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2.541. Conversación entre dos Marinos de Guerra, portuenses, del siglo XVIII.

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La acción transcurre en el Puerto de San Joseph, Estrecho de Magallanes, 10 de Enero de 1789.

Los oficiales del paquebote Santa Eulalia pasaron a su compañero de expedición el Santa Casilda, a excepción de su comandante capitán de fragata don Fernando de Miera que se encontraba enfermo y el primer piloto don Antonio Castellanos que quedó de guardia. Objeto de la reunión de oficiales de ambos paquebotes era discutir el plaN a seguir para cumplir el objetivo de la expedición, es decir, terminar el levantamiento del Estrecho de Magallanes, concretamente, desde un punto cercano a donde estaban anclados, Puerto de San Joseph, hasta el Océano Pacífico. Lo de discutir es una forma de hablar, pues el comandante de la expedición, capitán de navío don Antonio de Córdova, ya había decido el plan a seguir.

Una vez terminada la reunión, los oficiales del navío Eulalia se quedaron un rato a bordo del Casilda cambiando opiniones con los compañeros de este buque. Sobre todo los dos cartógrafos de la expedición el teniente de navío don Cosme Churruca del Santa Casilda y el de fragata don Ciriaco Cevallos del Santa Eulalia, tenían varios puntos que concretar. El también teniente de navío Francisco Javier de Uriarte y Borja (ver nótula núm. 169 en GdP) del Eulalia hizo una seña a su paisano, el alférez de navío don Claudio Coig Sansón (ver nótula núm. 1.827 en Gente del Puerto), del Casilda y los dos hicieron un apartado en un rincón de la cubierta para charlar un poco, ya que al ir en diferentes paquebotes no habían tenido ocasión de hacerlo desde que salieron de Cádiz y de esto hacía ya más de tres meses.

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El portuense Francisco Javier Uriarte y Borja quien, con el tiempo, llegaría a ser Capital General de la Armada.

El joven oficial, aunque a solas tuteaba a su superior pues entre ambas familias había cierto grado de amistad, no quiso hacerlo estando a bordo.

“--Don Javier, ya sé que en la Real Armada no se opina ni discute sino solamente se cumplen ordenes, pero que me zurzan si entiendo esto. En la primera expedición de nuestro comandante con la fragata Santa María de la Cabeza no pasaron de este Puerto, donde ahora nos encontramos, supuestamente por el gran calado de la fragata. Organiza una segunda expedición, para concluir la obra, con dos paquebotes de menor calado y a pesar de eso no quiere pasar de aquí con ellos y nos manda a la mitad de la oficialidad a hacer la medición en las dos lanchas sin cubierta. Después de los meses que llevamos de navegación, me alegra poder desentumecer mis miembros dándole al remo, pero creo que hubiera sido más lógico mandar a los dos cartógrafos, uno en cada lancha acompañado de uno o dos oficiales de entre los más duchos en cartografía y completar la dotación con marineros jóvenes y fuertes. Tampoco entiendo que le hayan dado el mando de la expedición a don Antonio. Cualquiera puede enfermar en un viaje tan largo, como le ha ocurrido al comandante de su paquebote, pero él salió de Cádiz ya enfermo”.

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El Capitán General de la Armada, Luis de Córdova y Córdova y Lasso de la Vega.

“--Puedes imaginarte que el comandante quiere pasar a la historia como el padre del primer mapa serio de todo el estrecho y no de una parte de él y en cuanto a ponerle a él al mando, a pesar de su estado de salud, también está clarísimo, era su deseo y se llama de Córdova y Lasso de la Vega y el poder de decisión estaba en las manos del capitán general de la Armada don Luis de Córdova y Córdova Lasso de la Vega. Sólo le pido al Altísimo que terminemos el levantamiento con vida y salud. Algunos de nuestros acompañantes, como Churruca, están más acostumbrados a la lluvia y al frio habiendo nacido en el Cantábrico, pero nosotros dos, andaluces, me parece que no lo vamos a pasar muy bien”.

El tiempo le dio la razón a Uriarte a medias. Los doce oficiales no lo pasaron muy bien, lo pasaron fatal. Aunque estaban a casi a mediados de Enero, verano en el hemisferio sur, las temperaturas eran bajísimas y cuando no llovía hacía tal viento que las olas que levantaba los calaban hasta los huesos. Pasaron veinticuatro días con sus veintitrés noches con las ropas mojadas. El agua pudrió enseguida los alimentos que llevaban en las lanchas y sobrevivieron a base de mariscos. En lo que no tuvo razón Uriarte fue en la influencia del lugar de nacimiento con la resistencia a las inclemencias del clima. Mientras que Churruca volvió muy debilitado y con la salud arruinada para el resto de su vida, él y su joven paisano lo soportaron relativamente bien.

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Puerto Coig.

Durante el levantamiento del estrecho fueron bautizados los diferentes accidentes geográficos que se iban posicionando con los nombres de Carlos III, su ministro Floridablanca, el capitán general Córdova y Córdova, hasta de los oficiales de más graduación que iban en las lanchas. Estos nombres se han perdido casi todos mientras que la ensenada, localizada poco antes de la llegada al estrecho, bautizada por el comandante de la expedición Puerto Coig, no sólo conserva su nombre, sino que éste se ha extendido al rio, a la ría en que termina éste y al faro, hoy fuera de servicio, ubicado en el puerto. /Texto: Ignacio de Arcaute.

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