, el mapa ilegible que dejan sobre el papel. Déjenme eso solo, mi propio misterio".

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El Camino de Santiago del Sur --ramal desde Marruecos o Vía Augusta-- a su paso por El Puerto.

El Camino de Santiago desde el sur va a encontrarse con la Ruta de la Plata, que parte de la ciudad de Sevilla y entronca directamente con el Camino de Santiago coincidente con la Vía de la Plata. El camino denominado del Sur parte desde Huelva. Por su parte, el tramo desde la ciudad de Cádiz, las costas gaditanas, malagueñas o norteafricanas (Ceuta y Melilla) hasta Sevilla es el conocido como “Vía Augusta”, pues ocupa parte de esta importante vía romana. Éste pasa en su recorrido por la ciudad de El Puerto de Santa María.

A petición de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cádiz y destinado, fundamentalmente, a aquellos peregrinos que deseen entrar en la ciudad de El Puerto, la concejalía de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento, que dirige María Antonia Martínez ha ejecutado un itinerario por el interior del casco urbano con ubicación de los elementos indicadores del camino y los hitos más representativos --flechas y vieiras-- propuestos por la Asociación.

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Puente de los Toruños.

Suponiendo que el peregrino procede desde el municipio de Puerto Real, bien por el camino habitual, coincidente con la autovía a Cádiz o por la que recomendada, atravesando el Parque Natural Bahía de Cádiz y Pinar de la Algaida por la Marisma de los Toruños, ruta que se halla señalizada para el caminante.

A partir de ahí, el peregrino continúa la vía hasta llegar a la Ciudad de El Puerto. El caminante viene por la margen izquierda del río Guadalete, llegando a la altura del aparcamiento en superficie y encontrándose con la pasarela que cruza el río. Deberá atravesar esta pasarela peatonal hasta el parque de Ruiz Calderón. Al igual que en Los Toruños, existe una flecha a la entrada del aparcamiento para indicar al caminante que es el camino de que debe seguir hasta la pasarela peatonal. El itinerario consta de cinco tramos.

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Miembros de la Asociación del Camino de Santiago atienden las explicaciones del técnico de Patrimonio Histórico, Miguel Angel Caballero, en presencia de la concejala del ramo, María Antonia Martínez, en la plaza de Alfonso X 'el Sabio', delante del Castillo de San Marcos. En el centro de la imagen aparece una de 'las imprescindibles' en cualquier acto cultural de El Puerto, Adelaida Pérez Navarro (ver nótula núm. 2.157 en Gente del Puerto), en esta ocasión sin su hermana Milagros.

TRAMO I.
Al llegar al pie de la pasarela, en el Parque Calderón, hay que cruzar por delante de la placita que al frente hasta la calle Ribera del Río, continuando por ella hasta la Plaza de la Herrería.

TRAMO II.
El peregrino deberá continuar a lo largo de la Calle Misericordia hasta llegar a la Plaza del Castillo. Entrará en esta plaza para salir después por la calle Santo Domingo y continuar caminando.

TRAMO III.
Este tramo parte de la Plaza del Castillo con calle santo Domingo y continúa por toda esta calle hasta su encuentro con la calle Pagador. Desde aquí de doblará hacia la Plaza de la Iglesia, donde finaliza este tercer tramo. En esta plaza está el lugar de obligada visita para el peregrino, el principal templo de la ciudad, la Prioral. Desde aquí se parte hacia la calle Vicario.

vieira_caminosantiago_puertosantamariaTRAMO IV.
Este tramo continúa por la calle Vicario hasta la plaza de abastos y la esquina de calles Vicario y Ganado. El caminante doblará por la calle Ganado para seguir hasta la calle Cruces. En la confluencia con Cruces volverá a doblar para dirigirse hasta la Ermita de Santa Clara, al final de la calle. /En la imagen, azulejo con la vieira que se han colocado en los principales hitos señalizados.

Hay que tener en cuenta que, dado el significado que tiene la Ermita de Santa Clara en el Camino de Santiago (en las últimas excavaciones realizadas en 2010 ha aparecido en ella un enterramiento en el que se conservaba una pequeña vieira de azabache, posiblemente un recuerdo o amuleto traído desde Santiago por algún peregrino del siglo XV).
Desde la Ermita de Santa Clara (al final de la calle Cruces, en la Plaza de la Esperanza), el caminante doblará de nuevo por la calle Santa Clara, frente al edificio, para dirigirse hacia la calle Cielos, desde donde continuará su camino hasta la salida de la ciudad.

...continúa leyendo "2.433. EL CAMINO DE SANTIAGO (Via Augusta). Etapa Puerto Real-Jerez, a su paso por El Puerto de Santa María. Itinerario"

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La Sierra de San Cristóbal o del Acebuche desde las marismas del Guadalete. /Foto, Juan José López Amador, 2014.

Escribimos en la anterior entrega (ver nótula 2.416) acerca del carácter sacro de la Sierra de San Cristóbal desde su más antigua ocupación –datada, por radiocarbono, en el 3.300 antes de nuestra era en Las Beatillas- hasta la fundación fenicia de la ciudad y necrópolis del Castillo de Doña Blanca en los siglos IX-VIII a.C. Continuamos ahora apuntando esa naturaleza sagrada inherente a la Sierra en el transcurso de la Historia a partir de los tiempos romanos. 

EL BOSQUE SAGRADO DEL ACEBUCHE

islacartare_10_2_puertosantamariaBusto en bronce de Pomponio Mela en Ceuta, obra de Ginés Serrán. /Foto, web diariosur.es.

Hacia el año 43 después de Cristo, el geógrafo gaditano Pomponio Mela (natural de la costera Tingentera, cerca de Algeciras), situando en el marco de la bahía de Gades al Puerto Gaditano que medio siglo antes fundó Balbo el Menor (en el espacio que ocupa la ciudad de El Puerto, (ver nótula 2.000 en GdP), decía: ‘En el primero de los golfos hay un puerto, llamado Gaditano, y el bosque sagrado, que llaman del Acebuche’; ‘in proximo sinu Portus est, quem Gaditanum, et lucus, quem Oleastrum adpellant’. (Chorographia: III, 4)

A nuestro juicio, en la topografía de la zona ese bosque sagrado del Acebuche inmediato al Portus no puede ser sino la Sierra de San Cristóbal en su primer nombre conocido. Arqueológicamente está plenamente atestiguada en las excavaciones de Doña Blanca la existencia en su entorno de abundantes oleastros o acebuches (y también pinos, alcornoques, sauces…).

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Tronco de acebuche carbonizado hallado en un alfar de El Palomar. Museo Municipal de El Puerto. /Foto, José I. Delgado Poullet ‘Nani’.

Acebuches que en época romana eran la principal fuente de alimentación de los hornos alfareros que poblaron la bahía gaditana, como se constató, en El Puerto, durante la excavación de un horno (siglo I d.C., contemporáneo a Mela) que en 1994 dirigió Esperanza Mata en El Palomar, próximo a la Sierra y lindero al Camino de los Romanos, hallándose en el interior del corredor de alimentación del horno un tronco de acebuche de 60 cm de largo (que este mes es la Pieza del Mes del Museo Municipal) y huesos de aceitunas o acebuchinas.

islacartare_10_4_puertosantamariaAnillo-sello de plata con la figura de Hércules (y su maza), hallado en el río Guadalete a su paso por El Puerto. Museo Municipal. / Foto, J.J.L.A.

Probablemente ese bosque sagrado poblado de olivos silvestres ya lo era en tiempos fenicios y púnicos. No hay que olvidar que la isla mayor del archipiélago gaditano, la que los griegos llamaron Kotinoussa, significa ‘isla de los Acebuches’; que el acebuche era el árbol sagrado del templo de Melkart-Heracles que se levantaba en su extremo oriental, en el actual islote de Sancti-Petri, y que la mítica maza de Heracles-Hércules era de acebuche.

Se conoce que la falda de la Sierra que cae a las marismas, a la derecha e izquierda de la carretera de El Portal, estaba cubierta de olivares, al menos, desde la Edad Media a fines del siglo XIX, siendo los más extensos –del s. XVIII- el ‘olivar de la Compañía’ (de Jesús) en el entorno de El Madrugador y en el Pinar de Coig el propio del cosechero y comerciante a Indias Juan Pedro Coig. Olivos que fueron herederos de los que los fenicios introdujeron en Occidente –también en San Cristóbal-, cuyo carácter sagrado, por sincretismo cultural o religioso, mantuvo, según apuntó Mela, tras la llegada de los romanos a la bahía gaditana.

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Yacimientos romanos en la Sierra San Cristóbal: 1.- Castillo de Doña Blanca; 2.- Las Leonas; 3.- necrópolis de La Dehesa; 4.- necrópolis de incineración; 5.- cantera; 6.- San Cristóbal (depósito de agua); 7.- Cueva del Civil; 8.- Buenavista; 9.- Las Beatillas; 10.- Cerro Verde; 11.- San Ignacio.

LA SIERRA ROMANA

En lo que hoy conocemos, no fue San Cristóbal un lugar densamente poblado durante la época romana. Existieron, por supuesto, asentamientos rurales e industriales dispersos por su suelo, principalmente entre los siglos II a.C. y II d.C., pero no un núcleo urbano que sucediera a la ciudad fenicia de Doña Blanca, que fue abandonada poco antes del arribo romano a Gadir en 206 a.C.

islacartare_10_6_puertosantamariaLos intereses de Roma en la Sierra se encaminaron, fundamentalmente, a la intensiva explotación de dos recursos básicos: la piedra de sus canteras y el agua de sus manantiales. Con la calcarenita de San Cristóbal están construidos, por ejemplo, los recios muros de sillería del Portus Gaditanus que se hallan en el entorno del Castillo de San Marcos, y durante siglos (o milenios) los manantiales de la Sierra suministraron del líquido elemento a El Puerto y a Cádiz hasta tiempos muy recientes, y así debió ser en época romana, principalmente para el abastecimiento de las flotas comerciales fondeadas en el Puerto Gaditano. /En la imagen, depósito de agua romano-republicano en el perfil de la cantera del Cerro de San Cristóbal, en 1984, ya desaparecido. / Foto, J.J.L.A.

Nada queda hoy a la vista de las infraestructuras que el Estado romano implantaría en la Sierra para la toma del agua. Sí localizamos en los años 80 en el perfil de la cantera del Cerro de San Cristóbal las ruinas –ya desaparecidas- de un depósito de agua (recubierto con cal hidráulica) que se construyó, según las cerámicas embutidas en el mortero, en época republicana (ss. II-I a.C.). 

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En los perfiles, cantera explotada en época romana en la necrópolis de Las Cumbres. / Foto, J.J.L.A., 1983.

Pero las mayores infraestructuras debieron de situarse junto a Doña Blanca, donde brota el manantial de La Piedad, junto al lugar en que en el siglo XVIII se levantó la ermita de su nombre y por último estuvo la venta Los Álamos y donde acaso existió una oficina estatal para el control del agua. Al respecto, el jesuita y erudito sevillano José del Hierro en 1750 apuntó que “en la Ermita de la Piedad se conservan aún algunas piedras de romanos.” Los embarques se harían en un muelle situado abajo del manantial, donde secularmente atracaron los barcos –hasta fines del siglo XIX- que remontaban la ‘madre vieja’ del Guadalete para cargar las aguadas. Y también las piedras de las canteras, de las que se han detectado –por los materiales cerámicos asociados a ellas- dos de época romana: en el Cerro de Buenavista y frente a Doña Blanca, en la necrópolis de Las Cumbres.

LA NECRÓPOLIS DE LA DEHESA

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Excavación en la necrópolis de La Dehesa en 1982 con la tumba de incineración tardorromana. / Fotos, J.J.L.A.

Junto a Doña Blanca, en el espacio que ocupó (como referimos en la anterior nótula) el poblado de la Edad del Cobre de La Dehesa, existió una necrópolis de gente que habitó la Sierra del Acebuche en tiempos imperiales (ss. I-II d.C.) y tardorromanos (ss. III-IV). En 1982 el Museo Municipal excavó aquí dos enterramientos tardorromanos: uno, la incineración de un joven depositado en un dolium (tinaja oval) y el otro la inhumación de un adulto cubierto con lajas de piedra, tégulas (tejas planas) e ímbrices (tejas curvas), sin contener ambos ajuares funerarios.

Esta necrópolis era conocida desde el siglo XVIII. Según vio y contó el historiador jerezano Bartolomé Gutiérrez, en 1756, cuando se construía el arrecife entre Jerez y El Puerto –la carretera de El Portal– se descubrieron en el paraje de Las Cruces, a unos 700 m de Doña Blanca, 5 inhumaciones cubiertas con piedras de la Sierra y presentando, a modo de humildes ajuares, algunas vasijas (una de ellas repleta de caracoles) y una moneda.

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Tumba hallada en el entorno de La Dehesa en 1756, dibujada entonces por Bartolomé Gutiérrez.

Nuevas tumbas tardorromanas volvieron a ver la luz en 1991 con motivo de una obra de canalización realizada en paralelo a la carretera de El Portal, realizándose entonces una excavación de urgencia dirigida y estudiada por Francisco Barrionuevo, Carmen J. Pérez y Carlos Huertas. Se exhumaron 4 tumbas de inhumación (dos cubiertas con ímbrices) que no tenían ajuar. Y con ellas, 7 incineraciones en fosas simples excavadas en la arena rojiza del lugar, fechadas por sus excavadores entre la segunda mitad del s. I d.C. y la primera mitad del II d.C.

La necrópolis podría prolongarse hacia la falda de la Sierra inmediata a la necrópolis de Las Cumbres, junto al camino que sube a la Sierra, donde hace años hallamos huellas de incineraciones romanas. Y acaso en época imperial también se extendía al otro extremo de Doña Blanca, junto al manantial de La Piedad, donde se conoce, según contó en 1764 el historiador portuense Ruiz de Cortázar, que en 1728, cuando comenzó las obras de la conducción de agua a El Puerto, se halló una tumba cubierta de tégulas que como ajuar tenía algunas monedas de plata.

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Dibujo y nota manuscrita que en 1924 realizó Ventura Fdez. de la cabeza de carnero hallada en la Sierra. / Real Academia de la Historia (Madrid).

Aunque al día de hoy no existe registro arqueológico de tumbas anteriores a las descubiertas en La Dehesa, es probable que la zona ya acogiese una necrópolis en época republicana (ss. II-I a.C.). En linde a La Dehesa, en terrenos inmediatos a la marisma hay un lugar nombrado de antiguo Las Leonas, que puede aludir –siendo como es la toponimia un buen aliado de la arqueología y la historia- al hallazgo de esculturas de leonas de factura turdetana-romana (ss. III-II a.C.), con un claro simbolismo funerario y apotropaico (protector ante el mal), como el león que se descubrió al otro margen de las marismas del Guadalete, en el cortijo jerezano de Roa la Bota; o el que se halló, en el ámbito de Isla Cartare, en la romana Hasta Regia

Vinculado a esas “leonas” en su función mortuoria y mágica, aunque no en su cronología, es el prótomo (busto) de un carnero tallado, al parecer, en diorita –de unos 25 cm de longitud por 20 cm de altura, cuyo paradero se desconoce- que dio a conocer en 1924 Ventura Fdez. López –un presbítero residente en Jerez aficionado a la arqueología- como procedente del entorno de Doña Blanca. Seguramente, añadimos nosotros, de la necrópolis de Las Cumbres, donde debió formar parte de una tumba o un monumento funerario de los primeros fenicios asentados y muertos en Doña Blanca. La pequeña escultura, no obstante, por su factura en diorita (negra) y su figuración, sería importada por comerciantes fenicios desde Egipto y representaba al dios tebano Khnum, creador de la vida y protector de las crecidas del Nilo. De lugar inmediato a Roa la Bota, de la finca Las Quinientas, procede otro prótomo de carnero, facturado en caliza y de época turdetana-romana (que se conserva, como el león de Hasta, en el Museo Arqueológico de Jerez).

VILLAS Y ALFARES 

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En la imagen, moneda de bronce de Filipo I (244–249 d.C.) procedente del yacimiento de Cerro Verde. Museo Municipal.

Y junto a la cultura de la muerte, la de los vivos. En la década de los 80, cuando en nombre del Museo Municipal prospectamos el término municipal junto a José Ignacio Delgado y José Antonio Ruiz, localizamos ocho asentamientos romanos rurales –villas y alfares- diseminados por la Sierra, mayoritariamente de época imperial (que situamos en el plano general que acompaña a esta nótula): De este a oeste, Cerro de San Cristóbal, Castillo de Doña Blanca, Las Leonas, Buenavista, Cueva del Civil, San Ignacio, Las Beatillas y Cerro Verde; yacimientos de los que destacaremos, por no ser prolijos, tres, pero no sin antes decir que la explotación de las dos grandes canteras a cielo abierto que se abrieron en el siglo XX a cada extremo de la Sierra (en torno a un 20%-25% de su superficie original) conllevó, con toda seguridad, la pérdida de no pocos núcleos habitados, romanos y no romanos.

islacartare_10_13_puertosantamariaEn la imagen, Oscillum de mármol hallado en Las Leonas, junto al Castillo de Doña Blanca, del siglo I d.C. Museo Municipal.

En Las Leonas existió una villa romana cuyos vestigios (muros y suelos de opus signinum), también desaparecidos, aún eran visibles a comienzos de la última década de los 80. De aquí procede un oscillum fragmentado que se conserva en el Museo Municipal. Es una pieza decorativa facturada en mármol de las que solían colgarse, como ofrendas a las divinidades, en los intercolumnios o suspendidos en los peristilos y jardines de villas lujosas o en edificios públicos: en una de las caras se aprecia el rostro de un sátiro con máscara teatral y en la otra un conejo corriendo. Puede datarse a fines del siglo I d.C.

islacartare_10_14_puertosantamariaEn el yacimiento de San Ignacio, en la falda que cae a las marismas y en linde a la cañada del Verdugo, se localizaron 7 tambores de columnas en piedra ostionera de los que habitualmente se disponían en las cámaras de cocción de los hornos alfareros, así como restos de muros y pavimentos de opus. El material cerámico prospectado, clasificado por Lázaro Lagóstena, datan el alfar entre los siglos I y II d.C. En la imagen de la izquierda, plano de la excavación del yacimiento de Buenavista. / Esperanza Mata y Lázaro Lagóstena, 1997.

El único asentamiento que ha sido excavado –por vía de urgencia con motivo de la construcción de la carretera Jerez-Puerto Real- fue el nombrado Buenavista, en el cerro de su nombre, bajo la dirección de Esperanza Mata y estudiado y publicado en coautoría con Lázaro Lagóstena.

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Muros del asentamiento romano de Buenavista. / Foto, J.J.L.A.

Resultó ser un asentamiento rural que fue habitado entre el siglo II a.C. y fines del I d.C., cuando se abandonó. Contaba con un alfar dedicado a la fabricación de ánforas para el envasado de vino y salazón de pescado y sus derivados. En el yacimiento, que parcialmente había sido destruido por antiguas canteras, se exhumaron muros a ras del suelo natural –habitacionales o industriales- y asociado a ellos un sistema de canalización –en parte conservando una tubería de cerámica- que convergía y vertía el agua a tres pozos o aljibes.

LA PILASTRA VISIGODA 

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Pilastra visigoda (1’18 m de altura x 23 cm de ancho) del Castillo de Dª Blanca (Museo Arqueológico de Jerez). / Foto, M. Esteve Guerrero, 1963.

En los tiempos del reino visigodo (624-711 d.C.) la Sierra y El Puerto –el Portum que entonces llamaban- apenas estuvieron poblados. Sólo se tiene constancia de la presencia en la zona de contingentes militares por el hallazgo de armas (dagas, punta de lanza y podones) en tumbas aparecidas bajo la ermita de Santa Clara y en la finca El Barranco, junto al Camino de los Romanos. Y también la presencia de la todopoderosa iglesia hispano-visigoda se puede vislumbrar por el hallazgo en el Castillo de San Marcos de un bajorrelieve que formaría parte del cancel de un recinto religioso, y en el entorno del Castillo de Doña Blanca de una pilastra visigoda.

Esta pieza la dio a conocer en los años 60 Manuel Esteve, entonces director de la Colección Arqueológica Municipal de Jerez. De su procedencia dijo que se halló en 1936 reutilizada como escalón en una casa en ruinas, “en las proximidades del Castillo de Doña Blanca, pero en tierras del término de Jerez”. Que no era verdad, porque Esteve ‘barrió para casa’ para que la pilastra no pasara al Museo Provincial de Cádiz (el mismo caso, por cierto, que el casco griego del Museo de Jerez).

Las características y decoración de la pilastra son propias de las edificaciones religiosas visigodas. Al pie de una de las caras presenta dos rebajes circulares, seguramente para el encaje de una puerta. La decoración es típicamente visigoda y heredera del mundo paleocristiano: estrías verticales que dividen el fuste en dos mitades y separadas con motivos acordonados, rematando la pieza un ornamento –mal conservado– a modo de capitel.

La pilastra indicaría la presencia al pie de la Sierra de San Cristóbal de una ermita del siglo VII que sería abandonada o destruida tras la llegada de los musulmanes a comienzos del VIII. Probablemente se situaría en el lugar que está la torre de Doña Blanca, donde al paso de los siglos, mediado el XIII, se levantaría la ermita de Nuestra Señora de Sidueña.

En la siguiente entrega escribiremos de la época –cinco siglos y medio- en que la Sierra permaneció bajo el poder del Islam: el tiempo de Siduna, la ciudad que entre mediados de los siglos VIII y IX fue la capital administrativa y espiritual de un extenso territorio. / Texto: Enrique Pérez Fernández y Juan José López Amador.

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La bacía de Don Quijote del montaje del Grupo Vedruna, confeccionada con recortes del ‘Diario de Cádiz’ y ‘Diario de Jerez’.?

La ‘Moda Green’ se impone en la Muestra Teatral de El Puerto de Santa María con los alumnos del Colegio de las Carmelitas.?

Con los bocadillos de meses de recreos se ha confeccionado una vajilla, sus cubiertos y objetos metálicos como cruces, tijeras y llaves. El papel de aluminio utilizado por los escolares de las Carmelitas de El Puerto durante este curso se ha destinado a la obra teatral que se representó el pasado miércoles en el Teatro Pedro Muñoz Seca, el episodio de Sancho Panza en la Ínsula Barataria de El Quijote, de cuya segunda parte se cumplen 400 años.

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También en este curso las bolsas de basura de las papeleras no se han desechado, sino que se han transformado en secciones de los trajes de los personajes. El narrador vistió túnicas de papel de periódico, de Diario de Cádiz y Diario de Jerez, y los pendientes y joyas que lucieron las adolescentes actrices del Grupo Vedruna, y la corona real del protagonista, están formados por cápsulas de café. De los desayunos de los profesores. Y la bacía de don Quijote también reúne un buen puñado de noticias comentadas en clase.

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RECICLA, REUTILIZA, REDUCE.
“--Todos los alumnos se han implicado con el reciclaje, en un proyecto del centro que sigue las tres erres: Recicla, Reutiliza y Reduce”, comenta la directora del montaje, Vanesa Quintero. Tres erres de compromiso que se traducen en una representación que apenas ha costado 10 euros: lo que se ha destinado a pintura, silicona y a un bote de cola. La mano de obra de las diseñadoras y costureras han vivido de semanas de dedicación desinteresada para crear prendas de Moda Green a partir de cartones, plásticos, sacos de patatas y de cemento, rafia y envoltorios de malla. Con los bidones de la pintura utilizada en el colegio se ha creado toda la percusión del coro. E incluso las cajas de las pizarras digitales se han convertido en el cartel del escenario, con muebles formados por palets y pergaminos confeccionados con papeles de horno.

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María Jesús Sordo, Carmen Cebrián, Estela Ruiz y Mari Santi Morillo han sido las profesoras de las Carmelitas que han elaborado los trajes y el atrezzo junto a voluntarios como Irene Cebrián que de la nada, o más bien de lo mucho que tiramos a los contenedores, han formado un montaje teatral que se verá en otros centros de la provincia tras esta clausura de la MuestraTeatral de El Puerto. Cristian Ávila y José Luis Lucas han sido los monitores de la Concejalía de Educación que dirigen a los 16 personajes, emblemas así del reciclaje responsable entre los escolares. /Texto: Francisco Andrés Gallardo.

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«Supe de ti,  
frente a la mar de Cádiz,
en las mismas arenas y al pie del mismo río
adonde tú, tal vez patrono y marinero
de las naves de Ulises, llegaste una mañana.»

Menesteo. Fundador y Adivino.
Así iniciaba nuestro paisano, Rafael Alberti, su poemario Ora Marítima.

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50 años educando a portuenses desde el método scout ideado por Baden Powell a comienzos del siglo XX dentro del Movimiento Scout Católico. Este año 2015 se cumplen 50 años de la fundación del Grupo Scout Ntra. Sra. del Carmen de El Puerto de Santa María.

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Este Grupo del Movimiento Scout Católico que cuenta en la actualidad con unos 100 miembros ha venido desarrollando su labor de manera ininterrumpida desde que en el año 1965 el presbítero Antonio González Montaño (ver rótulas 232 y 233 en Gente del Puerto.) junto con un grupo de jóvenes lo creara en la antigua casa de Acción Católica en la calle Larga con fachada también a la calle Diego Niño.

El mencionado Grupo Scout ha tenido su sede primero en la mencionada casa de Acción Católica, posteriormente en una escuela rural cedida por el Ayuntamiento en la carretera de Fuenterrabía, hoy desaparecida, y en la Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen y San Marcos donde reside en la actualidad, aunque siempre ha estado vinculado a dicha Parroquia.

El acto central de esta celebración tendrá lugar el 4 de julio próximo con una Eucaristía y una cena, que están actualmente en preparación. Así mismo se han programado otros actos como una verbena el 6 de junio, una exposición sobre estos 50 años y una acampada, de las que informaremos más adelante.

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Desde el Comité Organizador queremos hacer un llamamiento a todos los que de alguna manera han estado vinculados a dicho Grupo Scout desde sus comienzos para que puedan participar de esta efemérides o al menos aportar sus recuerdos pues es intención de dicho Comité, que con los actos de este aniversario publicar un libro que contenga la historia del Grupo desde sus comienzo: testimonios, fotos, objetos, etc. serán bienvenidos.

Se ha creado una página web  y un grupo de Facebook  donde se irán dando a conocer esta celebración y para que sirva como lugar de encuentro de aquellos que pertenecen o han pertenecido a este Grupo Scout. También pueden ponerse en contacto  a través del correo electrónico 50aniversarioelcarmenpsm@gmail.com. /Texto: Juan Ortega Álvaro.

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Continuamos con la serie de anagramas (ver nótula anterior núm. 2.392 en Gente del Puerto) que, gentilmente, nos ofrece el investigador Antonio Gutiérrez Ruiz, señalando para casapuertas, balcones, cancelas, ojos de buey y otros espacios de la singular y hogaño depauperada, arquitectura portuense.

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Uno de los más bellos y enrevesados anagramas de hierro de los existentes en los balcones locales se encuentra en el balcón central del edificio de la antigua aduana, en la calle Maestro Veneroni. Las siglas que parece contiene son RFBC que bien pudiera corresponder a Real Fábrica de algo que no puedo concretar.

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Este ventanal ovalado bodeguero, bellamente exornado con hojas de parra, que se encuentra en un lateral de la zona ajardinada frente al colegio Lasalle contiene las siglas V de P que corresponden a la denominación “Viuda de Pajares” propietaria de dichas instalaciones y de los terrenos de alrededor, parte de los cuales fueron legados para construir el colegio antes mencionado.

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Las iniciales que figuran en el mediopunto de esta puerta-cancela calada que tiene más de 140 años y está en un inmueble de calle Palacios, entre las esquinas de San Bartolomé y Nevería son F y M

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Las letras de otro mediopunto similar al anterior, en una casa de calle Diego Niño de la familia Velarde, son JVL, correspondiendo la letra central a este apellido.

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En la calle Luna, en una casa entre Jesús de los Milagros y Misericordia, también figura en el mediopunto que remata el portón de entrada las iniciales de alguno de los propietarios, en este caso JGS.

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En el balconcito de la casa de calle Cielos, esquina de Espíritu Santo, en la que vivieron últimamente las hermanas Ruiz de Cortazar Tosar mantiene el tipo a pesar del abandono del inmueble otro anagrama e el que solo distingo las iniciales F de P.

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También en tiempos contemporáneos continúan identificando algunos propietarios sus posesiones como ocurre con esta casa de calle Nevería, en cuya cancela puede leerse claramente “Señores de Robles” /Texto y fotos: Antonio Gutiérrez Ruiz. - A.C. Puertoguía.

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Anagrama E.A.A. en la casa de la Calle Federico Rubio 56 correspondiente al famoso filántropo Don Elías Ahuja Andria, (ver nótula núm. 185 en Gente del Puerto)  constructor de esta su residencia desde que volvió de américa hasta que tuvo que abandonar España debido a la Guerra Civil.

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Detalle del anagrama. Posteriormente esta vivienda le fue adquirida a Elía Ahuja en Nueva York por la inmobiliaria Luis Caballero. /Agradecemos a Julián Flores Vencela, la remisión de las dos últimas fotos que acompañan el final de la nótula.

Que la Sierra de San Cristóbal sólo tiene de sierra el nombre es tan cierto como que el espacio que ocupa (5’8 kms de longitud y 2 de anchura máxima) entre las campiñas de Isla Cartare y las marismas del Guadalete –a orilla de la antigua bahía de Cádiz-, propició, junto a la abundancia de recursos naturales (suelo agrícola, manantiales de agua, piedra, madera, caza, pesca), que este privilegiado y estratégico enclave fuese habitado por sucesivas comunidades humanas que durante más de cinco mil años dejaron, de punta a punta, de Cerro Verde al Cerro de San Cristóbal, las huellas de sus vidas y sus improntas culturales.

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Ubicación de la Sierra de San Cristóbal y en la zona ampliada los yacimientos arqueológicos de la Antigüedad: 1.- Ciudad del Castillo de Doña Blanca. 2.- Acrópolis del siglo IV. 3.- Poblado de Las Cruces. 4.- Necrópolis de Las Cumbres. 5.- Poblado de La Dehesa. 6.- Posible ubicación del puerto de la ciudad. 7.- Plataforma de cazoletas (Cobre

Pese a que el conocimiento de la historia de su ocupación es muy limitado por la falta de actuaciones públicas que hayan apostado por su protección y conservación, por su estudio integral multidisciplinar y su progresiva adecuación para el disfrute de los ciudadanos, la Sierra de San Cristóbal acumula y guarda en sus entrañas, como una de las cunas urbanas de Occidente que es, una historia destacadísima en la que lo sagrado, espiritual, religioso, trascendente o como se le quiera llamar, estuvo siempre presente. Sobre ello queremos incidir en ésta y las dos próximas entregas de Isla Cartare, marcando este carácter sagrado vinculado a la vida, a la muerte y al más allá que impregnó a la Sierra de San Cristóbal en el transcurso de la Historia, y que aún hoy, pateándola sin prisas y con los sentidos atentos, aún se percibe.

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Vista parcial de la Sierra de San Cristóbal desde las marismas. / Foto, Juan José López Amador, 2014.

Escribimos en otro lugar (ver nótula 2.245) que la primera comunidad humana que de forma estable se asentó en el actual término portuense lo hizo hace unos seis mil años en el pago de Cantarranas, cerca del mar y del arroyo Salado de Rota, hasta que el poblado fue abandonado durante la primera mitad del III milenio antes de nuestra era, cuando se desarrollaron nuevos hábitats –de la Edad del Cobre- en dos áreas: en los márgenes del Salado, principalmente en el entorno de la laguna del Gallo, y en la Sierra de San Cristóbal, donde a cada extremo se ha detectado la presencia de un poblado, en Las Beatillas y junto a Doña Blanca. Y entre ellos, en el yacimiento Buenavista (junto a la carretera Jerez-Puerto Real), un taller estacional donde manufacturaban útiles de piedra.

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Ubicación de La Dehesa y Doña Blanca con la reposición de la antigua bahía de Cádiz (marismas) a partir de una foto aérea tomada por José Ignacio Delgado ‘Nani’.

EN LA DEHESA 

Cuando los fenicios arribaron a la bahía de Cádiz a fines del siglo IX antes de Cristo y fundaron al pie de la Sierra de San Cristóbal la ciudad del Castillo de Doña Blanca –la que los griegos llamaron Puerto de Menesteo-, su espacio y su entorno inmediato, a orilla del mar, había sido habitado por comunidades indígenas desde mucho tiempo atrás.

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José Ignacio Delgado y José Antonio Ruiz sobre la huella de un fondo de cabaña de La Dehesa, en 1982. / Foto, J.J.L.A.

En linde a Doña Blanca, en el paraje conocido como La Dehesa, en 1982 y 1985 se realizaron sendas campañas arqueológicas dirigidas por Diego Ruiz Mata que sacaron a la luz (en 1.000 m2 excavados) las huellas parciales de un poblado del Cobre, de mediados del III milenio a.n.e. Conformaban el hábitat cabañas circulares (de 3’20 m de diámetro la mayor) agrupadas en núcleos dispersos, ligeramente excavadas en el suelo y levantadas con zócalos de piedra, paredes de tapial y cubierta vegetal, teniendo algunas delante zanjas en las que seguramente se encajaban mamparas para protegerlas del viento de Levante; y entre las cabañas, silos excavados para el almacenaje del sustento de la población y otras pequeñas estructuras de desconocida función.

Poblados como el de La Dehesa, cuyas características formales perduraron hasta la llegada de los fenicios, cimentaron las bases sociales y económicas que dieron lugar a la eclosión de la cultura tartésica (ver nótula 2.273 en Gente del Puerto).

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Nani accediendo al hipogeo del Sol y la Luna el día que lo descubrimos, abril de 1983. / Foto, J.J.L.A. y Nani.

EL HIPOGEO DEL SOL Y LA LUNA 

Enfrente de Doña Blanca, en la zona nombrada Las Cumbres y ocupando más de 100 hectáreas de la falda de la Sierra se encuentran, prácticamente desconocidas por no excavadas, las necrópolis de quienes habitaron estos parajes durante la Antigüedad.

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Abajo, Juan José en el interior colmatado del hipogeo. A la izquierda, la columna central de la cámara funeraria.

En 1983, José Bermúdez, querido amigo ya fallecido y entonces obrero en las excavaciones de Doña Blanca, nos informó de la existencia de una pequeña “cueva” frente a la ciudad fenicia. Personados en el lugar en compañía de José Ignacio Delgado ‘Nani’ y José Antonio Ruiz, constatamos la presencia de un hipogeo excavado en la roca, colmatado de tierra, en el que en 1987, bajo la dirección de Diego Ruiz Mata, se intervino arqueológicamente, resultando ser el enterramiento colectivo de unos 25 individuos que vivieron –seguramente en el entorno de La Dehesa- durante la Edad del Bronce Pleno, hacia los años 1700-1500 antes de nuestra era, según dató su excavador. No obstante de esta cronología, los enterramientos exhumados corresponden a una reutilización del recinto mortuorio, que en su origen fue excavado en la piedra calcarenita a fines del tercer milenio, en los tiempos postreros de la Edad del Cobre.

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Acceso al hipogeo durante su excavación en 1987. En el dintel, los símbolos del Sol y la Luna. / Foto, J.J.L.A.

Al recinto se accedía por un pequeño pozo escalonado que daba a la puerta de acceso a la cámara funeraria, teniendo grabada al centro del dintel la figuración de los símbolos astrales del Sol y la Luna Creciente. Al exterior de la cámara quedaban los receptáculos donde se realizaban las libaciones sagradas, y a un lado un nicho sepulcral. Al interior la cámara presentaba una planta circular de 3 m de diámetro, techo plano a 1’80 m, una columna central y, al fondo, un amplio nicho conteniendo los restos óseos (muy destrozados por la acidez del terreno) de quienes aquí tuvieron su última morada. Y con ellos, los ajuares funerarios, de los que se pudo recuperar –conociéndose que la tumba ya fue expoliada en época romana- cuencos y vasos de cerámicas y objetos personales de oro, plata y bronce.

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A la izquierda, interior de la cámara funeraria con la columna central y el nicho de las inhumaciones. / Foto, J.J.L.A.  En la imagen de la derecha, parte de un ajuar hallado en el hipogeo: collar de plata con cuentas, pendientes de oro, espirales de plata, cuchillos -de sierra y curvado- de bronce y remaches de plata, agujas y punzones de bronce, placa de arquero, concha… / Foto, Museo Municipal de El Puerto de Santa María.

Es conocido un segundo hipogeo en Las Cumbres, no excavado, de mayores dimensiones, que tiene tras su puerta de acceso un amplio habitáculo central al que se abren, a derecha, izquierda y enfrente, tres grandes nichos mortuorios.

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Desde la cima del Cerro de San Cristóbal, vista parcial de la necrópolis de Las Cumbres (más de un millón de m2), Doña Blanca, las marismas, El Puerto, Valdelagrana, la Bahía y Cádiz. / Foto, J.J.L.A.

EL TÚMULO FENICIO 

La única excavación arqueológica realizada en la necrópolis de quienes habitaron Doña Blanca durante 600 años (fines ss. IX-III a.C.) se verificó en 1984-85, también dirigida por Ruiz Mata, en un túmulo que acogió las tumbas de un clan familiar durante todo el siglo VIII a. C.

El montículo artificial, de 22 m de diámetro y altura máxima de 1’80 m, tenía en su centro, enmarcado por un muro de adobes y excavado en la roca, el ‘ustrinum’, la fosa donde se incineraron los cadáveres. Y en su entorno, en cavidades practicadas en la roca y en resquicios naturales, 63 cremaciones depositadas en urnas que también contenían objetos personales de los difuntos (broches de cinturón, fíbulas, anillos, pendientes, cuchillos, cuentas de collar…); y junto a las urnas, quemaperfumes y copas de libación empleados en los rituales y otros recipientes cerámicos de ofrendas. Finalmente, cada tumba se sellaba con piedras y arcilla roja.

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Excavación del túmulo fenicio en 1984. / Foto, J.J.L.A.

Una vez amortizado el espacio funerario a fines del s. VIII, el enterramiento colectivo se cubrió con un potente estrato de piedras y tierra, creándose una estructura tumular de forma troncocónica y delimitada en su contorno con piedras medianas y grandes espaciadas.

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La tumba nº24 del túmulo fenicio, de fines del siglo VIII a.C. / Foto, J.J.L.A.

El túmulo, cuyas características son netamente semitas en sus rituales y en los materiales culturales, denota, por la coexistencia con cerámicas indígenas, la aculturación y la bien avenida interrelación de ambas comunidades –fenicia y tartesia- desde los primeros momentos de la fundación de Doña Blanca.

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Parte del ajuar de la tumba nº24: dos urnas, una ampolla, un soporte, fragmentos de una cazuela y dos vasitos de alabastro. / Foto, Museo Municipal de El Puerto.

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Vista parcial del claustro del Monasterio de la Victoria, durante su uso como Centro de Cumplimiento Penitenciario. Año 1908. /Foto 219 del Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz.

En una anterior nótula (núm. 2.066 de GdP), recogimos una reseña ilustrada del Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz, con imágenes de El Puerto de Santa María fotografiado en 1908, y publicado en 1934 realizado por Enrique Romero de Torres, hermano del pintor Julio. Aunque sin completarse, dicho catálgo se considera la empresa colectiva más importante realizada en la España contemporánea, para dar a conocer su patrimonio histórico artístico.

laescuelapublicarepublicana_puertosantamariaEl próximo martes 14 de abril a las 20:00 horas, Juan Gómez Fernández (ver nótula núm. 954 en GdP) presenta su nuevo libro ‘La Escuela Republicana en El Puerto: entre la ilusión y la represión, en la Fundación Rafael Alberti, publicado por Ediciones El Boletín, que dirige Eduardo Alabaladejo. Antes de la presentación, a las 18:300 horas, se proyectará el documental ‘Misiones pedagógicas de la República 1931-1936’ de Gonzalo Tapia, de 56 minutos de duración. La presentación del libro correrá a cargo de Diego Caro Cancela, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz, cuyo prólogo traemos a la consideración de los lectores de Gente del Puerto, por gentileza del editor de la obra.

La Segunda República Española ha sido uno de los periodos privilegiados de la historiografía contemporaneísta. Conocemos ya razonablemente bien los tres procesos electorales que la acompañaron, las biografías de sus personalidades más relevantes, la evolución de los partidos políticos que sostuvieron sus gobiernos, los nacionalismos que emergen en estos cinco años, la conflictividad social y el movimiento obrero y las ambiciosas reformas que se intentaron ejecutar en su primer bienio. De hecho, en los últimos treinta años se han ido formando dos grandes tendencias en esta historiografía con valoraciones abiertamente enfrentadas. Por un lado, y desde los años noventa de la pasada centuria, fue emergiendo una “escuela revisionista” que considera a la República como un régimen que fue incapaz de garantizar la convivencia de los españoles por el auge de los extremismos políticos y que encontraría en la guerra civil su epílogo inevitable. Un grupo de historiadores que pese a su pretendida modernidad no han hecho sino poner al día los viejos tópicos de los apologetas del franquismo que para justificar el golpe de Estado del 18 de julio atribuyeron a los políticos republicanos toda clase de maldades, entre las que no faltó el manido contubernio judeo-masónico y del comunismo internacional.

Frente a éstos, también ha ido surgiendo otra escuela historiográfica que ve en la República el primer régimen verdaderamente democrático de la Historia de España, el que intentó modernizar y resolver los problemas seculares que arrastraba nuestra sociedad y el que tuvo que hacer frente a los movimientos totalitarios que estaban poniendo en crisis a todas las sociedades democráticas de la Europa de los años treinta. Un periodo republicano con tres etapas claramente diferenciadas y en las que las reformas del primer bienio, quedaron frenadas en el segundo por la coalición radical-cedista, hasta que el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 volvió a recuperarlas.

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Pues bien, sabemos ya bastante sobre las grandes líneas de la República, pero poco sobre cómo se vivieron y cómo se ejecutaron estos cambios políticos y sociales en pueblos y ciudades. Por esta razón es bueno que sigan apareciendo más historias locales y provinciales que pongan en evidencia los grandes planteamientos o que los enriquezcan con todos los matices y complejidades que tienen los hechos históricos. /Juan Gómez Fernández, a la izquierda d ella imagen.

En este contexto, la aparición de este libro de Juan Gómez que tengo el placer de presentar no puede ser más procedente. En primer lugar porque es la primera aproximación que se hace a la historia de la Segunda República en El Puerto, centrada especialmente en las reformas educativas que se practicaron. Y en segundo lugar, porque de esta manera contribuye a ampliar el conocimiento que tenemos de este periodo histórico en la provincia de Cádiz, completando el panorama historiográfico ya asentado por autores como Fernando Romero, José Luis Gutiérrez Molina, José Pettenghi, Manolo Santander, Manuel Garrucho, Tano Ramos o Fernando Sígler.

Juan Gómez no sólo reconstruye minuciosamente cómo se aplican en El Puerto las reformas educativas del régimen republicano. También nos hace retrato bastante acertado de cuál era el punto de partida, una situación educativa bajo la Monarquía de Alfonso XIII marcada por las altas tasas de analfabetismo, especialmente en las mujeres, la falta de plazas escolares y el deterioro material de las escuelas.

Sobre este desgraciado escenario se tienen que asentar las reformas educativas del primer bienio republicano, con la creación de nuevas escuelas, la ampliación de plazas de maestros y los conflictos que se plantean en la ciudad al implantarse una educación laica. Unas reformas que, como se cuenta en el libro, provocaran la movilización de todos los sectores conservadores y católicos contra las mismas, con la Revista Portuense de ariete ante la opinión pública.

Pero este libro de Juan Gómez va todavía más lejos, porque además del análisis detallado que hace de la política educativa republicana en El Puerto nos cuenta también la “contrarreforma” que viene tras el triunfo del golpe militar de 1936 en la ciudad y gran parte de la provincia, con el regreso de los curas a las aulas, las ejecuciones y depuraciones de maestros y maestras, las campañas de adoctrinamiento de lo que será el nacionalcatolicismo y las listas de libros que tenían que ser “eliminados” de las bibliotecas escolares. También de especial interés nos parece el capítulo sexto en el que se hace un detallado análisis de otras instituciones educativas como la Colonia Escolar Obrera jerezana y los niños que traía de vacaciones a la playa de la Puntilla, una de las experiencias más hermosas de la educación gaditana del siglo XX, o las páginas que dedica a describir la labor social de la Cantina Escolar de la Escuela de Bellas Artes.

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La convocatoria es el próximo martes 14 de abril.

Frente a estas acciones educativas cargadas de ilusión y altruismo para mejorar las condiciones de vida de la población infantil más necesitada de Jerez y El Puerto, lo que se narra en el libro sobre la depuración franquista del Magisterio portuense pone en evidencia la bajeza personal y la degradación moral a lo que llegaron algunos de los personajes que se situaron en el lado de los vencedores de la guerra. Sólo lo que se cuenta del expediente de depuración de la maestra a la que antes le habían fusilado el marido y un hijo merecería entrar en la historia universal de la infamia, preludio de la “larga noche” de muertes, cárceles, exilios y represión que vino a continuación.

Juan Gómez ya demostró su solvencia como historiador cuando alcanzó el máximo grado académico con la tesis doctoral que hace algunos años presentó sobre la educación portuense en el siglo XIX. Ahora lo confirma con este libro sobre la realidad educativa de un periodo conflictivo de El Puerto del siglo XX. Les invito a leerlo. /Texto: Diego Caro Cancela.

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