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4.795. Antecedentes de la Plaza de Isaac Peral

El punto de partida de nuestro relato, es a finales del verano de año 1893, hace 128 años. En esos días, Miguel Palacios Guillén, Maestro de Obras del ayuntamiento revisaba sobre el terreno, en la explanada que había quedado tras demoler las instalaciones conventuales de los franciscanos Descalzos, (espacio destinado para construir una plaza pública, como de hecho ya lo era), un proyecto confeccionado por él dos años atrás para urbanizarla, dotándola de una fuente central y zonas ajardinadas alrededor de la misma que sirvieran de exorno y complemento al edificio que se proyectaba construir en dicho lugar, destinado a Palacio de Justicia y Escuela Superior. [que luego sería el actual Ayuntamiento, en la imagen superior, hoy desprovisto de las molduras de fachada, cancela de hierro misteriosamente desaparecida y otros elementos ornamentales.]

No entendía Miguel Palacios cómo era posible el estado de abandono en que se encontraba este céntrico espacio, veinticinco años después de haberse realizado la demolición integral de todas las instalaciones conventuales, incluida la iglesia, derribo realizado en 1868 a instancia de la Junta Revolucionaria, con un ritmo frenético y en el tiempo record de cinco semanas y media, gracias a la numerosa participación de canteros, albañiles, carpinteros y cerrajeros que se emplearon en tales labores. | En la imagen de la izquierda, Miguel Palacios Guillén, Maestro de Obras del Ayuntamiento.

Según cuenta Juan José López Amador en el libro editado con motivo de la intervención arqueológica en la Plaza de Isaac Peral en 1997, “el 2 de noviembre de 1651 se colocó la primera piedra del templo San Antonio del Real que completaba las instalaciones monacales de los franciscanos Descalzos, instalados provisionalmente desde hacía varias décadas bajo el amparo del Señor de la Ciudad, don Antonio Juan Luis de la Cerda, VIII Duque de Medinaceli , cuyas obras se prolongaron durante más de treinta años.

| Convento de los Descalzos | Museo Municipal.

Pocos días después de la revolución de septiembre de 1868, en la sesión municipal del 1 de octubre de ese mismo año se acordó su derribo, que comenzó a realizarse a partir del día 5, interviniendo inicialmente una cuadrilla de 25 hombres que fueron incrementándose espectacularmente en el transcurso de los días hasta llegar a 250 trabajadores, incluidos el maestro aparejador, el maestro albañil y el capataz de canteros que habían dirigido las operaciones de derribo, las cuales se dieron por finalizadas el 14 de noviembre de 1868.”

En todo ese tiempo transcurrido, justamente un cuarto de siglo, el proyectado paseo de invierno, la «Plaza de la Libertad», aparte el terraplén de arenisca que sólo se regaba y aplanaba por Semana Santa y algunas otras fiestas, debido a la masa de personas que lo frecuentaban en esos días, era una utopía.

Bien es cierto que cuando acabó el derribo y se subastaron los materiales quedaron numerosos escombros y alguna cimentación por desmontar estando varios años el solar del ex-convento convertido en un muladar, campo de juego de la chiquillería y como basurero pirata del vecindario hasta que, con motivo de la construcción del Mercado de Abastos, obra en la que debutó como funcionario público Miguel Palacios, este supervisó y seleccionó bloques de piedra y otras piezas de cantería allí existente, que fueron utilizadas para levantar la estructura poligonal de la actual «Plaza», que es como se conoce popularmente el Mercado de la Concepción.

2.373. CUANDO LA CIUDAD SE OPUSO AL PARKING DE PERAL.

1.622. EL APARCAMIENTO DE PERAL (I).

Suponemos que esta denominación que aún persiste se debe a que en dicho lugar, donde confluían varias calles principales: Cielos, Ganado y Vicario existía una plaza pública en la que se instalaban los puestos autorizados y controlados por el ayuntamiento de venta de carnes, pescados, frutas y productos de la huerta de los que se abastecían los ciudadanos. De ahí su nombre de “Plaza de Abastos”. Y en la desembocadura de las calles Santa María y San Bartolomé existía asimismo una plazoleta más reducida, en donde probablemente se celebraban ventas menores y artículos de temporada: caracoles, higos chumbos, etc… a la que se denominaba con un diminutivo de la plaza pública aneja: “la Placilla”, nombre que asimismo perdura. | Texto: Antonio Gutiérrrez Ruiz | A.C. Puertoguía.

2.490. La Capilla del Mercado de Abastos

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