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Últimas Navidades en Doctor Palou, 13. (1973-1974) #5.750

Home of my childhood—back to thee
I make my way again,
Brief though this longed-for visit be,
And tinged with pain.

[Hogar de mi niñez—a ti regreso de
nuevo, aunque breve sea esta ansiada
visita, y teñida de dolor]
(Jack Gilbey, “Home”, 1943)

| Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini

Las Navidades de 1973-1974, hace ahora 50 años, marcadas por el asesinato del almirante Carrero Blanco a manos de la banda terrorista ETA, fueron las últimas que pasé con mi familia en el número 13 de la calle Doctor Palou (actual Pagador). El domicilio familiar, para nosotros “la casa grande”, lo formaban en realidad tres fincas, con 50 metros de fachada frontal y una superficie de 1600 m2. La vivienda propiamente dicha, ubicada en la parte central de la propiedad, con su espacioso patio cubierto por montera, estaba flanqueada por dos jardines, a los que nos referíamos habitualmente como “de las gallinas” (el más próximo a la calle Santo Domingo) y “de los gatos” (cercano a la calle Federico Rubio). | Fachada de la casa de la calle Doctor Palou, 13, ya deshabitada | Año 1974.

Esta casa que me vio nacer, y en la que viví hasta los 12 años con mi abuela paterna (Mercedes), mis padres (Bernardo y Antonia) y mis dos hermanas (María Antonia y Mercedes), había sido adquirida en 1864 por José Vicente Sancho Díez de Alda-Sopranis (1826-1894), uno de los cuatro socios de la empresa vinatera Sancho Hermanos. Dicha firma exportadora portuense, propietaria más tarde de las viñas El Caribe, La Magdalena y La Peña, utilizó provisionalmente el inmueble para almacenar sus vinos de Jerez, hasta que en abril de 1868 compró la bodega de Santa Ana en la calle Aurora (Campo de Guía), actual bodega Gutiérrez Colosía. | En la fotografía, galería del "jardín de las gallinas" | Año 1962.

Mi bisabuelo Alfonso Sancho Mateos (1858-1952), quien entre 1888 y 1891 vivió en París con su mujer —Mercedes Peñasco García (1861-1929)— y el primogénito de ambos —Félix Sancho Peñasco (1885-1958)—, trabajando para Sancho Hermanos, se estableció a su regreso a El Puerto de Santa María en la casa de la calle Doctor Palou.

| Publicidad de la casa Sancho Hermanos en Heraldo de la Industria (Madrid, 15 abril 1903).

Aquí, todavía antes de que comenzara el siglo XX, nacieron los otros dos hijos del matrimonio, futuros copropietarios de la casa con su hermano Félix: mi tío abuelo Alfonso (1896-1971) y mi abuela Mercedes (1899-1994). También vino al mundo en ella mi padre, en 1931, y varios primos suyos. Alfonso Sancho Mateos accedió a la propiedad del edificio, por compra a su primo hermano José María Sancho Delgado, en febrero de 1905. Un año después compró además el jardín lindero “de las gallinas”, de casi 600 m2, un antiguo trabajadero de tonelería, y en 1909 el “de los gatos”, algo más pequeño. En esta última finca, que lindaba con la casa de Elías Ahuja, había naranjos y dos grandes palmeras y estaba el garaje, donde guardaban los coches mi padre y mi tío Carlos Zaccagnini, marido de mi tía Genoveva Sancho de Sopranis, quienes también vivieron bastantes años en la casa con sus hijos (José Luis, Javier Zaccagnini Sancho de Sopranis y Miguel).

| El autor del texto, en el patio principal de la casa | Año 1968

Son numerosos y muy gratos los recuerdos que tengo de mi infancia en aquella casa. Quizás vuelva sobre ellos en otra ocasión. Ahora quisiera rememorar cómo solíamos pasar las fiestas navideñas en “la casa grande”. En la Navidad de 1973-1974, concretamente, yo era alumno de 6º de EGB en el colegio de San Luis Gonzaga (veo por el catálogo de ese curso que tenía como tutor al sacerdote jesuita Manuel Rodríguez Segura).

Montaje del Nacimiento

Me viene a la memoria con nitidez el montaje del gran nacimiento en casa, coincidiendo poco más o menos con el comienzo de las vacaciones escolares y el sorteo de la lotería: invariablemente, íbamos mis hermanas y yo con mi padre en el Renault 4 a las Canteras de Puerto Real en busca de lentisco y musgo, siempre acompañados por uno o varios primos nuestros por parte de madre, los Macías Caparrini.

De una alacena sacábamos la caja de madera llena de paja que contenía las figuritas del belén (muchas de ellas de Ángel Martínez), con su olor peculiar, convenientemente envueltas en papel de periódico; de un saco cogíamos los corchos que hacían las veces de montañas. Recuerdo también un grueso trozo de espejo que representaba un río, y el puente —dividido en dos piezas— que lo cruzaba. Mi padre se encargaba de iluminar mediante pequeñas bombillas el portal, las casitas y la hoguera en la que se calentaba una pareja de ancianos.

| El autor, en 1966, frente al “buvindo”. (Bow Window) 

Previamente le habíamos ayudado a subir las dos grandes mesas sobre las que se colocaba el Nacimiento. Este quedaba montado en un ángulo de la habitación de la primera planta que era nuestra sala de estar, a la que llamábamos “buvindo”, del inglés bow-window, pues tenía una ventana semicircular que daba al jardín “de los gatos”. El amplio ventanal lo adornábamos con motivos navideños impresos en los cristales con nieve en espray.

Villancicos y felicitaciones

No podían faltar los villancicos, que cantábamos mis hermanas y yo con panderetas y zambombas siguiendo con alegría a nuestro padre —gran animador de entretenimientos infantiles— por los corredores altos del patio principal. Aún conservo el LP Villancicos populares y flamencos (Madrid, 1964), del sello Discorama, interpretados por los Coros infantiles de San Francisco y por Manolo Linares y su Cuadro flamenco (al último estilo pertenece el conmovedor villancico por soleares titulado “Caenas y oscuridá”).

En esta época anterior al correo electrónico y a las redes sociales recibíamos numerosos christmas de familiares y amistades, con los que decorábamos la casa. También venían a entregar sus tarjetas de felicitación algunos trabajadores como el cartero o el barrendero municipal, a cambio de una gratificación o aguinaldo.

Gastronomía navideña

Otro recuerdo que tengo es el de la caja de mantecados surtidos de La Perla (Antequera), con su calendario de pared y los famosos “dobles de canela” en el interior, que nos enviaban cada año el médico Francisco Muñoz y su mujer María Teresa Alcaide. Antes de trasladarse a Barcelona a finales de los sesenta, estos amigos de mis padres habían vivido en el número 16 de la misma calle, en la acera opuesta a nuestra casa, y su hijo Ernesto había sido compañero mío en el colegio de los jesuitas.

Mi tía Mariela, religiosa del Sagrado Corazón, hermana de mi padre, llegaba a El Puerto de Santa María en estas fechas para pasar las fiestas con nosotros. Solía traernos regalos del Niño Jesús.

En la cena de Nochebuena y la comida de Navidad —que preparaba mi madre, cocinera excelente— nunca faltaba el consomé navideño. Recuerdo que mi padre tenía que emplearse a fondo para partir el turrón duro (normalmente El Almendro), que en aquel tiempo era auténticamente duro. En la bandeja, otras tres variedades: de Jijona (blando), de Cádiz y de chocolate.

Para estas celebraciones nos reuníamos en nuestro comedor del primer piso (el original de la casa estuvo en la planta baja). Me es difícil describir con precisión la atmósfera especial de ese comedor, con sus paredes revestidas de madera a media altura con cornisa y su suelo del mismo material, una estancia a la que se accedía por una puerta de doble hoja con cristales opacos. Como otras habitaciones de la casa, tenía una estufa de fundición de tipo salamandra, que había caído ya en desuso, por lo que empleábamos electricidad o butano para caldearla.

Especial Navidad en TVE

Aquel 24 de diciembre por la noche seguramente vimos en Televisión Española el Especial Navidad 1973 del programa “Llegada internacional”, presentado por el hombre espectáculo Luis Aguilé, a quien secundaba la actriz Paloma Hurtado. Entre los artistas invitados —casi una docena— estaba el grupo Los Diablos, que interpretó su reciente éxito “Manda christmas”, una canción que me transporta vivamente a esa época. Al filo de la medianoche colocábamos el Niño Jesús en el pesebre, vacío hasta ese momento, y acercábamos las figuras de los pastores y de las dos ovejas y la cabra que nos representaban a mis hermanas y a mí.

El día siguiente, 25 de diciembre, tras el almuerzo, probablemente pusimos el televisor para ver el especial navideño de “Las aventuras de Gaby, Fofó y Miliki” (con Fofito).

En Nochevieja volveríamos a reunirnos en el “buvindo” frente al televisor para las campanadas —aunque no teníamos por costumbre tomar las tradicionales doce uvas— y el especial de Fin de Año, que, conducido por José María Íñigo, contó con las actuaciones de Karina, Bruno Lomas, Emilio Laguna, Micky, Javier de Campos y Ágata Lys, así como con la “colaboración especial” de un amplio elenco compuesto —entre otros— por Juanjo Menéndez, Amparo Baró, Gemma Cuervo, Fernando Guillén, Irene Gutiérrez Caba, Carlos Larrañaga, María Luisa Merlo, José Bódalo, Francisco Rabal, Manuel Dicenta, Pedro Osinaga, José María Rodero y Jaime de Mora y Aragón.

La noche de Reyes

La noche de Reyes nos acostábamos antes de lo habitual. La tata Mari nos urgía para que nos tapáramos con los edredones y nos durmiéramos, porque —aseguraba— los Reyes Magos nos vigilaban desde la azotea a través de un respiradero que había en el techo de vigas. Pero a las pocas horas queríamos levantarnos para ver los regalos que nos habían dejado. Ante la insistencia de mis hermanas y mía, nuestro padre venía a buscarnos al dormitorio, todavía con la primera luz del día. En fila india le seguíamos, nerviosos, mientras él iba abriendo —una tras otra— las puertas correderas que comunicaban interiormente las habitaciones, hasta que por fin llegábamos al “buvindo”.

| Una imagen de los Reyes Magos en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento, donde se hacía entrega de regalos. | Año 1966.

Allí, sobre el banco de madera semicircular, bajo el ventanal, junto al zapato que cada uno de nosotros había dejado la noche anterior, encontrábamos nuestros regalos. Mi hermana Mercedes, eufórica, llamaba reiteradamente a mi madre, que —aun somnolienta— se unía a la algarabía. Al poco tiempo aparecía mi abuela Mercedes, cuyo dormitorio estaba al lado de la sala de estar, escoltada por sus gatas (Mansi y Tigri), para participar de nuestro júbilo y recibir sus regalos. No se quedaba sin su juguete Loki, la perra de raza cruzada que teníamos entonces.

| Bloques de viviendas en la actual calle Pagador, 15 (con azotea de color verde), que ocupan el solar de la antigua casa. La calle Pagador estuvo rotulada con el nombre de Doctor Palou entre los años 1895 y 1979 | Ilustración: Google Earth

Digo que fueron mis últimas Navidades en el número 13 de la calle Doctor Palou porque la finca cayó bajo la piqueta en 1974-1975, tras ser vendida a una promotora inmobiliaria de Cádiz.

Han pasado muchos años, pero todavía recuerdo con intensa nostalgia y cariño la casa familiar de Doctor Palou, 13, aquella “casa grande” de mi niñez.

3 comentarios en “Últimas Navidades en Doctor Palou, 13. (1973-1974) #5.750

  1. Rosalía Sancho

    Comparto con Bernardo la nostalgia por esa casa, en la que nació mi padre, Beltrán Sancho, y de la que siempre guardó magníficos recuerdos, al punto de llorar cuando conoció de su demolición, para situar en su lugar tan horroroso edificio. Recuerdo su magnífico patio central con montera, los remates de cristal, a modo de perillas, del pasamanos de la escalera central, qué mi bisabuelo, Alfonso Sancho Mateos, compró en Reino Unido. Hablaba mi padre de la magnífica lámpara de cristal que colgaba sobre la escalera en el patio y recordaba mi madre, Milagros Galarza, que al llegar al Puerto de Santa María recien casada, bastó que mi padre indicara al cochero de la estacion, se dirigiera a la casa de Don Alfonso Sancho Mateos, para que llegaran a Doctor Palou número 13. En fin, Bernardo, feliz por los recuerdos que nos trasladas, todos muy familiares, repite, por favor.

    Enhorabuena, un gustazo recordar.

  2. JLLL

    Muy entrañable y bonito recuerdo, nunca vi la casa por dentro, pero la fachada era majestuosa, enhorabuena por la nótula,

  3. Sergio González Bernal

    Hola, como me ha alegrado esta publicación, siempre me ha intrigado como portuense, que habría construido anteriormente en el inmueble donde viví mi infancia, nací en 1977 y con pocos meses mis padres se mudaron a Pagador 15, suponía que antes en el sitio de esos bloques, tenia que haber existido un gran solar, de alguna casa palacio o así, enhorabuena!!

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