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2.630. Un campo de regatas. El Guadalete festivo (7)

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También fueron las aguas del Guadalete el escenario donde se celebraron pruebas náuticas. La primera vez, al iniciarse la temporada veraniega de 1846 –el año que el Ayuntamiento abrió la ciudad y el río al turismo-, el 23 de junio, víspera de San Juan, cuando la Junta de Festejos organizó una regata no competitiva de falúas iluminadas ‘a la veneciana’ (con farolillos), llevando a bordo ‘músicas del país’ y fuegos artificiales.

Pero aquella regata no arraigó y tuvieron que pasar dieciséis años para que el río acogiera otra regata, de lanchas a remo, frente al paseo del Vergel del Conde, a las 9 de la noche del 26 de julio de 1862, adjudicándose un premio de 320 reales a José Lara, patrón de la embarcación ganadora. 

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Junto a la boca del río y al fondo el Coto de Valdelagrana.

Y transcurrieron trece años más para que las competiciones comenzaran a asentarse a partir de que un grupo de aficionados al deporte náutico fundaran, en 1875, el ‘Club de Regatas del Puerto de Santa María’.

El Club de Regatas (1875-1926)

De aquel tiempo en que nació el Club de Regatas, Mariano López Muñoz dejó escrito en 1926 (con un leve error cronológico) en Las trovas del Guadalete: “Los deportes de entonces reducíanse a las carreras de cintas a caballo y las regatas con esquifes en el Guadalete; por estos meses de 1876 afanábase el entonces muy gallardo galán don Manuel Pico en convencer a otros pollos para que fundasen un Club Náutico; propósito que obtuvo más adelante una brillantísima realización, pues durante años se estuvieron organizando fiestas de regatas en nuestro río, perdurando el grato recuerdo de aquellos dos esquifes rivales, que se denominaron Coquinero y Guadalete”. Por mi parte, preciso que Manuel Pico en 1876 ya era socio del Club de Regatas, participando en pruebas de esquifes (similares a las piraguas, en su origen empleados para el desembarco en tierra).

guadaletefestivo_3-4_puertosantamariaPrograma de las regatas celebradas el 23 y 24 de julio de 1876. Archivo Municipal de El Puerto de Santa María.

Desde entonces, las competiciones tuvieron un carácter anual, que se truncó al comienzo de la siguiente década, adquiriendo en ese tiempo cierto prestigio y participando habitualmente en ellas los clubs de regatas de Cádiz y Jerez (ambos fundados en 1868), Sanlúcar, Gibraltar, Huelva, Sevilla y Málaga, además del local, cuyo presidente fundador fue José de Miranda y el segundo de a bordo Alfredo Figueroa.

Solían celebrarse en una o dos jornadas, por la tarde y en fechas cambiantes, aunque siempre durante los veranos. Participaban en las competiciones socios de clubs con botes y lanchas a dos y cuatro remos y esquifes a cuatro remos y timonel (entre 2 y 6 equipos), intercaladas en ocasiones con pruebas específicas para marineros de los pesqueros matriculados en El Puerto. Las distancias a cubrir iban de 800 metros a 1.500 m, consistiendo habitualmente los premios en copas para los clubs y alguna pequeña cantidad en metálico para los equipos de marineros.

Las ocho competiciones realizadas entre los años 80 y la década de los 20 del XX fueron organizadas por el Ayuntamiento, participando exclusivamente en ellas marineros de la ciudad con botes y lanchas. En 1907 el recorrido se fijó entre los Baños de El Porvenir (junto a la boca del río, entonces propios de la viuda de José Antonio Neto) y el puente de San Alejandro. El cronista de la Revista Portuense que se hizo eco de las pruebas contó sobre ellas que iban desarrollándose con poco nivel y que el público se aburría, hasta que ocurrió esto: “El aburrimiento que invadió al público en este segundo recorrido, se borró por una nota cómica inesperada que dieron los bañeros de la sra. viuda de Neto, cuyos tres guasones probaron ser nadadores habilísimos, muy aptos para el servicio que prestan.

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 Botes en la orilla de la playa de La Puntilla.

Los tres tripulaban un pequeño bote en el que se paseaban sin rumbo fijo; de pronto uno de ellos, que vestía sombrero de copa alta, fingió caer casualmente al agua, lo que causó entre el público un movimiento de ansiedad indecible, dando voces de ¡un señorito que se ha caído al agua! Los otros dos que quedaron en el bote se echaron a una banda como para salvarlo, volcando el bote y cayendo ambos también al río. En el agua los tres, se dispusieron a salvar el sombrero de copa y después siguieron dando vueltas a la embarcación y empujándola hasta que la vararon y la desaguaron en seco. Durante ese juego, el público, repuesto de la primera impresión, no cesó de reír y celebrar la ocurrencia, que como decimos antes, rompió la monotonía que las regatas causaron.

La última prueba organizada por el Club de Regatas –tras haber cumplido medio siglo de vida- se verificó la noche del 25 de julio de 1926 a cargo de lanchas del bou (barcos de arrastre por parejas), otorgándose premios de 50 y 25 ptas. Ya entonces, por la mente de algunos portuenses aficionados a los deportes de mar comenzaba a plantearse el proyecto de constituir, con aires renovados, una nueva asociación que los agrupase. Que cuajó al paso de unos años, cuando comenzó otra destacada página deportiva y festiva a orilla del Guadalete.

El primer Club Náutico (1930-1951)

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Las modestas instalaciones del Club Náutico en 1930, junto a la muralla del río que se levantó en 1914. Imagen facilitada por Miguel Sánchez Lobato.

Justo a los cuatro años de celebrarse la última competición náutica que organizó el ‘Club de Regatas’, el 25 de julio de 1930 quedó constituida la nueva entidad deportiva. Se ubicó el Club Náutico en la margen izquierda del río, inmediato al puente de hierro de San Alejandro, consistiendo en un pequeño embarcadero y una modesta caseta de madera –que proporcionó Juan Ávila González- y aneja una cubierta de lona, más algunos tinglados. Se realizaron entonces gestiones para ocupar un espacio próximo donde varar y carenar las embarcaciones de los socios, pero al pertenecer los terrenos a la zona marítimo-terrestre de dominio público, se desestimó la petición.

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Manuel Muñoz Ávila, primer presidente del Club Náutico, posando con algunos trofeos. Foto, Francisco Sánchez Pérez ‘Quico’; archivo de Luis Suárez Ávila.

La distribución de cargos de la Junta directiva quedó establecida así: presidente, Manuel Muñoz Ávila; vicepresidente, el alcalde, Eduardo Ruiz Golluri; secretario, Francisco Javier Terry del Cuvillo; vicesecretario, José L. Benjumeda y Martínez de Pinillos; tesorero, Carlos Swicky; comodoro, Bernardo Rodríguez Morgado; y vocales, Antonio Osborne Vázquez, Leoncio Hernández Vicario, Alfredo F. de Soto e Isola y José María Gabiola. Junta que acordó nombrar socio de honor a Vicente Pérez Baturone, el Ayudante Militar y Capitán del puerto, quien fuera el promotor de la primera salida procesional, el 15 de agosto de aquel 1930, de la Virgen del Carmen por la ría del Guadalete (ver nótula 2.512 en GdP).

Años atrás, en 1906, hubo otro intento no consumado para establecer en el lugar que luego ocuparía el Club una ‘industria del automovilismo náutico’, iniciativa que de haberse llevado a cabo hubiese sido una de las primeras creadas en España. El proyecto lo presentó José María Ponce, a quien sí se le autorizó a construir al lado, entre los puentes de San Alejandro y del Ferrocarril, un pequeño carenero “para la gente trabajadora”, del que ya escribí en otra ocasión (nótula 2.311 en GdP).

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Instantánea tomada por ‘Quico’ durante la jornada inaugural del Club Náutico. En el río, el pequeño embarcadero. Al fondo, el transbordador de La Tapa, construido el año anterior.

Recién creado el Club Náutico, las ilusiones de los socios se volcaron en preparar sus primeras regatas en el Guadalete, en un principio anunciadas para el 27 de julio de 1930 pero que en última instancia se aplazaron al 29 de agosto.

Fiesta en el río: la primera competición

El día indicado, a las 6 de la tarde, comenzó la reunión deportiva. En las inmediaciones del Club se había instalado una tribuna para el público y la caseta que el Ayuntamiento acostumbraba instalar en la Feria de la Victoria, sirviéndose para la ocasión un ambigú a cargo del Hotel París de la calle Larga. Cinco minutos antes de comenzar las pruebas se izaba la bandera 0 del Código de señales, a los cuatro minutos se disparaba un cañonazo y se marcaba la salida con un segundo cañonazo.

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Detalle del embarcadero y la tribuna del público.

La competición comenzó con una prueba de natación en la que participaron cuatro concursantes que tuvieron que cubrir una distancia de 100 metros de orilla a orilla, en sentido oblicuo, desde el paquebote ‘Antonio Alsina’, atracado en el muelle de la Paja, hasta el Club Náutico. Resultó ganador, con 2’12’’, José Joaquín Muñoz Seca, recibiendo de premio, como se hizo en las restantes pruebas, una copa de plata.

Se continuó con una regata para canoas con motor fuera borda, clase B, premio ‘Copa del Gobernador Civil’. El circuito se marcó en un recorrido de 6 km con 5 viradas, delimitado por boyarines situados frente a la calle Valdés y las instalaciones del Club. Tomaron parte en ella las canoas ‘Casup’, tripulada por Rafael Muñoz Ávila, y ‘María de los Ángeles’, por Carlos Swicky, venciendo el primero en 23’32’’.

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Las canoas ‘Casup’ y ‘María de los Ángeles’ disputando una prueba, 29 de agosto de 1930. Foto ‘Quico’; archivo de Luis Suárez Ávila.

Dos piraguas disputaron el ‘Premio Guadalete’, logrando la victoria el equipo formado por Fco. Javier Terry y Bernardo Rodríguez Morgado. El trayecto se estableció en 500 m con una virada, entre el Club y el transbordador de sal de La Tapa.

En la cuarta prueba, ‘Premio de la Sociedad’, compitieron dos yolas a cuatro remos (patrón, tres cabos y proel), ambas tripuladas por socios del Náutico gaditano, cubriéndose una distancia de 1.000 m entre la calle Valdés y el Club.

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Las dos yolas gaditanas que disputaron una de las pruebas, frente al público congregado en el Club y sus inmediaciones. Foto ‘Quico’; Centro Municipal del Patrimonio Histórico.

La ‘Copa Johnson’, donada por Fco. Javier terry, para canoas con motor fuera borda, clase D, se realizó en 12 km con 11 viradas, quedando en primera posición, con 16’12’’, Manuel Benjumeda, pilotando la ‘Pinta’, y en segundo lugar Manuel Muñoz Ávila. Éste también donaría una copa para el ‘Premio del Presidente del Club’, participando la misma clase de canoas y recorrido de 8 km con 7 viradas.

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Las canoas con motor fuera borda que disputaron la ‘Copa Johnson’ en otra instantánea captada por ‘Quico’ desde el puente de San Alejandro. Centro Municipal del Patrimonio Histórico.

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Manuel Muñoz Ávila recibiendo su trofeo de manos del alcalde, Eduardo Ruiz Golluri. Foto ‘Quico’; archivo de Luis Suárez Ávila.

Concluida esta prueba y habiendo ya oscurecido, el jurado, presidido por Vicente Pérez Baturone, decidió suspender las dos regatas que restaban para completar el programa y aplazarlas al día siguiente, a las 10 de la mañana. Fueron el ‘Premio del Exmo. Ayuntamiento’, para toda canoa con motor fuera borda, con compensaciones y distancia de 12 km con 11 viradas; y una regata de 2 km con una virada para canoas con patín a remolque (esquí acuático).

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Esquí náutico en el Guadalete, insólita imagen para nuestros días. Foto, ‘Quico’; archivo de Luis Suárez Ávila.

En esta participaron las embarcaciones ‘María de los Ángeles’, tripulada por Carlos Swicky y en el patín José J. Muñoz Seca; Manuel M. Ávila y José María Osborne en la canoa ‘Tonino’; en la ‘Pinta’, Bernardo R. Morgado y Antonio Benjumeda; y Guillermo Macpherson y Rafel M. Ávila en ‘Chispa’.

Con esta prueba concluyó la primera reunión náutica organizada por el Club Náutico portuense, con éxito y satisfacción de los socios y público asistentes, según los cronistas que se hicieron eco de la competición.

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Don Juan de Borbón posando tras ser recibido por la Junta directiva del Club Náutico, 7 de septiembre de 1930. Foto, Francisco Sánchez Pérez ‘Quico’; archivo de Luis Suárez Ávila.

A los diez días volvería a vivirse en el Club otra destacada jornada: la visita del quinto hijo de don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia de Battenberg, el Infante don Juan de Borbón, aún ajeno a los acontecimientos que a los pocos meses iban a precipitarse en España (la proclamación de la II República) y al papel que la Historia le iba a deparar. De aquella jornada y de otras que se sucedieron en las siguientes décadas trataremos en la próxima y última entrega. /Texto: Enrique Pérez Fernández.

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