El pasado lunes 7 de marzo, y con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se celebró un acto de homenaje a una mujer luchadora, vecina de El Puerto. En primer lugar se descubrió una placa en el edificio de los Sindicatos, donde en el año 1936 se ubicaba la Casa del Pueblo, en la calle donde antiguamente tenía su entrada principal, la actual Javier de Burgos que se denominaba en la II República calle Pablo Iglesias, en cuya sede tuvo una importante labor sindical y militante, María Luisa Rendón.
Ante un numeroso público entre quienes se encontraban muchos familiares de varias ramas Rendón, incluidas algunos que han tenido que viajar miles de kilómetros (desde México o La Palmas), además de descubrir la placa realizada por el artesano Juanmi Selma, del desaparecido Zoco Espacio Creativo (ZEC), se leyó un escrito por parte de una integrante del colectivo Rosa Luxemburgo que ha impulsado esta iniciativa, y las hijas del segundo matrimonio de María Luisa cuando salió de la cárcel, Juana y María Luisa Romero Rendón, dijeron unas emotivas palabras recordando a su madre.
Al terminar, se dirigió el grupo a la Fundación Rafael Alberti donde tuvo lugar el segundo acto de homenaje con la presentación del libro “María Luisa Rendón Martell, 1909-1981. Movimiento obrero y represión franquista en El Puerto de Santa María”. Este libro ha sido fruto del trabajo colectivo de los autores Manuel Almisas Albéndiz, José Luis Gutiérrez Molina, Santiago Moreno Tello y Fernando Romero. Y ha contado con la colaboración de Pura Sánchez, que ha escrito la introducción, y de Javier Maldonado Rosso que ha escrito el prólogo. En un salón de actos abarrotado de público se sucedieron intervenciones de Macarena Neva, miembro del colectivo, de algunos de los autores, del editor Eduardo Albaladejo de El Boletín, y de diversos familiares. La voz del escritor y periodista Paco Lobaton, que quiso colaborar con este acto, reprodujo algunos pasajes de la Sentencia del Consejo de Guerra que condeno a María Luisa a doce años de prisión mayor.
María Luisa Rendón Martell nació en la Isla de Cuba (La Habana) en 1909, hija de Julieta Martell y Francisco Rendón San Francisco. Su hermana Milagros nació dos años antes que ella. Cuando falleció su madre, al poco de nacer María Luisa, volvieron a Cádiz donde su padre, relojero-platero ambulante, abrió un establecimiento y al poco tiempo se volvió a casar.
En 1928 se casa en Cádiz en el registro civil del Juzgado del distrito de Santa Cruz. Su marido, Daniel Ortega Martínez (ver nótula núm. 734 en Gente del Puerto), médico desde hacía dos años, y amigo y camarada de su padre, fue el dirigente comunista más importante de la provincia, y su labor desde que llegó a El Puerto fue establecer una organización del Partido Comunista en la ciudad. Vivieron primero en la calle San Bartolomé nº 15, y después compraron una casa que pusieron a nombre de su primer hijo Daniel, en Santa Lucía nº 18. En esta segunda casa nació el segundo hijo de la pareja, Juan Ortega Rendón.
Francisco Rendón San Francisco, padre de María Luisa.
María Luisa fue detenida el 25 de julio de 1936. Aunque desde dos días antes ya estaba bajo arresto domiciliario en su casa de El Puerto de Santa María, calle Santa Lucía, 18. Como prácticamente todos los detenidos desde julio de 1936 y, al menos, hasta marzo de 1937 su destino estuvo sometido a la decisión particular de sus encarceladores. No es que después tuvieran la oportunidad de recibir justicia, pero hasta ese momento ni siquiera la mayoría tenían las formalidades de la jurisdicción militar a la que decían representar a pesar de su sublevación y expulsión del Ejército por las autoridades competentes en ese momento: las del régimen constitucional republicano.
De esta forma puede considerarse que estaban secuestrados en centros de detenciones ilegales, especies de checas, hasta que las autoridades sediciosas, los «tribunales de sangre» que se formaron en las poblaciones ocupadas o las Delegaciones de Orden Público y Comandancias militares decidieran su destino. El de María Luisa Rendón parecía que iba a ser, como el de su padre y hermana, el paredón de ejecución. Así llegó a confesárselo a Isidora Abrizqueta, la madre de los falangistas portuenses hermanos Zamacola (ver nótula núm. 800 en Gente del Puerto). Sin embargo, una serie de circunstancias se cruzaron para que llegara con vida a la primavera de 1937. En ese momento ya se había puesto en marcha el control exclusivo por la Justicia Militar sediciosa de todos los detenidos existentes y la apertura de los correspondientes procedimientos.
El de María Luisa Rendón llevó el número 210/37 de los abiertos por el Consejo de Guerra Permanente de Cádiz ese año 1937. Lo fue el 17 de mayo y la instrucción la realizó Fernando Wilhelmi Castro, uno de los habituales encargados de poner en marcha la justicia «al revés» golpista en Cádiz. A las diligencias se les anexaron todas las gestiones que durante los meses anteriores había realizado ante la Delegación de Orden Público y el Gobierno Civil. Entre ellas las diversas instancias que presentó para que le autorizaran sacar dinero de la cuenta que poseía en la banca Aramburu con el que mantener a sus hijos ingresados en la casa Cuna. La primera está fechada el 16 de noviembre de 1936 y la última el 5 de mayo de 1937. En alguna de ellas, la de 21 de diciembre, llegó a pedir su libertad para atender a sus hijos y cumplir sus deberes de madre. Estaba arrepentida de su conducta anterior y volvía a cumplir los preceptos religiosos. ¿Qué estaba pasando?
Una posible respuesta la encontramos en la declaración de Antonio Ochoa Manchado, párroco de la Iglesia Parroquial Prioral de El Puerto de Santa María. Dijo el cura que en el otoño de 1936, a petición del comandante militar Luis Martos Peña, había visitado en diversas ocasiones a María Luisa Rendón con la finalidad de «evangelizarla». Podría no extrañar la inquietud espiritual de la entonces máxima autoridad de la población habida cuenta del estrecho lazo existente entre la cruz y la espada por aquellas fechas. Sin embargo, no parece que esas fueran sus últimas intenciones. De momento la relación entre María Luisa y el párroco y las intenciones ocultas del comandante garantizaban su seguridad. De hecho Ochoa le debía que, en abril de 1936, María Luisa le avisara, por medio de una hermana de una sirvienta suya, de que iban a asaltar la iglesia Prioral y quemar la imagen de la virgen de los Milagros, la patrona de la población. Gracias a ello, cuando, en efecto, unos días después unos grupos asaltaron la iglesia, la estatua pudo salvarse al estar ya oculta en un sitio seguro.
Así que Ochoa visitó en diversas ocasiones a la presa a la que fue convenciendo que debía bautizar a sus hijos por su seguridad y la de los suyos. María Luisa, que veía cómo la situación era grave, fue accediendo e, incluso, solicitó al sacerdote que recogiera las pertenencias de su hermana asesinada hasta que ella pudiera hacerse cargo. Ella misma, en agosto, había recogido las de su padre asesinado. En esa ocasión fueron las mismas autoridades sediciosas las que se las entregaron. Para entonces había comenzado a padecer la persecución de Martos, que no se contentaba con salvarla espiritualmente sino que parece que quería conseguirla como botín de guerra. Eso era lo que el párroco había denominado ante el juez «últimas intenciones del Comandante».
María Luisa había ocultado lo que ocurría en su primera declaración ante Wilhelmi. En ella negó que participara activamente en las manifestaciones comunistas. Que sólo lo hizo dos veces obligada por las peticiones de un grupo de mujeres y que no estaba afiliada a ningún partido. Además añadió que había tenido diferencias conyugales con su marido a causa de sus actividades políticas. El proceso de anulación de la personalidad de la detenida para poder acomodarse a la situación a la que le llevaba la represión pasaba por los más inhóspitos caminos.
Declaración que contrastaba con las que personas de «reconocida solvencia moral», como Joaquín Rufoni Suárez y Felipe Lamadrid Gutiérrez (ver nótula num. 1097 en Gente del Puerto) hicieron sobre ella. Era una activa comunista, hija, esposa y hermana de significados militantes. Tenía una especial influencia sobre las mujeres a las que adoctrinaba en la Casa del Pueblo y con las que participaba uniformada en actos y manifestaciones. El primero, aunque reconoció que no lo podía justificar, afirmó que era la organizadora de unas excursiones a la playa de Fuentebravía en las que, hombres y mujeres, formaban una especie de «colonia del amor libre». Así que a la maldad política y social se le añadía la de reducirla a una defensora de la promiscuidad sexual y, por tanto, a perder la condición de mujer respetable. De ahí a que Luis Martos pensara que todo el monte era orégano, de grado o por la fuerza, sólo había un paso. Al parecer quiso darlo durante el verano y el otoño de 1936. Aunque según una denuncia anónima en 1937 no fue el único.
Entre esta primera declaración y el día 9 de junio María Luisa decidió implicar al párroco Ochoa. O supo de sus intenciones de denunciar lo ocurrido. El caso es que solicitó ampliar la declaración y en ella contó lo de la gestión de la imagen de la Virgen y que le escribía para liberarle del secreto al que le había obligado. Ante unas fotografías que le mostró Wilhelmi en las que aparecía como figura principal en una manifestación y en el patio de la Casa del Pueblo, intentó salir por la tangente afirmando que no vestía de uniforme, aunque lo pareciera por los colores, y que si tenía ese protagonismo lo era por ser la esposa de Ortega, el diputado comunista. También consideró que las insinuaciones sobre lo que ocurría en la playa eran falsas. A ellas iban con sus hijos.
Ochoa no tardó en responder que era verdad lo que decía María Luisa Rendón. Así que cuando fue llamado a declarar el 24 de junio no sólo confirmó las presiones de Martos sobre la acusada sino que dijo que Quintanilla estaba al corriente y que también era vox pópuli en El Puerto. Como pruebas de lo que decía aseguró que Rendón le había contado dos escenas de acoso sexual de Martos y una carta. A partir de entonces, declaró Ochoa, procuró evitar que el comandante lograra sus objetivos, lo que le granjeó su enemistad.
Falangistas por la calle Larga.
Dos días después era María Luisa la que declaraba. Retrocedió a aquellas semanas de hacía casi un año. Habían sido falangistas los que el 25 de julio la habían trasladado desde su casa a la Prisión de Partido. A punto de cumplirse un mes, el 24 de agosto, se presentó en la cárcel Domingo Zamacola quien le dijo que iba a llevarla a la comandancia ante Martos. Cuando llegaron fueron a su despacho en donde le dijo que el Gobernador Civil le había dicho que hiciera con ella lo que quisiera. Le enseñó una lista con los nombres de los que había decidido matar. Entre ellos el suyo. A continuación le dijo que como la estimaba mucho iba a ponerla en libertad. Entonces ella, que padecía del corazón, comenzó a ponerse indispuesta y Martos la llevó en su propio coche a la prisión. No sabemos más de lo que pasó en el despacho. El caso es que a la mañana siguiente de nuevo el propio Martos fue a la cárcel de mañana, la recogió y la llevó a su domicilio en la calle Santa Lucía, donde la dejó no sin advertirle de que se no moviera de esa casa.
¿Qué pasaría por la mente de María Luisa Rendón?, ¿trató de poner tierra por medio?, ¿era verdad la excusa que dio? Lo cierto es que, esa misma tarde pretextando que uno de sus hijos estaba muy enfermo en casa de una de sus sirvientas en donde estaban acogidos, llamó a Domingo Zamacola y le informó de que iba a salir. Cuando estaba con su hijo se presentó un sargento pidiéndole las llaves de su casa, ya que iba a proceder a incautar un aparato de radio. Entonces, suponiendo que Martos iba a enterarse de que había quebrantado su orden, volvió a llamar a Zamacola y le dijo que temía que el comandante tomara represalias. Fue éste, a través de su madre, quien le ofreció la protección de su domicilio. Allí permaneció durante un día. Por la noche volvió a su casa. Al día siguiente volvió a ser detenida. Ahora por la Guardia Civil que la condujo a la Prisión Provincial de Cádiz.
¿Qué hay detrás de esta rocambolesca historia en la que el comandante militar lascivo se enfrenta a un caballeroso falangista, como definió en su declaración María Luisa la actuación de Domingo Zamacola? ¿Cómo casa con la denuncia de 1937, citada por Fernando Romero, en la que es precisamente a Domingo Zamacola al que se le acusa de sacar a María Luisa de la cárcel y «liarse» con ella? Una situación que sólo terminó cuando la propia madre de Zamacola lo denunció ente la Comandancia Militar para exigir que saliera aquella mujer de su casa. No lo sabemos. En Cádiz, en efecto se tomaron en serio las denuncias, no sólo contra Domingo Zamacola sino también contra sus hermanos Fernando y Alejandro, y encargaron a Nicolás Chacón Manrique de Lara que realizara una información. Interrogó a Domingo y a su madre que negaron la acusación. Reconocieron conocerla ya que Daniel Ortega había atendido a la familia en diversas ocasiones. María Luisa se había entrevistado con él una única vez para pedirle que procurara que sus hijos no fueran al Hospicio. Petición que también le hizo a la madre.
En el otoño de 1936, Martos procuró hacerle la vida imposible a María Luisa. La aisló de su familia, le intervino la correspondencia y hasta se desplazó a Cádiz para recriminarla, amenazante y entre insultos, que parecía que no había entendido que el único que mandaba era él y que no podía contravenir sus órdenes. Por dos veces escribió al gobernador pidiéndole su traslado de nuevo a El Puerto para estar cerca de sus hijos. Finalmente, el 28 de septiembre de 1936 ingresó de nuevo en la prisión portuense.
Antigua imagen del Penal de El Puerto.
Esa misma noche, hacia las 23 horas, fue entregada a Martos, que la esperaba con una pareja de guardias civiles en un auto. A pesar de que preguntó no le dijeron a dónde iba hasta que, ya subida en el coche, el comandante ordenó al conductor que fuera al Penal. Al llegar al patio sufrió un ataque y se desvaneció. Cuando despertó se encontraba de nuevo en la prisión. Durante los días siguientes fue el coche en diversas ocasiones a recogerla y llevarla a la comandancia en donde Martos le hizo diversas insinuaciones faltas de caballerosidad que indicaban a bien claras sus intenciones. Finalmente, el 6 de noviembre fue trasladada a la Prisión de Cádiz, en donde permaneció hasta la celebración del consejo de guerra en julio de 1937.
El estremecedor relato de las presiones, amenazas, humillaciones, acoso y vejaciones sufridas por María Luisa puede seguirse a través de la lectura de los documentos del sumario, y finalmente el 2 de julio comparecía ante Rafael López Alba y otros tres oficiales sediciosos. El fiscal Alberto Llamas García pidió 12 años de condena por excitación a la rebelión en base al artículo 240, 2º párrafo del Código de Justicia Militar que hacían suyo los sediciosos y el artículo 4º del Bando de Guerra de 18 de julio de 1936.
Por el acta, la vista fue un mero trámite en la que cada actor representó su papel de forma rápida y aseada. María Luisa Rendón no hizo uso de la palabra. Lo único destacable es que el fiscal pidió, además de la condena de la acusada, que se abrieran diligencias para averiguar y depurar determinadas conductas que aparecían en el sumario. Una clara referencia a las acusaciones del párroco contra Martos. Quizás de ahí proceda la denuncia contra Domingo Zamacola y la apertura de la información a comienzos de agosto de 1937.
La sentencia la condenó a los 12 años pedidos por el fiscal por considerarla un activa dirigente extremista, por organizar la agrupación femenina de la UGT, por destacarse y vestir de uniforme en las manifestaciones y por alentar y ejercer coacciones en las huelgas. Además existía el agravante de la clase social a la que pertenecía y la cultura que poseía. Las había utilizado para llevar a la sociedad por derroteros anárquicos que había producido incendios de edificios religiosos, el descontrol de las masas liberadas de cualquier freno moral y la revolución marxista que el Ejército se había visto forzado a dominar.
María Luisa, sentada y en el centro, en la cárcel de Gerona. /Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico.
Una vez celebrado el Consejo de guerra y con la condición de penada, María Luisa Rendón Martell fue trasladada a la cárcel de partido de El Puerto. Allí permaneció hasta el verano de 1940 en que es trasladada a la prisión de mujeres de Barcelona (Les Corts), donde tras un mes de estancia es trasladada a la cárcel provincial de Gerona. Un año después, en junio de 1941 es conducida nuevamente a la de Barcelona, y a los pocos días conocerá que su marido Daniel Ortega había sido también pasado por las armas. Era el 6 de agosto de 1941 y ocurrió en el castillo militar de San Sebastián en Cádiz. Fue la peor época que vivió en prisión porque, además, conoció la denegación por vez primera de su solicitud de libertad condicional. Allí comenzó a trabajar en la cárcel para redimir su pena. Su puesto estuvo en la «Oficina del Centro».
En octubre de 1942 es conducida a una nueva cárcel, y no sería la última. Se trata del Reformatorio de mujeres de Alcalá de Henares y sigue trabajando de oficinista. En enero de 1943 la trasladan a la Prisión de mujeres de Guadalajara, y allí sigue redimiendo condena trabajando ahora como costurera. Y por fin llega el momento de su última cárcel, la célebre prisión de mujeres de las Ventas (Madrid) a la que llega para trabajar de costurera en los importantes talleres de costura que allí se encontraban. Era el 15 de julio de 1943.
Taller confección de la Prisión de Mujeres de Ventas en 1944, según la obra "Presas Políticas", de Ricard Vinyes.
Al poco tiempo, por fin, sale en libertad condicional gestionado por la propia cárcel debido a su buen comportamiento, sin necesidad de solicitar informes a las autoridades portuenses, que tantas veces se la había denegado. Pero no puede ir a El Puerto ni a Cádiz, donde se encontraban sus dos hijos al cuidado de su primo Juan Gómez Rendón. La libertad condicional llevaba implícita un destierro, por lo que estuvo viviendo un tiempo en Madrid. Finalmente en abril de 1944 recoge a los hijos y viven juntos, aunque la patria potestad no la conseguirá hasta 1945.
Ese mismo año se van a vivir a la calle Silencios número 1 de Cádiz ya casada con Sebastián Romero Cano, con el cual tendrá dos hijas, María Luisa y Juana. Ellas han sido las que han compartido con nosotros el homenaje que le hemos hecho a su madre el lunes 7 de marzo de 2016, por la tarde. María Luisa terminó viviendo en Cádiz hasta 1981 en que falleció en el Hospital de San Juan de Dios de la enfermedad cardiaca que padeció toda su vida. Hasta el final vivió haciendo el bien a sus vecinas y vecinos. Ejerció de comadrona y de practicante atendiendo y aconsejando a las prostitutas del Pópulo, su barrio. También era conocido que les leía y les escribía cartas a todo el que lo necesitaba. Había abandonado la labor política o sindical, pero su persona solidaria y sencilla seguía resplandeciendo. Sus restos descansan en el Cementerio Mancomunado de Chiclana. Descansa en paz, María Luisa Rendón Martell, mujer luchadora de El Puerto de Santa María. /Manuel Almisas Albéndiz, Colectivo Social Portuense Rosa Luxemburgo