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De Jerez y El Puerto #5.205

| Texto: Alfonso Ussia

Por mi condición de cuarterón del Puerto de Santa María, mis bodegas preferidas son las de Osborne, Caballero y Terry. El vino que se ofrece en La Jaralera del Marqués de Sotoancho es el Fino Quinta de Osborne, sin opción a otra marca. Y tengo para mí que la bodega más bonita de la región del «sherry» es la de Mora de los Osborne, con ese magnolio que supera, incluso, a los dos gigantes que sobreviven en los jardines del Vila D´Este, en Cernobbio, a orillas del lago de Como.

He leído un interesante artículo de Carlos Maribona en ABC. Nos recuerda, con motivo del fallecimiento de la Reina Isabel II, que el Jerez de Harveys es el único que posee el sello oficial, «The Royal Warrant», equivalente en España al de «Proveedor de la Real Casa». Y nos detalla Maribona que la bodega Harveys, fundada en 1796 por John Harveys y sus hijos, fue también, hasta la expropiación de Rumasa, de José María Ruiz-Mateos, posteriormente del grupo japonés Suntory, y en la actualidad propiedad de un chino, Andrew Lim Tan, propietario también de los activos de Domecq, Terry y Garvey. Mi apasionado amor por aquella tierra milagrosa me ha llevado hasta la preocupación.

No me fío de los chinos y, menos aún, de los bodegueros chinos de los vinos maravillosos de Jerez y El Puerto, el fino, el oloroso, el amontillado, el Pedro Ximénez, el Cream, y ahora el Palo Cortado. Los vinos de Jerez y El Puerto tienen, en gran parte, raíces británicas. Por ahí suenan los apellidos Osborne, Terry, Byass, Williams, Humbert, Harvey, Gordon, Duff, Sandeman… todos ellos procedentes de las islas, así como Domecq, de raíces francesas. Transcurridos más de dos siglos, creo que los Osborne y los Byass, unidos a los González, son de los pocos que mantienen la propiedad de sus mayores.

Por mi condición de cuarterón del Puerto de Santa María, mis bodegas preferidas son las de Osborne, Caballero y Terry. El vino que se ofrece en La Jaralera del Marqués de Sotoancho es el Fino Quinta de Osborne, sin opción a otra marca. Y tengo para mí que la bodega más bonita de la región del «sherry» es la de Mora de los Osborne, con ese magnolio que supera, incluso, a los dos gigantes que sobreviven en los jardines del Vila D´Este, en Cernobbio, a orillas del lago de Como.

Ignoro si Carlos III de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, con lo cansado que tiene que sentirse después del tute que se ha dado en los últimos días, va a ratificar el «Royal Warrant» a Harveys, la marca de Jerez más vendida en el mundo. Nada tengo contra Harveys, pero sí mucho contra los chinos. Un pueblo que come con palillos no ofrece excesiva confianza. El chino no tiene sentido del humor, y está dotado de una notable afición a la crueldad. No es un tópico el martirio chino. Por otra parte, es una nación muy proclive a que se les escapen, voluntaria o involuntariamente, los virus de los laboratorios. Y muy retorcidos en la interpretación de la simpleza. Prueben a hacerlo si tienen niños chinos a su alcance. Pinten una casita rodeada de árboles. Todos los niños del mundo les dirán que han pintado una casita rodeada de árboles. Pero los niños chinos no coincidirán con el resto de los niños. Pueden afirmar que esa simple casita rodeada de árboles tiene un significado sesgado y angustioso, y que, en realidad, es la premonición de un desastre natural de inmediato estrago.

Entre los bodegueros españoles, españoles con raíces británicas y españoles con origen francés, han creado un milagro permanente con los vinos de Jerez y El Puerto. Lógico, pues, mi desasosiego porque unos vinos tan formidables como los de Harveys dependan de las decisiones de un chino.

De ahí que le recomiende a Carlos III que se lo piense antes de firmar su Real Decreto. Sus antepasados, entre ellos su madre, la Reina Isabel, lo firmaron a sabiendas de que el Harvey se hallaba en manos de descendientes españoles de emprendedores británicos. Pero lo del chino se me antoja un riesgo. Y lo escribo porque lo pienso y lo creo. Los chinos tienen muchísimo peligro.

Llevo tu nombre en la faca,
Y un recuerdo en la estribera.
Caminito por la era
Voy a lomos de mi jaca
A Jerez de la Frontera.

En libertades de prados
O en propiedades de cotos,
Vuelan mis zahones rotos,
Arañados de cercados
O atardecidos de sotos.

A Jerez cabalgo hoy
A beber del mejor vino.
De llegar, a punto estoy.
«Le advierto que manda un chino»,
«Pues en tal caso, no voy».

| Fuente: El Debate.

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