La Ciudad celebra su memoria literaria en una nueva edición de Territorios Mágicos
| De izquierda a derecha, la moderadora Amalia Bulnes, el escritor y periodista Juan Gabriel Vazques y la periodista y escritora Berna González.
| Texto: José María Morillo.
El Puerto de Santa María se reafirma como territorio de la palabra con una nueva edición de “Territorios Mágicos”, el ciclo de actividades de la Cadena SER que se iniciaba la noche del viernes 24 en el Castillo de San Marcos y que, en diferentes escenarios singulares, continuará hasta el domingo 26 de octubre. Bajo el lema “Memoria y creación. El inicio de un mundo global”, la propuesta explora las raíces culturales de la Cciudad y su proyección universal a través de la literatura, la cartografía, la cocina y la música, disciplinas que aquí dialogan sin jerarquías.
“Territorios Mágicos” se ha consolidado como un espacio de encuentro entre pensamiento y sensibilidad estética. Durante tres días, escritores, académicos, investigadores y artistas comparten, conversaciones experiencias, lecturas y gastronomía con el público, tejiendo una conversación coral que vincula historia y contemporaneidad. En cada edición, el Puerto se transforma en un laboratorio literario donde la memoria colectiva encuentra nuevas formas de expresión y sentido.
| Texto: José María Morillo Manuel Gago Fornells, Chuchi (1961), presenta mañana martes día 21, a las 19:30 horas su libro ‘La esperanza es lo primero que se pierde’, en el Bar Vicente (calle Abastos, 4) actuando como maestro de ceremonias y presentador del acto, su compañero de profesión en el ámbito de la enfermería durante tantos años, Fernando García González.
El libro está triplemente prologado por el filósofo, José Manuel Sevilla Fernández; el psicopedagogo José Antonio Herrera Lara y el biólogo Juan Carlos Neva Delgado, estando su biografía propuesta, también, por Fernando García González. El libro destinará los beneficios a la Asociación Parkinson y a la Casa de la Esperanza de El Puerto de Santa María.
Mañana en el Parque Los Toruños a las 19:00 horas.
| Texto: José María Morillo.
Mañana viernes 17 de octubre, a las 19 horas, el Parque Metropolitano de Los Toruños acogerá la presentación de El fin a ninguna parte, la primera novela de Israel Díaz Reinado (1973), que será glosada por Pedro Gallardo, poeta y el actor Vicente Clavijo. La obra, publicada por HarperCollins y a la venta desde el 17 de septiembre en librerías y en Amazon, se adentra en el género negro-policiaco con una trama ambientada en las playas de la provincia de Cádiz, entre ellas las de El Puerto de Santa María.
El salto de Díaz Reinado a la novela se produjo tras años cultivando su afición por los relatos breves de suspense en redes sociales como X (anteriormente Twitter) y TikTok, donde ha conseguido más de veinte mil seguidores y millones de visualizaciones en España y Latinoamérica. El éxito de sus “hilos” virales fue decisivo para que HarperCollins, el segundo grupo editorial más grande del mundo y sello de autores como Tolkien o Agatha Christie, apostara por su talento narrativo.
En este canal de vídeo de YouTube (pulsar aquí), abierto hace 15 años, reúne cerca de 100 grabaciones del dramaturgo y guionista portuense Juan García Larrondo / El Andreion [*], incluyendo escenas de sus obras teatrales, entrevistas, apariciones televisivas, podcasts y otras intervenciones públicas. Su trabajo abarca una intensa y diversa producción en literatura dramática, poesía e imagen. Forma parte de la Academia de las Artes Escénicas de España y la Asociación de Autores de Teatro, y ha sido reconocido con numerosos galardones, entre ellos el prestigioso Premio Internacional ‘Teatro Romano de Mérida’ por su obra ‘El Último Dios’.
La biblioteca, el inquisidor Pedro Sánchez y el naufragio (y II)
| Imagen generada con IA.
| Texto: Enrique Pérez Fernández
El inquisidor Pedro Sánchez
Una vez que falleció Guillermo Tirry en febrero de 1779, apareció por su casa un siniestro personaje de nombre Pedro Sánchez, comisario de la Inquisición en Cádiz. Registró a fondo la huérfana biblioteca y requisó 550 libros prohibidos por ser contrarios a la doctrina católica. Años después, en 1788, se lo decía en una carta al Inquisidor General: “En este asunto como en otros que han ocurrido, sin omitir la Visita General de las Librerías públicas y de algunas particulares, especialmente la del Marqués de la Cañada difunto, vecino del Puerto de Santa María, a donde pasé y recogí 550 libros prohibidos”.
La biblioteca, el inquisidor Pedro Sánchez y el naufragio (I)
| Imagen generada con IA.
| Texto: Enrique Pérez Fernández
“Y para mayor exornación me ha franqueado Don Juan Tirry, marqués de la Cañada, libros impresos y selectos manuscritos que enriquecen su célebre museo y le ilustran no sólo con el título de Tesorero de los caudales literarios, sino de justo poseedor de ellos.”
Quien esto escribió fue el primer historiador de la ciudad, Anselmo José Ruiz de Cortázar (1696-1772), coetáneo y amigo de Juan Tirry (1696-1763), y como los marqueses, hombre ilustrado que para documentar su obra -Puerto de Santa María ilustrado y compendio historial de sus antigüedades (1764)- se surtió principalmente de los fondos de la espléndida biblioteca que los Tirry atesoraron en su casa del Campo de Guía; de la que decía: “Aunque tiene esta casa muchas cosas dignas de expresarlas tanto en lo magnífico de sus piezas como en el adorno exquisito y de buen gusto, no debemos pararnos en su descripción por menor, pasando a describir su curioso gabinete, que es uno de los mejores que hay en España (sin que medie hipérbole ni ponderación en la línea que se refiere). Compónese de una librería de más de 8.000 volúmenes de todas facultades y en especial de Historia, Geografía y antigüedades y antiguos manuscritos y singulares monetarios.”
Centenario de un bautismo poético: Mar y Tierra o Marinero en Tierra
| Texto: José María Morillo.
Hoy se cumplen 100 años. El 6 de junio de 1925, un jurado compuesto por sabios y poetas --entre ellos Antonio Machado, que no se limitó al gesto protocolario, sino que dejó constancia autógrafa de su voto-- rubricaba un acto que, con el tiempo, se volvería casi fundacional para la poesía española del siglo XX. Aquel día, el entonces jovencísimo Rafael Alberti Merello, un portuense con apenas 22 años, obtenía el Premio Nacional de Literatura en la sección de “Poesía Lírica” por un libro inédito titulado Mar y Tierra. Un libro que, con la natural deriva de los títulos que aún no han tocado imprenta, terminaría por ser publicado como Marinero en Tierra en noviembre de ese mismo año, abriendo una travesía que aún resuena con fuerza un siglo después.
La solución final para el Deseado, o el arte de conspirar contra la historia
| Texto: José María Morillo
Si alguna vez hubo un rey que mereciera ser personaje de Valle-Inclán, ése fue Fernando VII: bufo, letal, melancólicamente ridículo. El monarca más vilipendiado de nuestras letras —y eso que compite con tules de dinastía— vuelve a escena, esta vez como blanco de una novela ‘Matar a Fernando VII’ (Editorial Almuzara) que, más que histórica, parece escrita con tinta de cicuta por el portuense David Fernández Fernández, residente en San Fernando y profesor de historia en el instituto Carlos III en Prado del Rey.
Este relato forma parte de un proyecto literario mayor, "En las lindes" que el autor dedica a su hermana Sole, en la imagen superior.
| Texto: Juan Luis Rincón Ares
Sebastián y Piedad se llevaban apenas dos años de edad. Crecían al compás y durante algunos años, para merma del devaluado auto concepto de Sebastián, tuvieron casi la misma estatura y peso. Muy poquito de ambas cosas, es decir.
Fueron compañeros inseparables de mil juegos de patio a pesar de que como hermana pequeña que era, él la hacía rabiar casi continuamente. ¡¡Daktari!!, la pinchaba musicalmente Sebastián llamándola igual que aquel león estrábico de la serie de televisión que solían ver juntos en el primer televisor que llegó a su casa. Ella se enrabietaba y se quejaba a su madre que nunca les hacía el menor caso. Entonces lloraba desconsolada, esmorecía, y escondía la irritación y la vergüenza de su ojo insumiso en ocasiones contra la almohada de última cama de la habitación más interior.
En el centro de la imagen Manolo Rodríguez Sánchez ‘el Polvorón’, durante su actuación en el cuarteto 'Inclusión o Victoria'.
Un cuento de Juan Luis Rincón, cuya acción transcurre en El Puerto de Santa María, y a cuyos protagonistas se pueden identificar fácilmente. Ha ganado el segundo premio en el XXI Certamen de Cuento y Relato Corto ‘Villa de Algarrobo’ 2025. “Es para mí una especial satisfacción la puesta en valor de este relato en concreto pues me permite difundir una aventura ficticia --pero que bien pudo ocurrir-- de un personaje portuense, muy, muy querido, que canta, baila y vive la vida con intensidad. Está vivo aún --y esperemos que por muchísimos años más-- pero que no podrá leer este relato si alguien no hace el favor de leérselo entre una actuación y otra. Me imagino que ya habré dado pistas suficientes para reconocerlo y recomiendo su lectura de manera encarecida”, ha comentado Rincón.
| Texto: Juan Luis Rincón Ares
En los tiempos de mi abuela María, en este pueblo que adoptó de pequeño a Rafaé, cada familia tenía un mote y para bien o para mal se heredaba de generación en generación. Los motes “son en Cádiz el currículo de los pobres y, a veces, su árbol genealógico; se heredan de padres a hijos y de hijos a nietos, generación tras generación…” he escrito yo mismo en otra historia que no viene a cuento. Eso viene ocurriendo, calculo yo, desde que Menesteo, el caudillo ateniense fundador de estos lares llegó y puso el primer pie – el izquierdo para más detalles - en nuestras costas o las riberas de aquellos remotos tiempos. “Bien hallados, nativos. Tomad y comed” dijo el rey engolando la voz y ofreciéndoles a los pocos naturales que fueron a recibirlo a la orilla unas piezas de pan extrañas y picudas. Mis primitivos paisanos acogieron sus primeras palabras y el alimento que les ofrecía entre sospechosas carcajadas. “El Biena”, ese motete se le iba a quedar para siempre al egregio caudillo por la cursilería esa de “Bien-ha-llados”. Así fue conocido por toda la desembocadura del Guadalete y en su honor, desde ese momento, se le llamó del mismo modo a las piezas de pan que les habían regalado a modo de bienvenida. El pan de Biena. O sea que si alguien de por aquí lleva este apodo - “Biena”, “Viena” o incluso “Rebaná”- que sepa que procede directamente del famoso cabecilla griego. No le dé más vueltas y perdonen la digresión cachonda. Así fuimos, así somos y seremos.
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