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4.384. Ricardo Alcón Tauriño. El gran desconocido, apóstol de la enseñanza en El Puerto (Parte II y última)

El republicanismo portuense jugó un papel relevante en la provincia durante el Sexenio Democrático, pero la llegada de la Restauración Borbónica en diciembre de 1874 con el pronunciamiento militar de Martínez Campos, produjo un efecto narcótico en los elementos republicanos de El Puerto. Además, la instauración del sufragio censitario en 1878 con una asfixiante presencia municipal, y también provincial, del caciquismo latifundista y bodeguero, y los famosos «pucherazos», hizo que las posibilidades legales de los republicanos fueran prácticamente nulas. Con la aprobación de la Ley de Asociaciones y la legalización de partidos y sindicatos en 1887, y sobre todo con la restauración del «sufragio universal masculino» en 1890, la situación cambió en gran medida y los partidos republicanos se prepararon para las batallas electorales en todos los ámbitos. La primera cita fue en las elecciones de 1891 y las distintas tendencias republicanas lograron 29 escaños, llenando de optimismo a los republicanos más moderados.

Es en este contexto que el 13 de noviembre de 1894 se publicaba en la prensa local la próxima constitución del nuevo Casino Republicano de El Puerto, habiendo sido elegido presidente de la Comisión gestora el prestigioso doctor Adolfo Barra Asunsolo (presidente del Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla en 1891) y Secretario a Ricardo Alcón Tauriño, que aparecía así por vez primera en la escena política. Se anunciaba que pronto comenzarían las actividades de la nueva entidad societaria.

Y así fue. En enero de 1895 se inauguró en El Puerto el primer Casino o Centro Republicano de la ciudad. Tuvo lugar al calor de los triunfos obtenidos en las elecciones a diputados provinciales del año anterior y a la ilusión generada por la anhelada fusión de distintas tendencias republicanas en la coalición electoral de 1893 denominada «Unión Republicana», y por eso, en dicho Centro o Círculo portuense estaban representadas las tendencias de Salmerón (Republicano Centralista), de Ruiz Zorrilla (Republicano Progresista) y de Pi y Margall (Republicano Federal). Precisamente a esos tres personajes y a Isaac Peral, que había sido diputado independiente por El Puerto pero apoyado por los republicanos en las pasadas elecciones, se les nombraron presidentes honorarios del Centro. La Junta Directiva la conformaron el médico e inspector de Sanidad Adolfo Barra Asunsolo como Presidente, la vicepresidencia recayó en Guillermo Alberti, y uno de los vocales fue el maestro Ricardo Alcón Tauriño.

En febrero de 1895 tuvo lugar el primer acto del Círculo Republicano de El Puerto, como recogió la prensa local, y consistió en realizar una colecta popular para mitigar los sufrimientos de las familias de los marineros portuenses que habían muerto recientemente en un naufragio por el mal estado de la mar. En la Comisión Recaudatoria estaba la directiva del mismo encabezada por Adolfo Barra y Ricardo Alcón, entre otros.

Este Círculo Republicano tuvo una permanente y activa presencia en los acontecimientos políticos y sociales portuenses en los meses siguientes, pero pronto sucumbió a las interminables divisiones que se producían en el republicanismo español, y despareció al final de la década coincidiendo con la crisis del 98 y la muerte en un plazo de muy pocos años de los líderes Zorrilla, Pi y Margall y el mismo Castelar, antiguo líder y en ese momento denostado republicano «posibilista».

Sin embargo, como el ave fénix, el republicanismo portuense resurgió con el nuevo siglo XX. En la Revista Portuense se informaba que en los primeros días de julio de 1903, los republicanos de El Puerto se reunieron en el local del «Centro de Productores» de la calle Misericordia para reorganizar el Partido con arreglo a las directrices emanadas de la nueva «Unión Republicana» que habían conformado los líderes Nicolás Salmerón y Alejandro Lerroux. El acto lo presidió Adolfo Barra, que ya era también, por aquel entonces, presidente de la Academia de Bellas Artes, y de los 25 miembros elegidos para la Junta Organizadora del nuevo e ilusionante Partido, el redactor solo recordaba una decena de nombres, pero no mencionó a Ricardo Alcón. Quizá estaba y quizá también se encontrase entre los 250 asistentes a ese acto fundacional, según relató la prensa. De la actividad política de Ricardo Alcón nunca más se tendrán noticias.

Socio fundador y profesor en la Academia de BBAA
La Academia de Bellas Artes de «Santa Cecilia» se fundó en El Puerto de Santa María el 8 de diciembre de 1900, teniendo como primera sede el n.º 60 de la calle Larga. Según Manuel Ordóñez Garabito, su presidente en 1928, Ricardo Alcón había sido uno de sus fundadores, y durante más de 26 años había dado clases de dibujo sin faltar ni una sola noche a su cita diaria en la Academia.

Así fue. En el primer año de su existencia, el curso 1901-1902, Ricardo Alcón ya formaba parte del claustro de profesores de la Academia de Bellas Artes, dando la asignatura de Dibujo Lineal y de adorno, de 7 a 9 de la noche y de lunes a viernes. Al finalizar ese curso formará parte de los Tribunales para examinar las materias de «Dibujo antiguo y ropajes», «Dibujo de figura y paisajes», «Dibujo Lineal y de adorno», y «Aritmética y Geometría». Esta faceta de examinador se repetirá en los finales de curso de los años siguientes.

Durante muchos años también formará parte de la Junta Directiva de la Academia. Al menos desde el curso 1905-1906, Ricardo Alcón será el «depositario» o tesorero de la misma, siendo presidente el ya conocido Adolfo Barra y será curioso ver entre los «Vocales del profesorado auxiliar» a su joven hijo Manuel Alcón González, que había sido alumno de la Academia y con varios sobresalientes, según publicó la prensa en los resultados de los exámenes.

Ricardo Alcón era un conocido y valorado personaje público en su ciudad de adopción. En numerosas ocasiones lo veremos participar de la vida cultural portuense, pero no solo cultural, educativa o con modestas donaciones a distintas cofradías o hermandades religiosas. En diciembre de 1909, de cara a las próximas elecciones municipales que se iban a celebrar, se constituyeron las mesas de las diez Secciones electorales que le correspondían a El Puerto, formándose la Junta Municipal del Censo. El presidente de la Mesa 4ª fue Ricardo Alcón; y su compañero inseparable Adolfo Barra lo fue de la Sección 1ª. Esta situación se repetiría en años posteriores.

|En la  fotografía de 1911-1912, se observa en el centro al presidente Adolfo Barra Asunsolo, a la derecha de pie al maestro de música Javier Caballero, y el primero sentado de la derecha bien podría ser Ricardo Alcón, que ya tenía 64 años. El primero de pié por la derecha es el maestro Caballero Maldoqui. | Foto: Academia Santa Cecilia.

En julio de 1920, Ricardo Alcón volvía a ser elegido Tesorero de la Junta Directiva de la Academia de Bellas Artes, bajo la presidencia, otro año más, de Adolfo Barra. Y pocos meses después, la noche del 1 de enero de 1921, se anunciaba en Revista Portuense una «simpática» fiesta en el Teatro Principal organizada por la Academia de Bellas Artes con el fin de recaudar fondos ante la grave situación económica que estaba atravesando. La nota de prensa animaba a los lectores a asistir y a colaborar con su entrada, y recordaba la visita que los redactores habían realizado a la Academia hacía pocos días acompañados de Adolfo Barra. Fueron pasando clase por clase saludando al profesorado, y al llegar a la de «Dibujo Lineal» comentaba que «tuvieron la honda satisfacción de estrechar la mano de quien pudiéramos denominar apóstol de la enseñanza, don Ricardo Alcón, briosa figura que destacaba por su honradez, tesón, desinterés absoluto y unción patriarcal». Se decía que Ricardo era el profesor de Dibujo desde que se fundó la Academia de Bellas Artes, como ya sabemos, y todo ello «sin recibir emolumento alguno».

| Revista Portuense | Archivo Municipal.

Este extremo lo confirmó Manuel Ordóñez a través de la prensa en 1927, cuando recordaba la asistencia de Ricardo Alcón a clase durante 26 años seguidos, «sin retribución alguna en la mayoría de ellos», y aseguraba que «siempre había pertenecido a la Junta Directiva» y ostentando muchos años el cargo de Tesorero, con «gran proeza», pues los recursos de la Academia eran tan escasos que ni podían dar «un céntimo a los profesores», y aún así no alcanzaba para atender a los gastos más urgentes del funcionamiento cotidiano.

Homenaje al viejo maestro
Ricardo Alcón se iba haciendo mayor a pesar de su enorme vitalidad. Todavía en 1924 había constancia de que su escuelita de la «Santísima Trinidad» seguía abierta y aún continuaba enseñando en la Academia de Bellas Artes. Pero el final de su vida docente estaba próximo.

Un grupo de sus alumnos y antiguos alumnos decidieron hacerle un homenaje por su 80º Aniversario y acudieron a Mariano López Muñoz, redactor de Revista Portuense, para interesarlo en el proyecto. Mariano, en respuesta, publicó en primera plana «La estudiantina vuelve: homenaje a un educador», escribiendo de Ricardo: Le veréis pasar todas las noches en dirección a la Academia de Bellas Artes, de la que fue uno de sus fundadores… en la Academia enseña, noche tras noche, sin decaimiento, sin descanso, con igual rejo expresivo que hace veinte años, el dibujo industrial a unos aplicados obreritos. Y aseguraba que la herencia que dejaría Ricardo Alcón a la venideras generaciones de jóvenes sería el ejemplo, «¡el ejemplo!», algo tan grande que nada ni nadie lo podrá borrar.

Tres días más tarde, Manuel Ordóñez volvía a publicar haciendo alusión al artículo de Mariano López Muñoz, e informaba que la Academia «Santa Cecilia» se había adelantado a su reconocimiento y él mismo, en nombre de la institución, había solicitado al Gobierno el pasado mes de junio la Medalla al Mérito del Trabajo para don Ricardo, «por entender que la concesión de dicha condecoración» para el socio fundador de la Academia y profesor de Dibujo lineal y de adorno durante 26 años era «de justísima recompensa a sus méritos».

Llegó el día del homenaje tan esperado y anunciado en la prensa. Fue el domingo 1 de enero de 1928 y consistió en un almuerzo en el salón de actos de la Academia de Bellas Artes de El Puerto, sita entonces en el antiguo convento de Santo Domingo, servido por la casa «Antigua de Cabo». Según la crónica, cuando ya había comenzado la comida, entró en la sala «don Adolfo Barra, que al abrazar emocionado a don Ricardo, fue objeto de entusiastas aplausos» y a continuación se sentó en la presidencia. Después se leyeron varios telegramas y cartas de adhesión. Entre otros, habló el presidente de la Academia, Manuel Ordóñez, y expuso que hubieran deseado que la Medalla del Trabajo solicitada hacía medio año se hubiera impuesto en ese acto, pero no había sido posible y seguían pendiente de su tramitación. Ramón Varela, presidente honorario de la Academia, leyó unas cuartillas escritas por Ricardo Alcón exprofeso para el acto, y Alfonso Sancho expuso que él como alcalde, y todo El Puerto en su nombre, se sumaban al homenaje.

Francisco Ciria fue más explícito y concreto, y acercándose a la Presidencia expresó los deseos de todos, dijo, de que al tramo de calle donde vivía don Ricardo se le pusiera su nombre. Y para terminar las peticiones de reconocimiento, su viejo amigo y correligionario Adolfo Barra le pidió expresamente al alcalde que, como Don Ricardo era natural de Jerez, en vista de los reconocidos méritos que se habían expresado profusamente esa noche, se le nombrase Hijo Adoptivo de la Ciudad.

Después de tantas promesas, y haber pasado más de un año esperando noticias de su tramitación, la protesta y el apremio llegó desde la prensa. El periodista y escritor gaditano José Recio Díaz publicó el 2 de mayo de 1929 en Diario de Cádiz su artículo «Homenaje a un educador. La Medalla del Trabajo para un anciano», interpelando a que Dionisio Pérez, que residía en Cuba en esos meses, utilizara su enorme influencia en recompensar como se merecía al ilustre maestro portuense. Al día siguiente Revista Portuense se hizo eco del mismo y se sumaba a las alabanzas a Ricardo Alcón, insistiendo en la concesión de la Medalla solicitada hacía ya casi dos años. Este artículo de Recio aún se publicará un mes más tarde en el diario Nuevo Mundo (Madrid) y en su interior el periodista situaba a Ricardo Alcón entre los hombres ilustres de la provincia de Cádiz, y decía que, aunque jerezano de nacimiento, este portuense de toda la vida llevaba más de medio siglo «sembrando el bien y cultivando las inteligencias juveniles» en El Puerto. Razón por la cual volvía a solicitar del Gobierno la Medalla al Trabajo «para honrar las canas y las arrugas de este Apóstol de la pedagogía que se llama Ricardo Alcón».

Esta especie de tsunami informativo que comenzó Recio lo concluyó Dionisio Pérez desde las páginas de ABC de Madrid en el mes de octubre. Dionisio Pérez, natural de Grazalema, y nombrado Hijo Adoptivo de El Puerto en abril de 1913, decía en su artículo que de niño había conocido a Ricardo Alcón, y que «todo El Puerto» veía cómo pasaban los días y el Gobierno de forma incomprensible no concedía esa distinción a «una labor educadora de más de medio siglo», tal como se había solicitado en el homenaje de la Academia de Bellas Artes.

Pero no solo el Gobierno de Primo de Rivera había dejado de lado a Ricardo Alcón y a los promotores de su reconocimiento. El ayuntamiento portuense tampoco cumplió su palabra. En marzo de 1928 la Corporación Municipal sí acordó conceder el título de «Hijo Adoptivo e Hijo Predilecto» de la ciudad al acaudalado benefactor de la ciudad Elías Ahuja Andría. Ricardo no solo tuvo que esperar, sino que se quedó para siempre sin ese reconocimiento, pues el siguiente «Hijo Adoptivo» que nombró el Ayuntamiento fue el del Administrador de la Aduana Joaquín Calero Cuenca (nacido en San Fernando), acordado la semana antes de la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931.

La merecida Medalla al Trabajo no se le concedió nunca, pues pocas semanas después del artículo de Dionisio Pérez, fallecía Ricardo Alcón Tauriño. Ocurrió la noche del 12 de diciembre de 1929, a punto de cumplir los 82 años. Estando en su casa de la calle Sagasta n.º 9 (Ganado) le sobrevino un paro cardíaco y uno de sus hijos fue corriendo a la calle Santa Lucía para avisar al conocido «doctor de los pobres» Daniel Ortega Martínez (Hijo Adoptivo de El Puerto desde noviembre de 2018), que al llegar al domicilio, solo pudo certificar su muerte por «asistolia».

Revista Portuense escribió al día siguiente un artículo en primera plana sobre su fallecimiento y era inevitable que saliera el tema de su frustrada Medalla al Trabajo. «¡Para cuándo se guardan esas condecoraciones, esos premios, a los hombres trabajadores!...¡Para cuándo la Medalla del Trabajo!». Al día siguiente se publicó una sencilla crónica de sus funerales, y además de alumnos y profesores de la Academia, se destacaba la presencia de empleados de la Constructora Naval, compañeros de su hijo Manuel. La descripción de su funeral reflejaba claramente el tipo de entierro que consta en el libro de Defunciones de la Prioral: se le hizo un entierro «económico», un entierro de «5ª clase».

Porque Ricardo Alcón, haciendo honor a la leyenda de los maestros, había muerto como había vivido, muy pobre y humilde, teniendo como único «tesoro», su trabajo, su constancia y su ejemplo de entrega a los demás. En Revista Portuense no se publicó ninguna esquela mortuoria, y se decía que sobre su «severo féretro» se había depositado una corona de flores de la Academia de la que pendían cintas, y solo se mencionaba al cura Ángel López como único oficiante.

De esta pobreza extrema en la que había acabado sus días el ilustre maestro se dieron cuenta sus amigos y antiguos alumnos e inmediatamente se nombró otra comisión presidida ahora por Manuel Ortega Infante y José Ruíz Pagés, para recaudar fondos con los que pagar una lápida de mármol que cubriría el nuevo nicho con bóveda donde descasarían los restos del «inolvidable Maestro don Ricardo Alcón».

| Lápida por suscripción popular. | Foto: Autor.

El 14 de abril de 1930 se anunciaba que, producto de un colecta multitudinaria, céntimo a céntimo, hacía unos días que se había colocado la lápida «en la sepultura del que fue nuestro muy querido y respetado don Ricardo Alcón». La lápida tenía en la parte superior la representación de los atributos de la enseñanza (un globo terráqueo y un compás) y un libro abierto con las fechas de su nacimiento y muerte.

| Detalle de la lápida. | Foto: Autor.

Como colofón, el 15 de mayo se publicaba en la prensa una carta de los comisionados dando cuenta detallada de las 526,50 pesetas que se habían recaudado, y en qué se habían gastado. La inscripción comenzaba: «Aquí reposan los restos del que fue eminente educador de dos generaciones....».

De forma paralela, por fin en el Ayuntamiento se aprestaron, al menos, a rotular una calle con su nombre. El 24 de marzo de 1930, el concejal Félix Tejada Mayo, que pronto sería alcalde accidental, presentó un escrito donde se solicitaba la rotulación de la calle que rodeaba la Plaza de Toros con el nombre de Plaza Elías Ahuja, y de la calle Correos con el nuevo de Calle Ricardo Alcón, considerando que tanto uno como otro merecían ser recordados para siempre por la ciudadanía portuense.

| Rótulo de azulejos calle Ricardo Alcón. | Foto: Autor.

La Comisión Municipal Permanente bajo la presidencia del alcalde Ruiz Golluri aprobó esta propuesta el 5 de abril de 1930. En esa misma reunión el alcalde manifestó que los rótulos de la plaza Elías Ahuja se habían encargado a un ceramista de Sevilla y ya estaban puestas, y que los azulejos de la calle Ricardo Alcón estaban encargados y se colocarían en breve, como así fue. | Texto: Manuel Almisas Albendiz.

| Agradecimientos a Ana Becerra y Juan Gómez.

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